Por Luis Piñeiro - Defensa.com
El Ministerio de Seguridad argentino ha adquirido a Israel tres sistemas integrados de control de frontera por un monto de 35 millones de dólares. La operación, realizada bajo la fórmula de Gobierno a Gobierno, implica la instalación de los centros de vigilancia en La Quiaca (Jujuy), Aguas Blancas (Salta) y Puerto Iguazú (Misiones), este último para la protección de la famosa Triple Frontera.
Con la misma tecnología utilizada habitualmente en las líneas fronterizas israelíes, lo que garantizaría una efectividad elevada, constan de un sistema de vigilancia electrónica con cámaras instaladas en globos aerostáticos. Estas cámaras y sensores, instalados a una altitud de 600 metros, permiten escudriñar el panorama y observar un vehículo a casi quince kilómetros de distancia, posibilitando la verificación del movimiento de personas a unos siete kilómetros. Asimismo, el sistema se complementa con cámaras fijas y elementos de alerta de movimiento, que pueden orientar a los globos hacia los objetivos.
Todo el equipamiento se caracteriza por su alta movilidad, lo que permite desplegar a las unidades hacia otros lugares en forma rápida según los requerimientos tácticos. Los lugares seleccionados para la instalación de los puestos de vigilancia obedecen a las crecientes intrusiones de la frontera nacional. Las áreas limítrofes con Bolivia y Paraguay representan hoy los puntos más complejos y peligrosos, vías impunes de entrada de la droga que llega a las principales ciudades argentinas.
Extensas superficies difíciles de vigilar, fuerzas de seguridad casi inexistentes, ya que la mayoría de su personal se encuentra, contraviniendo su razón de ser, realizando tareas de vigilancia interior en las ciudades y un preocupante grado de corrupción en aumento, hace de estas regiones fronterizas tierra de nadie, lo que es aprovechado por las organizaciones mafiosas para el transporte de estupefacientes, la trata de personas y el contrabando de mercaderías, vendidas luego en mercados ilegales de las principales urbes del país.
La suavidad de las leyes migratorias argentinas, producto de una equivocada política de amistad hacia otros países del continente, ha sido aprovechada por elementos delictivos que se han instalado fuertemente durante años en las ciudades y que reciben continuamente el flujo de drogas, mercaderías y personas indocumentadas e ilegales, lo que ha provocado un gigantesco incremento del consumo, comercialización y movimiento de drogas, a la vez que traslada una problemática inmigratoria muy compleja.
En un abrir y cerrar de ojos, el nuevo gobierno argentino se topó con alarmantes cifras de inmigrantes ilegales, entre bolivianos, paraguayos y africanos, comerciando productos de contrabando en las ciudades principales, conformando un problema de seguridad interna mayúsculo al que nadie había prestado atención en los últimos años, más allá de la advertencia de periodistas especializados. De la noche a la mañana, la Argentina se convirtió en el primer país consumidor y exportador cocaína del continente, toda proveniente de Bolivia que llega a la famosa Hidrovía para su exportación a Europa.
Con un escenario de líneas limítrofes desguarnecidas, ya que, como decimos, sus prefectos o gendarmes están en las principales ciudades jugando a policías, en vez de guarnecer las fronteras como marca la Ley, miles de kilómetros han sido aprovechados para la penetración de elementos marginales. Esperemos que la inversión en equipos contribuya a poner en orden la situación caótica que se vive en el espacio fronterizo de la República Argentina.
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