Un ejercicio de la flota naval se convirtió en una carrera desesperada para recuperar a los supervivientes a cientos de metros bajo el mar.

El 12 de agosto del año 2000, uno de los peores accidentes de submarinos en tiempos de paz se produjo en el mar de Barents frente a las costas de Rusia. Una enorme explosión hundió al gigantesco submarino de propulsión nuclear K-141 Kursk, matando a la mayor parte de su tripulación y dejando atrapados a casi dos docenas de supervivientes a cientos de metros bajo el agua. Un equipo internacional de rescate se reunió para salvar a los marineros, pero no pudo llegar a tiempo.

Cazadores de portaaviones

Una de las mayores preocupaciones de la Unión Soviética durante la Guerra Fría fue la flota de portaaviones de Estados Unidos. Los soviéticos consideraban a estas plataformas capaces de lanzar ataques aéreos termonucleares contra la patria y como cazadores de la propia flota de misiles balísticos nucleares de la URSS. La URSS gastó enormes sumas de dinero en sistemas de armas destinadas a seguir a los portaaviones estadounidenses en tiempos de guerra.

Los submarinos de la clase Antey fueron una de esas soluciones. Los submarinos, apodados “Oscar II” por la OTAN, eran uno de los submarinos de ataque más grandes jamás construidos, formando una gran clase de barcos de propulsión nuclear diseñados para hundir a los grandes barcos, especialmente a los portaaviones. Los Oscar II tenían 155 metros de eslora con una manga de casi 18,2 m y desplazaban 16.400 toneladas en inmersión, el doble que un destructor. Para mantenerse al día con los portadores de energía nuclear estadounidenses, cada uno de los submarinos soviéticos estaba impulsado por dos reactores nucleares OK-650 que en conjunto proporcionaban 97.990 caballos de fuerza a bordo. Tal potencia les daba una velocidad máxima de 33 nudos bajo el agua.

Los Oscar II eran muy grandes porque llevaban grandes misiles. Cada submarino transportaba 24 misiles P-700 Granit, cada uno del tamaño de un avión pequeño de 11 metros de largo y 15.400 libras de peso (6.985 kg) cada uno, 4 tubos lanzatorpedos a proa de 533 mm y dos tubos a popa de 650 mm. Los misiles tenían una velocidad máxima de Mach 1.6, un alcance de 388 millas (624 km), y utilizaban el ahora desaparecido sistema de orientación por satélite Legenda para fijar sus objetivos en los portaaviones. Un Granit podía transportar una ojiva convencional de alto explosivo de 1.653 libras (750 kg) (suficiente para dañar a un portaaviones) o una ojiva de 500 kilotones (suficiente para vaporizar a un portaaviones con un solo impacto).

Se construyeron trece submarinos Oscar I y Oscar II, incluyendo el K-141, también conocido como Kursk que fue el último construido de esa clase.

El Torpedo que falló

El Kursk fue botado en 1994 y se asignó a la Flota del Norte de Rusia en diciembre de ese mismo año. El 15 de agosto de 2000, el Kursk participó en un importante ejercicio de la flota, junto con el portaaviones Almirante Kuznetsov y el crucero de combate Pyotr Velikity (Pedro el Grande). El Kursk estaba completamente armado con misiles Granit y torpedos y debía realizar un ataque simulado contra el Kuznetsov.

A las 11:20 AM hora local, una explosión submarina sacudió el área del ejercicio, seguida dos minutos más tarde por una explosión aún mayor. La compuerta estanca que separaba la sala de torpedos del resto del submarino, se había dejado abierta antes del disparo. La puerta abierta permitió a la onda expansiva propagarse a través de los dos primeros compartimentos del enorme submarino, probablemente matando a una decena de hombres. Una estación de vigilancia sísmica noruega registró ambas explosiones. Una versión rusa afirma que el crucero de combate de 28.000 toneladas Pyotr Velikiy se sacudió de la primera explosión.

Atrapado por las explosiones, el Kursk se hundió en 354 pies de agua (108 m) en un ángulo vertical de 20 grados. Una de las explosiones hizo un enorme boquete en su proa, cerca del compartimento de torpedos. Una comisión de investigación de la Armada rusa determinó posteriormente que uno de los torpedos de peso superpesado tipo 65-76A del submarino había explotado, causando la herida. La explosión probablemente fue causada por una soldadura defectuosa que no pudo mantener unida la cámara de combustible de peróxido de hidrógeno.

Como muchos torpedos, el Tipo 65-76A usó peróxido de hidrógeno como combustible subacuático. El peligro era que este compuesto químico puede volverse explosivo si entra en contacto con compuestos orgánicos o con un incendio.

Según la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU., “El peróxido de hidrógeno no es inflamable en sí mismo, pero puede provocar la combustión espontánea de materiales inflamables y el apoyo continuo de la combustión porque libera oxígeno a medida que se descompone”. En un caso registrado por la BNM, “las fugas de los bidones de peróxido de hidrógeno al 35% sobre una plataforma de madera causaron la ignición de esta última cuando fue movida. La combustión, aunque limitada en el área, fue violenta y tardó algún tiempo en extinguirse. La fuga de peróxido al 50% en las paletas de soporte bajo láminas de polietileno provocó una ignición espontánea y un fuego abrasador”.

Los momentos fatídicos

Entonces, ¿qué pasó a bordo del Kursk? La posible cadena de sucesos según los expertos podría haber sido así: Una fuga de peróxido de hidrógeno provocó un incendio, que a su vez detonó la cabeza explosiva de 900 libras (408 kg) del tipo 65-76A. Esto probablemente inició el corte en el casco por encima de la sección de torpedos. La segunda explosión habría sido la detonación de los torpedos restantes a bordo del submarino. Afortunadamente los reactores nucleares se desactivaron evitando un desastre nuclear a pesar de que la onda expansiva fue suficiente para casi destruir los reactores.

El hundimiento del Kursk no mató a todos sus 118 tripulantes, al menos no de inmediato. Uno de los oficiales del barco, el teniente Dmitri Koselnikov dejó una nota fechada dos horas después de la segunda explosión que registró a 23 supervivientes.

La Armada rusa intentó al principio mantener en secreto la tragedia hasta que la presión pública de los familiares de los marinos y oficiales fue conocida por los países occidentales. Ya habían pasado 16 días desde la tragedia. A pesar de un esfuerzo de rescate organizado apresuradamente, incluyendo los equipos de rescate británicos y noruegos, el gobierno ruso no pudo llegar a tiempo a salvar a ninguno de los sobrevivientes. Fueron recuperados 115 cadáveres de los 118 tripulantes. El casco del submarino fue recuperado el 8 de octubre de 2001 y llevado a los astilleros de submarinos de la Armada rusa en Roslyakovo.

Kyle Mizokami