Una fuerza moderna polivalente y rigurosamente entrenada es el elemento de disuasión que un país como el nuestro necesita.
Por Rut Diamint - Clarín
La defensa en Argentina tiene que modernizarse, adecuarse en movilidad, disponibilidad, interoperabilidad, no policializarse. Una fuerza moderna polivalente y rigurosamente entrenada es el elemento de disuasión que un país como el nuestro necesita. Los objetivos de Gobierno que para alcanzar la racionalidad y eficiencia del Estado abarca a todas las políticas nacionales. Pero la anunciada reforma del instrumento de defensa y la definición de las misiones militares sobrenada en una bruma de dichos y contradichos.
Esas contradicciones, en parte, se derivan de una excesiva ampliación de la noción de seguridad que invariablemente conduce a confusiones. Así, identificar al narcotráfico como un asunto de seguridad nacional con su consecuente expansión de las misiones militares a operaciones antinarcóticos, supone un uso banal y poco sistemático del concepto de nuevas amenazas. Las nuevas amenazas afectan especialmente algunas vulnerabilidades del Estado, ya sean estas deficiencias en los controles migratorios, la indulgencia ante tráficos ilegales, o la complicidad con actores violentos. Y ellas no se neutralizan con una fuerza armada, sino con instituciones fuertes y capaces; y con un sólido apego a la ley. Vulnerabilidad es la incapacidad de anticipar, enfrentar, resistir, adaptarse y recuperarse de los peligros. Es riesgoso actuar bajo información imperfecta, tal vez más riesgoso es desdibujar el perfil de las instituciones que tienen el monopolio del uso de la fuerza.
Hay un rol militar ante la ciberdefensa. Un simple dispositivo USB conectado a una computadora en una base militar puede extraer datos clasificados e incluso atacar una infraestructura nacional crítica. Pero no todos los nuevos problemas recaen en el campo de la defensa. Por ejemplo, en el largo listado de nuevas amenazas figura la seguridad energética y la seguridad alimentaria. ¿Los militares defenderán molinos de viento? ¿Los militares plantarán papas?
Algunos funcionarios, recurriendo a una noción de las potencias occidentales, argumentan que las amenazas son de naturaleza híbrida y transnacional, tal como el crimen y el cibercrimen, la migración y hasta las crisis financieras y económicas. Estos hechos no ponen directamente en peligro la seguridad territorial de los países y de sus habitantes, aunque puedan ocasionar un riesgo potencial para la estabilidad política, social o institucional.
Las naciones enfrentan situaciones impredecibles, poco convencionales y asimétricas. En ocasiones, ellas desencadenan propuestas precipitadas que modifican el tradicional papel de las fuerzas armadas. Pero, tal como se observa en la conducta de las potencias occidentales, ello demanda soluciones políticas, no una militarización del orden público. La principal propuesta es la anticipación, el alerta temprana, el análisis y la prevención.
Finalmente, las fuerzas armadas tienen un papel en instrumentar una disuasión creíble, que desaliente a potenciales perpetradores, demostrando los costos relativos de realizar un acto dañino contra nuestro Estado. Ello, sin embargo, no se logra poniendo tropas en la frontera, sino modernizando el accionar, entrenamiento, despliegue, movilidad y de las fuerzas. En ese proceso, el comando es un punto crucial. ¿Tiene el ministerio de Defensa capacidad para comandar esa reforma?
Rut Diamint es profesora de la Universidad Torcuato Di Tella, investigadora principal del CONICET
Mauricio Macri en el edificio Libertador, cena con las Fuerzas Armadas. Foto MARCELO CARROLL
Por Rut Diamint - Clarín
La defensa en Argentina tiene que modernizarse, adecuarse en movilidad, disponibilidad, interoperabilidad, no policializarse. Una fuerza moderna polivalente y rigurosamente entrenada es el elemento de disuasión que un país como el nuestro necesita. Los objetivos de Gobierno que para alcanzar la racionalidad y eficiencia del Estado abarca a todas las políticas nacionales. Pero la anunciada reforma del instrumento de defensa y la definición de las misiones militares sobrenada en una bruma de dichos y contradichos.
Esas contradicciones, en parte, se derivan de una excesiva ampliación de la noción de seguridad que invariablemente conduce a confusiones. Así, identificar al narcotráfico como un asunto de seguridad nacional con su consecuente expansión de las misiones militares a operaciones antinarcóticos, supone un uso banal y poco sistemático del concepto de nuevas amenazas. Las nuevas amenazas afectan especialmente algunas vulnerabilidades del Estado, ya sean estas deficiencias en los controles migratorios, la indulgencia ante tráficos ilegales, o la complicidad con actores violentos. Y ellas no se neutralizan con una fuerza armada, sino con instituciones fuertes y capaces; y con un sólido apego a la ley. Vulnerabilidad es la incapacidad de anticipar, enfrentar, resistir, adaptarse y recuperarse de los peligros. Es riesgoso actuar bajo información imperfecta, tal vez más riesgoso es desdibujar el perfil de las instituciones que tienen el monopolio del uso de la fuerza.
Hay un rol militar ante la ciberdefensa. Un simple dispositivo USB conectado a una computadora en una base militar puede extraer datos clasificados e incluso atacar una infraestructura nacional crítica. Pero no todos los nuevos problemas recaen en el campo de la defensa. Por ejemplo, en el largo listado de nuevas amenazas figura la seguridad energética y la seguridad alimentaria. ¿Los militares defenderán molinos de viento? ¿Los militares plantarán papas?
Algunos funcionarios, recurriendo a una noción de las potencias occidentales, argumentan que las amenazas son de naturaleza híbrida y transnacional, tal como el crimen y el cibercrimen, la migración y hasta las crisis financieras y económicas. Estos hechos no ponen directamente en peligro la seguridad territorial de los países y de sus habitantes, aunque puedan ocasionar un riesgo potencial para la estabilidad política, social o institucional.
Las naciones enfrentan situaciones impredecibles, poco convencionales y asimétricas. En ocasiones, ellas desencadenan propuestas precipitadas que modifican el tradicional papel de las fuerzas armadas. Pero, tal como se observa en la conducta de las potencias occidentales, ello demanda soluciones políticas, no una militarización del orden público. La principal propuesta es la anticipación, el alerta temprana, el análisis y la prevención.
Finalmente, las fuerzas armadas tienen un papel en instrumentar una disuasión creíble, que desaliente a potenciales perpetradores, demostrando los costos relativos de realizar un acto dañino contra nuestro Estado. Ello, sin embargo, no se logra poniendo tropas en la frontera, sino modernizando el accionar, entrenamiento, despliegue, movilidad y de las fuerzas. En ese proceso, el comando es un punto crucial. ¿Tiene el ministerio de Defensa capacidad para comandar esa reforma?
Rut Diamint es profesora de la Universidad Torcuato Di Tella, investigadora principal del CONICET
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