En los últimos dos años, Rusia ha enviado tropas a al menos tres países -y probablemente varios más- y está cerrando acuerdos militares con decenas de estados, señalando su regreso al continente.
El pasado 30 de julio, tres periodistas rusos viajaban por una carretera rural de la República Centroafricana cuando fueron interceptados por una decena de hombres encapuchados. Obligados a bajar del vehículo a punta de pistola, fueron llevados a un lado de la carretera y ejecutados a sangre fría. La versión oficial, sostenida tanto por las autoridades rusas como por las centroafricanas, es que habían sido víctimas de delincuentes comunes que les mataron para robarles.
Los reporteros trataban de llegar a un yacimiento de oro en una zona controlada por un grupo insurgente cerca de Ndassima. Querían comprobar hasta qué punto eran ciertos los rumores de que esta mina estaba siendo operada por una compañía propiedad de Yevgueni Prigozhin. Este empresario ruso es conocido como ‘el chef de Putin’, gracias una serie de lucrativos contratos de catering para abastecer al Kremlin. Pero también tiene otros negocios: aparece señalado formalmente como el máximo responsable de la célebre ‘granja de trolls’ de San Petersburgo en la investigación estadounidense sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de 2016. Y es el principal propietario de la compañía militar privada Wagner, cuyos miembros han sido desplegados recientemente en teatros como Ucrania o Siria.
De hecho, los amigos y colegas de los periodistas asesinados creen que la verdadera razón del crimen podría ser la investigación que estaban llevando a cabo sobre las actividades de Wagner en el país africano. Para respaldarlo, apuntan a las debilidades de la teoría oficial: que el chófer de los reporteros, superviviente de lo sucedido, ha contado varias historias parcialmente contradictoria, y se encuentra desde entonces en paradero desconocido, se cree que en manos de las fuerzas de seguridad centroafricanas; que otro coche que viajaba por la misma carretera pudo salir de allí sin percance alguno; que si los atacantes fuesen simples bandoleros, podrían haberles robado sin necesidad de matarles; y que otros periodistas que han investigado a Wagner han salido malparados, como Maxim Borodin, que cayó al vacío desde un décimo piso en Ekaterimburgo después de que miembros de las fuerzas de seguridad se presentasen en su casa, o el reportero de San Petersburgo Denis Korotkov, forzado a esconderse tras recibir amenazas de muerte debido a sus pesquisas.
Sea como fuere, haya o no miembros de Wagner en la República Centroafricana, este país se ha convertido en la punta de lanza de la penetración militar rusa en el continente. Faustin-Archange Touadéra, presidente desde 2016, está tratando de deshacerse de la tradicional influencia de Francia desplazándola por una mayor presencia de Rusia. Su asesor de seguridad nacional es un ciudadano ruso, y varios más forman parte de su guardia presidencial. Touadéra, de hecho, está convencido de que existen planes occidentales para derrocarle, por lo que considera que tiene motivos de sobra para echarse en los brazos de Moscú.
“Rusia está intensificando sus relaciones en África, y la República Centroafricana es uno de sus puntos de entrada. El Gobierno es débil, así que es un objetivo fácil”, afirma Thierry Vircoulon, experto en África Central del International Crisis Group, en una entrevista con la publicación Ozy. El propio Kremlin admite que a finales de 2017, 175 instructores rusos fueron enviados al país: cinco de ellos eran militares, y el resto “civiles”, aunque muchos observadores creen que eso significa en realidad que son miembros de Wagner, o tal vez de otra compañía militar privada rusa. “Todo el mundo en la República Centroafricana está diciendo que Wagner está allí”, señala Lewis Mudge, investigador para África de Human Rights Watch, en el mismo artículo.
En julio, el medio de investigación Africa Intelligence, con base en París, indicó que el Gobierno centroafricano había empezado a extraer diamantes en un yacimiento aluvial cerca de la capital, Bangui, con ayuda de una firma llamada Lobaye Invest. Según descubrió Africa Intelligence, la firma es una subsidiaria de la compañía de San Petersburgo M Invest, fundada por Prigozhin. Y de acuerdo con ese mismo medio, soldados de Wagner están transportado maquinaria de extracción al yacimiento en camiones blindados. De hecho, en octubre del año pasado, durante una visita a la ciudad rusa de Sochi, Tuadéra discutió con el ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov “el considerable potencial de asociación para la explotación de recursos minerales” en la República Centroafricana.
Intereses geopolíticos
De confirmarse, Wagner estaría utilizando el mismo modelo de negocio que en Siria, donde sus tropas servirían para estabilizar y asegurar una zona, beneficiándose de sus recursos, que de otra forma no podrían ser explotados. Tal y como explicaba recientemente a El Confidencial el analista de la Fundación Jamestown Sergey Suhankin, uno de los especialistas que más en profundidad ha estudiado el fenómeno de las compañías militares privadas rusas, estas “pueden ser usadas como poderes efectivos para poner bajo el control de uno riquezas y recursos, como minerales, petróleo, gas, en algunas regiones, como África o países poco desarrollados o zonas de inestabilidad. En ese sentido pueden ser usadas como ejércitos privados, no solo empresas. De hecho, Wagner es un ejército privado, no una CMP según la comprensión occidental del término”.
Pero los intereses rusos van mucho más allá de la extracción de minerales. La presencia rusa en la República Centroafricana, un estado hasta ahora considerado irrelevante para Moscú, ha sorprendido a los analistas, pero en realidad forma parte de una implicación militar rusa cada vez mayor en suelo africano. Rusia consiguió el año pasado una exención del embargo de armas vigente en el país desde el inicio del conflicto civil en 2014, y desde entonces se han producido al menos nueve envíos de armamento para el Gobierno central. “Los rusos quieren implantarse en la República Centroafricana, para tener un eje de influencia a través de Sudán en el norte, y al sur, hacia Angola. A los franceses se les odia como el viejo poder colonial. Las tropas estadounidenses se han ido. Es un país libre para ser tomado”, señala un alto oficial de las Naciones Unidas de forma anónima en un artículo de Newsweek.
En julio, un titular de la agencia rusa RIA Novosti proclamaba: “Rusia toma África sin luchar”, apuntando al peso creciente de Moscú en la región. En lo que va de año, Rusia ha cerrado acuerdos de cooperación militar con la República Democrática del Congo, Etiopía, Guinea y Mozambique, a lo que hay que sumar las crecientes exportaciones de armas. En septiembre, una veintena de países africanos enviaron delegaciones a la feria de armamento “Army 2018”, y muchos de ellos firmaron acuerdos de compra, incluyendo a Burkina Faso, Burundi, Chad, Ruanda y Zimbabwe. A esto se suman las ventas a países como Marruecos y sobre todo Argelia, cuyas adquisiciones suponen el 10% del total de las armas rusas que se exportan en todo el mundo.
Pero tal vez el socio más importante de Rusia en el continente africano en este ámbito sea Egipto, que en 2015 estableció una comisión bilateral de cooperación militar y tecnológica. Al año siguiente, los dos países empezaron a realizar ejercicios antiterroristas conjuntos, y en 2017 se firmó un acuerdo mediante el que se le permitió a la fuerza aérea rusa la entrada en el espacio aéreo egipcio y el uso de sus bases militares, lo que supondría “el despliegue más sustancial de fuerzas extranjeras en el norte de África desde los años 70”, según el Fondo Carnegie para la Paz Internacional.
Tropas rusas se encuentran acantonadas en el oeste de Egipto, muy cerca de Libia... donde se cree que puede haber también presencia rusa sobre el terreno. Este país parece haberse convertido en uno de los focos de interés militar de Moscú, abiertamente alineado con el general rebelde libio Jalifa Haftar, quien controla la mitad oriental del territorio libio y se niega a aceptar la autoridad del Gobierno respaldado por la ONU en Trípoli. Soldados rusos podrían estar apoyando a las fuerzas de Haftar y haber establecido gradualmente bases en varios puntos del país, donde según algunos medios se habrían desplegado incluso misiles antiaéreos y antinavales.
Se cree que fuerzas rusas también tienen presencia en Sudán. En diciembre, el periodista ruso Alexander Kots, que trabaja para un medio pro-Kremlin, publicó un vídeo que aparentemente mostraba a instructores rusos entrenando a soldados locales en el desierto sudanés. Y un miembro de una CMP habló recientemente de compañeros suyos afectados por la malaria a su regreso de Sudán. Según un medio local, numerosos testigos afirman haber visto a medio millar de soldados rusos en la región suroccidental, en la frontera con la República Centroafricana.
Sudán, la llave a África
Todas estas sospechas parecen confirmadas por una carta abierta publicada por la llamada Asamblea de Oficiales de Toda Rusia, una organización de veteranos de guerra, en la que pedían al Gobierno que legalice las compañías militares privadas, cuyos miembros reciben “medallas y signos de distinción militar del estado ruso” al tiempo que permanecen en un limbo legal que permite al Kremlin utilizar estos grupos a conveniencia manteniendo la posibilidad de negar toda implicación, e incluso castigar a sus integrantes si no se pliegan plenamente a sus deseos. Según dicha carta, solo en 2018 los miembros de las CMP han estado activos “no solo en Siria, sino también en la República Centroafricana, Sudán, Yemen, Libia y varios países africanos y árabes más”.
Desde hace al menos un año, el presidente sudanés Omar Al Bashir está buscando activamente la protección de Rusia frente a lo que define como “los actos agresivos de EEUU”, que, según él, buscan partir su país en cinco entidades diferentes. Al Bashir fue invitado a Sochi el pasado noviembre, pese a que sobre él pesa una orden de busca y captura del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra en Darfur, pero no parece que eso le quite el sueño a Vladímir Putin, que ve las oportunidades que el país le ofrece.
“Sudán tiene amplios lazos en África y puede ayudar a Rusia a desarrollar relaciones con países africanos. Sudán podría convertirse en la llave de Rusia a África. Somos miembtros de la Unión Africana. Tenemos grandes relaciones con todas las naciones africanas y estamos dispuestos a ayudar”, ha declarado Al Bashir, subrayando su posición como puente entre el mundo árabe y el continente africano.
Además de ser un importante comprador de gas ruso, Sudán ha sido el primer estado árabe en obtener cazas avanzados Sukhoi Su-35, y con anterioridad Rusia tampoco tuvo problemas en violar el embargo impuesto contra el país a raíz del conflicto en Darfur. Además, Al Bashir le ha ofrecido a Putin la construcción de una base militar rusa en el mar Rojo, en la zona de Port Sudan, aunque no está claro que Moscú vaya a aceptarlo, ante las importantes dificultades que el proyecto implicaría.
Pero el punto más sorprendente de la carta de los veteranos rusos es la mención a otra CMP hasta ahora desconocida, Patriot, que también contaría con vínculos estrechos con el aparato de seguridad ruso. Según la cadena rusa Dozhd, un representante del ministerio de Defensa ha confirmado que Patriot está protegiendo la construcción de una base militar rusa en Burundi. Además de eso, Rusia se prepara para construir un centro logístico en un puerto de Eritrea, y existen rumores sobre el establecimiento de una base naval en Somalilandia, la región separatista de Somalia no reconocida internacionalmente.
“A diferencia de su contraparte estadounidense, francesa o británica, el ejército ruso y sus derivaciones en forma de CMPs no son vistos como llevados por intereses políticos regionales que podrían inducirles a tomar parte en medidas desestabilizadoras; al contrario, los intereses continentales de Rusia pasan totalmente por asegurar la estabilización de África, y por lo tanto facilitar contratos comerciales, extractivos y de obras públicas para sus compañías”, indica Andrew Korybko, un analista geopolítico muy cercano al Kremlin. Por ello, no resulta demasiado sorprendente la experiencia del periodista Igor Pushkarev, quien en marzo de este año se presentó en el centro que Wagner tiene en Krasnodar y se hizo pasar por un recluta potencial. “La mitad de nuestros chicos se están preparando para África”, le dijo un instructor. Tanto por medios convencionales como de forma irregular, las fuerzas militares de Rusia han regresado al continente.(Source/Photo: El Confidencial)
El pasado 30 de julio, tres periodistas rusos viajaban por una carretera rural de la República Centroafricana cuando fueron interceptados por una decena de hombres encapuchados. Obligados a bajar del vehículo a punta de pistola, fueron llevados a un lado de la carretera y ejecutados a sangre fría. La versión oficial, sostenida tanto por las autoridades rusas como por las centroafricanas, es que habían sido víctimas de delincuentes comunes que les mataron para robarles.
Los reporteros trataban de llegar a un yacimiento de oro en una zona controlada por un grupo insurgente cerca de Ndassima. Querían comprobar hasta qué punto eran ciertos los rumores de que esta mina estaba siendo operada por una compañía propiedad de Yevgueni Prigozhin. Este empresario ruso es conocido como ‘el chef de Putin’, gracias una serie de lucrativos contratos de catering para abastecer al Kremlin. Pero también tiene otros negocios: aparece señalado formalmente como el máximo responsable de la célebre ‘granja de trolls’ de San Petersburgo en la investigación estadounidense sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de 2016. Y es el principal propietario de la compañía militar privada Wagner, cuyos miembros han sido desplegados recientemente en teatros como Ucrania o Siria.
De hecho, los amigos y colegas de los periodistas asesinados creen que la verdadera razón del crimen podría ser la investigación que estaban llevando a cabo sobre las actividades de Wagner en el país africano. Para respaldarlo, apuntan a las debilidades de la teoría oficial: que el chófer de los reporteros, superviviente de lo sucedido, ha contado varias historias parcialmente contradictoria, y se encuentra desde entonces en paradero desconocido, se cree que en manos de las fuerzas de seguridad centroafricanas; que otro coche que viajaba por la misma carretera pudo salir de allí sin percance alguno; que si los atacantes fuesen simples bandoleros, podrían haberles robado sin necesidad de matarles; y que otros periodistas que han investigado a Wagner han salido malparados, como Maxim Borodin, que cayó al vacío desde un décimo piso en Ekaterimburgo después de que miembros de las fuerzas de seguridad se presentasen en su casa, o el reportero de San Petersburgo Denis Korotkov, forzado a esconderse tras recibir amenazas de muerte debido a sus pesquisas.
Sea como fuere, haya o no miembros de Wagner en la República Centroafricana, este país se ha convertido en la punta de lanza de la penetración militar rusa en el continente. Faustin-Archange Touadéra, presidente desde 2016, está tratando de deshacerse de la tradicional influencia de Francia desplazándola por una mayor presencia de Rusia. Su asesor de seguridad nacional es un ciudadano ruso, y varios más forman parte de su guardia presidencial. Touadéra, de hecho, está convencido de que existen planes occidentales para derrocarle, por lo que considera que tiene motivos de sobra para echarse en los brazos de Moscú.
“Rusia está intensificando sus relaciones en África, y la República Centroafricana es uno de sus puntos de entrada. El Gobierno es débil, así que es un objetivo fácil”, afirma Thierry Vircoulon, experto en África Central del International Crisis Group, en una entrevista con la publicación Ozy. El propio Kremlin admite que a finales de 2017, 175 instructores rusos fueron enviados al país: cinco de ellos eran militares, y el resto “civiles”, aunque muchos observadores creen que eso significa en realidad que son miembros de Wagner, o tal vez de otra compañía militar privada rusa. “Todo el mundo en la República Centroafricana está diciendo que Wagner está allí”, señala Lewis Mudge, investigador para África de Human Rights Watch, en el mismo artículo.
En julio, el medio de investigación Africa Intelligence, con base en París, indicó que el Gobierno centroafricano había empezado a extraer diamantes en un yacimiento aluvial cerca de la capital, Bangui, con ayuda de una firma llamada Lobaye Invest. Según descubrió Africa Intelligence, la firma es una subsidiaria de la compañía de San Petersburgo M Invest, fundada por Prigozhin. Y de acuerdo con ese mismo medio, soldados de Wagner están transportado maquinaria de extracción al yacimiento en camiones blindados. De hecho, en octubre del año pasado, durante una visita a la ciudad rusa de Sochi, Tuadéra discutió con el ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov “el considerable potencial de asociación para la explotación de recursos minerales” en la República Centroafricana.
Intereses geopolíticos
De confirmarse, Wagner estaría utilizando el mismo modelo de negocio que en Siria, donde sus tropas servirían para estabilizar y asegurar una zona, beneficiándose de sus recursos, que de otra forma no podrían ser explotados. Tal y como explicaba recientemente a El Confidencial el analista de la Fundación Jamestown Sergey Suhankin, uno de los especialistas que más en profundidad ha estudiado el fenómeno de las compañías militares privadas rusas, estas “pueden ser usadas como poderes efectivos para poner bajo el control de uno riquezas y recursos, como minerales, petróleo, gas, en algunas regiones, como África o países poco desarrollados o zonas de inestabilidad. En ese sentido pueden ser usadas como ejércitos privados, no solo empresas. De hecho, Wagner es un ejército privado, no una CMP según la comprensión occidental del término”.
Pero los intereses rusos van mucho más allá de la extracción de minerales. La presencia rusa en la República Centroafricana, un estado hasta ahora considerado irrelevante para Moscú, ha sorprendido a los analistas, pero en realidad forma parte de una implicación militar rusa cada vez mayor en suelo africano. Rusia consiguió el año pasado una exención del embargo de armas vigente en el país desde el inicio del conflicto civil en 2014, y desde entonces se han producido al menos nueve envíos de armamento para el Gobierno central. “Los rusos quieren implantarse en la República Centroafricana, para tener un eje de influencia a través de Sudán en el norte, y al sur, hacia Angola. A los franceses se les odia como el viejo poder colonial. Las tropas estadounidenses se han ido. Es un país libre para ser tomado”, señala un alto oficial de las Naciones Unidas de forma anónima en un artículo de Newsweek.
En julio, un titular de la agencia rusa RIA Novosti proclamaba: “Rusia toma África sin luchar”, apuntando al peso creciente de Moscú en la región. En lo que va de año, Rusia ha cerrado acuerdos de cooperación militar con la República Democrática del Congo, Etiopía, Guinea y Mozambique, a lo que hay que sumar las crecientes exportaciones de armas. En septiembre, una veintena de países africanos enviaron delegaciones a la feria de armamento “Army 2018”, y muchos de ellos firmaron acuerdos de compra, incluyendo a Burkina Faso, Burundi, Chad, Ruanda y Zimbabwe. A esto se suman las ventas a países como Marruecos y sobre todo Argelia, cuyas adquisiciones suponen el 10% del total de las armas rusas que se exportan en todo el mundo.
Pero tal vez el socio más importante de Rusia en el continente africano en este ámbito sea Egipto, que en 2015 estableció una comisión bilateral de cooperación militar y tecnológica. Al año siguiente, los dos países empezaron a realizar ejercicios antiterroristas conjuntos, y en 2017 se firmó un acuerdo mediante el que se le permitió a la fuerza aérea rusa la entrada en el espacio aéreo egipcio y el uso de sus bases militares, lo que supondría “el despliegue más sustancial de fuerzas extranjeras en el norte de África desde los años 70”, según el Fondo Carnegie para la Paz Internacional.
Tropas rusas se encuentran acantonadas en el oeste de Egipto, muy cerca de Libia... donde se cree que puede haber también presencia rusa sobre el terreno. Este país parece haberse convertido en uno de los focos de interés militar de Moscú, abiertamente alineado con el general rebelde libio Jalifa Haftar, quien controla la mitad oriental del territorio libio y se niega a aceptar la autoridad del Gobierno respaldado por la ONU en Trípoli. Soldados rusos podrían estar apoyando a las fuerzas de Haftar y haber establecido gradualmente bases en varios puntos del país, donde según algunos medios se habrían desplegado incluso misiles antiaéreos y antinavales.
Se cree que fuerzas rusas también tienen presencia en Sudán. En diciembre, el periodista ruso Alexander Kots, que trabaja para un medio pro-Kremlin, publicó un vídeo que aparentemente mostraba a instructores rusos entrenando a soldados locales en el desierto sudanés. Y un miembro de una CMP habló recientemente de compañeros suyos afectados por la malaria a su regreso de Sudán. Según un medio local, numerosos testigos afirman haber visto a medio millar de soldados rusos en la región suroccidental, en la frontera con la República Centroafricana.
Sudán, la llave a África
Todas estas sospechas parecen confirmadas por una carta abierta publicada por la llamada Asamblea de Oficiales de Toda Rusia, una organización de veteranos de guerra, en la que pedían al Gobierno que legalice las compañías militares privadas, cuyos miembros reciben “medallas y signos de distinción militar del estado ruso” al tiempo que permanecen en un limbo legal que permite al Kremlin utilizar estos grupos a conveniencia manteniendo la posibilidad de negar toda implicación, e incluso castigar a sus integrantes si no se pliegan plenamente a sus deseos. Según dicha carta, solo en 2018 los miembros de las CMP han estado activos “no solo en Siria, sino también en la República Centroafricana, Sudán, Yemen, Libia y varios países africanos y árabes más”.
Desde hace al menos un año, el presidente sudanés Omar Al Bashir está buscando activamente la protección de Rusia frente a lo que define como “los actos agresivos de EEUU”, que, según él, buscan partir su país en cinco entidades diferentes. Al Bashir fue invitado a Sochi el pasado noviembre, pese a que sobre él pesa una orden de busca y captura del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra en Darfur, pero no parece que eso le quite el sueño a Vladímir Putin, que ve las oportunidades que el país le ofrece.
“Sudán tiene amplios lazos en África y puede ayudar a Rusia a desarrollar relaciones con países africanos. Sudán podría convertirse en la llave de Rusia a África. Somos miembtros de la Unión Africana. Tenemos grandes relaciones con todas las naciones africanas y estamos dispuestos a ayudar”, ha declarado Al Bashir, subrayando su posición como puente entre el mundo árabe y el continente africano.
Además de ser un importante comprador de gas ruso, Sudán ha sido el primer estado árabe en obtener cazas avanzados Sukhoi Su-35, y con anterioridad Rusia tampoco tuvo problemas en violar el embargo impuesto contra el país a raíz del conflicto en Darfur. Además, Al Bashir le ha ofrecido a Putin la construcción de una base militar rusa en el mar Rojo, en la zona de Port Sudan, aunque no está claro que Moscú vaya a aceptarlo, ante las importantes dificultades que el proyecto implicaría.
Pero el punto más sorprendente de la carta de los veteranos rusos es la mención a otra CMP hasta ahora desconocida, Patriot, que también contaría con vínculos estrechos con el aparato de seguridad ruso. Según la cadena rusa Dozhd, un representante del ministerio de Defensa ha confirmado que Patriot está protegiendo la construcción de una base militar rusa en Burundi. Además de eso, Rusia se prepara para construir un centro logístico en un puerto de Eritrea, y existen rumores sobre el establecimiento de una base naval en Somalilandia, la región separatista de Somalia no reconocida internacionalmente.
“A diferencia de su contraparte estadounidense, francesa o británica, el ejército ruso y sus derivaciones en forma de CMPs no son vistos como llevados por intereses políticos regionales que podrían inducirles a tomar parte en medidas desestabilizadoras; al contrario, los intereses continentales de Rusia pasan totalmente por asegurar la estabilización de África, y por lo tanto facilitar contratos comerciales, extractivos y de obras públicas para sus compañías”, indica Andrew Korybko, un analista geopolítico muy cercano al Kremlin. Por ello, no resulta demasiado sorprendente la experiencia del periodista Igor Pushkarev, quien en marzo de este año se presentó en el centro que Wagner tiene en Krasnodar y se hizo pasar por un recluta potencial. “La mitad de nuestros chicos se están preparando para África”, le dijo un instructor. Tanto por medios convencionales como de forma irregular, las fuerzas militares de Rusia han regresado al continente.(Source/Photo: El Confidencial)
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