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lunes, 25 de marzo de 2019

Ejército 2035

Hay un dicho ampliamente extendido sobre con cuánta antelación deben anunciarse los compromisos. Cuando éstos son fuertes suelen aplicarse periodos relativamente cortos y cuando lo que se pretende es esbozar unas líneas genéricas podemos pensar en los próximos veinte años. Pero en este caso, los objetivos deben ser tremendamente, flexibles porque no sabemos en qué escenarios podemos movernos en veinte años en este mundo tan inestable. Durante décadas nos preparamos para una guerra simétrica de grandes fuerzas y, de pronto, en 2001, los países occidentales debieron adaptar de forma apresurada sus pesadas estructuras y equipos para una guerra asimétrica, para la que solo un país en el mundo estaba suficientemente preparado, como era Israel.

De pronto se comenzaron a artillar los C-130, utilizar los B-52 en bombardeos de precisión, poner pesados blindajes contra artefactos improvisados y luchar contra un enemigo disperso y escasamente tecnificado, pero perfectamente adaptado al terreno; y, además, todo estos había que hacerlo minimizando a las víctimas. Con los criterios actuales nunca se hubiera producido el desembarco de Normandía ni la batalla de Stalingrado. Pero como siempre ocurre con los asuntos militares, cuando la supervivencia está en juego, los técnicos, los científicos y las industrias se unieron para, en pocos años, ser capaces de adaptar los medios a los nuevos conflictos, y los militares fueron capaces de diseñar nuevas doctrinas.

Pero ni siquiera este escenario de guerra asimétrica está asegurado. En 2035 la guerra puede producirse sólo en el ciberespacio, causando un daño económico que difícilmente podrá ser contrarrestado con un ataque militar. Nadie en su sano juicio va a evidenciar un equilibrio entre el ataque y la respuesta y esto puede llevarnos a un conflicto en esta nueva dimensión, sin muertos directos, pero llevando a la ruina a los enemigos e incluso a todo el mundo. De hecho, debemos considerar como plausible el fenómeno del holocausto cibernético. Es decir, el fin de la humanidad, o llevarla dos siglos atrás como consecuencia de una oleada universal de ciberataques que colapsen comunicaciones, acometidas de energía, gasoductos, tráfico aéreo etc.

Pero no parece muy plausible que dentro de veinte años los grupos terroristas que hoy controlan algunas partes del Sahel sigan estando en operación. El destino del terrorismo como amenaza estratégica ha desaparecido una vez que las fuerzas armadas han aprendido a combatir en Irak, Afganistán, Mali o Siria. La coordinación de los sistemas de armas de nueva generación con los medios de información terminarán por disolver estos grupos, en cuanto constituyen amenazas de control de estados fallidos.

Pero las grandes amenazas continúan subsistiendo y tienden a crecer. Las grandes potencias no solo continúan en una escalada tecnológica y de equipos militares, sino que los enfrentamientos cada vez son más evidentes. La frontera entre Paquistán e India sigue siendo un hervidero y el Mar de China va a camino del próximo gran campo de batalla, ante el expansionismo chino que amenaza la seguridad y estabilidad de toda la región. Muchos países musulmanes mantienen una gran inestabilidad y en algunos de ellos, como Argelia, la ausencia de una sucesión puede terminar con la estabilidad de un país clave para España y todo el Oeste del Mediterráneo y verdadero muro de contención del terrorismo que opera en Libia y al Sur del país. Esta inestabilidad podría trasladarse a Marruecos y Túnez.

Por tanto, desde el punto de vista militar, no considerar que estos escenarios son plausibles y que hay que estar preparados para ellos sería un tremendo error. En términos de ventaja comparativa, nuestro país ha perdido muchas posiciones en la región, especialmente en los últimos veinte años. La carrera de armamento entre Marruecos y Argelia continúa siendo un punto de atención, que mientras sirva para mantener la estabilidad interna es un puntal, pero que en manos de gobiernos extremistas podría devenir en una catástrofe a nuestros intereses. No corresponde a la estrategia militar mitigar esta amenaza, que sin duda debe ser una combinación de factores políticos y económicos, pero la disuasión militar continúa siendo un activo importantísimo en la generación de seguridad.

En mi opinión, pensar en mayores reducciones de capacidades o medios humanos es una temeridad. Mantener las capacidades a medias debido a la escasez de los créditos de mantenimiento nos lleva a escenarios de respuesta inasumibles en un mundo donde un conflicto militar puede armarse en tres meses. Por eso es absolutamente imprescindible un aumento sustancial del presupuesto de Defensa, que permita mantener un ciclo inversor a largo plazo, que incremente la disponibilidad de los equipos, mantenga la superioridad tecnológica regional y siga participando en los grandes proyectos industriales y tecnológicos internacionales. Disponiendo de mejores capacidades tendremos la flexibilidad de adaptarnos mejor a los diferentes entornos y poder dar una respuesta más rápida.

Si pensamos que en cinco años desde la invasión de Polonia en 1939 se había recuperado un territorio igual al Continente europeo y se han movilizados 5 millones de combatientes aliados, y lo comparamos con los 18 años de guerra contra el terror, nos daremos cuenta de que la pérdida de capacidades y la falta de previsión nos lleva a escenarios de conflictos casi permanentes. Esto en guerras asimétricas es asumible, pero en un panorama de confrontación abierta es asumir la derrota. Entiendo que son escenarios que nos parecen tan lejanos, frente a tantas necesidades del día a día que la mayoría de los ciudadanos perciben, que es difícil justificar estas inversiones, pero esta opción es mucho mejor que no lamentarse después en la derrota. (Source/Photo/Author: Enrique Navarro, Presidente MQGloNet/Defensa.com)

martes, 11 de diciembre de 2018

Fábrica Argentina de Aviones: continuidad sin cambios sustanciales


La discusión es vieja y recurrente: ¿El Estado debe ser un empresario? FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones) es una de las obstinaciones nacionales que indicaría que no.

La empresa es una institución heredera de una tradición industrial estatal centenaria que ha sufrido toda clase de experimentos. Fue un organismo industrial dependiente del Ejército Argentino, una sociedad del Estado, un organismo logístico de la Fuerza Aérea Argentina, una sociedad anónima bajo la tutela accionaria de una empresa aeronáutica extranjera y, nuevamente, una sociedad anónima con el Ministerio de Defensa como accionista.

El Gobierno no ha podido organizar esta "empresa" porque no parece conocer mucho en materia de industria aeronáutica y defensa, consecuentemente, los serios problemas de la fábrica, entre ellos su déficit y la eficiencia, no encuentran solución.

FAdeA es gerenciada (tercera administración de la era Cambiemos) por un contador cordobés que presentó mejores balances. Metafóricamente podríamos decir que el "elefante blanco" tiene menos kilos pero sigue siendo un elefante o, con menos poesía, que la ineficiencia y la desorientación continúan indemnes por más que el Presidente aplauda la entrega de tres aviones Pampa producidos artesanalmente.

Se afirma que no se sabe qué hacer con FAdeA por tres cuestiones:

La "lluvia de inversiones" fracasó, entre otras cosas, porque se mantienen casos como FAdeA y, hasta donde es posible reunir información, no se sabe que se haya hecho nada serio para atraer inversores o socios de peso para revertir la situación. Al menos nunca se difundió un prospecto de negocios de FAdeA que acompañe los viajes de funcionarios al exterior. Por un lado es lógico, porque no hay nada atractivo para mostrar ni un futuro prometedor que se pueda proyectar.

Una de las pocas alternativas sería orientar a la empresa al mercado del mantenimiento de aeronaves. Para ello hay que establecer la escala del mercado al que se apunta, la competencia existente, la capacidad financiera y la tasa interna de retorno (TIR) que se espera. No se puede montar una línea de mantenimiento de aeronaves por una, dos o tres unidades del Estado. Hay que tener volumen de demanda de servicios para atraer inversiones.

Desde lo militar hay que comprender que el Estado argentino tiene cuatro pseudo FAdeA en el área de Defensa. Como la escala es importante, lo que se debería hacer es una reingeniería en la defensa argentina. Hay que racionalizar esta situación y planificar desde Defensa los sistemas de armas y converger a una estandarización de modelos de aeronaves que permita unificar en FAdeA las capacidades de mantenimiento que hoy en día están diseminadas en las pseudo FAdeA. Este complejo proceso de cambio requiere personas altamente calificadas. Nótese en este punto que solo se menciona la unificación del mantenimiento para lograr masa crítica y eficiencia. A la luz de lo realizado en estos años no hay indicios de que las autoridades de la fábrica ni Defensa hayan trabajado en esta línea. Decisiones tan serias como estas no se pueden delegar en las fuerzas, porque la resistencia al cambio dilataría el proceso hasta neutralizarlo, aunque es útil la coordinación con Defensa en su rol de cliente. De seguirse estas líneas, se mejoraría la calidad del gasto en defensa y la actividad de la fábrica como lo hicieron Chile, Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Australia en sus respectivas reformas.

En cuanto a mantenimiento de aeronaves comerciales, el Estado argentino tiene dos actores con capacidades: el primero es el taller de mantenimiento mayor de Aerolíneas Argentinas y el segundo, muy atrás de este, es FAdeA. Si el Gobierno de verdad decide sostener Aerolíneas, debería traspasar a FAdeA el mantenimiento de la línea aérea. Para Aerolíneas Argentinas el mantenimiento mayor es un lastre, mientras que para FAdeA sería una bendición y un paso para atraer a otras aerolíneas como clientes. Traspasar este taller sito en Ezeiza a FAdeA podría significar una diferencia que beneficie a todos. Si se mejora la performance de FAdeA y Aerolíneas Argentinas, se concentra en el negocio de transporte gana el país. Esto sería realmente un cambio estructural.

Es posible que la carrera por fabricar aeronaves se haya perdido para siempre, sobre todo, porque el deterioro constante aleja cualquier remota posibilidad de producción. Por lo señalado sería mucho más razonable tomar la decisión de reconvertir las actuales instalaciones de montaje en espacio para el mantenimiento de aeronaves.

En materia de aeropartes FAdeA tiene oportunidades más concretas. Sin embargo, ser proveedora de partes para fabricantes establecidos sin abordar un proceso de súper-especialización hace que esa alternativa de negocios sea una quimera. Ser aeropartista de todo no es razonable, hay que saber elegir el nicho de mercado y trabajar mucho para alcanzar calidad, precio y prestigio en la industria a nivel regional y global. La FAdeA de hoy provee partes si se compromete con el fabricante a una futura compra de aeronaves, tal como sucede con el KC-390 de Embraer. Lo inteligente es ser aeropartista sin abrir otra hemorragia de recursos a la nación. Para fabricar partes hay solo una salida: producir a menor costo para el fabricante, para lograr eso hay que trabajar mucho, bien y saber vender.

¿Cuál es el precio unitario de la modernización de un avión Hércules? ¿Cuánto cuesta un avión Pampa? ¿Es el mismo precio para el Estado argentino que para otro Estado? ¿Cuál es la lista de precios? ¿Cuánto se cobra por mantenimiento menor a cierta aerolínea? No parece haber datos fidedignos para saber dónde estamos y a dónde ir.

No queremos tratar aquí el enorme tema de la corrupción, la malversación y la defraudación que ha padecido este ente estatal en sus distintas épocas, aunque sería muy útil realizar una investigación histórica. En este punto es importante decir que alcanzar un alto grado de ética empresarial y transparencia es vital.

A casi un año del final de la actual administración nacional, es posible afirmar que se ha perdido tiempo. No obstante, más temprano que tarde se tendrá que hacer algo con FAdeA. Lo único que se puede reconocer es que la empresa está contablemente más ordenada, lo cual no es poco; sin embargo, todo lo demás está por hacerse.(Source/Author: Luis Franco/Ricardo Runza/Infobae)

Ricardo Runza es ingeniero y coautor de "Hacia la modernización del sistema de defensa argentino". Luis A. Franco es licenciado en Ciencias Políticas, magíster en Economía y director de Aeromarket.

viernes, 5 de octubre de 2018

Argentina, ¿país interdicto?

No se trata de una intención de las contrapartes, sino de la discapacidad interna para tomar decisiones.


Ministro de Defensa Oscar Aguad y el jefe del comando sur de los EE.UU.
 Kurt Tidd. 
Por Juan Gabriel Tokatlian - Clarín

La interdicción es el estado al que se llega cuando un individuo ha sido declarado incompetente y se lo priva de la administración de su persona y bienes. Interdicción e incapacidad son equivalentes; un interdicto es quien carece de autonomía y requiere un tutor.

Extrapolando la figura jurídica de la interdicción, creo que se la puede aplicar a un país. En la política mundial, la interdicción se expresa mediante la condicionalidad. Estados, actores no gubernamentales e instancias multinacionales con grandes atributos de poder le fijan a una nación con menores atributos una serie de requisitos y recetas para asegurar su inclusión a un esquema global homogéneo en lo político y económico.

La condicionalidad sintetiza una regla de juego que se despliega a modo de interdicción en casos de países relevantes aunque díscolos o inmaduros. Es de advertir que en el país interdicto una parte importante de la elite avala la condicionalidad por ser funcional a sus intereses. Se trata de una condición relacional y no unilateral.

En 2018 la Argentina pareciera dispuesta a aceptar la interdicción. No se trata de una cuestión de intención -cualquiera fuese- de las contra-partes, sino de la discapacidad interna para adoptar decisiones propias para salvaguardar nuestro bienestar y la seguridad.

En el terreno económico, el Fondo Monetario Internacional, por un lado, y el capital financiero, por el otro, condicionan los márgenes de acción a tal punto que el Gobierno parece un sujeto heterónomo incapaz de salir de la acumulación de recurrentes problemas históricos y del vértigo potenciado de inflación, devaluación y recesión.

El país se torna así más dependiente; lo cual, a su turno, perpetúa la mediocridad económica, la conflictividad social y la polarización política. Ni los argentinos nos unimos más ni somos menos pobres ni garantizamos un largo plazo de mejor calidad de vida con las medidas que se van adoptando.

En el terreno militar, la interdicción parece menos visible pero es creciente. La Argentina decidió, desde hace varios años, no debatir ni acordar sobre una política de defensa para este siglo. No hemos definido prioridades, ni regenerado el Presupuesto de Defensa ni dotado a las Fuerzas Armadas para los retos generados por la transición de poder mundial.

Eso ha sido crecientemente disfuncional para los intereses nacionales. Ahora, el gobierno decidió que los militares se involucren en la lucha contra el narcotráfico. Esto se enmarca en lo que el Comando Sur impulsó desde hace tiempo: convertir a las fuerzas armadas de la región en “combatientes del crimen” (crime fighters).

Lo dejó en claro el almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, al clausurar la VIII Conferencia Sudamericana de Defensa realizada en Buenos Aires: las llamadas “amenazas trans-regionales” han generado “desafíos de naturaleza simultánea civil, criminal y militar”; lo que obliga a ajustar los “marcos legales” para hacerles frente.

En el terreno de la corrupción hay varios indicadores de que Washington (el ejecutivo) y París (sede de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE) están inquietos por los niveles alcanzados y la inacción al respecto.

El informe de 2017 de la OCDE sobre la Convención para Combatir el Cohecho sobre la Argentina destacó que el país “permanece en serio incumplimiento de artículos claves”, al tiempo que reflejó la preocupación por la baja capacidad de la Argentina de aplicar leyes anti-corrupción debido a problemas de politización e independencia en la justicia.

Tres informes del Departamento de Estado son elocuentes. El de “Clima de Inversiones” de 2018 menciona que la corrupción es un “tema” en el país donde “pocas compañías han implementado medidas contra el soborno…salvo limitados códigos de ética”. El informe sobre “Lavado de Activos” de 2018 destaca que “el contrabando, incluido el narcotráfico, y la corrupción pública continúan siendo fuente de ingresos ilícitos”. El informe de “Derechos Humanos” de 2017 subraya que hay “corrupción en todos los niveles del gobierno”, que existen denuncias de que “miembros del ejecutivo, del legislativo y del judicial están envueltos en prácticas corruptas que permanecen impunes” y que la “corrupción en cortes federales y provinciales es frecuente”.

No debería sorprender entonces que el nuevo embajador estadounidense, Edward Prado, en su declaración ante el Senado que lo confirmó ubicase en primer lugar la meta de “mejorar el sistema judicial” argentino.

Ante esta condición de interdicto, es imperiosa una amplia deliberación pública y plural. De lo contrario, cualquiera sea el gobierno electo en 2019, heredará una capacidad de decisión muy exigua. Y las preguntas esenciales para tal debate debieran comenzar por lo que ha hecho, deshecho y malhecho la Argentina durante ya demasiado tiempo. ¿En qué momento y cómo dilapidamos autonomía? ¿Por qué y cómo nos hemos tornado más aquiescentes?

Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella.

martes, 25 de septiembre de 2018

Guerras, armas y confusiones éticas



Por Álvaro Silva, analista de seguridad y defensa

La cultura de defensa es una de esas cosas que todos nuestros gobiernos, sean del color que sean, dicen querer fomentar. La realidad, sin embargo, es que el infantilismo sigue siendo la nota dominante cuando se trata de hablar de la guerra, algo que hemos podido ver estos días a cuento de los contratos de exportación de armamento con Arabia Saudí.

Una y otra vez los mismos que dicen promover la cultura de defensa nos intentan convencer de que han enviado a nuestros soldados de misión “con todas las garantías de seguridad”; de que no pasa nada por regalar equipamiento militar mientras sea solo de tipo defensivo; de que una cosa es construir corbetas ultramodernas y otra vender peligrosas bombas, salvo que éstas sean tan inteligentes que solo sirvan para matar a gente probadamente perversa. Una y otra vez, en definitiva, tratan de desvincular lo militar del inabordable problema del sufrimiento y la muerte, como si la política de defensa fuera insostenible en presencia de lo uno o lo otro. Y es ahí, precisamente, donde radica la cuestión.

El gran problema de los esfuerzos dulcificadores de nuestros gobernantes no es la inconsistencia que supone afirmar que la venta de una bomba es éticamente reprobable pero la venta al mismo país de cinco corbetas cargadas de bombas no lo es en absoluto. Sin lugar a dudas, lo más grave es la ocultación sistemática de la naturaleza de la guerra como presupuesto indispensable de cualquier política de defensa: en lugar de reconocer los riesgos de la acción militar y explicar por qué merece la pena asumirlos, se opta por minimizarlos para excusar una labor pedagógica y justificativa imprescindible.

 Esta práctica, impuesta por la conveniencia política en sociedades en las que el sufrimiento y el sacrificio no suelen ser buenos compañeros electorales, ha arraigado tan profundamente que incluso nuestro juicio ético sobre la guerra se ha visto alterado. Episodios como el que hemos vivido estos días revelan una preocupante tendencia a considerar aceptables, únicamente, aquellas guerras que garanticen daños colaterales bajos, pérdidas propias reducidas y destrucción limitada; el ius ad bellum se ha visto subordinado a una simplificación grosera del ius in bello.

Por un lado, este error puede hacernos pensar que, mientras nos limitemos a vender equipamiento defensivo o armas que reducen el porcentaje de fallos al mínimo, ni nuestra política ni nuestros negocios podrán ser criticados éticamente. Por otro lado, y esto es lo más grave, esta confusión nos puede llevar a abdicar de nuestro deber de dar ciertas batallas, por mucho que podamos perder en ellas.

Un gobierno verdaderamente preocupado por promover entre sus ciudadanos la cultura de defensa debe hacer un esfuerzo por aclarar estos puntos antes que ninguna otra cosa. No se trata de trasladar a la opinión pública que nuestras tropas apenas pueden sufrir o causar daño, sino de mostrar que cuando lo hacen es por una causa justificada. Y no se trata de vender armas que no maten o que solo sean defensivas, sino de explicar que si vendemos armas a otro país es porque pensamos que les va a dar un uso tan legítimo como el que le daríamos nosotros. ¿Nos parece legítima la política militar de Arabia Saudí? ¿Sí o no? Si la respuesta es afirmativa, no hace falta decir sandeces como que las bombas guiadas por láser no causan daños colaterales; vale con declarar que las vendemos porque Arabia Saudí las necesita para conseguir un objetivo que consideramos ética y políticamente defendible. Si la respuesta es negativa, toda explicación sobra, pues lo único que garantiza una bomba guiada por láser es una alta probabilidad de alcanzar el blanco elegido y no la correcta elección del blanco ni la ausencia de personas inocentes en los alrededores.

Por decirlo en pocas palabras, una buena política de defensa empieza por explicar qué es la guerra, su verdadera naturaleza y las razones que pueden justificarla; por aceptar que no hay guerras sin riesgos y por hacer comprender a la ciudadanía que no hay armas buenas ni malas, sino usuarios de confianza y gente a la que no se le puede vender ni siquiera un destornillador.
http://articulo30.org/politica-defensa/guerras-armas-y-confusiones-eticas

viernes, 7 de septiembre de 2018

La pesca gallega en aguas de Malvinas, con Argentina al margen

Todas las sociedades mixtas de pesca que operan tienen capital gallego como la amplia mayoría de los barcos abanderados en las Islas. Esto desilusiona a la Argentina. ¿Qué pensaría España si alguna provincia argentina entablara negocios tan significativos con Gibraltar?
Trabajadores descargan pescado (la mayoría calamar) de un barco en Puerto Stanley. Foto AP Foto/Paul Byrne.

Por Roberto García Moritán - Clarín

Un nuevo buque español de última generación ha sido botado en Vigo para la zafra del calamar loligo en los caladeros norte y sur de Islas Malvinas. Esto representan el 75% de las capturas en aguas circundantes del archipiélago. La flota gallega de calamar, con 17 barcos con licencias de pesca otorgadas por las Islas, es una de las que más faena en la zona. Por día, promedian unas 670 toneladas de caputuras. Este año, esos buques dispondrán, además, de atraques alternativos tras el acuerdo con la petrolera Premier Oil para el uso de sus instalaciones.

La vinculación de Galicia con Malvinas es reconocida por las autoridades ilegítimas de las Islas. El representante de la Asamblea Legislativa, Phyllis Rendell, así lo ha admitido recientemente al destacar que las empresas gallegas son las que más han contribuido a la industria pesquera isleña.

Pesca en Malvinas. REUTERS/Marcos Brindicci

Todas las sociedades mixtas de pesca que operan tienen capital gallego como la amplia mayoría de los barcos abanderados en las Islas. Una cuestión muy desilusionante para la Argentina, el principal país de la diáspora gallega. Qué pensaría España si alguna provincia argentina entablara negocios tan significativos con Gibraltar.

De acuerdo a Penguin News la primera campaña del calamar de este año ha sido la mejor desde 1995, logrando en un mes la mitad de la media anual. La pesca del 2018 ya supera la del 2017. Y está, a su vez, fue un 37% mayor que la de 2016.

Asimismo señala, según el científico Sasha Arkhipin, que todos los barcos tienen capturas estabilizadas en alrededor de 30 a 40 toneladas diarias, especialmente en la zona norte conocida como Loligo Box. Más allá de la preocupación que despierta esta depredación pesquera, ha resultado estimulante la noticia de que Malvinas habría decidido no otorgar licencias de pesca de calamar a buques con bandera de China hasta que ese país no cumpla con los estándares internacionales sobre pesca ilegal. La medida, de acuerdo a la prensa, se habría adoptado tras los incidentes en la llamada milla 201 de Argentina.

En la actualidad, hay más de 500 barcos asiáticos concentrados en el Atlántico Sur, una de las zonas de mayor biodiversidad marina del planeta. Dado que hasta ahora se aplican pocas medidas de conservación en los caladeros de calamar fuera del mar argentino, la pesca ilegal y no regulada tiene un impacto negativo significativo en dicho eco sistema. Es de esperar que el caladero goce de buena salud y soporte una presión de extracción que, lamentablemente, no cuenta con datos científicos de sustentabilidad.

También que se incorpore una mayor dosis de racionalidad y de cooperación en la lucha contra la pesca indiscriminada más allá de las 200 millas. El diálogo abierto con el Reino Unido en materia de pesca, podría ser un primer paso.

Roberto García Moritán es ex vicecanciller

Viejas y nuevas amenazas al Estado-Nación

Por Martín Balza - Infobae

En su afán por buscar la paz, el hombre ha encontrado en los usos y costumbres, en las normas jurídicas y en las instituciones la forma de limitar las manifestaciones de violencia. Por eso tal vez es que Thomas Jefferson dijo que "La ejecución de las leyes es más importante que su elaboración". Cuando la capacidad de éstas para pacificar no es suficiente, es el Estado—según Max Weber—quien "reivindica el monopolio legítimo de la violencia"; para no sacar de contexto esta afirmación, recordemos que el orden jurídico argentino determina en qué condiciones puede recurrirse legítimamente a la fuerza, sin caer en arbitrariedades ni ilegalidad.

En nuestro país, se impone redefinir con más claridad los conceptos de Defensa Nacional, Seguridad Nacional y las amenazas al Estado-Nación, evitando un uso impreciso y por ello impropio del alcance de esos conceptos.

Se entiende por Defensa Nacional (Ley 23554/1988) a "la integración y la acción coordinada de todas las fuerzas de la Nación, para la solución de aquellos conflictos que requieren el empleo de las Fuerzas Armadas, en forma disuasiva o efectiva, para enfrentar las agresiones (amenazas) de origen externo". Su finalidad es "garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de la Nación y su integridad territorial".

Recordemos que la Soberanía, el Territorio y la Población, son los tres elementos que componen el Estado. Implícitamente la ley impone asegurar los objetivos estratégicos—o escenarios—vitales a proteger mediante un Sistema Integral de Defensa Nacional, del que carecemos desde mediados del siglo veinte, y afecta el "derecho inmanente de legítima defensa" (Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas).

Las amenazas no son nuevas, entre otras: los contingentemente ansiados vacíos geopolíticos, las apetencias territoriales, la explotación de los recursos del mar y los recursos naturales. Los escenarios no son otros que las "Galias Patagónicas"; el Mare Nostrum con la Plataforma Continental del Atlántico Sur; y el Acuífero Guaraní, todos joyas de materias primas actualmente indefensas, como consecuencia de la desatención y desinversión—salvo excepciones—del Instrumento Militar en las últimas décadas.

La razón de ser de las Fuerzas Armadas no responde a la eventualidad de un conflicto determinado; su existencia radica en tanto y en cuanto existe el Estado, y la fuerza sigue constituyendo un elemento básico en las relaciones internacionales, para influir sobre los Estados más débiles y vulnerables, o para disuadir del uso de la violencia a los más fuertes. En síntesis para poder decir sí o no en una negociación.

La Seguridad Interior (Ley 24059/1991) tiene por finalidad "asegurar la libertad, la vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantías…", pues no somos ajenos a todo tipo de delitos, particularmente a las nuevas calamidades que afligen al mundo, entre otras: el terrorismo internacional, las mafias organizadas, las agresiones al medio ambiente, las migraciones masivas y descontroladas , y los delitos transnacionales ligados al tráfico de drogas ilícitas, como el tráfico ilegal de armas, la trata de personas, el lavado de activos y a la corrupción. Para ello, contamos con el Sistema de Seguridad Interior, compuesto por la Gendarmería Nacional, la Prefectura Naval Argentina, la Policía Federal, la Policía de Seguridad Aeroportuaria y las Policías Provinciales.

En el empleo escalonado de la fuerza, la citada ley en su artículo 27 contempla el apoyo logístico del Instrumento Militar a las Fuerzas de Seguridad, que consiste en elementos de los Servicios de Arsenales, Transporte, Intendencia, Sanidad, Veterinaria y Construcciones, también en elementos de Ingenieros y Comunicaciones. Además, en sus artículos 31 y 32, autoriza al Presidente de la Nación a disponer—con carácter de excepción—de las Fuerzas Armadas en el restablecimiento de la Seguridad Interior, condicionando su empleo a que las otras fuerzas sean sobrepasadas, se declare el Estado de Sitio y se convoque el Concejo de Seguridad Nacional (Comité de Crisis). Aprecio que, en todos los casos, se debe establecer claramente "la cadena de comando y las reglas de empeñamiento".

Todas nuestras fuerzas tienen claras misiones para sus accionar, como también distinta estructura, despliegue, instrucción, adiestramiento, material y armamento. Son altamente eficientes, se caracterizan por su sano espíritu de cuerpo y vocación de servicio. Emplearlas prematuramente en funciones diferentes a su razón de ser sería inconducente, innecesario, desmoralizador, afectaría su profesionalidad, y no contribuiría a controlar las amenazas sobre nuestro país. A pesar de haber transcurrido más de dos mil años, sigue manteniendo vigencia lo expresado por Apeles: "Zapatero a tus zapatos".

Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

La cuestión de las Fuerzas Armadas en América Latina

El papel que deben desempeñar las fuerzas armadas en América Latina y el que no deben asumir ha sido en los últimos años objeto de discusión creciente. En un escenario regional falto de amenazas bélicas entre vecinos, en ausencia de políticas y compromisos internacionales que obliguen a grandes esfuerzos en despliegues internacionales en escenarios lejanos y ajenos, y con marcos presupuestarios destinados a  la defensa relativamente limitados, pero que supone un considerable esfuerzo inversor y de gasto para las economías de la región, los ojos de los gobiernos de buen número de países latinoamericanos se han ido volviendo hacia las fuerzas armadas en búsqueda de una nueva utilidad social de las capacidades militares.

Así, durante los últimos años la incursión directa de las mexicanas en la lucha contra el terrible azote del narcotráfico ha monopolizado este debate, puntualmente también abierto en Brasil cuando, desbordados los cuerpos policiales, se ha tenido que recurrir a los militares en situaciones de crisis, con las favelas de Río de Janeiro como principal marco, llegándose a entregar el control de la seguridad de la gran urbe brasileña al propio Ejército. Quienes se oponen a que las fuerzas armadas asuman este rol principal frente al narcotráfico argumentan que se trata de una grave violación de derechos civiles y rememoran épocas pretéritas de dictaduras militares.

Por el contrario, la creciente implicación de las fuerzas armadas y sus medios en situaciones de emergencia goza de consenso político y amplio respaldo social. Frente al cuestionamiento de la presencia de los uniformados en las calles en misiones de seguridad interna, son vistos como ángeles salvadores por la ciudadanía cuando las catástrofes naturales, frecuentes en la región, exigen un refuerzo extraordinario para socorrer al pueblo. Que la compra de pertrechos militares responda a las necesidades para acometer acciones de este tipo es igualmente acogida con satisfacción por la opinión pública: satélites, aviones multipropósito, que puedan transportar ayuda humanitaria o apagar incendios, navíos para las armadas que permitan llevar operativos médicos donde se precise…

Se buscan medios polivalentes, esos que ofrecen disuasión y capacidad de defensa y, a la vez, desempeñan un cometido social, en tanto resultan claves ante escenarios de crisis. Los cambios que Mauricio Macri quiere impulsar en Defensa y que implican la habilitación para que sus Fuerzas Armadas participen en tareas de seguridad interior han sumido ahora a Argentina en esta controversia. El Gobierno busca avanzar en un  plan de modernización de los tres ejércitos, escenario en el que se quiere reforzar su participación en el combate contra el narcotráfico, un problema latente y bajo serio  riesgo de expansión en el país.

En lo que el presidente argentino ha definido como otorgar a los militares capacidad para brindar apoyo logístico en la zona de fronteras e intervenir frente a la protección de eventos de carácter estratégico, la oposición política y organizaciones sociales ven una clara intención de militarizar el país o justificar la injerencia militar en la represión social. Debatir el asunto desde la realidad actual y pasar de una vez página al pasado sería la más sensata manera de afrontar la cuestión.

Defensa

El Pentágono y América Latina

En materia militar, EE.UU sigue siendo el líder en América Latina. Aceptar que las amenazas de China, Rusia e Irán en el área son alarmantes es resignarse al diagnóstico de Washington en defensa y seguridad. 

Oscar Aguad, ministro de Defensa, recibe a su par de Estados Unidos, James Mattis, en su visita a la Argentina en agosto de 2018. Foto Lucía Merle.

Por Juan Gabriel Tokatlian - Clarín

Algunos expertos y observadores de las relaciones militares interamericanas tienden a repetir dos inexactitudes: confunden pronunciamientos diplomáticos con realidades militares y estiman que el avance militar de China, Rusia, Irán e India estaría generando un desequilibrio dramático en desmedro de Washington.

En efecto, a pesar de que en 2013 el Secretario de Estado, John Kerry, anunció el fin de la Doctrina Monroe, en la práctica, el Departamento de Defensa y en especial el Comando Sur, han reafirmado su primacía en América Latina. De otra parte, a pesar de que no hay duda de que el crecimiento económico chino está siendo acompañado por una incipiente proyección de poder militar más allá de su área de influencia regional, salvo por sus exportaciones de armas (y promesas de provisión) a Venezuela su incidencia militar efectiva en América Latina es aún baja.

Es Rusia quien ha sido, entre 2013-17, el mayor proveedor de armas a Sudamérica (27%) por sobre Estados Unidos (15%) y Francia (10%). Sin embargo, su presencia e incidencia militar en América Latina como un todo es poco significativa. Los lazos entre Irán y América Latina irritan a Washington, pero Teherán carece de capacidad militar para asegurar su influjo u obstaculizar la preeminencia de EE.UU en la región. Según el especialista Sanjay Badri-Maharaj los vínculos militares entre India y América Latina son tan limitados que es una farsa hablar de ellos. En breve, la preponderancia militar de EE.UU. en la región sigue vigente y es sólida.

Ninguna potencia extra-regional, individual o conjuntamente, tiene el despliegue militar que EE.UU. detenta en la región: el Comando Sur, ubicado en Miami; la re-activación, en 2008, de la IV Flota (disuelta en 1950); bases militares (en Cuba y Honduras); localizaciones de seguridad cooperativa (en El Salvador y Aruba-Curazao) y las llamadas organizaciones de seguridad cooperativa (oficinas de cooperación en defensa, oficinas de representación en defensa, grupos de consejería en defensa militar, oficinas de coordinación en defensa) en distintos países de América Latina.

Si bien Beijing ha procurado implementar programas de cooperación en seguridad y ampliar la invitación de militares a cursos en China, lo cierto es que 75 de los 107 programas globales de asistencia militar de Washington operan en América Latina y que en 2017 se entrenaron en EE.UU. 5.361 latinoamericanos.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump con el presidente de China, Xi Jinping, en noviembre de 2017 en Pekín, Foto: Ivanov Artyom/Zuma Press/DPA

China y Rusia intentan aumentar los lazos de militares a militares, pero EE.UU. tiene el Programa de Asociación de los Estados mediante el cual las Guardias Nacionales de 17 estados, más Puerto Rico y la ciudad de Washington, tienen acuerdos en materia de seguridad y defensa con 23 países latinoamericanos.

En 2016, la Argentina firmó un acuerdo con la Guardia Nacional del estado de Georgia. Beijing y Moscú prometen asistencia material en el ámbito de la defensa y seguridad, pero es Washington quien en 2018 comprometió US$ 436 millones en ayuda militar y policial. Rusia es un gran proveedor de armas a la región y China busca una mayor tajada del mercado, sin embargo, en 2018, EE.UU. le ha vendido a México un récord de US$ 1.339 millones en armamentos.

Rusia ha incrementado su relación con Venezuela a tal punto que realiza ejercicios militares que preocupan seriamente a Washington; sin embargo, el Comando Sur realiza periódicamente maniobras conjuntas con los países de América Latina a través de ejercicios tales como PANAMAX, UNITAS, Tradewinds y New Horizons. A su vez, las Special Operations Forces (SOF) han incrementado su presencia en la región. Según el investigador Nick Turse, desde 2006, el despliegue de efectivos de las SOF en el área creció de 3% a 4.39%.

De acuerdo con el informe de 2016 sobre entrenamiento de las Fuerzas de Operaciones Especiales, las Special Operations Command del Comando Sur llevaron a cabo varias maniobras con unidades regionales especializadas en tareas anti-terroristas en el marco de un cambio de foco de América Central hacia el Caribe (en especial, con República Dominicana y Trinidad y Tobago) y un creciente énfasis en América del Sur (en especial, con Brasil, Chile y Perú).

En 2017, las fuerzas especiales de Estados Unidos llevaron a cabo diversos ejercicios con las fuerzas armadas de la región: por ejemplo, y entre otros, con fuerzas navales de América Central para la interdicción de drogas; con efectivos de Colombia y Perú para tareas fronterizas en materia de narcotráfico y terrorismo y con fuerzas especiales de Chile para afrontar desafíos regionales y la preparación para distintas contingencias como las guerras urbanas.

El presupuesto operativo del Comando Sur en 2018 es de US$ 190 millones y para 2019 se estima que será de US$ 196 millones. La gravitación política de lo militar en las relaciones interamericanas es tal que antes de asumir sus respectivas presidencias en Colombia y Paraguay, Iván Duque y Mario Abdo Benitez, visitaron el Comando Sur; sitio visitado en febrero de este año por los ministros de Defensa y Seguridad de la Argentina.

En síntesis, en materia militar EE.UU. sigue siendo, sin duda, el primus inter pares en América Latina. Aceptar la idea de que las amenazas de China, Rusia e Irán en el área son alarmantes y críticas es resignarse al diagnóstico de Washington en materia de defensa y seguridad.

Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario Universidad di Tella

lunes, 27 de agosto de 2018

Invertir en tecnología: el caso del INVAP

Hoy exporta tecnología nuclear al mundo. Pero también hace radares y satélites, instala infraestructura de televisión digital y diseña y construye centros médicos, aviones no tripulados y turbinas eólicas.

INVAP: Investigaciones Aplicadas, funciona en Bariloche. 
Vendió un reactor nuclear a Holanda y es líder en tecnología nuclear.

Por Juan Pablo Ordoñez - Clarín

Ya se ha escuchado antes: vivimos en la sociedad del conocimiento. En el siglo XXI se cumple una predicción de Einstein: el poder se basa hoy en el saber. No es que los ejércitos o el poder económico ya no sean importantes. Es que los ejércitos y el poder económico están sostenidos por la aplicación de las tecnologías más diversas, sin las cuales no funcionarían ni los aparatos militares ni las industrias.

La potencia líder mundial (sigue siendo Estados Unidos, aunque cada vez menos hegemónica), es también el país líder en conocimiento. Por ejemplo, ha ganado más del doble de Premios Nobel que el país que le sigue (270 Estados Unidos, 117 Gran Bretaña), ocho de las diez mejores universidades del mundo son norteamericanas, y las cinco empresas más grandes del mundo son empresas de tecnología y ….. ¡las cinco son estadounidenses! (Apple, Google, Microsoft, Amazon, Facebook).

Ya desde la revolución industrial el destino de los países quedó unido a su capacidad para utilizar el conocimiento.

Durante los siglos XIX y XX hubo un extraordinario aumento de productividad, resultado de la aplicación del conocimiento a la producción de bienes y servicios. Así los países líderes consiguieron al mismo tiempo crecer a ritmos desconocidos hasta ese momento, reducir y hasta eliminar la pobreza y distribuir la riqueza así generada de forma más equitativa.

El desarrollo tecnológico de estos países ha siempre tenido en el Estado un actor principal e imprescindible. La generación y diseminación de conocimiento no son posibles si se dejan en manos del mercado. Si bien es perfectamente posible predecir que la inversión en tecnología será a la larga beneficiosa para cualquier sociedad, las inversiones en tecnología tienen un alto grado de incertidumbre y es muy difícil, a priori, garantizar su rentabilidad.

Podemos hacer una analogía con la educación. Sabemos que la inversión en educación es rentable a nivel país, que lo que cuesta la estructura educativa se recupera largamente con el incremento de productividad que el mayor conocimiento de la población permite.

Cuando mandamos a nuestros hijos a la escuela, no sabemos si eventualmente serán ingenieros o médicos, operarios o agrimensores. Sólo sabemos que la educación aumenta sus posibilidades de elegir, que cuánto más estudios tengan mejores oportunidades van a tener de conseguir un buen trabajo y desarrollarse satisfactoriamente como personas.

Pero resulta imposible predecir la trayectoria de su formación desde que ingresan al sistema educativo. Hay muchos eventos, decisiones y situaciones que van a ir determinando el camino, de destino incierto (no sabemos a dónde lleva), pero de resultado predecible: la posibilidad de una vida mejor.

Lo mismo sucede cuando un país invierte en tecnología: las fronteras de las posibilidades se expanden y nacen nuevas oportunidades debido al conocimiento adquirido, oportunidades que no hubiera sido posible ver antes de recorrer parte del camino. Así la inversión en tecnología abre puertas, crea oportunidades, ensancha los horizontes.

Miremos el caso de INVAP. INVAP nació en el área nuclear: los primeros contratos de INVAP provinieron de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Uno de estos contratos, el de diseño y construcción del RA-6, fue fundamental para el futuro de la empresa. LA CNEA decidió, en lugar de comprar el RA-6 en el extranjero (como se propuso en su momento), confiar su ejecución a INVAP transfiriéndole mediante este proyecto el conocimiento que la CNEA había desarrollado en los proyectos de los reactores RA-1 y RA-3. Luego del RA-6 INVAP consiguió afianzarse como la empresa líder mundial en reactores de investigación, exportando tecnología nuclear a Argelia, Egipto, Australia, Arabia, Brasil y, recientemente, a Holanda.

Lo aprendido con el reactor de Australia permitió diseñar el RA-10, el nuevo reactor de investigación de Argentina, cerrándose así un círculo virtuoso que lleva del RA-6 al RA-10, de Argentina, pasando por el mundo, de vuelta a Argentina con tecnología más avanzada. Un empresario muy optimista podría haber justificado la inversión que para el país significó el RA-6 explicando que nos permitiría vender reactores de investigación en el mundo.

Pero el RA-6 no sólo permitió exportar tecnología nuclear. Los proyectos que CNEA confió a INVAP permitieron que, con el tiempo, INVAP también pudiera hacer radares y satélites, instalar la infraestructura de televisión digital y diseñar y construir centros médicos, diseñar aviones no tripulados y turbinas eólicas.

Por muy visionario que fuera, ningún empresario hubiera invertido en tecnología nuclear esperando recuperar su inversión con el desarrollo de satélites de comunicación. Esta es la ventaja de invertir en tecnología: el conocimiento desarrollado para un fin específico puede encontrar aplicaciones en otras áreas. Es por eso que la mayor fuente de inversión en desarrollo de tecnologías en todos los países del mundo es el Estado: la tecnología, como la salud y la educación, es un bien público.

Juan Pablo Ordoñez es ingeniero nuclear, trabaja en INVAP

jueves, 23 de agosto de 2018

Lo que ve y lo que piensa públicamente el Comando Sur

Por Fabián Calle - Infobae

A pocos días de la llegada a la Argentina de la plana mayor del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, cabría revisar y recordar algunos de los lineamiento centrales que se ha planteado esa rama del poder militar de Washington. Para ello recurriremos al documento del pasado 15 de de febrero, cuando el almirante Kurt Tidd, comandante, expuso en el Congreso de su país cuáles son, a su entender, las oportunidades y las amenazas a los intereses de la superpotencia en América Latina. Cabe recordar que, a partir del 2002, la zona de México y parte del Caribe pasó a depender del nuevo Comando Norte que abarca el territorio continental americano, así como Canadá.

Al momento de dar un panorama general de región, sobresale su heterogeneidad y la existencia de contrastes muy fuertes. Por un lado, sociedades que logran elegir de manera democrática a sus gobernantes y la presencia de amplias capas medias con buen nivel de formación, pero así también elevados niveles de pobreza, corrupción y violencia delictiva potenciada por la actividad de grandes redes dedicadas al narcotráfico y otros ilícitos como migraciones ilegales. En lo que respecta a la presencia de actividad de terrorismo de tipo fundamentalista, existen intentos de reclutamiento de latinoamericanos. Si bien hasta el momento a escala reducida y limitada. No así el crimen organizado y grupos delictivos que sí logran corromper y reclutar a jóvenes aprovechando los problemas estructurales antes mencionados.

Otro factor recurrente son desastres naturales que suelen afectar a los sectores sociales más vulnerables. Todo ello potenciado por serias falencias en infraestructura y servicios básicos. Por último, y no menos importante, la extremadamente crítica y difícil situación política, social y económica de Venezuela, con sus inevitables impactos en diversos países en la región.

Volviendo a las organizaciones y las redes ilícitas que actúan en la zona, varias de ellas tienen una amplia estructura y capacidad para penetrar las fronteras de los Estados Unidos y operar dentro de sus ciudades y sus regiones. Sea para el tráfico de drogas, personales, armas, etcétera. Un foco central de atención es y será que el terrorismo internacional no saque provecho, por engaño o cooptación, de esas redes. Asimismo, el crimen organizado posee ingentes recursos económicos y humanos capaces de condicionar fuertemente a los gobiernos y los dirigentes políticos y sociales de los países del área. Creando un ambiente de corrupción y complicidad con el delito que potencia, a su vez, el descreimiento de las sociedades en sus instituciones. Todo ello interactuando con roles más y más activos de potencias que desafían los intereses de los Estados Unidos, empezando por China y en menor medida Rusia e Irán.

Los gobiernos o grupos dentro de los Estados de la región que asumen posturas contrarias a Washington y a la democrática y la libertad económica y de prensa, recurren más y más al respaldo económico, de seguridad y diplomático de esos actores extra hemisféricos. Asimismo, aun países con fluidas relaciones con Washington tienen a China como un socio clave en su comercio exterior, obras de infraestructura, créditos para sus empresas o incluso para fortalecer las reservas de los Bancos Centrales. En el caso ruso, el peso económico y comercial es menos importante. No así la gran variedad de recursos que posee Moscú en materia de inteligencia, guerra informática, divulgación de noticias manipuladas en redes sociales e internet y venta de armamento y tecnología para potenciar el control de Estados autoritarios sobre su población.

Por último, en lo que respecta a Irán, el objetivo central del régimen teocrático es contar con capacidades de recolectar inteligencia sobre intereses y personas ligadas a Estados Unidos, así como desarrollar capacidades de ataques asimétricos en caso de escalada militar con Washington. Un actor regional y muy activo es Cuba, el cual ha buscado solidificar lazos económicos, políticos, de inteligencia y militares tanto con China como con Rusia, Irán y Corea del Norte. Siendo un factor central en el aparato de seguridad que sostiene a Nicolás Maduro en el poder en un contexto de caos económico y social. La misma Venezuela es vista como un terreno amigable para la actividad de organizaciones terroristas ligadas a Irán, así como al tráfico de drogas.

No obstante, todo ello tiene como contracara importantes logros en la mejora y el fortalecimiento de un ambiente de mayor coordinación y cooperación en materia de defensa y seguridad de Estados Unidos y la región. Empezando por los esfuerzos combinados que se vienen desarrollando junto a Honduras, el Salvador, Guatemala y Panamá en la lucha contra las Maras, el tráfico de drogas y personas. También se menciona el rol vital de Colombia y su adhesión a la categoría de socio global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como la participación de Chile en las maniobras navales más importantes que hace el Pentágono, las RIMPAC en el Pacífico. En el caso de Brasil, se señala el esfuerzo que ese Estado viene realizando para fortalecer y mejorar la cooperación en Sudamérica contra amenazas en común.

Finalmente, se menciona la recuperación de los mecanismos de consulta y acción mancomunada del Comando Sur con la Argentina y con Ecuador, luego de años de distanciamiento. La principal misión y desafío del Comando Sur es dotar a los países aliados de la región con mejores capacidades humanas y materiales para hacer frente a las redes delictivas. En este sentido, Colombia es un socio clave e indispensable. También se han establecido positivos instrumentos de cooperación con Brasil, Perú y Chille. Volviendo al fuerte vínculo Washington-Bogotá, el fin del conflicto armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no implica una reducción del interés del Pentágono en continuar apoyando a ese país. Asimismo, es fundamental una articulada, fluida y óptima interacción con otras agencias de Estados Unidos como el Comando Norte, Homeland Security, DEA, USAID, etcétera.

En lo que respecta a rivales a nivel estatal, sobresale el caso de China, que, por ahora, centra su desafío a Estados Unidos en la región en temas económicos, comerciales y de infraestructura. No obstante, de consolidarse y no ser adecuadamente monitoreadas, tendrán un derrame sobre áreas ligadas a la defensa y la seguridad nacional. La postura no es focalizar los esfuerzos en trabar o entorpecer esos vínculos de China con la región, sino que los países del área perciban y comprueben materialmente la conveniencia de estrechos lazos con Washington tanto en lo que hace a la mejora de la seguridad como el desarrollo económico y social.

Otro importante activo de Estados Unidos son los 16 mil civiles, militares y policías que han cursado programas de perfeccionamiento en institutos de formación vinculados con el Pentágono y otras agencias americanas. El cultivar esas relaciones personales y plasmarlas en espacios de desarrollo de iniciativas compartidas es de central importancia. La disposición y la capacidad para ayudar frente a crisis y catástrofes tuvo como uno de sus principales ejemplos la masiva asistencia brindada a la Argentina en la búsqueda del submarino ARA San Juan. En el corto y mediano plazo, hacer frente al colapso humanitario en Venezuela será el principal desafío del Comando. Si bien de escala inmensa, no es vista como imposible de ser llevada a cabo. Pero se parte de la premisa de que se requerirá reforzar las capacidades propias, así como la cooperación y la coordinación con los países de la región que se han visto y se verán más afectados.

domingo, 12 de agosto de 2018

Martín Balza: "He visto cómo se destruyen FF.AA. en la lucha contra el narcotráfico"

El ex jefe del Ejército y ex embajador en Colombia y Costa Rica advierte que hay un estado de indefensión en el país. Y que en los últimos doce años "ha habido desatención" a la Defensa.

El ex jefe del Ejército, Martín Balza, en su departamento de Barrio Norte, conversó esta semana con Clarín sobre pasado, presente y futuro de las Fuerzas Armadas y la defensa nacional. FOTOGRAFÍA: Martín Bonetto.


Por Alberto Amato - Clarín

-¿Cuál es la capacidad de defensa que tiene hoy nuestro país?

-Hay un estado de indefensión del país. La última incorporación de material a las Fuerzas Armadas debe ser de finales de los’90, Cuando dejé el Ejército, en el ‘99 habíamos duplicado el número de tanques, habíamos reequipado parte de lo perdido en Malvinas. No quiero hablar por otras fuerzas. Pero, si mal no recuerdo, la Fuerza Aérea había incorporado treinta y seis o treinta y ocho A4 Skyhawk, siete Hércules. Han pasado 20 años. Sin mantenimiento adecuado, los tanques no sirven ni para desfilar. En los últimos 12 años ha habido una desatención hacia las Fuerzas Armadas.

-Lo noto casi gentil al decir “desatención”

-Sí. Debería decir… Déjeme ser prudente. La ley de Defensa de 1988 habla de agresiones de origen externo. Esa es la misión esencial de las Fuerzas Armadas. Pero en 2006, por impulso de la ministra Nilda Garré, a esa Ley se le hizo un agregado mediante un decreto, lo que es una aberración jurídica, que hablaba de agresiones de origen externo “producidas por ejércitos de otros países”. La agresión, en 2006 y ahora, puede ser de origen externo pero no sólo -ni principalmente- por ejércitos de otros países. Hoy hay ejércitos privados o irregulares, en Irak, en Afganistán, que mueven cien mil millones de dólares anuales. ¿Por qué autolimitarnos en el monopolio legal de la violencia a ejércitos regulares de otros países? Por eso estoy de acuerdo con este decreto reciente, que enmienda aquel otro. Estoy de acuerdo, más allá de toda especulación política y no creo que modifique el marco legal.

-¿Está de acuerdo también con la reforma militar que encara el Gobierno?

-Creo imprescindible un proceso de modernización. Que debe incluir redespliegue, reestructuración, reequipamiento, no digo rearme, pero una Fuerza Aérea que no tiene aviones, una Armada que no tiene submarinos y un Ejército que no puede actuar ni como fuerza de presencia, no tienen capacidad para actuar como fuerzas armadas. Recuperar hoy el potencial que teníamos en el ‘99, aún si tuviésemos todo el dinero para hacerlo, llevaría diez o quince años, si no más.

-No ignora que el anuncio de reforma militar levantó bastante escozor y, digamos, agitó viejos fantasmas.

-Mire, las Fuerzas Armadas han sido golpeadas porque hay una parte mínima de la sociedad argentina a la que le cuesta separar a estos hombres que hoy conducen las fuerzas de lo que fue el “Proceso” y la dictadura. Estos hombres no tienen nada que ver ni con Videla, ni con Massera, ni con Díaz Bessone, ni con Menéndez, ni con Galtieri. ¡Ni los conocieron! Disculpe la vehemencia. No les podemos hacer pagar ese precio a estos hombres, que ingresaron con Alfonsín, en plena democracia y egresaron en democracia.

-Más allá de cualquier consideración que roce las ideas, y con el pasado argentino, yo dudaría de la moral de una sociedad que no se siente tocada cuando ve que se agitan fantasmas de ese pasado.

-Estos hombres de estas Fuerzas Armadas son respetuosos de las instituciones republicanas. Lo han demostrado.

-General, usted combatió a los carapintadas, que también eran fuerzas “de la democracia”.

-En los años 80 hubo lamentables desencuentros con algunos grupos insurgentes en dos gobiernos de diferente signo político. El 3 de diciembre del 90 marca un punto de inflexión en la historia institucional argentina; es cuando queda materializada la subordinación definitiva de las Fuerzas Armadas, sobre todo en el Ejército, al poder político.

-¿Cree posible una reforma militar sin reequipar a las Fuerzas Armadas?

-No. Mire, las Fuerzas Armadas existen en cualquier país porque existe el Estado, un espacio territorial, una soberanía y una población, alos que deben proteger. La Argentina tiene una doctrina de estrategia nacional defensiva, disuasiva. Pero yo tengo que tener algo con qué cuidar los objetivos vitales que, para mí, en estos momentos son tres: la Patagonia, 30% de territorio con 5% de población y una riqueza enorme: litio, gas, petróleo, uranio y podemos seguir; el litoral marítimo: seis mil kilómetros de costa, no sabemos lo que hay en nuestra plataforma continental, pero vienen flotas de todo el mundo a saquear nuestra riqueza ictícola; el Atlántico se proyecta hacia un país con el que tenemos una disputa de soberanía no resuelta, Malvinas y hacia la Antártida. El tercer objetivo es el acuífero guaraní, la tercera reserva de agua dulce más grande del mundo que compartimos con Brasil, Paraguay y Uruguay. Y en este proceso de modernización de las Fuerzas Armadas, el Congreso Nacional tiene una importancia fundamental porque es quien dicta las normas para organización y gobierno de las Fuerzas Armadas, lo dice la Constitución. Veo este proceso de modernización muy positivo, por lo menos lo que se quiere hacer, pero no hay que hablar de dos o tres años: esto va a llevar cuatro o cinco mandatos constitucionales con gobiernos de diferentes signos políticos. Hay que consensuarlo en el Congreso.

-Usted habla de una política de Estado que no existe.

-¡Pero debería existir! En toda mi vida militar nunca vi en la Argentina un sistema integral de defensa. Y como retirado, tampoco.

- En estos días en los que el Gobierno pide ajuste, y ajusta, hablar de reequipar a las Fuerzas Armadas puede sonar antipático.

-Hay cosas que se pueden hacer. Hay que empezar despacito, hay que planificar. La maratón dura cuarenta y dos kilómetros, pero los primeros metros son fundamentales...

-Entre las hipótesis de conflicto de esta reforma aparece el narcotráfico. Usted siempre estuvo en contra de la participación de las Fuerzas Armadas en eso.

-Y lo estoy. Sigo pensando lo mismo. No es nuestra misión. La experiencia me dice que los resultados nunca son buenos, he visto cómo se destruyen fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico, que está ligado a otros delitos internacionales: el tráfico de armamento, la trata de personas, el tráfico ilegal de emigrantres, el lavado de dinero. Al narcotráfico hay que atacarlo en amplios frentes, con decisión del poder político y del poder judicial. Hace falta información, inteligencia y contrainteligencia. En eso hay que centrarse y no en la “mula” que pasa por la frontera. Por otro lado, el envío de efectivos militares está contemplado en la Ley de Seguridad Interior, que es de 1991. La ley también dice que esas fuerzas no pueden actuar en el narco interno.

-Eso, ¿y quién hace la inteligencia?

-Las fuerzas autorizadas por la Ley de Inteligencia. Ahí no entran las Fuerzas Armadas.

-Ese parece ser el temor, los fantasmas del pasado: que las Fuerzas Armadas vuelvan a hacer inteligencia interna.

-Mire, cuando las Fuerzas Armadas lamentablemente intervinieron en lo interno, lo hicieron por orden, consentimiento o complacencia del poder político, que es el que las tiene que mandar.

-O cuando las Fuerzas Armadas fueron gobierno...

-Eso también fue avalado por parte de la sociedad. ¿O nos olvidamos de los empresarios, sindicalistas, de algunos colegas suyos, de algunos hombres de la cultura que apoyaron el “Proceso”? Los golpes, del 55 en adelante, fueron todos cívicos militares, sin eludir con esto la grave responsabilidad que tuvieron las Fuerzas Armadas. Hay tres leyes que deben regir todo esto: la de Defensa Nacional, que es bien clara y está vigente, la de Seguridad Interior, del año 91, y la Ley de Inteligencia Nacional. Esas son las que deben guiar al poder político en el empleo de las Fuerzas Armadas.

-Quienes se oponen a la reforma dan por hecho el respeto a las leyes. Lo que temen es que alguien deje de respetarlas. Un jefe del Ejército hizo espionaje interno y no hace mucho.

-¡Es problema del poder político! Al señor que usted no nombra lo conocí en 2008 y de manera protocolar, cuando yo era embajador. Yo respondo por la solidez profesional y el apego a la ley de quienes conducen hoy las Fuerzas Armadas. No se va a dar nunca lo que usted dice. Y si se dio, fue porque el poder político lo ordenó, lo consintió o lo apoyó. Le aclaro que, en el gobierno anterior, y en el Operativo Escudo Norte, las Fuerzas Armadas hicieron patrullaje.

-Ya que hablamos de eso. El terrorismo internacional, otra de las hipótesis de conflicto, usa a nacionales para sus ataques: Francia, España. En París, Notre Dame está patrullada por paracaidistas. Y el tradicional barrio judío de Le Marais, también. ¿Cómo enfrentar a ese terrorismo sin patrullaje y sin inteligencia?

-Creo que la situación de Francia es más compleja. Nosotros tenemos fuerzas para actuar contra el terrorismo internacional que son las policiales y de seguridad. Emplear a las Fuerzas Armadas para una función para la que no están preparados sería inconducente y desmoralizante para las propias Fuerzas Armadas porque su misión es otra. Creo que el Presidente se ha referido a eso.

-Usted dice que cambió la naturaleza de la guerra. Pero la industria armamentista y los traficantes de armas siguen con las armas tradicionales. Gente tan astuta no puede estar tan equivocada. El ministro de Defensa ha dicho hace unos días que las guerras ya no se hacen con tanques, lo que, para un ignorante como quien le habla, suena por lo menos raro.

-Respeto la opinión del señor ministro de Defensa, que debe tener mucha más información, porque todo esto ha sido resultado de una minuciosa apreciación de estrategia nacional. Todos los ejércitos modernos que conozco, y conozco muchos, tienen blindados y cañones. Ahora hay nuevas armas, químicas y biológicas, y hay que responder también a los ataques en el ciberespacio, por supuesto. Todo se complementa con lo que tenemos que tener en tierra.

-¿No es un contrasentido que enviemos a las fuerzas armadas a la frontera y tengamos a la Gendarmería en las ciudades?

-Zapatero a tus zapatos: la Gendarmería y la Prefectura son fuerzas sólidas, profesionales y capacitadas para lo que tienen que hacer. Ahora, si usted pone a la Prefectura a controlar el tránsito en el lago de Palermo, como la he visto, o a la Gendarmería en la villa 31, no está usando bien esas fuerzas. Ni la Prefectura ni la Gendarmería quieren eso. Déjeme borrarle una preocupación: el Ejército no tiene ni por misión, ni por despliegue, ni por estructura, ni por material, ni por armamento, una capacidad para actuar seriamente en el marco interno. Por eso lo descarto. El Ejército está para otra cosa. En todos los países.

Itinerario

El ex jefe del Ejercito Martín Balza. Foto: Martín Bonetto.


El 13 de junio cumplió 84 años. Entró al Colegio Militar a los 17. Estudió derecho cuando era un joven teniente en Córdoba y Buenos Aires. Llegó a Jefe del Ejército en 1991 y se quedó por pedido de Carlos Menem hasta 1999. Peleó en Malvinas hasta la última munición. Como subjefe de Estado Mayor terminó con los carapintadas, FAL en mano y en Palermo. Enfrentó la muerte del soldado Carrasco que puso fin al servicio militar obligatorio, hizo una severa autocrítica por la represión ilegal. Jura que, hoy, las Fuerzas Armadas son otras. Y que nunca más: ni golpes de Estado ni espionaje interno.

El general que fue distinto al Ejército que lo formó

Sale recién, endoscopía mediante, de una bruta intoxicación con una pizza Margarita con anchoas arteras; igual toma un taxi, no tiene auto, para ir a nadar a la sede Jorge Newbery de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, pileta de 50 metros. Si no hay remedio, se conforma con “el bidet”, dice, de 22 metros de un mega gimnasio cercano. Martín Balza lee ahora las memorias del historiador Robert Potash, a quien conoció en 1965, cuando era teniente primero y Potash investigaba su primer tomo “De Yrigoyen a Perón”, sobre la inescrutable relación histórica del Ejército y la política: la amistad entre ambos duró una vida.

Escucha ópera, música sinfónica, jazz, recuerda haber visto en vivo y en otra Buenos Aires, a Louis Armstrong, a Nat King Cole en el Gran Rex, a Margot Fonteyn y a Rudolf Nureyev en el Colón; aspira a ver pronto “La Viuda Alegre” de Franz Lehár, y si lo apuran tararea un fragmento. Esa calma bucólica se transforma en tempestad cuando habla de ejército y política; adiós contemplación, allí manda la pasión.

Vive en un departamento que parece quedarle chico a su metro noventa y tres. Las paredes atesoran varias condecoraciones de las que le rescata con pasión a dos: la Medalla al Mérito Militar de Malvinas y la Orden de la Legión de Honor de la República Francesa, creada por Napoleón. Tiene en un sitio destacado un diploma firmado por sus jóvenes oficiales de Malvinas, “a los que traje a todos de vuelta”. En un rincón, que no arrinconada, detrás del velo pudoroso que obra la pantalla de una lámpara, hay una foto extraña para un alto jefe militar argentino: Fidel Castro le dice algo, copa en mano. “Me da vergüenza, pero él se me acercó y me dijo: ‘Quiero brindar contigo por tu dignidad’”. Fue en Bariloche, en octubre de 1995, durante la Cumbre Iberoamericana y después de la autocrítica de Balza por la represión ilegal en los años de plomo. Su escritorio carece del quién sabe si añorado orden interno y tiene el barullo de papeles de quien piensa en un libro. Será sobre liderazgo y tratará la personalidad, y andanzas, de Erwin Rommel, de Arthur Wellesley, duque de Wellington, a quien Napoleón conocía, entre otros. Para Balza, la conducción, la militar también, tiene dos principios: unidad de comando, “Manda uno, donde mandan muchos…” y economía de fuerzas. Está convencido de que la profesión militar pierde dignidad y jerarquía cuando las decisiones militares se basan en consideraciones políticas e ideológicas. Y a quien le caiga el sayo… No quiere que se lo insinúen, pero es un militar distinto al Ejército que lo formó: “Debe haber otros…” Lo adjudica a la formación humanista que, junto a las ciencias exactas, se daba en el Colegio Militar de los años 50. A sus estudios de derecho, a la alternancia con el ambiente universitario cordobés,cuando era un joven teniente y estudiaba abogacía. No tiene vocación de eternidad. “Seré un cuadro más en la galería de los jefes de Estado Mayor”. Su leve deseo de posteridad está ceñido a la que fue su vida entera, el Ejército, “que me dio tanto, como una madre bien amada”, y a parte de sus hombres: “Quisiera haberme hecho merecedor del respeto de mis oficiales, suboficiales y soldados”.

lunes, 6 de agosto de 2018

Fuerzas armadas, cambio y oportunidad

Por Horacio Jaunarena - La Nación

La decisión presidencial de reformar el sistema nacional de defensa es un avance 
que debe ser acompañado por la oposición Fuente: LA NACION - Crédito: Alfredo Sabat

El Presidente de la Nación ha ordenado al sistema de defensa y seguridad que se consideren los riesgos y las amenazas a la soberanía, la vida y la libertad que afectan a nuestros habitantes, según las características específicas que esos riesgos y amenazas revisten en la actualidad.

La decisión presidencial, concretada en un decreto, representa una modernización y un cambio importante frente al criterio vigente durante el gobierno anterior, que había limitado el empleo del instrumento militar a la hipótesis de una agresión armada por las Fuerzas Armadas de otra nación. Un criterio congelado en los tiempos de la Guerra Fría y en las formas violentas que tuvo la región hace ya casi medio siglo. El decreto del gobierno anterior, llamado de reglamentación de la ley de defensa, modificaba los postulados de la ley sancionada en l988 por la casi unanimidad de las fuerzas políticas representadas en el Congreso. La decisión presidencial devuelve plena vigencia a los postulados de aquella norma.

El análisis del gobierno de los Kirchner sobre el tema fue limitado y viejo en lo conceptual, y en la práctica destructor, porque fueron años que marcaron un deterioro de todo tipo de las capacidades militares y en donde se concretaron cantidad de arbitrariedades en la política de personal, y pérdida de las remuneraciones de los miembros de las Fuerzas Armadas, dando cabida a infinidad de juicios que el Estado va a perder y que naturalmente deberán pagar la presente y las futuras administraciones.

Mientras el gobierno de la Concertación en Chile, con una presidenta socialista, y el PT en Brasil, con Lula y Dilma Rousseff, pusieron en marcha programas estratégicos de gran importancia para la modernización de sus Fuerzas Armadas, la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner, Garré y Milani -hoy preso y acusado de cometer delitos de lesa humanidad- intentó transformar el Ejército en una facción partidaria, al servicio del proyecto "nacional y popular" que supuestamente instrumentaba el gobierno.

Una vocinglera y oportunista oposición denuncia, a partir de la decisión presidencial, una especie de futura hecatombe represiva, solo existente en una afiebrada imaginación, y pretende que el decreto suscripto por el presidente Macri, que derogó parcialmente el anterior de Kirchner, deba ser tratado por el Congreso. No tuvieron semejante sensibilidad y predicción catastrófica cuando la expresidenta, Garré y Milani desarrollaron el operativo Escudo Norte, mandaron mentirosamente al Ejército a trabajar en algunas villas de emergencia, encargaron al general Milani que hiciera trabajos de inteligencia interior para Scioli y se abrazara con Hebe de Bonafini.

Mientras tanto, en campaña presidencial Scioli prometía involucrar a 20.000 hombres del Ejército en tareas de seguridad interna y Massa, otro candidato, prometía involucrar directamente a las FF.AA. en la lucha contra el narcotráfico y en la seguridad de las villas de emergencia.

Para completar el cuadro de tanta hipocresía, recuerdo lo mucho que tuve que argumentar cuando era ministro de Defensa de Eduardo Duhalde, para que el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, dejara de reclamar públicamente que presos comunes fueran encerrados en unidades militares bajo control del Ejército.

En homenaje a la seguridad y defensa que necesitan los argentinos, debiéramos ser más serios, dejar de lado las especulaciones políticas de corto plazo y sumarnos -Gobierno y oposición- a la tarea modernizadora de nuestro sistema, entendiendo que, lo que se ha dado es solo el primer paso de un largo proceso que se desarrollará a lo largo de los años y que necesita del esfuerzo mayoritario para concretarlo.

Entre los temas a los que debiera darse prioridad y a los que se refiere el decreto suscripto por el Presidente, está el de recuperar el control soberano de nuestro territorio y el primer paso para lograrlo es el control de nuestras fronteras. Para tener una idea de la magnitud del problema, debemos considerar que tenemos 10.000 kilómetros de frontera terrestre y fluvial y 5000 kilómetros de frontera marítima. En la frontera se ejerce "control y vigilancia". El control se concreta en 150 pasos internacionales habilitados, de los cuales 30, por su tamaño, son considerados centros de frontera y dependen del Ministerio del Interior, y el resto, del Ministerio de Seguridad.

La vigilancia se ejerce fuera de los pasos habilitados, o sea, prácticamente por toda la frontera. En esta frontera terrestre y fluvial existen, a su vez, 820 pasos clandestinos por donde se produce diariamente el ingreso ilegal de personas y mercadería. La vigilancia en el aeroespacio se le asigna a la Fuerza Aérea y en el Mar Argentino, la tarea principal se le adjudica a la Armada.

Hoy, las fuerzas de seguridad desplegadas en la frontera apenas alcanzan para hacer el control, o sea, exclusivamente en los pasos internacionales habilitados , por lo cual la vigilancia es casi inexistente en el resto.

Entendemos que la presencia de las FF.AA. en apoyo de las de seguridad en las zonas de vigilancia mejorará sustancialmente la situación. Para hacer efectivo este propósito y en beneficio de una más eficiente tarea, deben ponerse en claro dos cuestiones: la primera de ellas es definir con claridad el alcance del concepto "apoyo logístico", y la segunda, es definir quién manda en situaciones operacionales.

En la mayoría de los países del mundo el tema de las fronteras, por las implicancias que tiene, se resuelve con legislaciones especiales adecuadas. Debiéramos abordar prioritariamente por este medio los problemas que aquí se han planteado.

Proveer adecuadamente a la seguridad y defensa de los ciudadanos es una responsabilidad indelegable del Estado y, por eso, responsabilidad del conjunto de las fuerzas políticas representadas en el Congreso. Es necesario que en él se encuentren los consensos, sin demagogias oportunistas, que les den sustento, consistencia y durabilidad a las políticas de reconstrucción de nuestro sistema de seguridad y defensa, que, por definición, excederán los mandatos de varias administraciones. Sin ingenuidad, sabemos que estos consensos no son fáciles, pero son necesarios.

El Poder Ejecutivo, continuando con el impulso inicial, podría dar un paso importante reglamentando, adecuadamente a los tiempos que nos toca vivir, la ley de reestructuración de las FF.AA. vigente pero incumplida.

Puede ser que así se le dé continuidad a este mecanismo iniciador en que se ha convertido el decreto presidencial sobre la labor que luego le corresponde al Congreso en la misión de reformular nuestros sistemas de defensa y seguridad.Así se empezaría a cumplir con el deber mayor que debe perseguir la alta política: hacer posible lo que es necesario.

Exministro de Defensa

sábado, 14 de julio de 2018

Opinión: La Argentina no es la Argentina sin poder militar

A pesar de la poca probabilidad de un conflicto interestatal en el corto plazo, la dirigencia debe considerar a la Defensa como una inversión, y no como un gasto. 

Por Horacio Sánchez Mariño y Eduardo Gassino* - Infobae

 El Ejército, durante un ejercicio de ataque y conquista de objetivo. Foto: Archivo DEF.

Desde hace décadas, se viene escuchando que no se cierne ninguna amenaza militar sobre la Argentina. Entonces, ¿para qué tener fuerzas armadas? Esta es la gran pregunta en el debate político militar. La afirmación sobre la ausencia de amenazas es muy discutible; sin embargo, tomándola como cierta, la respuesta es simple: las Fuerzas Armadas deben asegurar la proyección del poder del Estado hasta el último rincón de aquellos espacios que reclama como suyos. En otras palabras, deben asegurar la integridad territorial y los intereses vitales inherentes a la existencia misma del Estado.

Para comprenderlo, es esencial ampliar el horizonte temporal sobre la evolución de las fronteras, tanto hacia el pasado como hacia el futuro. ¿Qué edad tienen las fronteras nacionales tal como las conocemos? Podríamos remontarnos a 1902, con la firma del Tratado de Límites con Chile, sin contar los "retoques" que casi nos llevan a una guerra en 1978 por el tema del Beagle. Luego, la visión de un estadista que firmó el Tratado de Paz y Amistad con el país hermano ocluyó las posibilidades bélicas. Sin embargo, ¿cómo evolucionaron las fronteras de los países europeos en los últimos ciento cincuenta años? Alemania se unificó después de la guerra franco-prusiana en 1870 y se dividió al final de la Segunda Guerra Mundial. En 1990, se unificó nuevamente. Yugoslavia estalló con la tercera guerra de los Balcanes, Georgia perdió Osetia del Sur y Ucrania perdió Crimea recientemente.

Así como el lenguaje es susceptible de interpretarse de manera diferente con el paso del tiempo, los tratados de límites también. Los límites son una convención que está muy lejos de ser pétrea, sobre todo cuando impera la debilidad en los Estados. Polonia es el caso citado habitualmente, si recordamos al pasar que su decisión de no modernizar sus fuerzas armadas facilitó a Hitler la decisión de invadirla. El resultado es conocido.

Si extendemos la mirada hacia el futuro, nos preguntamos si alguien puede asegurar que los límites de la República Argentina serán los mismos dentro de cien años. Una respuesta positiva solo podría fundamentarse en la voluntad de sostener estos límites, si el Estado dispone de la última ratio, esto es, fuerzas armadas equipadas y educadas para cumplir con su misión.
La reconstrucción del sistema de defensa argentino, una deuda pendiente. Foto: Archivo DEF.

Muchos toman como un cliché la importancia de las riquezas naturales de nuestro país en un mundo donde las variables del crecimiento demográfico, así como la demanda de alimentos, de energía y de recursos estratégicos son crecientes. Al mismo tiempo, la dispersión no controlada de armas convencionales y no convencionales, el incremento de organizaciones criminales transnacionales y el cambio climático, entre otras circunstancias, acrecientan la entropía estratégica en el planeta.

Esta entropía se ve dinamizada por la actual configuración del mundo, en la que se vislumbra una especie nueva de guerra fría y un recrudecimiento de la amenaza bélica entre las grandes potencias. Quienes conducen la defensa deberían tomar nota de este cliché porque cabe preguntarse si tenemos una política de defensa que garantice nuestra integridad territorial a largo plazo.

Desde hace varias décadas, las únicas políticas de Estado que se mantuvieron en materia de defensa fueron el juzgamiento de los militares por los hechos de violencia de la década del setenta, el control civil de las fuerzas armadas y la reducción presupuestaria. El juzgamiento se concentró en las fuerzas del Estado y desvió la mirada de quienes provocaron la guerra revolucionaria. El control civil es un principio fundamental del funcionamiento democrático, pero fue utilizado para humillar a los militares y para ajustar la tercera política, la reducción presupuestaria, hasta los límites de la inanición.

UNA MIRADA ESTRATÉGICA

Algunos académicos desprecian la estrategia, aunque nunca han conocido el objeto de estudio que investigan: las Fuerzas Armadas. Sus parámetros científicos están obnubilados por la ideología. La mayoría de las veces estos académicos pertenecen a organizaciones financiadas por empresas e instituciones extranjeras cuyos intereses no coinciden con los del país. Existe también una red de becas y subsidios académicos que otorgan prestigio y permiten un buen estándar de vida a quienes se dedican a predicar contra las Fuerzas Armadas. Hay que aceptarlo, es un país libre, pero los funcionarios responsables de la Defensa deben tomar conciencia de estas realidades.

Una rápida mirada sobre la Argentina nos permite ver tres países: al norte, un país pobre; en el centro, un país rico; y al sur, un país continental y marítimo vacío. Enclavada en nuestra plataforma continental, una potencia extranjera refuerza permanentemente su poder militar. La proyección de ese territorio apunta a la Antártida, y vale recordar que varios sectores del continente blanco pretendidos por otras naciones se superponen con los reclamados por nuestro país.

El norte del país se encuentra en una situación de subdesarrollo insostenible, con evidencias claras de una progresiva transformación en un enclave territorial del narcotráfico y el crimen organizado. Estos poderes criminales no reconocen fronteras ni soberanías de Estados nacionales, provinciales o municipales. La droga en nuestra frontera norte está fagocitando a nuestras provincias. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que el inmenso poder del dinero narco se transforme en la principal fuente de recursos para una población empobrecida, sin proyectos ni voluntad por parte de los Estados provinciales y del Estado nacional de defenderla e incluirla en el desarrollo?

 Enclavada en nuestra plataforma continental, una potencia extranjera refuerza permanentemente su poder militar

Obviamente, el poder narco no se detiene allí, ya que el consumo local y la distribución hacia otros mercados mundiales se producen en las grandes ciudades. Lo afirmamos sin eufemismos: la Argentina es "un plato para devorar". Es estratégicamente débil, con valiosos recursos, pero carente de un proyecto de país que incluya una política de Estado en materia de defensa. Se acabaron los clichés.

La dirigencia política apuesta al crecimiento y desarrollo porque está convencida de que la Argentina atraerá inversiones e irá licuando el déficit fiscal que desequilibra todas las variables de la macroeconomía. Lo que no se tiene en cuenta es que defensa, seguridad y desarrollo están íntimamente relacionados. La capacidad de la defensa incrementa la seguridad del Estado y lo fortalece como actor estratégico, otorgándole mayor libertad y confiabilidad internacional para promover el desarrollo humano.

Al observar las democracias fuertes en el mundo (Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Canadá, Australia, etc.), se advierte que sus sistemas de defensa son fuertes. Democracia sin defensa es un contrasentido, y de allí se desprende la necesidad de un Estado seguro y fuerte. El rol que cumple el sistema de defensa en esa solidez estratégica no parece entrar en el radar de la política nacional. Es tal el nivel de desconocimiento, ideologización y visión cortoplacista que nadie parece saber qué hacer con las Fuerzas Armadas.

Un soldado equipado con visor nocturno monta guardia bajo el cielo de la Patagonia. Foto: Archivo DEF.

Es fundamental revertir el proceso de brutal e irresponsable deterioro de la capacidad de defensa del país. El Reino Unido, por ejemplo, por la sola presencia de los familiares de soldados caídos, incrementó sus capacidades militares en las islas. Nosotros perdimos un submarino y la reacción del Estado fue asignar a las Fuerzas Armadas uno de los presupuestos más bajos de la historia en términos de porcentaje del PBI. ¿Disciplina fiscal o negligencia en el cumplimiento de los deberes públicos? No es un cliché recordar que el gobierno anterior terminó su mandato con una acusación de traición a la Patria, que ya ha llevado a algunos de sus responsables a la cárcel.

El resto de los países de la Región (Chile, Brasil, Perú, Colombia) se encuentran en procesos de modernización y reequipamiento de sus fuerzas armadas, pero aquí los profetas antimilitares sostienen que actualizar nuestro sistema de defensa o hablar del equilibrio estratégico es hablar de "carrera armamentista". El cambio de gobierno no da muestras claras de haberse desembarazado de los terribles preceptos ideológicos que destruyeron las capacidades militares. Los comisarios políticos siguen ejerciendo su infausta tarea de debilitar el poder de la Nación.

 Es fundamental revertir el proceso de brutal e irresponsable deterioro de la capacidad de defensa del país

Las Fuerzas Armadas tienen más de doscientos años de historia –la edad de la Argentina– y han sido protagonistas del esfuerzo que significó organizar y consolidar el Estado argentino. Quienes conducen el Estado le deben respeto a la historia grande de la Nación y deben ser leales a quienes dieron su vida y su sangre para que fuéramos libres y soberanos.

POLÍTICA DE ESTADO

Comprendemos las limitaciones y los problemas económicos del país, pero ¿es aceptable que la desinversión en nuestro sistema de defensa se mantenga durante más de tres décadas? Esto ha permanecido inalterable en todas las administraciones. Esto solo puede definirse como la antipolítica de defensa. La responsabilidad no es de un gobierno sino de todos, de una clase dirigente en la que incluimos a las propias Fuerzas Armadas.

Si bien un conflicto interestatal es poco probable en el corto plazo, ¿lo es en el largo plazo? ¿Quién lo puede asegurar? A muchos les resulta repugnante la idea de una guerra y de armarse para defender lo nuestro. Esta convicción es el mayor de los desarmes, un desarme moral, una ética decadente y basada en un pacifismo malintencionado e ingenuo.

No agitamos el fantasma de la guerra. Ese fantasma recorre el mundo. Quienes escribimos este texto hemos conocido la guerra y sus terribles consecuencias. Y es porque la sufrimos por lo que estamos convencidos del significado de la máxima "si quieres la paz, prepárate para la guerra". No basta con la decisión unilateral de evitar el uso de la violencia armada. En este mundo caótico, bélico y peligroso, esta decisión lo único que hace es poner en peligro a nuestra gente, nuestros recursos, nuestra libertad.

Ante la historia, corremos el riesgo de ser una generación que traicionó los intereses esenciales de la Nación expresados en nuestra Constitución Nacional, riesgo que afecta especialmente a quienes tienen la responsabilidad de conducir los destinos de la República.
Las democracias avanzadas del mundo tienen sistemas de defensa fuertes. Foto: Archivo DEF.

La Defensa es una inversión, no un gasto. No se la puede improvisar con un par de buenas cosechas. Remontar un sistema de defensa que garantice a largo plazo la supervivencia de la Nación exige un gran esfuerzo, y es preciso comenzar hoy. ¿Se tiene conciencia de las energías materiales y espirituales que deben ponerse en juego para tener fuerzas armadas eficientes, con una doctrina moderna y capaces de interoperar con otros Estados?

Se pregona que las Fuerzas Armadas deben ser una "herramienta de la política exterior". En las democracias reales, esta herramienta se adecua a las exigencias del mundo actual, pero ¿estamos en condiciones de serlo? La respuesta es no. Solo con un importante apoyo de las Naciones Unidas o de una gran potencia, podríamos desplegar y sostener una misión en el exterior. Comparemos esto con la decisión europea de desarrollar la PESCO (Permanent Structured Cooperation), una reformulación de la iniciativa de defensa europea, más allá de la OTAN.

Cerramos este artículo con una opinión personal que debería debatirse en las áreas de poder con responsabilidad sobre la Defensa. La tarea de reconstrucción de nuestro sistema de defensa debe ser una política de Estado, que debe comenzar por definir con claridad los desafíos estratégicos que involucran a la Defensa, los que, a nuestro entender, son los siguientes:

1. Garantizar el dominio de los espacios territoriales nacionales soberanos.
2. Fortalecer la seguridad y la libertad de acción del Estado en la promoción de políticas de integración y promoción del desarrollo humano.
3. Contribuir al mantenimiento de la paz interior.
4. Fortalecer la posición argentina en cuanto a sus pretensiones sobre la Antártida.
5. Asegurar la inviolabilidad de las fronteras nacionales, particularmente, la frontera norte.
6. Garantizar la preservación y exclusiva explotación de los recursos naturales y estratégicos por parte del Estado argentino.
7. Fortalecer el control y la capacidad disuasiva en la Patagonia y el Atlántico Sur.

Charles de Gaulle sostuvo que Francia no era Francia sin grandeza. La grandeur nunca dejó de definir el destino del país galo. Sin pretensión alguna, decimos: la Argentina no es la Argentina sin poder militar. Le pese a quien le pese.

*Los autores son coroneles VGM (R) del Ejército Argentino. Oficiales de Estado Mayor.