El paso a paso del proceso de modernización que se le realiza a la emblemática aeronave para convertirla en el Huey II, muestra el profesionalismo y la pasión de los mecánicos de aviación.
DEF visitó las instalaciones del Batallón de Abastecimiento y Mantenimiento de Aeronaves 601, en Campo de Mayo. Por sus hangares, se observa el ir y venir de los mecánicos de aviación. Con sus mamelucos, subidos a los helicópteros, trabajan con concentración: ninguna pieza debe perderse y, cualquier reparación, debe realizarse de acuerdo con las especificaciones del fabricante. Además, la labor que realiza el personal del Ejército es aún más complejo teniendo en cuenta que, allí, llegan todas las líneas de aeronaves que posee la Fuerza para su mantenimiento.
“Cuando la aeronave ingresa, primero se le hace un vuelo de recepción para evaluar sus novedades. Después, se abre una orden de trabajo y se chequea si se va a hacer un mantenimiento correctivo, o alguna modificación. En el procedimiento, interviene personal de calidad que controla lo que hace el personal de mecánicos. El cierre de todas las tareas se hace con un vuelo de prueba”, cuenta el mayor Daniel Acuña, quien además de ser el segundo jefe de este elemento militar, es ingeniero aeronáutico y magister en Gestión Tecnológica.
Junto a Acuña se encuentra el teniente coronel Luis Fernando Guillot, jefe del Batallón, quien explica que lleva mucho tiempo preparar al personal para que adquiera la capacidad de llevar adelante los trabajos que realizan. “Yo le doy a un suboficial del Ejército un helicóptero, y él debe, por ejemplo, bajar su transmisión, abrirla, desarmarla y overholearla. Luego, tiene que tener la capacidad de volver a armarla y certificar que está en servicio. Es una responsabilidad importante. Aquí, también, se trabaja con siete líneas de helicópteros y cinco líneas de aviones diferentes. Cada una de ellas tiene un inspector y supervisores. En ese marco, para que la aeronave pueda volar, sus componentes deben ser técnicamente trazables”, profundiza.
Mecánica: en la imagen, una de las suboficiales se concentra en los arreglos de uno de los tantos helicópteros de la Fuerza. Foto: Fernando Calzada.
Además de todo ese proceso, el Batallón deben contar con los manuales actualizados de las máquinas, que adquieren a los fabricantes, para que los mecánicos puedan saber cuál es el programa de mantenimiento. Finalmente, ellos son quienes deben asegurarse de que la tripulación reciba las capacitaciones y entrenamientos necesarios. “Lo que tiene más valor es el modo en que trabaja la gente y el cariño que le ponen al mantenimiento de todas las máquinas. Desde las 8 de la mañana, con frío o calor, están trabajando y, si se rompe algo, siempre hay un equipo de mantenimiento móvil disponible para ir a los distintos puntos del país”, concluye Guillot.
Las modificaciones del UH-1H
“A la aeronave se la desarma íntegramente. Se la controla por corrosión o por fisuras, se inspeccionan sus motores, las transmisiones o si posee pérdidas de aceite, entre otras cosas”, detalla Acuña, quien además es el responsable técnico del lugar. “Tengo la mayor responsabilidad legal. Pero en el medio, cada mecánico firma la parte del trabajo que realiza y, a su vez, las tripulaciones tienen la responsabilidad de probarlos”, agrega.
Por otro lado, el tipo de actividades que realizan estos helicópteros también afecta su performance. Por ejemplo, en los vuelos de apoyo que realizan para buscar apagar los incendios que amenazan a distintas localidades del país, las cenizas que ingresan en las diferentes partes del UH-1H, desgastan y erosionan sus diferentes piezas. Por esta razón, cuando las tripulaciones militares realizan este tipo de misiones, llevan adelante inspecciones particulares.
“Desde las 8 de la mañana, con frío o calor, están trabajando y, si se rompe algo, siempre hay un equipo de mantenimiento móvil disponible para ir a los distintos puntos del país”, concluye Guillot. Foto: Fernando Calzada.
“Nosotros somos los responsables de reconvertir el UH-1H. Se le cambian los componentes y se le hacen modificaciones estructurales. De un helicóptero se pasa otro”, comenta. La instalación de los talleres, habilitados por Bell, comenzó en el año 2004. Desde entonces, los helicópteros han ido ingresando para su reconversión y, hoy, Aviación de Ejército cuenta con una flota combinada de estas aeronaves con los Huey II, la versión modernizada. ¿En qué consiste el cambio de modelo? básicamente, en la colocación de un motor de mayor potencia. Además de lo descripto antes, se le reemplaza el cono de cola, se cambia el lugar del rotor de cola, se le instalan palas más anchas y se le hacen modificaciones a su estructura.
Simultáneamente, al UH-1H se le modernizan las cabinas. Los instrumentos analógicos son reemplazados por pantallas multifunción. Asimismo, se actualizan los equipos de navegación y comunicaciones. Estas últimas modificaciones, realizadas por una firma privada, buscan disminuir la carga de trabajo de la tripulación y facilitar el mantenimiento.
“El Bell UH-1H es difícil de explicar. Es el helicóptero más noble que ha tenido la Aviación de Ejército en los últimos 50 años. Hoy es el que vuela en todo el país. Tenemos a los mecánicos preparados y calificados, y a los talleres habilitados por el fabricante. Con lo cual, no dependemos de afuera y eso nos permite continuar con su mantenimiento para generar horas de vuelo. Lograr esa autonomía, llevó esfuerzo”, señala Guillot. Para el oficial, es fundamental el trabajo en equipo, cuyos resultados se ven en la concreción de la misión. “Lo más importante de todo es el recurso humano, es lo más valioso que tiene esta organización”, sintetiza.
Para el Jefe del Batallón, transformar un UH-1H en un Huey II supone un proceso cargado de complejidades pero que, en definitiva, permitieron que la aviación de la Fuerza pueda contar con mayor capacidad de carga, autonomía y prestaciones. “Nos permitió renovar la flota, lo cual es importante desde el punto de vista logístico. Además, en el mundo, el Huey II continúa vigente. Para nosotros, es la aeronave insignia”, concluye.
Los talleres
El principal Javier Andrés Miranda está a cargo del máximo nivel de mantenimiento de la transmisión del UH-1H. Cuenta, en diálogo con DEF, que antes el Batallón enviaba el motor y las partes rotables a Bell. Sin embargo, luego de que se capacitarán en la fábrica, eso ya no fue necesario.
“Nosotros vamos evaluando los próximos vencimientos. Siempre con dos años de anticipación. Hay que cumplir a raja tabla, sino la aeronave no sale. Además, hay un sistema de control de calidad que hacen los ingenieros, mucha gente pone su firma. Es delicado y complejo”, asegura el suboficial mecánico de aviación. Asimismo, Miranda cuenta que cuando se cierra el componente, no pueden volver a abrirlo en caso de equivocación. Por eso, la intervención se hace con suma responsabilidad y, en el proceso, participan un mecánico, un supervisor y un inspector.
Las modificaciones del motor del UH-1H buscan mejorar la performance del helicóptero. Los cambios permiten que este tenga mayor capacidad de carga, potencia y prestaciones. Foto: Fernando Calzada.
Transformar al UH-1H en Huey II lleva cerca de un año y, en particular, el motor toma varios meses de trabajo: “Es casi como un mecanismo de relojería. Esta es la parte más especializada porque se trabaja con los componentes más críticos: rotor y transmisión”.
Miranda comenta que, en aeronáutica, se busca que el mecánico se especialice en una parte de las aeronaves, las cuales están divididas en “ATA” (Asociación de Transporte Aéreo, que es quien representa a las aerolíneas para promover la seguridad en los vuelos y que estos sean económicamente rentables promoviendo el desarrollo de avances tecnológicos). “Nosotros somos nivel 5. Estamos con las ATA que son rotables. Hacemos la inspección de dos sistemas de componentes: de tren de potencia y de rotores”, describe, al tiempo que recuerda que cuando decidió ingresar a la Fuerza lo hizo sin saber que, con los años, terminaría teniendo en sus manos a componentes de los mismos helicópteros que pasaban por arriba de su casa, en Quilmes, cuando era pequeño. “El UH-1H es una máquina legendaria. Es como caer a un encuentro de motos con una Harley Davidson. Es un helicóptero probado en diferentes contextos y climas”, sintetiza orgulloso.
A pocos metros, se ubica el banco de prueba. Allí no solo se prueban los motores, sino que también se los sobre-exige. Luego, el helicóptero pasa a otro de los talleres donde se le modifica su estructura. “Como la principal mejora que se le hace al UH-1H es la instalación de un motor de mayor potencia, se necesita reforzar su estructura y la transmisión. El kit que manda la empresa incluye las partes reforzadas que van por dentro de la aeronave. En síntesis, lo hacemos más fuerte para que aguante al nuevo motor. Además, se cambia por completo al cono de cola, al mástil y al rotor principal”, agrega el suboficial mayor Alejandro Varela, encargado del Batallón.
Para Varela, esta aeronave -que este año cumplió 50 años en la Fuerza- es versátil y noble. Vuela en el monte y en la montaña; presta apoyo en los incendios y, en el pasado, participó de las campañas antárticas. “Desarrollado para la guerra, práctico para trabajar, fácil de mantener y muy resistente”, resume.
El Batallón es el responsable de la reconversión del UH-1H. Allí, les instalan un motor de mayor potencia, refuerzan la estructura y realizan cambios en las palas y en la transmisión. Foto: Fernando Calzada.
De todas maneras, y si bien es probable que la industria aeronáutica no logre repetir el diseño del UH-1H, la tecnología impone nuevos desafíos para la aviación militar. Más allá de la reconversión, la vida útil del Huey II también es limitada. Por esta razón, el Ejército está dando los primeros pasos para avanzar en la renovación de su capacidad de Aero movilidad.
La misión del piloto de prueba
Todas las tareas que se hacen sobre el UH-1H finalizan con un vuelo de prueba, una garantía de calidad que el Batallón le da al operador. “En esta etapa se va de lo más sencillo a lo más complejo. De hecho, lo más complejo se prueba en tierra, antes de salir a volar, para evitar accidentes”, dice el mayor Sebastián Rotte, piloto de prueba del Batallón.
Una vez que la inspección pre-vuelo finaliza, comienzan los chequeos de cabina. Luego, se lo pone en marcha y se comprueban cuestiones vinculadas al funcionamiento en general. En una segunda etapa, se realizan comprobaciones en vuelo estacional, recién ahí se sale a volar. “No obstante, uno debe tener en cuenta cuáles son las emergencias que pueden suceder y las maniobras que hay que realizar ante cada una de ellas. Un vuelo de prueba certifica la aeronavegabilidad de todos los sistemas. Todo se hace de acuerdo con el estándar indicado por el fabricante”, sostiene el oficial, quien, para convertirse en piloto de prueba, debió hacer un curso especial con instructores de Estados Unidos. Durante esta capacitación, Rotte adquirió conocimientos profundos sobre la aeronave y todos sus sistemas.
“Nosotros ya estamos esperando a los inconvenientes que pueden surgir. Normalmente me acompaña el mayor Acuña, mi segundo jefe. Con él siempre probamos la aeronave esperando el peor escenario. Si no ocurre, seguimos. Si sucede, se detiene el vuelo, y se vuelve a plataforma para corregir ese error”, cierra.(Source/Photo/Author: Patricia Fernández Mainardi/DEF)
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