En juego hay un contrato por casi 500 millones de dólares.
El Ejército de Estados Unidos está buscando algunos buenos robots. No para pelear (al menos no por ahora) sino para ayudar a las mujeres y hombres que combaten.
Estos robots no tomarán las armas, pero las compañías que los hacen llevan adelante otro tipo de batalla. En juego hay un contrato por casi 500 millones de dólares para 3.000 robots del tamaño de una mochila que pueden desactivar bombas y reconocer suelo enemigo. La competencia por el jugoso contrato ya se derramó en el Congreso y los tribunales.
El proyecto y otros similares podrían algún día ayudar a las tropas a "mirar a la vuelta de la esquina o del otro lado de una colina y permitir que el robot se ponga en la línea de peligro y reciba los tiros", explica Paul Scharre, un experto en tecnología militar en el Centro para la Nueva Seguridad Americana.
La gran pelea sobre los pequeños robots abre una ventana en el cruce entre la tecnología y la defensa nacional, y muestra cómo el miedo a que China supere a los Estados Unidos mueve incluso a los pequeños jugadores tecnológicos en el terreno de la geopolítica para aventajar a los adversarios extranjeros.
Más allá de qué compañías ganen, la competencia predice un futuro en el que los robots, que ya son un elemento familiar en las fuerzas armadas, serán aún más comunes. Solo los planes inmediatos del Ejército prevén una nueva flota de 5.000 robots para tierra de varios tamaños y niveles de autonomía. Los Marines, la Armada y la Fuerza Aérea están haciendo inversiones similares.
"Mi estimación personal es que los robots jugarán un rol significativo en el combate dentro de una década o una década y media", recitó el jefe del Ejército, el general Mark Milley. Así lo dijo en mayo en una audiencia en el Senado donde pidió más fondos para modernizar la Fuerza.
Reproducción archivos m3u8
Milley advirtió que adversarios como China y Rusia "están invirtiendo fuerte y muy rápidamente" en el uso de robots, aéreos, marítimos y terrestres. Y ahora, agregó, "estamos haciendo lo mismo".
Semejante viraje será un "gran punto de inflexión en el combate", dijo Scharre, que respalda el liderazgo de Milley en la movida.
La promesa de un inversión tan grande por parte del Pentágono en robótica ha sido una bendición para contratistas de la Defensa de EE.UU. y para las empresas tecnológicas emergentes. Pero la situación es más turbia para las firmas con lazos en el extranjero.
Temores de que drones comerciales populares fabricados por la empresa china DJI podrían ser vulnerables para el espionaje llevó al Ejército a prohibir a sus soldados que los usen en 2017. Y en agosto, el Pentágono publicó un informe que decía que China estaba espiando para adquirir tecnología militar extranjera, a veces usando estudiantes o investigadores como "agentes de compras o intermediarios". En una exposición de defensa, en diciembre en Egipto, algunas empresas norteamericanas detectaron lo que consideraron un intento chino por copiar sus robots.
Los miedos sobre China se desataron en el medio de una amarga competencia entre la empresa israelí Roboteam y la firma con base en Massachusetts Endeavor Robotics sobre una serie de importantes contratos para construir la próxima generación de robot terrestres para el Ejército. Esas máquinas serán diseñadas para ser más inteligentes y más fáciles de desplegar que los actuales "rovers" a control remoto que han ayudado a las tropas a desarmar bombas durante más de 15 años.
El contrato más grande (de 429 millones de dólares) prevé una producción masiva de robots de unos 11 kilos, fáciles de manejar y que pueden ser "cargados por la infantería durante largas distancias sin agobiar al soldado", dice Bryan McVeigh, project manager de proyección de fuerza del centro de investigación y contratos del Ejército, en Warren, Michigan.
Otros prototipos más grandes son unos vehículos del tamaño de un tanque no tripulado que ya fueron probados en las últimas semanas en el áspero e invernal suelo en las afueras de Fort Drum, en Nueva York.
Un tercer contrato por 100 millones de dólares (que ganó Endeavor a fines de 2017) es para la construcción de un robot de reconocimiento y "desactivador" de bombas, llamado Centauro.
La competencia escaló en una pelea legal cuando Roboteam acusó a Endeavor de arruinar sus expectativas para esos contratos al contratar a una firma lobbista que difundió información falsa a políticos sobre inversores chinos en la empresa israelí.
Un juez federal desestimo la denuncia en abril.
"Alegaron que los habíamos difamado", dijo el CEO de Endeavor Sean Bielat, un ex Marine que se postuló al Congreso dos veces como republicano.
"Lo que hicimos fue tomar documentos disponibles y presentarlos a miembros del Congreso porque creemos que hay razón para preocuparse sobre la influencia china en las tecnologías de defensa".(Source/Photo: AP)
El ingeniero Nicholas Otero, de Woburn, Massachusetts. junto a un robot del tipo Centauro./ AP |
Estos robots no tomarán las armas, pero las compañías que los hacen llevan adelante otro tipo de batalla. En juego hay un contrato por casi 500 millones de dólares para 3.000 robots del tamaño de una mochila que pueden desactivar bombas y reconocer suelo enemigo. La competencia por el jugoso contrato ya se derramó en el Congreso y los tribunales.
El proyecto y otros similares podrían algún día ayudar a las tropas a "mirar a la vuelta de la esquina o del otro lado de una colina y permitir que el robot se ponga en la línea de peligro y reciba los tiros", explica Paul Scharre, un experto en tecnología militar en el Centro para la Nueva Seguridad Americana.
El robot Centauro de Endeavor Robotics./ AP |
La gran pelea sobre los pequeños robots abre una ventana en el cruce entre la tecnología y la defensa nacional, y muestra cómo el miedo a que China supere a los Estados Unidos mueve incluso a los pequeños jugadores tecnológicos en el terreno de la geopolítica para aventajar a los adversarios extranjeros.
Más allá de qué compañías ganen, la competencia predice un futuro en el que los robots, que ya son un elemento familiar en las fuerzas armadas, serán aún más comunes. Solo los planes inmediatos del Ejército prevén una nueva flota de 5.000 robots para tierra de varios tamaños y niveles de autonomía. Los Marines, la Armada y la Fuerza Aérea están haciendo inversiones similares.
"Mi estimación personal es que los robots jugarán un rol significativo en el combate dentro de una década o una década y media", recitó el jefe del Ejército, el general Mark Milley. Así lo dijo en mayo en una audiencia en el Senado donde pidió más fondos para modernizar la Fuerza.
Milley advirtió que adversarios como China y Rusia "están invirtiendo fuerte y muy rápidamente" en el uso de robots, aéreos, marítimos y terrestres. Y ahora, agregó, "estamos haciendo lo mismo".
Semejante viraje será un "gran punto de inflexión en el combate", dijo Scharre, que respalda el liderazgo de Milley en la movida.
La promesa de un inversión tan grande por parte del Pentágono en robótica ha sido una bendición para contratistas de la Defensa de EE.UU. y para las empresas tecnológicas emergentes. Pero la situación es más turbia para las firmas con lazos en el extranjero.
Temores de que drones comerciales populares fabricados por la empresa china DJI podrían ser vulnerables para el espionaje llevó al Ejército a prohibir a sus soldados que los usen en 2017. Y en agosto, el Pentágono publicó un informe que decía que China estaba espiando para adquirir tecnología militar extranjera, a veces usando estudiantes o investigadores como "agentes de compras o intermediarios". En una exposición de defensa, en diciembre en Egipto, algunas empresas norteamericanas detectaron lo que consideraron un intento chino por copiar sus robots.
Un "rover" a control remoto del tipo Centauro, es manejado por un astronauta desde la estación espacial internacional./ AFP ARCHIVO |
Los miedos sobre China se desataron en el medio de una amarga competencia entre la empresa israelí Roboteam y la firma con base en Massachusetts Endeavor Robotics sobre una serie de importantes contratos para construir la próxima generación de robot terrestres para el Ejército. Esas máquinas serán diseñadas para ser más inteligentes y más fáciles de desplegar que los actuales "rovers" a control remoto que han ayudado a las tropas a desarmar bombas durante más de 15 años.
El contrato más grande (de 429 millones de dólares) prevé una producción masiva de robots de unos 11 kilos, fáciles de manejar y que pueden ser "cargados por la infantería durante largas distancias sin agobiar al soldado", dice Bryan McVeigh, project manager de proyección de fuerza del centro de investigación y contratos del Ejército, en Warren, Michigan.
Otros prototipos más grandes son unos vehículos del tamaño de un tanque no tripulado que ya fueron probados en las últimas semanas en el áspero e invernal suelo en las afueras de Fort Drum, en Nueva York.
Un tercer contrato por 100 millones de dólares (que ganó Endeavor a fines de 2017) es para la construcción de un robot de reconocimiento y "desactivador" de bombas, llamado Centauro.
La competencia escaló en una pelea legal cuando Roboteam acusó a Endeavor de arruinar sus expectativas para esos contratos al contratar a una firma lobbista que difundió información falsa a políticos sobre inversores chinos en la empresa israelí.
Un juez federal desestimo la denuncia en abril.
"Alegaron que los habíamos difamado", dijo el CEO de Endeavor Sean Bielat, un ex Marine que se postuló al Congreso dos veces como republicano.
"Lo que hicimos fue tomar documentos disponibles y presentarlos a miembros del Congreso porque creemos que hay razón para preocuparse sobre la influencia china en las tecnologías de defensa".(Source/Photo: AP)
No hay comentarios:
Publicar un comentario