Estas impactantes cifras reflejan que las fuerzas de defensa locales de algunos distritos se están evaporando ante la presión de los talibanes, a veces sin luchar, debido en parte a la percepción de que el gobierno está condenado debido a la inminente retirada de Estados Unidos de Afganistán a finales de este año.
Y eso, a su vez, implica que enormes volúmenes de equipo militar donado o vendido a Afganistán para ayudarle a luchar contra los talibanes pueden seguir llegando a manos de ese mismo grupo.
Resumen de los daños
El recuento procede de un informe de investigación de código abierto publicado en el blog Oryx por Stijn Mitzer y Joost Oliemans. El informe, que se actualiza continuamente, ha catalogado cientos de fotos publicadas en Internet por los talibanes sobre equipos militares afganos destruidos o capturados. El blog se distinguió anteriormente por su detallada investigación de fuente abierta sobre las pérdidas de equipo en el conflicto de Nagorno-Karabaj de 2020.
Hasta la noche del 30 de junio, el estudio encontró pruebas de que 715 vehículos ligeros habían caído en manos de los talibanes, y otros 65 habían sido destruidos. Obviamente, es probable que haya muchos más vehículos perdidos que no se han contabilizado por no haber quedado registrados en fotos o vídeos.
Entre las pérdidas de vehículos confirmadas destacan
270 camiones ligeros Ford Ranger
141 camiones medianos Navistar International 7000
329 Humvees M1151 y M1152 configurados para la carga. Estas variantes cuentan con un blindaje mejorado y motores más potentes.
21 vehículos blindados resistentes a las minas Oshkosh ATV
Para contextualizar, en 2018 las fuerzas armadas de Afganistán habrían operado 26.000 vehículos, incluyendo 13.000 Humvees de diversas marcas, mientras que Mitzer escribe que un total de 25.000 Humvees han sido transferidos a Afganistán para 2021. Durante los períodos de intensificación de los combates, el gobierno afgano suele perder 100 Humvees a la semana.
Si los talibanes pueden conseguir el combustible necesario, su creciente inventario de vehículos podría mejorar la movilidad operativa del grupo, es decir, su capacidad para concentrar fuerzas en todo Afganistán. Los vehículos también pueden servir para transportar armas pesadas de apoyo, como morteros, ametralladoras pesadas y rifles sin retroceso. Los talibanes también han utilizado los Humvees capturados para infiltrarse en los perímetros del gobierno y montar mortíferos atentados suicidas.
Las pérdidas de vehículos blindados incluyen un puñado de viejos APC M113 y tanques soviéticos, pero también 27 carros blindados M1117 de quince toneladas armados con ametralladoras y lanzagranadas automáticas Mark 19.
En cuanto a la artillería, además de trece morteros de menor alcance, los talibanes capturaron diecisiete obuses remolcados D-30 de 122 milímetros, el equivalente a un batallón de artillería. Los obuses de la Guerra Fría no son armas de alta tecnología, pero siguen siendo letales y pueden bombardear objetivos a una distancia de hasta 9,6 millas con proyectiles convencionales, una capacidad que probablemente se aproveche en un escenario de asedio urbano.
Los talibanes también destruyeron (pero no capturaron) tres Mi-17 y un helicóptero de transporte UH-60A en junio.
Dicho esto, hasta ahora las pérdidas documentadas no parecen implicar tecnologías sensibles que puedan comprometer las capacidades militares de Estados Unidos o suponer una gran amenaza terrorista, como los misiles tierra-aire lanzados desde el hombro.
Regreso al futuro fundamentalista en Afganistán
Las insurgencias que tienen suficiente éxito acaban intentando una arriesgada transición a la guerra convencional en la que se enfrentan a las fuerzas del gobierno de frente en lugar de confiar en tácticas de ataque y huida.
Esa sería una experiencia familiar para los talibanes. Antes de la intervención de Estados Unidos a finales de 2001, el grupo extremista controlaba la mayor parte del territorio afgano y poseía cientos de vehículos blindados e incluso una fuerza aérea con cazas y aviones de transporte, muchos de ellos pilotados por pilotos cautivos obligados a servir bajo coacción.
Apoyados por la agencia pakistaní Inter-Services Intelligence (ISI), los talibanes se fueron imponiendo poco a poco en una prolongada guerra civil con la opositora Alianza del Norte. Pero tras los atentados del 11-S, el armamento pesado de los talibanes fue barrido por los bombardeos estadounidenses. El antiguo gobierno de facto volvió a las colinas y siguió luchando a pesar de dos décadas de presión militar estadounidense y afgana.
Cuando Estados Unidos llegó a un acuerdo con los talibanes en 2020, no contó con la participación del gobierno afgano y, a pesar de un breve alto el fuego en marzo, los talibanes han seguido atacando a las fuerzas gubernamentales. Las asombrosas pérdidas de equipo en junio sugieren que cada vez más afganos están llegando a la conclusión de que una victoria militar talibán es inevitable. Esto podría presagiar la transición de los talibanes a una postura más orientada a la guerra convencional.
Para ser justos, es posible que Kabul pueda revertir el impulso talibán en la guerra de percepción. El ejército afgano cuenta con una capacidad de aviación de combate cada vez mayor y un núcleo veterano de fuerzas especiales y de reacción rápida. E incluso si los talibanes acaban por apoderarse de los centros de población, hay segmentos de la sociedad afgana que probablemente seguirán resistiendo al grupo dominado por los pastunes, especialmente entre las minorías tayika y hazara, muy representadas en la antigua Alianza del Norte.
Los actores regionales en torno a Afganistán -pensemos en China, India, Irán, Pakistán, Rusia, Turquía y la mayoría de los Estados de Asia Central- también podrían ocupar el vacío dejado por Washington, posiblemente por temor a que unos talibanes reaparecidos puedan inspirar a grupos extremistas islámicos desestabilizadores en su propio territorio, o por ver una oportunidad de cultivar más influencia en la región.Esta ayuda podría asegurar la supervivencia del gobierno afgano o al menos de una oposición antitalibán, pero parece poco probable que impida que los talibanes sigan siendo un actor poderoso, si no dominante, en la política afgana.
Por ahora, Kabul debe tratar de frenar la hemorragia de su inventario, no sólo para invertir la creciente percepción pública de una inevitable victoria talibán tras la salida de Estados Unidos, sino para evitar que su propio arsenal se vuelva en su contra. (Source/Photo:Sebastien Roblin/Forbes)
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