Cada maniobra de la OTAN es replicada casi al instante por Rusia. Esta es la tecnología militar de un bando y otro en este enfrentamiento que ya se califica de Guerra Fría del siglo XXI

Un caza Eurofighter y un tanque Challenger 2, ambos desplegados por la OTAN en los Países Bálticos

Mucho ha llovido desde aquellos años en los que una Tercera Guerra Mundial parecía inminente. La famosa Guerra Fría, con episodios como la Crisis de los Misiles en Cuba, que nos llevó al borde del abismo, y las historias de espías y robo de información parecían cosa del pasado. Sin embargo es evidente que las tensiones entre una renovada Alianza Atlántica y una Rusia resurgida de sus cenizas son cada vez más frecuentes e importantes. Cada maniobra y movimiento de uno es replicado por el otro en lo que algunos ya califican de Guerra Fría del siglo XXI. Igual que entonces, esta situación está provocando una nueva carrera armamentística que ahora se disputa principalmente en el terreno tecnológico. Gana quien posee el armamento y sistemas más avanzados.

La OTAN está teniendo roces y enfrentamientos de distinta seriedad con Rusia, lo que ha llevado a desplegar presencia militar en las antiguas repúblicas bálticas, Lituania, Letonia y Estonia. Esta presencia se ha traducido en un contingente aéreo, el “Baltic Air Policing”, y en tres Grupos Multinacionales con entidad de batallón situados uno en cada país. España, como socio de la OTAN, contribuye con aviones al “Baltic Air Policing” y en el ámbito terrestre tiene desplegados en Letonia cerca de 350 militares, con una compañía de tanques Leopardo 2E y una compañía mecanizada con vehículos VCI Pizarro. En Teknautas hemos viajado a Lituania durante semana y media para acompañar al destacamento español y conocer cuál es la tecnología militar que mantiene el nuevo orden en ese punto del planeta.

La carrera a la que estamos asistiendo en materia de armamento es muy diferente de la que se vivió en la “Guerra Fría”. En aquella importaba la tecnología, por supuesto, pero tanto como la fuerza bruta, la cantidad, el volumen. Se crearon dos tendencias claras: el bloque occidental (Estados Unidos y sus aliados) se decantó por desarrollar armas de gran eficacia fabricadas en cantidades relativamente reducidas. Por el contrario, el bloque soviético (URSS y países satélite) siempre tuvo cierto complejo de inferioridad frente a la calidad del material occidental y lo compensaron con productos menos eficaces pero fabricados en cantidades ingentes. Hoy en día todo esto ha cambiado desde el punto de vista tecnológico.

En términos de combate terrestre, sigue habiendo infantería y artillería con el mismo objetivo de siempre: machacar las posiciones del enemigo. Pero si lo analizamos desde el punto de vista tecnológico, el salto cualitativo es enorme.

El tanque Leopardo 2E del contingente español en Letonia. (Foto: Juanjo Fernández)

El carro de combate es hoy una de las piezas clave en este nuevo tablero de Guerra Fría. Denostado por su carácter ofensivo e incluso tildado de arma inútil, aporta algo esencial al campo de batalla: movilidad, protección y, sobre todo, potencia de fuego. Sigue siendo imprescindible y ningún país ha renunciado a ellos. Políticamente muy discutido (es un arma ofensiva) cuando las cosas se ponen feas todo el mundo quiere tener un “tanque” a su lado. Que se lo pregunten, por ejemplo, a los norteamericanos cuando el asunto de Mogadiscio en 1993 (recuerden la película “Black Hawk Derribado”) o incluso a las tropas españolas en Nayaf (Irak, 2004) en el asalto a la base Al Andalus, donde el armamento de mayor potencia era el cañón de 20 mm de los VEC, que tuvieron que emplearse a fondo. Al contrario, el carro de combate y las armas para neutralizarlo son las que más han evolucionado desde el punto de vista tecnológico.

Los tanques de la OTAN

Los distintos países que forman la Alianza se han ido dotando de varios modelos de tanques. La mayoría han optado por el alemán Leopard, en diferentes versiones, aunque otros han optado por el norteamericano Abrams. Francia y Gran Bretaña han optado por material de fabricación propia y utilizan respectivamente el Leclerc y el Challenger 2.

En general los carros occidentales son más grandes y voluminosos, lo que suele significar también más pesados, que los rusos. Establecer cuál es mejor es tarea difícil y siempre sujeta a discusión. Influyen demasiados factores, desde la calidad del material, sus rangos de utilización, el terreno en el que se mueve y, en gran medida, el adiestramiento de su tripulación. Un blindado mediocre manejado por una experta y cohesionada tripulación podría batir sin problemas a otro, teóricamente superior, pero con una tripulación bisoña.

Los cuatro carros OTAN en liza son muy buenos vehículos, pero hay un dato que inclina la balanza a pensar que el Leopard y el Abrams están un poco por delante de los británicos y franceses. Este dato es que el Leopard ha sido un éxito de exportaciones y cerca de 20 países en el mundo lo han elegido como su tanque principal en diferentes versiones. El norteamericano Abrams también se ha exportado y de momento son 7 los países usuarios del mismo. Por el contrario el francés y el británico solo se han exportado a un país cada uno.

El carro de combate Leopard 2A7. (Foto Bundeswehr)

Todos los carros de la OTAN excepto el francés, llevan una tripulación de cuatro hombres, lo que indica que no utilizan cargadores automáticos. El cargador automático tiene sus ventajas e inconvenientes. Por un lado aporta una mayor cadencia de fuego (el cargador automático no se cansa) y evita la intervención humana. Por el contrario, ante una avería, queda neutralizado al no poder disparar.

El problema de los tanques de la OTAN es que ya no dan más de sí. Son magníficos vehículos de combate que ya han evolucionado al máximo. La plataforma del Leopard ya no puede evolucionar más allá del A7. Es una cuestión de peso, ya que cualquier cosa que se le añada incrementará un peso que ya se encuentra en el límite. Algo muy parecido se podría decir del carro americano.

Los vehículos rusos tradicionalmente han sido peores que los occidentales, sobre todo en cuestión de ergonomía. La Rusia soviética jamás se preocupó de cómo se podría encontrar un tripulante tras cuatro horas de combate metido en una 'caja' sin espacio. Era el precio a pagar por una baja silueta y un tamaño mínimo. No hay más que entrar en cualquier carro ruso (no es difícil hacerlo en un T-72) para comprobar que uno apenas puede moverse. Pero los tiempos cambian y la Rusia de ahora no tiene nada que ver con la de entonces. Con el T-14 Armata han dado un golpe encima de la mesa y han tomado la iniciativa.

Los tanques rusos

Los blindados rusos son, por un lado, modelos aún con los viejos conceptos y diseños heredados de la época soviética y por otro lado innovadores desarrollos muy a tener en cuenta. De los “antiguos” tenemos los T-72 y T-80. Son los más numerosos. La URSS llegó a contar con más de 10.000 carros del modelo T-72, aunque se estima que actualmente no pasan de 5.000 los que se encuentran en activo; muchos se están modernizando y otros se irán dando de baja a medida que entren en servicio modelos nuevos.

El blindado T-14 Armata durante el desfile de la Victoria de 2015, primera ocasión en que fue visto. (Foto Vitaly V. Kuzmin)

Del T-80 hay unos 4.500 en activo, al menos sobre el papel. Los T-80 son un desarrollo del T-72 donde los rusos intentaron replicar al carro norteamericano Abrams dotando también a su vehículo con motor de turbina de gas. La turbina, frente al motor convencional de pistones (como los de cualquier camión, por ejemplo) ofrece una agilidad de respuesta y unas prestaciones superiores, pero a cambio de ser mucho más delicada en operación y mantenimiento y, sobre todo, con un mayor consumo.

Por el contrario los nuevos desarrollos ya “rusos”, como el T-90 y el T-14, son vehículos muy a tener en cuenta. El T-90 es un diseño que aún mantiene la 'estética soviética'. Aunque parece un desarrollo del T-80, en realidad se basa en diseños muy mejorados del T-62 (un modelo anterior muy extendido). Obviamente los rusos abandonaron el motor de turbina de gas y han dotado al T-90 de un buen armamento con cañón de 125 mm capaz de disparar no solo proyectiles convencionales, sino también misiles 9M119M “Refleks” (AT-11 Sniper) por el mismo tubo. Estos misiles son de guía óptica por láser y tienen un alcance de 5.000 metros.

El T-14 Armata es algo innovador. Se trata de un diseño que rompe con todos los esquemas del pasado y con el concepto de tanque tradicional. La principal novedad del T-14 es que la tripulación no ocupa la torre, que es totalmente automática. La tripulación, de tres carristas, ocupa una parte muy protegida en el frontal del casco. Sobre el papel es un vehículo impresionante que puede poner en serios apuros (por no decir que supera) a los carros de la OTAN hoy en servicio. El problema puede estar en su misma virtud: demasiado innovador. Esto hace que esté resultando muy caro y genere problemas en algunos frentes técnicos. Este es el motivo de que solo unas pocas unidades, menos de 50, están ahora mismo operativas.

El combate aéreo

El combate aéreo, por llamarlo así, es algo sin demasiado 'glamour' y que cualquiera podría calificar de 'rutinario', aunque salir a volar con aviones supersónicos, armados con misiles y munición real y jugar casi a diario un peligroso juego entre pilotos que se llegan literalmente a ver las caras, no es nada rutinario.

Dos cazas Eurofighter.

Esta labor de “policía aérea” se lleva desempeñando desde 2004 con sucesivas rotaciones, entre cuatro y seis aviones. Originalmente la base de estas operaciones era Šiauliai, en Lituania, pero desde 2014 se opera también desde Ämari, en Estonia. Por estas bases y en sucesivas rotaciones han pasado numerosos aviones de casi todos los países que integran la OTAN. Allí se han desplegado desde Mirage F-1 españoles, MiG-21 rumanos y F-4 Phantom alemanes en las primeras épocas (aviones ya dados casi todos todos de baja…) hasta F-16 norteamericanos, Mirage 2000 y Rafale franceses, SAAB 39 Grippen checos, F-18 españoles y canadienses y Eurofighter españoles, alemanes e italianos, hasta MiG-29 polacos, entro otros, pues la lista es extensa.

Como se ve, poco de alta tecnología aérea. Por allí no han pasado nunca los F-22 ni los F-35, por ejemplo, ni se ha llevado armamento experimental. Por parte rusa tres cuartos de los mismo. Siempre aviones de combate “normales”, sobre todo Su-27, transportes y algún bombardero. La tarea de esta “policía aérea” es controlar el espacio aéreo de estos países en un peligroso juego con los aviones rusos. Éstos realizan permanentes vuelos a su enclave de Kaliningrado y para ello rozan el espacio aéreo de estas pequeñas repúblicas.

El caza ruso Su-27.

Nada grave ocurriría si estas aeronaves volaran con un Plan de Vuelo y con las debidas y preceptivas comunicaciones activadas para los vuelos internacionales. Por el contrario casi todas las semanas los radares occidentales detectan aeronaves, en principio no identificadas, que van sin plan de vuelo y sin transpondedor, que es el equipo que identifica e informa automáticamente de la posición del avión. Ante un contacto detectado se hace despegar a varios aviones (según necesidades) para identificar dichos contactos y escoltarlos durante su vuelo en las proximidades del espacio aéreo OTAN.

Así se han producido muchas interceptaciones y alguna muy famosa, como la que ocurrió el 28 de marzo de 2016, donde se produjo una salida y cazas Eurofighter españoles del Ala 11 interceptaron tres aviones rusos sobre el Báltico: un transporte Tupolev Tu-154 y dos cazas de escolta Sukhoi Su-27. Se dio la circunstancia de que en el Tupolev viajaba el Ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú, que venía en viaje oficial de la zona de Kaliningrado.(Source/Photo/Author: Juanjo Fernandez/El Confidencial)