Editorial La Nación
A las preocupantes noticias relativas a la constante e ininterrumpida cooperación militar existente entre Brasil y Gran Bretaña, referida a los vuelos militares británicos que se realizan entre nuestro vecino y las islas Malvinas, prohibidos por los acuerdos alcanzados en el ámbito del Mercosur, comentada días atrás en esta columna editorial, se agregan ahora otras dos, también de tono adverso para nuestro país.
Nos referimos al reciente convenio militar entre Israel y Gran Bretaña, y al acuerdo bilateral entre este país y Chile en el marco del Tratado Antártico.
En virtud del primer convenio mencionado, la empresa israelí Rafael Advanced Defense Systems está proveyendo a Gran Bretaña de un moderno sistema de mando y control para la defensa militar del archipiélago austral. Nuestro país debería denunciar públicamente esta circunstancia y disponer que la mencionada empresa y sus vinculadas quedan excluidas de ser, en modo alguno, proveedoras directas o indirectas de nuestro país.
Respecto del acuerdo bilateral entre Chile y Gran Bretaña, suscripto el pasado 17 de enero en el marco del Tratado Antártico, al que nuestro país también pertenece, ambas partes se comprometen a cooperar y actuar bilateralmente, realizando para ello las consultas regulares pertinentes, incluyendo el tema de la conservación de los recursos vivos, la pesca y la cooperación científica. Es realmente lamentable que la Argentina no haya sido capaz de evitar lo antedicho, estructurando para ello con LA NACION transandina un programa bilateral prioritario de marcha común en esa delicada materia, que incluye ciertamente lo relativo a nuestra propia proyección antártica.
Ambos casos indican que existen problemas realmente serios por corregir en la conducción de los respectivos temas de nuestra política exterior. Esto debe hacerse con toda urgencia, para no continuar acumulando hechos negativos consumados que resultan muy poco felices para nuestro país y su imagen externa.
Queda visto que las relaciones con nuestros vecinos no tienen hoy el nivel de confianza y cercanía que deberían tener. Parece obvio que la absurda y grotescamente agresiva política exterior de la administración de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner es, en buena medida, responsable directa de los hechos antes comentados. Pero también es cierto es que la actual gestión de gobierno no ha sido, en modo alguno, capaz de encontrar maneras de que lo antes comentado no sucediera.
A las preocupantes noticias relativas a la constante e ininterrumpida cooperación militar existente entre Brasil y Gran Bretaña, referida a los vuelos militares británicos que se realizan entre nuestro vecino y las islas Malvinas, prohibidos por los acuerdos alcanzados en el ámbito del Mercosur, comentada días atrás en esta columna editorial, se agregan ahora otras dos, también de tono adverso para nuestro país.
Nos referimos al reciente convenio militar entre Israel y Gran Bretaña, y al acuerdo bilateral entre este país y Chile en el marco del Tratado Antártico.
En virtud del primer convenio mencionado, la empresa israelí Rafael Advanced Defense Systems está proveyendo a Gran Bretaña de un moderno sistema de mando y control para la defensa militar del archipiélago austral. Nuestro país debería denunciar públicamente esta circunstancia y disponer que la mencionada empresa y sus vinculadas quedan excluidas de ser, en modo alguno, proveedoras directas o indirectas de nuestro país.
Respecto del acuerdo bilateral entre Chile y Gran Bretaña, suscripto el pasado 17 de enero en el marco del Tratado Antártico, al que nuestro país también pertenece, ambas partes se comprometen a cooperar y actuar bilateralmente, realizando para ello las consultas regulares pertinentes, incluyendo el tema de la conservación de los recursos vivos, la pesca y la cooperación científica. Es realmente lamentable que la Argentina no haya sido capaz de evitar lo antedicho, estructurando para ello con LA NACION transandina un programa bilateral prioritario de marcha común en esa delicada materia, que incluye ciertamente lo relativo a nuestra propia proyección antártica.
Ambos casos indican que existen problemas realmente serios por corregir en la conducción de los respectivos temas de nuestra política exterior. Esto debe hacerse con toda urgencia, para no continuar acumulando hechos negativos consumados que resultan muy poco felices para nuestro país y su imagen externa.
Queda visto que las relaciones con nuestros vecinos no tienen hoy el nivel de confianza y cercanía que deberían tener. Parece obvio que la absurda y grotescamente agresiva política exterior de la administración de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner es, en buena medida, responsable directa de los hechos antes comentados. Pero también es cierto es que la actual gestión de gobierno no ha sido, en modo alguno, capaz de encontrar maneras de que lo antes comentado no sucediera.
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