La visita del presidente a la potencia económica de Oriente
Por Silvia Naishtat - Clarín
¿Hay algo más complejo que una central atómica? A 120 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba, se encuentra la central de Embalse. Detenida en diciembre 2015, desde que alcanzó su vida útil de 30 años, está en pleno proceso de transformación de una magnitud difícil de cuantificar para volver como nueva por otros 30 años. Para recorrerla hay que vestirse como un astronauta y pasar cuatro controles que van indicando si hay radioactividad. La salida sólo se permite si los sensores dictaminan: “Usted no está contaminado”.
Mauricio Macri con su par de China, Xi Jinping en el 2015. |
Por dentro es una ciudad que bulle de actividad de precisión milimétrica. Y se nota en los ingenieros esa adrenalina del trabajo bien hecho. Omar Semmoloni, presidente de Nucleoeléctrica Argentina (Nasa), la compañía estatal a la que pertenecen las tres centrales que existen en el país, explica: “El margen de error es cero”. Es curioso, se nota la brecha generacional entre los profesionales. Algunos rondan los 70 y otros no llegan a los 40. Decididamente hay una generación ausente en ingeniería nuclear, desde Menem cerró Atucha II que permaneció clausurada entre 1994 y 2006, admite Semmoloni.
Una compañía holandesa se encarga de remover los cuatro generadores de vapor que hay que reemplazar. Los nuevos, que pesan 140.000 kilos fueron fabricados por Impsa, de Pescarmona, y traídos en un viaje que demoró cuatro días para recorrer 500 kilómetros en camiones de 104 ruedas cada uno. La complejidad de esta obra, en la que un fideicomiso con un crédito de la Corporación Andina de Fomento y el BID financia los US$ 2.140 millones, se explica en que cuando se construyó, en 1973, nadie previó, porque la tecnología no lo permitía, la extensión de la vida útil. “El mundo está mirando Embalse”, se entusiasma Julián Gadano, subsecretario de Energía Nuclear.
Precisamente la decisión de extender por otros 30 años la vida de Embalse a un costo que es la tercera parte de una central nueva y el conocimiento que se despliega en una tarea de esta magnitud es la carta que lleva el presidente Macri a la que será el corazón de su agenda en China, el suculento contrato por US$12.500 millones para la construcción de otras dos centrales nucleares: Atucha III y una más que no le ponen nombre porque no estará en Lima, donde se encuentran las centrales de Atucha a 70 kilómetros de Buenos Aires.
Los chinos financian a 20 años de plazo y ocho años de gracia el 85% de la construcción de esas centrales con un costo financiero total de 4,8% que incluye el seguro por riesgo país que China le cobra a la Argentina. Al crédito lo lidera el banco ICBC y al contrato formal lo firman el próximo 17 en Beijing los presidentes Macri y Xi Jinping. “La idea es empezar a pagar cuando Atucha III ya esté en pleno funcionamiento y genere los fondos”, dice Gadano.
Actualmente la energía nuclear aporta el 6% de la oferta eléctrica, la idea es que llegue al 10%. Gadano confiesa que lo que había firmado previamente Julio de Vido con los chinos era “lesivo para los intereses del Estado. Ellos no se hacían responsables de los reclamos. Y ahora lo entendieron. China suministraba su tecnología pero no ofrecía prácticamente garantías de funcionamiento.
-¿Qué se logró?
-Quiero destacar la comprensión China, pero también que para ellos venderle centrales a la Argentina es una carta de presentación internacional. Argentina tiene la mayor tradición en América latina en energía nuclear. Se decidió que habrá una primera central, Atucha III con tecnología canadiense que arrancaría a fin de este año y dos años más tarde otra central que tendrá tecnología china.
-¿Qué garantías tiene la tecnología china?
-Lo más importante es el diseño y la experiencia. Ellos tienen unas 70 centrales, son los mayores del mundo y utilizan el diseño PWR, es el modelo comercial de Westinghouse.
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