A pesar de haber sido derrotado militarmente y de haber perdido el extenso territorio que controlaba en Irak y Siria, el Estado Islámico no ha sido desmantelado, y su amenaza sigue latente en la región y en el mundo.
Cuando la alianza de combatientes sirios, respaldada por EE. UU., anunció que el Estado Islámico (ISIS) había sido derrotado en el último reducto del territorio que controlaba en Siria, la comunidad internacional interpretó que asistíamos al final del “califato” proclamado en 2014. En los 88.000 km2 que llegó a controlar, el ISIS había impuesto un brutal sistema de gobierno a casi nueve millones de personas, y había generado miles de millones de dólares en ingresos por petróleo, extorsión, robo y secuestro.
Aunque el Califato se derrumbó, su derrota no está asegurada. El general Joseph Votel, jefe del Comando Central de los EE. UU., defendió públicamente la necesidad de mantener “una ofensiva vigilante contra el ISIS que, aunque en gran parte se encuentra disperso y desmembrado, aún dispone de líderes, combatientes, facilitadores, recursos y la ideología yihadista que alimenta sus planes y esfuerzos”. Si la presión y el monitoreo sobre el grupo no es sostenida, es muy probable que los terroristas consigan recuperar un territorio que, aunque limitado, podría incluir el valle meridional del río Éufrates.
Esta proyección es muy similar a la que informaron oficiales militares a la Oficina del Inspector General del Departamento de Defensa de EE. UU. Dichas advertencias parecieron persuadir al presidente Donald Trump para que, a pesar del retiro de los 2.000 soldados estadounidenses de Siria, las bases norteamericanas en la región siguieran a cargo del monitoreo de los elementos residuales yihadistas del ISIS. El plan de retirada había provocado la renuncia del secretario de Defensa, Jim Mattis, y había alarmado a los aliados en la coalición global.
El ISIS, debilitado pero al acecho
En Irak, donde el gobierno declaró “la victoria total” en diciembre de 2017, el grupo yihadista ha “evolucionado sustancial y peligrosamente hacia una gran red encubierta de ramificaciones transnacionales”, según declaró el secretario general de la ONU, António Guterres, en un informe de febrero pasado al Consejo de Seguridad. Allí, se advierte que el ISIS “hoy está en una fase de transición, adaptación y consolidación. Está organizando células a nivel provincial tanto en Irak como en Siria y también a nivel regional. Actualmente, el grupo se encuentra replicando las funciones clave de liderazgo y reclutamiento celular y organizando unidades de combate en Tailandia, Libia, Sri Lanka, Siria y Egipto a través de sus grupos terroristas satélites que pivotean en torno a su ideología”.
Sus militantes continúan activos en áreas rurales remotas, con libertad para moverse y planear ataques en distintos países gobernados por regímenes islámicos, incluido Irán. Su mayor presencia es en el desierto iraquí de las provincias de Anbar y Nínive, y en las montañas de Kirkuk, Salah al-Din y Diyala, donde sus células “parecen estar abocadas a las actividades de planificación para socavar la autoridad del gobierno y crear una atmósfera de desorden que busca sabotear la reconciliación social y evitar la reconstrucción y el antiterrorismo”. Estas nuevas actividades de ISIS incluyen secuestros con pago de rescate, asesinatos selectivos de líderes tribales opositores y ataques contra unidades militares estatales. Además del valle del Éufrates, el grupo tiene presencia en la provincia noroccidental siria de Idlib, controlada por la oposición, en áreas controladas por el gobierno al sur de Damasco y en la región de Badiya, una vasta extensión de desierto en el sureste de Siria.
Mas allá de las estrategias regionales, los militantes de ISIS tienen acceso a armas livianas y explosivos, y pueden llevar a cabo ataques y asesinatos en todo el mundo. Sus líderes también conservan excelente capacidad de comando y control. La ubicación del líder general del grupo, Abu Bakr Al-Baghdadi, no se conoce con certeza, a pesar de las declaraciones transmitidas el mes pasado en un video calificado como “real” tanto por Washington como por Moscú.
Hay numerosas pruebas de que el ISIS continúa generando ingresos a través de actividades delictivas, también recibe donaciones externas, y se estima que aún dispone de entre 50.000 y 70.000 millones de dólares estadounidenses en efectivo, producto de la explotación de recursos petroleros en las zonas que conquistó y supo gobernar durante casi tres años.
Militantes dentro y fuera de las fronteras
Si bien el ISIS ha sufrido pérdidas sustanciales, las agencias de seguridad y antiterrorismo tanto árabes como occidentales sostienen que aún controla entre 8.000 y 11.000 militantes en Irak y Siria, a los que se suman otros 3.000 en el extranjero. El enviado especial de EE. UU. por la Coalición Global contra el ISIS, James Jeffrey, declaró, a mediados de marzo, que Washington creía que todavía había entre 12.000 y 14.000 adherentes armados en la región y más de 2000 elementos infiltrados o captados en Occidente, muchos de ellos pertenecientes a “células dormidas”. En octubre de 2018, la Coalición Global informó al organismo de vigilancia del Departamento de Defensa de los EE. UU. que en ese momento había entre 15.000 y 17.000 militantes de ISIS en Irak y en Siria. Sin embargo, algunos comandantes de las fuerzas estadounidenses dijeron no estar de acuerdo con esas cifras.
Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) han capturado alrededor de 1200 combatientes extranjeros del grupo terrorista. Mientras tanto, cientos de mujeres y más de 2000 niños allegados a combatientes extranjeros viven en campamentos para personas desplazadas en áreas controladas por las FDS. También, hay registros de unos 1000 combatientes extranjeros detenidos en Irak. EE.UU. ha pedido la repatriación de los prisioneros para su enjuiciamiento, al tiempo que sus países de origen han expresado su preocupación sobre la recuperación de los miembros del ISIS adoctrinados y endurecidos por los combates, así como sobre las dificultades de reunir evidencia legal suficiente para apoyar los procesos judiciales y encarcelarlos. Se estima que un total de 28.000 extranjeros han viajado para luchar por ISIS en Siria e Irak.
Mientras tanto, hay un gran número de militantes afiliados al ISIS en Afganistán, Egipto, Libia, el sudeste de Asia y África occidental y, en menor medida, en Somalia, Yemen, la península de Sinaí y el Sahel. Los individuos inspirados por la ideología del grupo también continúan realizando ataques en otros lugares buscando explotar el caos y las divisiones, como ocurrió recientemente en Sri Lanka.
Una campaña global
La batalla para expulsar al ISIS de Irak y Siria ha sido sangrienta. En Siria, las tropas leales al presidente Assad lucharon contra el grupo yihadista con la ayuda de Rusia y del Hezbollah libanés, respaldado por Irán. Por su parte, la coalición liderada por EE. UU. ha apoyado a las FDS, una alianza de combatientes kurdos sirios y algunas facciones rebeldes árabes de ese país. En Irak, las fuerzas de seguridad locales han sido respaldadas tanto por la coalición liderada por EE. UU., como por una fuerza paramilitar dominada por las milicias chiitas apoyadas por Irán: las Fuerzas de Movilización Popular.
La coalición liderada por Washington incluyó a Australia, Bahréin, Francia, Jordania, Países Bajos, Arabia Saudita, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido, y comenzó a lanzar ataques aéreos contra objetivos de ISIS en Irak en agosto de 2014. La campaña completa comenzó un mes después. Los aviones desplegados por la coalición llevaron a cabo más de 33.000 ataques aéreos hasta el final de las operaciones. Rusia no formó parte de la coalición, pero sus aviones iniciaron ataques aéreos en Siria en septiembre de 2015 para reforzar y sostener el gobierno del presidente Bachar al Assad. El Ministerio de Defensa ruso informó, en agosto de 2018, que sus fuerzas habían realizado 39.000 incursiones en Siria desde 2015, destruyeron 121.000 “objetivos terroristas” y mataron a más de 6200 miembros de ISIS.
Las ciudades clave fueron recapturadas. Los primeros avances en la campaña de la coalición liderada por EE. UU. incluyeron la recuperación de la ciudad de Ramadi, capital de la provincia de Anbar en Irak, por las fuerzas de gobierno iraquíes en diciembre de 2015. La recaptura de Mosul, la segunda ciudad en importancia para ISIS en Irak, en julio de 2017, fue vista como un gran avance para la coalición, tras diez meses de enfrentamientos, con miles de civiles muertos y más de 800.000 desplazados. En octubre de 2017, la ciudad siria de Raqqa, llamada “capital del autodenominado ‘Califato’”, fue recuperada por la FDS con apoyo aéreo de la coalición. Se terminó así con tres años de gobierno por parte del ISIS. El mes siguiente, el ejército sirio recuperó el control total de la ciudad oriental de Deir al-Zour, y las fuerzas iraquíes retomaron la ciudad fronteriza clave de al-Qaim.
Los números exactos de las víctimas de la guerra contra el ISIS aún no están disponibles. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos ha documentado las muertes de 377.000 personas, incluyendo 112.600 civiles, desde que comenzó la guerra civil en ese país en 2011. Organismos independientes estiman que el número de muertos supera los 600.000. Por su parte, la ONU dice que al menos 30.912 civiles murieron en actos de terrorismo, violencia y conflicto armado dentro de Irak. El Conteo de Cuerpos de Irak, una organización privada dirigida por académicos y activistas por la paz, estima que la cifra de civiles muertos es de más de 90.000.
Al menos 7 millones de sirios han sido desplazados internamente, mientras que otros 5 millones han huido al extranjero. En febrero de este año, la Organización Internacional para Migraciones (OIM) estimó que casi 3 millones de personas habían regresado a su casa. La ONU informa que la falta de empleo, la destrucción de propiedades y el acceso limitado a los servicios todavía impiden que muchas más personas regresen a sus hogares.
Mientras tanto, ISIS y sus grupos terroristas afiliados no se dan por vencidos. Deciden cambian sus nombres y buscan formas innovadoras para organizarse en varios puntos del mundo árabe y de Occidente, de manera de seguir adelante con su “guerra santa”.(Source/Author: George Chaya)
Cuando la alianza de combatientes sirios, respaldada por EE. UU., anunció que el Estado Islámico (ISIS) había sido derrotado en el último reducto del territorio que controlaba en Siria, la comunidad internacional interpretó que asistíamos al final del “califato” proclamado en 2014. En los 88.000 km2 que llegó a controlar, el ISIS había impuesto un brutal sistema de gobierno a casi nueve millones de personas, y había generado miles de millones de dólares en ingresos por petróleo, extorsión, robo y secuestro.
Aunque el Califato se derrumbó, su derrota no está asegurada. El general Joseph Votel, jefe del Comando Central de los EE. UU., defendió públicamente la necesidad de mantener “una ofensiva vigilante contra el ISIS que, aunque en gran parte se encuentra disperso y desmembrado, aún dispone de líderes, combatientes, facilitadores, recursos y la ideología yihadista que alimenta sus planes y esfuerzos”. Si la presión y el monitoreo sobre el grupo no es sostenida, es muy probable que los terroristas consigan recuperar un territorio que, aunque limitado, podría incluir el valle meridional del río Éufrates.
Esta proyección es muy similar a la que informaron oficiales militares a la Oficina del Inspector General del Departamento de Defensa de EE. UU. Dichas advertencias parecieron persuadir al presidente Donald Trump para que, a pesar del retiro de los 2.000 soldados estadounidenses de Siria, las bases norteamericanas en la región siguieran a cargo del monitoreo de los elementos residuales yihadistas del ISIS. El plan de retirada había provocado la renuncia del secretario de Defensa, Jim Mattis, y había alarmado a los aliados en la coalición global.
El ISIS, debilitado pero al acecho
En Irak, donde el gobierno declaró “la victoria total” en diciembre de 2017, el grupo yihadista ha “evolucionado sustancial y peligrosamente hacia una gran red encubierta de ramificaciones transnacionales”, según declaró el secretario general de la ONU, António Guterres, en un informe de febrero pasado al Consejo de Seguridad. Allí, se advierte que el ISIS “hoy está en una fase de transición, adaptación y consolidación. Está organizando células a nivel provincial tanto en Irak como en Siria y también a nivel regional. Actualmente, el grupo se encuentra replicando las funciones clave de liderazgo y reclutamiento celular y organizando unidades de combate en Tailandia, Libia, Sri Lanka, Siria y Egipto a través de sus grupos terroristas satélites que pivotean en torno a su ideología”.
Sus militantes continúan activos en áreas rurales remotas, con libertad para moverse y planear ataques en distintos países gobernados por regímenes islámicos, incluido Irán. Su mayor presencia es en el desierto iraquí de las provincias de Anbar y Nínive, y en las montañas de Kirkuk, Salah al-Din y Diyala, donde sus células “parecen estar abocadas a las actividades de planificación para socavar la autoridad del gobierno y crear una atmósfera de desorden que busca sabotear la reconciliación social y evitar la reconstrucción y el antiterrorismo”. Estas nuevas actividades de ISIS incluyen secuestros con pago de rescate, asesinatos selectivos de líderes tribales opositores y ataques contra unidades militares estatales. Además del valle del Éufrates, el grupo tiene presencia en la provincia noroccidental siria de Idlib, controlada por la oposición, en áreas controladas por el gobierno al sur de Damasco y en la región de Badiya, una vasta extensión de desierto en el sureste de Siria.
Fuerzas del gobierno iraquí recapturaron la ciudad de Mosul en julio de 2017
Mas allá de las estrategias regionales, los militantes de ISIS tienen acceso a armas livianas y explosivos, y pueden llevar a cabo ataques y asesinatos en todo el mundo. Sus líderes también conservan excelente capacidad de comando y control. La ubicación del líder general del grupo, Abu Bakr Al-Baghdadi, no se conoce con certeza, a pesar de las declaraciones transmitidas el mes pasado en un video calificado como “real” tanto por Washington como por Moscú.
Hay numerosas pruebas de que el ISIS continúa generando ingresos a través de actividades delictivas, también recibe donaciones externas, y se estima que aún dispone de entre 50.000 y 70.000 millones de dólares estadounidenses en efectivo, producto de la explotación de recursos petroleros en las zonas que conquistó y supo gobernar durante casi tres años.
Militantes dentro y fuera de las fronteras
Si bien el ISIS ha sufrido pérdidas sustanciales, las agencias de seguridad y antiterrorismo tanto árabes como occidentales sostienen que aún controla entre 8.000 y 11.000 militantes en Irak y Siria, a los que se suman otros 3.000 en el extranjero. El enviado especial de EE. UU. por la Coalición Global contra el ISIS, James Jeffrey, declaró, a mediados de marzo, que Washington creía que todavía había entre 12.000 y 14.000 adherentes armados en la región y más de 2000 elementos infiltrados o captados en Occidente, muchos de ellos pertenecientes a “células dormidas”. En octubre de 2018, la Coalición Global informó al organismo de vigilancia del Departamento de Defensa de los EE. UU. que en ese momento había entre 15.000 y 17.000 militantes de ISIS en Irak y en Siria. Sin embargo, algunos comandantes de las fuerzas estadounidenses dijeron no estar de acuerdo con esas cifras.
Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) han capturado alrededor de 1200 combatientes extranjeros del grupo terrorista. Mientras tanto, cientos de mujeres y más de 2000 niños allegados a combatientes extranjeros viven en campamentos para personas desplazadas en áreas controladas por las FDS. También, hay registros de unos 1000 combatientes extranjeros detenidos en Irak. EE.UU. ha pedido la repatriación de los prisioneros para su enjuiciamiento, al tiempo que sus países de origen han expresado su preocupación sobre la recuperación de los miembros del ISIS adoctrinados y endurecidos por los combates, así como sobre las dificultades de reunir evidencia legal suficiente para apoyar los procesos judiciales y encarcelarlos. Se estima que un total de 28.000 extranjeros han viajado para luchar por ISIS en Siria e Irak.
Mientras tanto, hay un gran número de militantes afiliados al ISIS en Afganistán, Egipto, Libia, el sudeste de Asia y África occidental y, en menor medida, en Somalia, Yemen, la península de Sinaí y el Sahel. Los individuos inspirados por la ideología del grupo también continúan realizando ataques en otros lugares buscando explotar el caos y las divisiones, como ocurrió recientemente en Sri Lanka.
Una campaña global
La batalla para expulsar al ISIS de Irak y Siria ha sido sangrienta. En Siria, las tropas leales al presidente Assad lucharon contra el grupo yihadista con la ayuda de Rusia y del Hezbollah libanés, respaldado por Irán. Por su parte, la coalición liderada por EE. UU. ha apoyado a las FDS, una alianza de combatientes kurdos sirios y algunas facciones rebeldes árabes de ese país. En Irak, las fuerzas de seguridad locales han sido respaldadas tanto por la coalición liderada por EE. UU., como por una fuerza paramilitar dominada por las milicias chiitas apoyadas por Irán: las Fuerzas de Movilización Popular.
La coalición liderada por Washington incluyó a Australia, Bahréin, Francia, Jordania, Países Bajos, Arabia Saudita, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido, y comenzó a lanzar ataques aéreos contra objetivos de ISIS en Irak en agosto de 2014. La campaña completa comenzó un mes después. Los aviones desplegados por la coalición llevaron a cabo más de 33.000 ataques aéreos hasta el final de las operaciones. Rusia no formó parte de la coalición, pero sus aviones iniciaron ataques aéreos en Siria en septiembre de 2015 para reforzar y sostener el gobierno del presidente Bachar al Assad. El Ministerio de Defensa ruso informó, en agosto de 2018, que sus fuerzas habían realizado 39.000 incursiones en Siria desde 2015, destruyeron 121.000 “objetivos terroristas” y mataron a más de 6200 miembros de ISIS.
Las ciudades clave fueron recapturadas. Los primeros avances en la campaña de la coalición liderada por EE. UU. incluyeron la recuperación de la ciudad de Ramadi, capital de la provincia de Anbar en Irak, por las fuerzas de gobierno iraquíes en diciembre de 2015. La recaptura de Mosul, la segunda ciudad en importancia para ISIS en Irak, en julio de 2017, fue vista como un gran avance para la coalición, tras diez meses de enfrentamientos, con miles de civiles muertos y más de 800.000 desplazados. En octubre de 2017, la ciudad siria de Raqqa, llamada “capital del autodenominado ‘Califato’”, fue recuperada por la FDS con apoyo aéreo de la coalición. Se terminó así con tres años de gobierno por parte del ISIS. El mes siguiente, el ejército sirio recuperó el control total de la ciudad oriental de Deir al-Zour, y las fuerzas iraquíes retomaron la ciudad fronteriza clave de al-Qaim.
Los números exactos de las víctimas de la guerra contra el ISIS aún no están disponibles. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos ha documentado las muertes de 377.000 personas, incluyendo 112.600 civiles, desde que comenzó la guerra civil en ese país en 2011. Organismos independientes estiman que el número de muertos supera los 600.000. Por su parte, la ONU dice que al menos 30.912 civiles murieron en actos de terrorismo, violencia y conflicto armado dentro de Irak. El Conteo de Cuerpos de Irak, una organización privada dirigida por académicos y activistas por la paz, estima que la cifra de civiles muertos es de más de 90.000.
Al menos 7 millones de sirios han sido desplazados internamente, mientras que otros 5 millones han huido al extranjero. En febrero de este año, la Organización Internacional para Migraciones (OIM) estimó que casi 3 millones de personas habían regresado a su casa. La ONU informa que la falta de empleo, la destrucción de propiedades y el acceso limitado a los servicios todavía impiden que muchas más personas regresen a sus hogares.
Mientras tanto, ISIS y sus grupos terroristas afiliados no se dan por vencidos. Deciden cambian sus nombres y buscan formas innovadoras para organizarse en varios puntos del mundo árabe y de Occidente, de manera de seguir adelante con su “guerra santa”.(Source/Author: George Chaya)
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