La base de Bajada del Agrio ya funciona en un predio de 200 hectáreas. Tiene tecnología para explorar el espacio y la maneja un organismo militar chino.

La base espacial china en Bajada del Agrio, Neuquén.

En un predio de 200 hectáreas en la localidad de Bajada del Agrio, Neuquén, funciona la llamada “Base China” en la Argentina. Está operando. Y lo seguirá haciendo durante medio siglo más. Así lo estipula el “Acuerdo de Cooperación” que empezaron a negociar administrativamente en 2012 Cristina Kirchner y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping.

El 28 de julio de 2018, The New York Times imprimió un gran título en su portada: “Desde una estación espacial en la Argentina, China expande su presencia en Latinoamérica”. Esa nota señalaba ya en aquel momento la preocupación de los Estados Unidos por el verdadero uso que China podría darle a ese centro operativo que ya funciona en la zona de Quintuco.

Clarín accedió a los documentos del convenio y a sus anexos reservados que los gobiernos de Argentina y China firmaron en 2012.

La simple lectura de esos papeles sólo puede llevar a una conclusión: que la preocupación de la Casa Blanca -que se hizo oficial con la declaración del jefe del Comando Sur ante el Congreso de Estados Unidos de la semana pasada- no es infundada.

¿Hay Base Militar China en Bajada del Agrio, Neuquén?
Sí.

¿Está en condiciones de utilizarse como centro de acopio de espionaje de comunicaciones?
Sí.

¿Cuáles fueron las condiciones que impusieron un país y otro para que China utilice durante medio siglo esas 200 hectáreas de la Patagonia donde funciona una construcción tecnológica, hipervigilada, a la que no tienen acceso las autoridades nacionales?
Argentina cedió a cambio de cero centavos las 200 hectáreas de la Patagonia ocupadas ahora por la mayor potencia de Oriente; garantizó que aceleraría las visas de migraciones para los ciudadanos chinos que trabajen en Neuquén y también permitió y colaboró para que el centro de operaciones chino use frecuencias de comunicación del espectro radioeléctrico nacional y haga así funcionar su antena gigantesca.

Entre muchos otros puntos sugestivos que surgen del texto de los documentos oficiales, no divulgados para que toda la sociedad conociera la verdad sobre la “Base China”, el Gobierno K acordó que los chinos exploradores de Bajada del Agrio tendrían protección para que nadie interfiera en su trabajo a través de tecnología de espionaje en un radio de 100 kilómetros a la redonda.

La “Base China” esconde algo que los chinos no quieren que nadie pueda interceptar.

El texto de uno de los anexos más desconocidos estipula lo siguiente: “Adicionalmente, se declarará una zona de exclusión alrededor del sitio CTLC-CONAE-NEUQUEN al momento de entrar en vigor el presente Acuerdo, impidiendo el uso de todas las bandas detalladas en la sección 1.2 a nuevos sistemas de comunicaciones. La zona de exclusión tendrá un radio de 100 km para las bandas por debajo de 10 GHz y de 50 km para las superiores a los 20 GHz”.

Y se agrega después otro párrafo llamativo, o tal vez a esta altura ya no tanto: “También se proporcionará al sitio CLTC-CONAE-NEUQUEN protección contra dispositivos distintos de radiocomunicaciones, tales como aparatos domésticos, dispositivos automotrices, resultantes de zonas cercanas al CLTC-CONAE-NEUQUEN…”. En ese punto del Anexo IV se detalla también a cuánto debe ascender “los niveles” de “interferencias para radiofrecuencias”.

Las siglas CLTC corresponden al organismo chino que está al mando de las doscientas hectáreas patagónicas y los cien kilómetros invisibles de protección para interferencias de las comunicaciones de radiofrecuencias que se transmiten o reciben desde allí: el China Satellite Launch and Tracking Control General.

El CLTC depende del Ministerio de Defensa de la República Popular China. Es un ente militar.

La CONAE pertenece al Estado Nacional. Así se resume el nombre de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales de nuestro país.

¿Qué consiguió la CONAE a cambio de que el Gobierno permitiera instalar la Base China?
Poder utilizar el 10% del tiempo “de la antena de espacio lejano, por año, no acumulable a través de los años”.

La Argentina acordó con China que su base espacial le permitirá al organismo espacial argentino “instalar, mantener y operar equipamiento para procesamiento de datos”, y se remarca, “a su propio cargo”. Siempre que este se haga “sobre una base de no interferencia con las actividades de apoyo de CLTC”. Además, los técnicos militares chinos dejarán a la Argentina acceder a ese beneficio “mediante solicitud escrita remitida, como mínimo, con tres meses de anticipación”. Precauciones orientales impuestas a un país donde las políticas de Estado de largo plazo no son una costumbre.

Luego de la lectura del Convenio y sus anexos no se determina que la CLTC oriental tenga la obligación de informar a nuestro país sobre qué está trabajando. Es decir, la CONEA obtuvo la posibilidad de acceder a los datos de la “Base China” pero del futuro, siempre y cuando la solicitud se entregue por escrito y esté bien redactada.

Como se dijo por vías diplomáticas, el gobierno de Mauricio Macri logró imponer un anexo donde se acordó que la “Base China” no se utilizará con fines “militares”.

Sin embargo, el simple título de este tratado ya parece explicitar que lo que realmente le importaba a China no era hacer pie en la Patagonia para ejercitarse ni asentarse militarmente. Directamente buscaban explorar el espacio exterior con satélites.

El primer punto señala que se instalarían en la Argentina aparatos que permitieron captar “datos” de la Tierra pero con tecnología que esté fuera de ella. Es decir, en el espacio.

Los enigmas que planteaba la nota de The New York Times quedan de manifiesto en los acuerdos y anexos firmados entre la Argentina y China en 2012.

El título especifica que se trata de un “Acuerdo de Cooperación del Programa Chino de Exploración de la Luna entre China Satellite Launch and Tracking Control General (CLTC) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales de la República Argentina (CONAE)”.

Y que se firmó para “Establecer Instalaciones de Seguimiento Terrestre, Comando y Adquisición de Datos, Incluida una Instalación de una Antena para Investigación del Espacio Lejano en la Provincia de Neuquén, Argentina”.

Más allá de que después el “Acuerdo” desarrolla bastante el plan espacial de China, el punto central que se remarca en el nombre de esta “cooperación” es el de la posibilidad de que el país oriental indague sobre el “seguimiento” y la “adquisición” de datos que se emitan en la “tierra”.

The New York Times citó en su artículo a varios expertos en Defensa que alertan sobre la posibilidad de que la “Base China” se utilice para recolectar información vía el posible espionaje tecnológico satelital, escondido detrás de una fachada que tampoco es ficticia sino igualmente real: el avance de la potencia oriental hacia la Luna.

En la nota del diario norteamericano hablan varios argentinos.

Uno de ellos es el intendente de Bajo del Agrio, la localidad más cercana al centro de operaciones de la polémica, paradójicamente, una localidad que buscar reconectarse a su propio país desde que la Ruta 40 cambió su trazo y dejó de pasar por esa zona, alejando a su pueblo de posibilidades de progreso.

El hombre se llama Ricardo Fabián Esparza y usó una metáfora simple para describir lo que teme él, y también expertos internacionales –que lo dicen con lenguaje más técnico y menos llano para el público no científico: “Desde ese telescopio es probable que puedan ver hasta qué calzones estamos usando”, fue la expresión y síntesis del jefe comunal neuquino.(Source/Photo/Author: Nicolás Wiñazki/Clarin.com)