Documentos recientemente obtenidos del Archivo Nacional de Gran Bretaña revelan conversaciones entre Inglaterra y la Argentina sobre la disputa de las islas Malvinas mantenidas en 1980. Los documentos confirman las circunstancias descriptas en sus respectivas memorias por el ex ministro de Economía del gobierno militar José Alfredo Martínez de Hoz y el embajador en el Reino Unido durante ese período Carlos Ortiz de Rozas. Ambos funcionarios se habían referido a la participación que tuvieron en las conversaciones con Nicholas Ridley, el ministro de Gobierno y hombre de mayor confianza de la primera ministra Margaret Thatcher.
Según Martínez de Hoz, Ridley lo había invitado a acompañarlo a unas jornadas de pesca con mosca en Escocia, para la época del salmon run, el momento en el que los salmones dejan los ríos donde desovan para introducirse en el mar. "Entre salmón y salmón, vamos a encontrar una fórmula para proponer a nuestros gobiernos", había dicho el ministro inglés.
El contenido de la solución propuesta, confirmado por Ortiz de Rozas en su libro Confidencias diplomáticas, consistía en un arrendamiento al estilo del de Hong Kong, pero a treinta años, en lugar de los cien durante los cuales Gran Bretaña retuvo la isla china. También se preveían acuerdos de cooperación económica para la explotación de los recursos naturales durante el plazo de transición.
Martínez de Hoz, quien durante el gobierno militar no mantenía una buena relación con la cancillería, propuso a Ortiz de Rozas que una persona de la confianza de ambos, pero funcionario de Relaciones Exteriores, acompañara a Ridley a la pesca con mosca, para la cual debía tomar algunas clases de ese deporte. La cancillería, que durante años había estado dominada por Massera, nunca respondió y la propuesta quedó en nada. En caso de haberse aceptado aquella solución, la soberanía argentina sobre las Malvinas hubiese obtenido pleno reconocimiento en 2010.
El documento confidencial finalmente desclasificado, firmado por Roderic Lyne, secretario privado del canciller lord Carrington, remarca que la visita del ministro de Economía argentino resultaba útil para continuar las conversaciones exploratorias de una solución para las islas y destaca la importancia que, para ese resultado, tendrían los acuerdos de cooperación económica. Los británicos reconocían ahí que las islas estaban en franca declinación y no veían un futuro para ellas sin un entendimiento con la Argentina.
No se trataba de la primera oferta que había hecho el Reino Unido para la devolución de las Malvinas. Una propuesta similar habría partido de Inglaterra poco antes de la muerte de Juan Domingo Perón, pero con el fallecimiento del presidente, en 1974, la cancillería, al mando de Alberto Vignes, no continuó las conversaciones.
Tanto Vignes como Massera eran miembros de la logia italiana Propaganda Due, que mantenía estrechos lazos con Muammar Khadafi, un impulsor del Movimiento de Países No Alineados y financista del terrorismo islámico, quien después tuvo un papel fundamental en la adquisición de misiles para la Argentina. La pretensión de desatar a toda costa la guerra con Gran Bretaña en lugar de proseguir las conversaciones para una solución pacífica fue desde siempre impulsada por Massera, quien para ese objetivo contó con el apoyo de los miembros de mayor relevancia de la organización Montoneros, como algunos de ellos lo reconocen en sus publicaciones.
El entonces comandante de la Armada quería tomar el control de las islas por la fuerza en 1978, con la intención de no entregar el mando de la Marina, como debía hacerlo en agosto de ese año.
Fue la diplomática Elena Holmberg quien, en su seguimiento de los contactos entre Massera y los guerrilleros, descubrió el plan y se lo informó a Videla, que frustró ese primer intento. Massera debió pasar a retiro en la fecha prevista. El descubrimiento le costó la vida a Holmberg, pero, a pesar de todo, las fuerzas armadas hicieron suyo el plan de Massera y lo llevaron a cabo en 1982.
Poco tiempo antes, Thatcher -según relata Ortiz de Rozas- había sostenido un duro debate en el Parlamento en el que terminó imponiendo su voluntad de desmantelar la flota de superficie del Reino Unido y construir submarinos nucleares dotados de misiles de fabricación norteamericana, conforme a las nuevas prioridades de la OTAN. Tal determinación provocó la ira del almirantazgo inglés, que tras siglos de tradición sobre sus fragatas no quería verse resignado a comandar sólo una flotilla de submarinos. Casualmente o no, la Guerra de las Malvinas salvó las aspiraciones de los almirantes británicos, quienes obtuvieron el argumento perfecto para retener sus barcos. Thatcher, por su lado, probó de la peor manera la efectividad de sus submarinos con el hundimiento del crucero General Belgrano.
La semana pasada, la prensa informó sobre la reunión que el presidente Macri y la primera ministra británica, Theresa May, tendrán el mes que viene en China para dialogar sobre la situación de las islas. Quizás ahora que la Argentina volvió al mundo civilizado sea tiempo de retomar aquellas conversaciones.
Abogado, autor de los libros Montoneros. soldados de Massera y Propaganda Due
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