Análisis GESI
Por: SAMUEL MORALES
Robert Ross, en su artículo “The Geography of the Peace. East Asia in the Twenty-first Century”[1]afirma que la relación de bipolaridad entre China y los Estados Unidos durante el siglo XXI previsiblemente será estable y pacífica, en parte porque la geografía refuerza las tendencias hacia el equilibrio en el orden regional. Además, afirma que la geopolítica también refuerza estas dinámicas, ya que las esferas de influencia de ambas potencias, una continental y la otra marítima, están delimitadas geográficamente, separadas por el mar e influidas por sus respectivos imperativos geopolíticos, que no conducirán a un conflicto mientras sus intereses vitales regionales y respectivas capacidades militares no entren en una dinámica de competición.
Por otra parte, Robert Kaplan en su libro “La venganza de la geografía”[2], cita a uno de los padres de la geopolítica, Nicholas John Spykman, para referir que una China moderna, revitalizada y militarizada se convertiría en una amenaza no sólo para Japón, sino también para la posición de las potencias occidentales en el Mediterráneo asiático. China será una potencia continental de dimensiones gigantescas y ostentará el control de gran parte del litoral intermedio. Su posición geográfica será similar a la de Estados Unidos con respecto al Mediterráneo americano. Cuando China se haga fuerte, es indudable que su penetración económica en la región adoptará connotaciones políticas; por lo que es posible imaginar el día en que esa masa de agua estará controlada no por el poder marítimo británico, estadounidense o japonés, sino por el poder aéreo chino.
En línea con la visión de Kaplan, John Mearsheimer, en su artículo “The Gathering Storm: China’s Challenge to US Power in Asia” [3], realiza un análisis prospectivo de la influencia que el auge de China y la estrategia de contención de los Estados Unidos tendrá sobre la política internacional y las relaciones de seguridad en la región de Asia-Pacífico. Sus conclusiones vaticinan un inevitable aumento de la tensión entre los dos países en esta región, siempre que China mantenga su crecimiento económico y, consecuentemente, un afán por asegurar su propia seguridad y convertirse en un hegemón regional.
La “maldición de Tucídides” sostiene que el cambio de posición hegemónica en el sistema internacional es resultado de una confrontación de ésta con la anterior. El proceso histórico que se está llevando a cabo en China, es uno de esos procesos que alteran el orden geoeconómico y geoestratégico global, y el propio curso de la historia universal. Todo se ve afectado por este proceso, pero sólo con el tiempo conoceremos el resultado de su impacto. China defiende a ultranza su esencia, la soberanía estatal y su corolario, el principio de no injerencia. En este sentido, China no es tanto una amenaza a los pilares del orden internacional como un desafío a las potencias tradicionales del sistema interestatal y al reparto de poder que opera en alguna de las instituciones secundarias del orden establecido[4]. Evitar el dominio estadounidense en Asia es una de las grandes preocupaciones exteriores chinas, especialmente desde que en 1999, Estados Unidos formulara la estrategia del reequilibrio o del giro asiático, reconociendo que la historia política y económica del siglo XXI se escribiría en Asia.
Se analizan en este documento la nueva dinámica de actuación que desarrolla China en el Sudeste Asiático, manteniendo un equilibrio entre la promoción de la seguridad y la estabilidad en la región y la defensa de sus derechos e intereses; así como su posible influencia en un entorno regional que alberga un gran número de países cuyo crecimiento económico durante los próximos años mantendrá una línea creciente.
El auge del Sudeste Asiático en un mundo globalizado
El mundo se encuentra en un proceso continuo de evolución, acelerado en los últimos años por la convergencia de diferentes ciclos que está reconfigurando las relaciones no solo entre países, sino también entre ciudadanos y gobiernos; un mundo en el que se está produciendo un paulatino desplazamiento del poder desde las jerarquías clásicas hacia los movimientos que utilizan las nuevas redes que proporciona la tecnología, lo que requerirá necesariamente una adaptación en el arte de gobernar que previsiblemente producirá una modernización de las instituciones internacionales que provienen, en su mayor parte, de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Este proceso de adaptación está caracterizado por la confluencia de tres ciclos. Un primer ciclo, iniciado durante el año 2008 con el surgimiento de la crisis financiera y con un alto impacto sistémico sobre la mayor parte de los países europeos. Un segundo ciclo, caracterizado por un fenómeno de globalización mundial que poco a poco va produciendo un proceso de homogenización y convergencia mundial, que dará lugar al reequilibrio del mundo bajo parámetros diferentes a aquellos que hemos considerado hasta el momento. Y por último, un tercer ciclo en el que parece vislumbrarse el final de la preponderancia europea a nivel internacional, en beneficio del ascenso de países considerados emergentes que merced a los beneficios de la convergencia tecnológica, están evolucionando desde potencias demográficas hacia potencias políticas, gracias a su poderío económico. No obstante, mientras se produce la adaptación y sincronización de estos ciclos, el mundo deviene en una época de globalización y gran volatilidad, dónde las crisis están más interconectadas entre sí, haciendo más difícil mantenerse al margen ante el apabullante efecto de la interdependencia sobre el concepto de seguridad en su más amplio contenido.
Asia alberga gran parte del dinamismo económico, financiero y tecnológico internacional. En concreto, el Sudeste Asiático, a diferencia del noroeste inmerso en las tensiones provocadas por Corea del Norte, se configura como un conjunto de Estados que, dejando atrás sus problemas de legitimidad interna y construcción del Estado, están preparados para defender lo que consideran sus derechos territoriales fuera de sus fronteras; convergiendo en el entorno marítimo con dos gigantes demográficos como China y la India. Durante las últimas décadas, el eje económico y demográfico del planeta se ha desplazado de forma considerable hacia el extremo opuesto de Eurasia, donde los espacios entre los grandes centros de población son esencialmente marítimos. El Mar del Sur de China, la masa de agua a la que se refería Spykman, se ha transformado en un lugar estratégico para el comercio marítimo internacional, pero también en un entorno fundamental para el proyecto de integración regional presentado por China en 2013, la Ruta de la Seda Marítima[5]. No obstante, no puede obviarse que el Mar del Sur de China se ha transformado en los últimos años en un foco de tensiones, motivadas fundamentalmente por las reclamaciones territoriales, cuyas verdaderas causas se pueden situar en la existencia de ingentes recursos energéticos y biológicos.
Por otra parte, puede considerarse que China ha sido el máximo beneficiario a nivel estratégico del colapso de la Unión Soviética. En el plano continental, superadas las divisiones internas y el estancamiento económico, el país disfruta de ventajas en el plano geopolítico con respecto a Rusia como resultado de su mayor población, recursos agrarios y centros industriales en el noroeste de Asia; además posee líneas de comunicación interna que le proporcionan una importante profundidad estratégica. Todo ello le ha permitido ejercer una gran influencia sobre el territorio continental del Sudeste Asiático tras la retirada de los Estados Unidos en 1975. Los Estados Unidos, por otra parte, han mantenido su influencia marítima en la región, a pesar de la pérdida de sus bases en Tailandia en 1975 y Filipinas en 1991, gracias a la falta de medios e instalaciones de otros países para proyectar su poder en la región, lo que les ha permitido no sólo mantener el dominio marítimo regional, sino también el control de las líneas de comunicación marítima que conectan el Sudeste Asiático con Oriente Medio.
El otro gran actor regional, los Estados Unidos, no puede ser considerado en ningún caso como una potencia en decadencia en términos relativos o absolutos. Su dominio tecnológico y económico a nivel mundial y sus capacidades militares le permiten ejercer una gran influencia sobre otros actores, aislándole de sus eventuales aliados y neutralizando, llegado el caso, sus capacidades; mientras, de forma simultánea garantiza el acceso a los recursos internacionales tanto a sus aliados como a sí mismo. Sus principales intereses en el Sudeste Asiático responden, en primer lugar, a garantizar la suficiencia presencia estratégica en los asuntos regionales de manera que pueda evitar el intento de cualquier otra potencia por dominar la región; en segundo lugar, pretende asegurar el acceso a los mercados internacionales y recursos estratégicos tanto para sí mismo como para sus aliados en caso de crisis.
Durante los próximos años, China y los Estados Unidos serán las dos grandes potencias del Sudeste Asiático. Difícilmente en el futuro construyan sus relaciones sobre la base de una alianza estratégica, antes bien, previsiblemente sus relaciones estarán caracterizadas por rivalidades estratégicas sobre la base de la competencia en ámbitos como el de la seguridad y la influencia regional. Los Estados Unidos han manifestado de forma clara su intención de continuar sus tránsitos y patrullas militares, tanto aéreas como marítimas, a través de las aguas y territorios reclamados por China en el Mar de China para contribuir a mantener, entre otros objetivos, la libertad de navegación y un entorno seguro y estable en una región que tiene una gran influencia sobre el transporte de bienes y productos energéticos; flujos comerciales de los que China es dependiente, ya que su modelo de crecimiento económico está muy influenciado por la exportación de productos manufacturados desde los puertos de Hong Kong, Shénzhen y Guangzhou, que representan el cuarenta por ciento del producto interior bruto del país[6].
La dualidad o los dos lados de una misma cosa
La acción exterior de China en el Sudeste Asiático, presenta aspectos que inducen a mantener una cierta prevención. De una parte, tanto el presidente Xi Jimping como el primer ministro Li Kequiang muestran una postura conciliadora orientada hacia el mantenimiento de unas buenas relaciones de vecindad y amistad, lo que les ha llevado a visitar los países vecinos de la región, iniciar el proyecto de la Ruta de la Seda Marítima e incluso proponer medidas de cooperación con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). De otra parte, las autoridades chinas mantienen una postura de cierta agresividad en sus reclamaciones territoriales, materializada por la construcción de islas artificiales, frecuentes incidentes con las marinas de países vecinos, actividades de prospección de recursos energéticos en aguas reclamadas por Vietnam y la declaración de una Zona de Identificación de Defensa Área en noviembre de 2013.
Por otra parte, China sostiene una reclamación histórica sobre el Mar del Sur de China, situando sus derechos sobre un gran anillo, conocido como “la lengua de vaca”, que abarca desde la isla china de Hainan en el extremo norte del Mar del Sur de China hasta mil doscientas millas de distancia de Singapur y Malasia. El resultado de esta reclamación es que los nueve Estados ribereños están más o menos enfrentados con Pekín, y por lo tanto dependen en gran medida del apoyo diplomático y militar de los Estados Unidos. China se niega a negociar las disputas territoriales en el seno de la ASEAN y exige encuentros bilaterales con las naciones afectadas, lo que limita las posibles alianzas entre diferentes actores como Japón, cuyas disputas se localizan en el Mar de China Oriental, y Filipinas, cuyas disputas se ubican en el Mar del Sur de China.
Este entorno, influenciado por el políticas de sesgo nacionalista y acciones de relativa agresividad, está en el origen de que la mayor parte de las fuerzas armadas de los países de la región estén orientándose hacia el exterior, con marinas de guerra y fuerzas áreas caracterizadas por un alto nivel tecnológico. Durante más de una década, gran parte de estos países han incrementado su gasto en defensa con objeto de modernizar sus capacidades militares, particularmente en los ámbitos aéreo y marítimo. Esta modernización se ha visto influenciada de una manera decisiva por dos factores: la crisis económica y financiera de carácter global que floreció en 2008 y la expansión marítima de China durante los últimos años. En concreto, en un claro efecto de acción-reacción ante la expansión de China, un gran número de países del Sudeste Ssiático han realizado importantes inversiones para dotarse de modernas capacidades navales y aéreas orientadas a la vigilancia y defensa del territorio. Sin embargo, la mayor parte de ellos no han desarrollado de forma simultánea las capacidades de construcción, operación y mantenimiento de éstos sofisticados medios; ni tampoco han tenido en consideración su impacto sobre la estructura de sus respectivas fuerzas armadas, lo que a medio plazo podría provocar un significativo desequilibrio en sus respectivas estructuras de fuerza[7].
El auge del dragón
La actual revolución militar China ha sido precedida por dos revoluciones previas. La primera, desarrollada entre el año 1949 y mediados de la década de los ochenta, se centró en la construcción de unas fuerzas armadas convencionales capaces de hacer frente a una invasión de gran escala sobre medios mecanizados, permaneciendo el componente nuclear como un elemento secundario. La segunda revolución, que se inicia a mediados de la década de los ochenta y dura aproximadamente diez años, se caracterizó por un esfuerzo renovador, fundamentalmente, en el ámbito tecnológico. La tercera, iniciada a mediados de la década de los noventa y en la cual nos encontramos en la actualidad, se caracteriza por la pérdida de preponderancia de las fuerzas terrestres en beneficio de los ámbitos cibernético, marítimo y aeroespacial; incrementándose el establecimiento de mando conjuntos y reduciéndose el total de efectivos.
La aproximación a la revolución china en asuntos militares no resulta completa si no se aborda de forma simultánea la evolución de su concepto de guerra en el ámbito ciberespacial, con el que pretende enfrentar a la fuerza militar de su adversario estratégico, los Estados Unidos, que consideran con una efectividad limitada sin el apoyo de la tecnología satelital (no satellites, no fight). Shen Weiguang, conocido como el más importante ideólogo de la ciberguerra en China, afirma que mientras que la ciberseguridad puede llegar a ser considerada como un aspecto meramente tecnológico, es sobre todo un entorno relacionado con la estrategia[8].
El presidente Xi Jimping ha afirmado que sin seguridad en los sistema de información y comunicaciones no puede asegurarse la seguridad nacional[9]. Esta afirmación es una clara constatación del carácter central que China proporciona al ciberespacio y la ciberguerra en la defensa de sus intereses, actuando no sólo con carácter defensivo en caso de conflicto, sino también como herramienta de disuasión estratégica. En ausencia de conflictos, los estrategas chinos parecen estar utilizando una variante de la táctica conocida como “salami slicing”, por la que se desarrollan acciones en tiempo de paz que contribuyen a situar a China con una ventaja táctica en caso de conflicto, ya que el pensamiento estratégico chino confiere una gran importancia a la creación de condiciones favorables, antes de la batalla, que proporcionen algún tipo de ventaja de tipo estratégico o táctico.
La Estrategia Militar China de 2015
Con la publicación de su Estrategia Militar[10] en mayo de este mismo año, el Ejército de la República Popular de China ha mostrado una ambición más global, que incluye su proyección a través del ámbito marítimo. Esta Estrategia Militar presenta un enfoque global frente a los anteriores documentos de similares características que poseían un carácter más sectorial, no sólo se orienta hacia la defensa territorial, sino que también apoya el papel de China como potencia global en ámbitos como el económico y el político.
En esta Estrategia Militar se establece que las fuerzas armadas chinas esperan apoyar a la consecución de los objetivos geopolíticos del Gobierno. Además, desarrolla aquellas situaciones percibidas como amenazas para su seguridad nacional, entre las que se encuentran la orientación de los Estados Unidos hacia el Pacífico, la política revisionista de Japón en materia de seguridad y defensa, la interferencia de actores externos en las disputas territoriales en curso en el Mar de China, la inestabilidad y alto nivel de incertidumbre que impera en la península de Corea y los movimientos de carácter independentistas existentes en el Tíbet y Taiwán.
Además, entre los elementos considerados como potenciadores, destaca la consideración que proporciona al neo-intervencionismo, a la lucha por la redistribución del poder y a los comportamientos hegemónicos. En lo referente a los derechos sobre los espacios disputados en el Mar de China, hace referencia a acciones consideradas como provocativas por parte de algunos países vecinos, que han llegado a la ocupación militar de algunos de estos espacios en litigio; por otra parte, y en clara alusión a los Estados Unidos, también hace referencia a las actividades de reconocimiento y vigilancia por parte de actores externos.
A lo largo de este documento, China reafirma su compromiso con el desarrollo pacífico y el mantenimiento de una política de defensa nacional de carácter eminentemente defensivo, oponiéndose a cualquier tipo de hegemonismo o expansionismo. Señala la Estrategia, que con la expansión de sus intereses, su seguridad nacional es mucho más vulnerable a la influencia de la evolución de los acontecimientos, tanto en la esfera regional como internacional, así como a la inseguridad que pudiera afectar a las líneas de comunicación marítima y los flujos de recursos energéticos. Todo ello hace que la seguridad nacional China se enfrente a una mayor amplitud de amenazas, mucho más distantes, que nunca antes en su historia.
En respuesta a estos nuevos desafíos a los que hace frente el país y a los nuevos intereses estratégicos, sus fuerzas armadas participarán de forma activa en la defensa de los intereses de China, así como en las iniciativas de carácter regional e internacional en el ámbito de la seguridad. Al establecer las directrices estratégicas del concepto de “Defensa Activa”, se establece que en aquellas áreas geográficas relacionadas con los intereses chinos fuera de territorio nacional, se tomarán las medidas necesarias para garantizar la seguridad en ellas. En concreto, como principio se establece la necesidad de mantener el equilibrio entre la protección de los derechos nacionales y el mantenimiento del equilibrio regional, todo ello con el objeto de salvaguardar la soberanía nacional y los derechos e intereses marítimos, así como para mantener la seguridad y estabilidad a lo largo de la periferia del país.
Ante los nuevos desafíos a los que se enfrenta China más allá de su territorio, la Estrategia proporciona directrices a la marina del Ejército Popular de China para que de forma progresiva dirija su esfuerzo desde un concepto de empleo orientado a la defensa de las aguas territoriales, hacia otro que combine la defensa de las aguas territoriales y la acción en las aguas internacionales, todo ello con el fin de contribuir a proteger los intereses nacionales más allá del propio territorio; a la vez que se constituye una estructura de fuerza eficiente, multi-funcional y que fomente el carácter conjunto. Con esta intención, la marina del Ejército Popular orientará sus esfuerzos a desarrollar sus capacidades de disuasión estratégica y actuación conjunta e integral.
La importancia conferida al entorno marítimo se hace patente cuando el Documento concluye que el tradicional modo de pensamiento que identificaba el entorno de las operaciones terrestres como prioritario, debe abandonarse en beneficio de la importancia que posee la protección de los intereses y derechos territoriales en la mar. La Estrategia instituye como una necesidad para el país, el desarrollo de unas capacidades marítimas en consonancia con la salvaguarda de su seguridad nacional, intereses, soberanía y derechos marítimos; proporcionando seguridad a las líneas de comunicación marítima y a los intereses nacionales fuera de territorio nacional, todo ello con el objeto de convertir a China en una potencia marítima.
Además, se establece la intención de participar de forma activa en las iniciativas internacionales de seguridad y cooperación en este ámbito y de contribuir, junto con el resto de actores de la comunidad internacional, a enfrentar tanto las amenazas tradicionales como las no tradicionales, manteniendo un pre-posicionamiento estratégico a través de la presencia militar en las zonas consideradas de interés nacional. También se enfatiza el fomento del establecimiento de mecanismos de seguridad colectiva y medidas de confianza en el ámbito militar, tales como la notificación de actividades militares o el establecimiento de normas de comportamiento que contribuyan a garantizar la seguridad en los espacios marítimo y aéreo; así como a incrementar la confianza mutua, prevenir eventuales riesgos y gestionar potenciales situaciones de crisis.
La reorientación hacia el entorno marítimo y el pre-posicionamiento estratégico
El concepto conocido como “Collar de Perlas”, acuñado en 2005 por el centro de pensamiento estadounidense Booz Hallen Hamilton, explica el incremento de la presencia estratégica de China en el área del Océano Índico como un elemento precursor del establecimiento de bases militares en la región, que en caso de un eventual conflicto proporcionasen a China ventajas tácticas y estratégicas en la protección de sus intereses vitales, particularmente en aquellos relacionados con los flujos energéticos y comerciales. Esta aproximación, apoyada mayoritariamente por los analistas de origen indio, ha sido negada de forma reiterada por las autoridades chinas, aduciendo exclusivamente un interés económico y comercial en el Océano Índico, extremo que vino a ser reafirmado con el lanzamiento, en octubre de 2013, del proyecto de la Ruta de la Seda Marítima.
El rechazo internacional que ha provocado el concepto del “Collar de Perlas”, también podría estar en el origen de la modernización de las capacidades de proyección estratégica y de apoyo a la fuerza, dónde se ha iniciado un significativo programa de reformas que incluyen el incremento del número de buques de aprovisionamiento de combate; la construcción de buques roll-on, roll-offadaptados al desarrollo de operaciones anfibias; la entrada en servicio de la primera plataforma móvil de desembarco, similar a las utilizadas por los Estados Unidos para implementar el concepto seabasing; el establecimiento de directrices en la construcción de buques civiles, aprobadas en junio de 2015, que contemplan no sólo la eventual requisa de éstos, sino también los estándares y especificaciones de construcción; y el desarrollo de la National Defense Transport Law[11] que proporciona cobertura, entre otros aspectos, a los costes adicionales en los que se pudiese incurrir con el empleo de buques civiles en apoyo a misiones militares. Todas estas medidas, no sólo contribuyen al desarrollo de unas renovadas capacidades marítimas, sino también a la optimización de futuros despliegues logísticos.
En otro orden de cosas, y dentro de la expansión en el ámbito del entorno marítimo, China no sólo utiliza medios militares, sino también medios asignados a las agencias civiles. Entre los años 2010 a 2012, las autoridades chinas impulsaron un ambicioso programa de modernización y reorganización de las agencias de seguridad marítima. La reorganización del servicio de guardacostas chino comenzó en marzo de 2013, en ese momento existían en China cinco agencias con responsabilidad en el ámbito marítimo: la policía marítima, el servicio de vigilancia marítima, la agencia de vigilancia pesquera, el departamento para la lucha contra el contrabando y la administración de seguridad marítima.
Los analistas chinos se mostraron críticos ante la multitud de agencias operando en el entorno marítimo, entre las que se producían rivalidades y duplicidades de cometidos y funciones. La reorganización se ha llevado a cabo con el objetivo de desarrollar un sistema en el que se eviten las duplicidades, se optimice el empleo de los medios existentes y se facilite la coordinación entre los diferentes actores. La modernización emprendida durante los últimos años, ha llevado al servicio de guardacostas chino a recibir un elevado número de nuevas unidades que actualmente operan, además de en las aguas territoriales chinas, en las zonas en litigio en el Mar de China[12].
Este objetivo ha llevado a la unificación de cuatro de las agencias existentes en un servicio único de guardacostas bajo la supervisión de la Administración Estatal Oceánica. Esta reorganización ha tenido como efecto, entre otros, una mayor coordinación entre el recientemente creado servicio de guardacostas y la marina del Ejército Popular de China, coordinación que pudo ser constatada durante el despliegue de medios de la China National Offshore Oil Company (CNOOC) en las aguas disputadas entre Vietnam y China en mayo de 2014, dónde una flotilla de hasta ochenta buques, entre los que se encontraban al menos siete buques militares, acompañó el despliegue de medios de la CNOOC[13].
El dilema de seguridad para china
De modo general, China se considera superada militarmente por los Estados Unidos, todo ello a pesar de los avances militares alcanzados en su arsenal que contribuyen a proporcionar un aceptable nivel de disuasión en la protección de su territorio nacional. La renovación militar de las fuerzas armadas chinas se sustenta sobre el concepto de “disuasión estratégica integrada”, centrada en los ámbitos nuclear, convencional, aeroespacial y del ciberespacio, con la modernización de capacidades tales como los sistemas nucleares, los misiles anti-satélites y las capacidades de ciberguerra; todas ellas orientadas a ejercer un elevado grado de disuasión sobre los Estados Unidos y prevenir una eventual escalada de tensión en el entorno regional o la explosión de un conflicto que afecte a China.
Este concepto de “disuasión estratégica integrada” se desarrolla dentro de la conocida como “postura de defensa activa”, por la que China sólo llevará a cabo acciones de carácter ofensivo en ejercicio del derecho de defensa propia, aunque ello no implique en ningún caso mantener una actitud pasiva ante acciones que puedan ser consideradas hostiles por parte de un potencial adversario. China ha desarrollado sus capacidades militares con el objeto de impedir el acceso de un eventual invasor, fundamentalmente los Estados Unidos, a un teatro de operaciones desde el que éste pudiese utilizar sus capacidades convencionales. Para ello China ha desarrollado una estrategia asimétrica diseñada para infligir el máximo daño a las fuerzas estadounidenses si éstas interviniesen en los que son percibidos por las autoridades chinas como sus intereses de seguridad nacional, centrando su esfuerzo en las debilidades tecnológicas, organizativas y doctrinales de las fuerzas armadas de los Estados Unidos; todo ello integrado dentro del conceptoAnti-Access, Area-Denial (A2/AD) que emplea misiles balísticos y de crucero, submarinos de ataque y ciberarmas de carácter ofensivo.
A pesar de que los estrategas chinos contemplan la aproximación integral en la gestión de crisis con la inclusión de ámbitos no militares tales como el económico, el diplomático, el científico y el tecnológico; consideran al componente militar como aquél que de forma más inmediata y directa influye sobre las decisiones de un potencial adversario. Las autoridades mantienen un especial énfasis en la integración de los ámbitos civil y militar, con objeto de integrar la defensa nacional y la modernización militar dentro del desarrollo de los sistemas económico y social del país, facilitando también de esta manera la modelación de las percepciones de la sociedad sobre la seguridad nacional y las amenazas a las que se enfrenta.
En este aspecto, la doctrina militar china contiene numerosas referencias al modo de alcanzar la disuasión en tiempo de paz, a través de la muestra de su potencial militar en desfiles militares, maniobras, informes de prensa, imágenes de satélites comerciales e internet[14]. Dos claros ejemplos de esta campaña de disuasión y modelación de la percepción de la sociedad china han podido ser observados recientemente. Por una parte, la muestra de las nuevas capacidades militares durante el desfile conmemorativo del setenta aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, con la publicación, durante el mes de agosto, del último vídeo de reclutamiento de la marina del Ejército Popular de China, que muestra un tono marcial combinado con referencias al nacionalismo y las reclamaciones territoriales[15].
No obstante, no debe obviarse que figuras de reconocido prestigio en el ámbito de las fuerzas armadas como el general Li Jijun, Segundo Comandante de la Academia de Ciencias Militares en el año 1994, mantenía en sus documentos conceptuales que la nueva situación estratégica requería un nuevo modelo de pensamiento estratégico en el que la ambigüedad y la impredecibilidad llegasen a convertirse en un elemento de disuasión para potenciales adversarios.
Dragon slayers vs panda huggers
En términos generales, y de acuerdo a la teoría del realismo ofensivo, las grandes potencias ven condicionada su actuación de acuerdo a la posición que ocupan en el sistema. Esta premisa afecta tanto a los Estados Unidos, asentados en la región de Asia-Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial como única potencia hegemónica; como a China, una potencia en auge gracias al desarrollo económico experimentado durante los últimos años. Otra característica del realismo ofensivo es el carácter revisionista de las grandes potencias que las aboca a una permanente competencia
Como ya se ha dicho en este documento, evitar el dominio estadounidense en Asia es una de las grandes preocupaciones exteriores de China tras la formulación de la estrategia del reequilibrio o del giro asiático en 1999. Mearsheimer considera que en los próximos años, una vez que China se provea de las necesarias capacidades militares para proyectar su poder a través del océano Pacífico, gracias al desarrollo de sus medios navales, podría albergar la intención de alterar el equilibrio vigente en la región aspirando a alcanzar una hegemonía capaz de remplazar la que poseen los Estados Unidos. Para China, esta expansión se centra en su propia supervivencia a través del aseguramiento de sus suministros energéticos[16].
Por otra parte, los Estados Unidos han mostrado una tradicional reticencia a que existan potencias regionales que puedan interferir en su hegemonía, lo que dio lugar en el hemisferio occidental a la conocida como “Doctrina Monroe”. Tras la Segunda Guerra Mundial y la caída del bloque soviético, los Estados Unidos se han configurado como la única potencia hegemónica, capaz de proyectar su poder a una distancia considerable a través de los océanos Atlántico y Pacífico; por lo que una eventual hegemonía China basada en su capacidad de proyectar su poder, podría ser considerada como inaceptable. La reciente publicación de la Estrategia estadounidense de seguridad marítima en la región de Asia – Pacífico[17] evidencia, a juicio subjetivo, un objetivo general más orientado a su contención que al fomento de la seguridad marítima regional.
Además, los Estados Unidos han orientado el desarrollo de las eventuales soluciones para neutralizar el emergente concepto chino de negación de área y acceso hacia una distribución estratégica de medios de carácter ofensivo de alta movilidad cuyo principal objeto es limitar la libertad de acción de China en la región y evitar una eventual toma de control sobre las principales líneas de comunicación marítima ante el estallido de una crisis regional; por lo que la libertad de acción en la región es considerada imprescindible.
Conclusiones
Asia alberga gran parte de las economías de mayor importancia y dinamismo a nivel mundial. El fomento de los sistemas democráticos, la interdependencia y la existencia de organizaciones de seguridad colectiva contribuyen a la estabilidad regional, pero no la garantizan necesariamente. La combinación de factores como el geográfico y la existencia de un sistema bipolar también contribuyen a que se desarrollen condiciones propicias para que se alcance un entorno pacífico y estable a nivel regional, pero por sí mismo tampoco es una causa suficiente, ya que se pueden ver influenciados de forma decisiva por las políticas nacionales.
La realidad geopolítica del Sudeste Asiático en la actualidad es abordada mayoritariamente en clave de bipolaridad entre China y los Estados Unidos, aunque en pleno proceso electoral en este último país también se utilizan argumentos en clave de amenaza para la seguridad nacional. La aproximación a la región bajo el prisma exclusivo de relaciones de bipolaridad es argumentada en base al auge militar y económico de China en los últimos años; no obstante, no pueden obviarse otros aspectos de importancia como el auge demográfico de la India o las relaciones trilaterales entre los Estados Unidos, la India y Australia o Estados Unidos, la India y Japón.
Todos los factores mencionados configuran un entorno donde las relaciones regionales se sustentan en una variedad de diferentes herramientas de poder, no sólo en el poder económico y militar, con participación de un elevado número de actores implicados, que mantiene profundas relaciones de interdependencia. En muchos casos, las relaciones entre estos actores se ven influenciadas, como ya se ha indicado, por intereses nacionales enfrentados que dificultan la cooperación entre ellos; este desafío a la colaboración se ve incrementado ante la carencia de instituciones regionales efectivas, capaces de hacer frente a las situaciones de inestabilidad regional.
La estabilidad del Sudeste Asiático dependerá de las aspiraciones y estrategias que desarrollen China y Estados Unidos para penetrar la esfera de influencia el uno del otro, pero fundamentalmente de la predisposición de los Estados Unidos a compartir con China el liderazgo internacional en aquellos aspectos que afecten a sus intereses nacionales. Los Estados Unidos se encuentran en situación de promover sus intereses de seguridad regional y desarrollar relaciones de cooperación con China en un amplio margen de aspectos, tanto económicos como de seguridad, que contribuyan al mantenimiento de un equilibrio relativamente pacífico en la región.
Por otra parte, China, una vez que ha establecido un nivel adecuado de seguridad en sus fronteras continentales, mantiene la gran incógnita sobre si dirigirá sus ambiciones estratégicas hacia el desarrollo de capacidades de proyección de su poder a través del mar, enfrentándose a los intereses de los Estados Unidos y amenazando de forma decisiva el sistema de bipolaridad. China está decidida a denegar el acceso a sus mares; no obstante, denegar dicho acceso sin ser capaces de defender sus líneas de comunicación marítimas resta sentido a cualquier desarrollo estratégico, ya que los Estado Unidos conservan su capacidad para cortar las vías de aprovisionamiento estratégico de China mediante la destrucción de sus barcos en los Océanos Pacífico e Índico.
Con la publicación de la Estrategia Militar de 2015, China confiere una gran importancia al desarrollo de unas capacidades marítimas que le permitan desplegar de forma regular más allá de la denominada “primera cadena de islas” que separa el Mar de China y el Mar Amarillo del Pacífico para proteger sus intereses estratégicos. Por otra parte, el marcado fomento de la colaboración en el entorno de las organizaciones de defensa y seguridad, representa una actitud de transparencia, evidenciada con la propia publicación de esta Estrategia, que contribuye en cierta medida a la creación de un entorno de confianza entre los diferentes actores presentes en la región.
Las autoridades chinas mantienen un equilibrio entre el mantenimiento de la estabilidad y la protección de sus intereses y derechos marítimos en el desarrollo de su acción exterior en el Sudeste. A través del empleo de una variedad de tácticas entre las que se encuentra el uso de medios de agencias civiles, con objeto de ejercer un control efectivo sobre los territorios y aguas en disputa, reduciendo de esta manera el riesgo de confrontación militar entre actores. Todo ello hace pensar que China orientará sus acciones a influir en el comportamiento de los Estados Unidos antes de emprender una guerra abierta contra éste.
*Samuel Morales Morales es Comandante de Infantería de Marina (DEM) y antiguo alumno del Máster on-line en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional por la Universidad de Granada.
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[1] Rober S, Ross “The Geography of the Peace. East Asia in the Twenty-first Century”. International Security, Vol. 23, Núm. 4 (Primavera 1999), 81-118.
[2] Robert D. Kaplan “La venganza de la geografía” RBA. Madrid, 2015.
[3] John Mearsheimer “The Gathering Storm: China’s Challenge to US Power in Asia”, The Chinese Journal of International Politics, Vol. 3, 2010, 381–396.
[4] Ángels Pelegrín et Helena Torroja “China hoy. Claves para entender su posición en el tablero internacional” Ediciones Jurídicas y Sociales S.A. Madrid, 2014.
[5] Para más información sobre la Ruta de la Seda Marítima se puede consultar el informe The Silk Road Economic Belt and the 21st Century Maritime Silk Road. Disponible en:https://www.fbicgroup.com/sites/default/files/The%20Silk%20Road%20Economic%20Belt%20and%2021st%20Century%20Maritime%20Silk%20Road%20MAY%2015.pdf
[6] Masahiro Matsamura “China’s Self-Destructive Maritime Strategy” Project Syndicate. Agosto, 2015 (Disponible en: http://www.project-syndicate.org/commentary/south-china-sea-security-by-masahiro-matsumura-2015-08).
[7] Al respecto el Australian Strategic Policy Institute publicó en julio de 2015 un informe especial sobre la existencia de una potencial carrera de armamento en el ámbito marítimo a nivel regional. Sheryn Lee “Crowded waters. Naval competition in the Asia-Pacific”. ASPI, 2015 (Disponible en:https://www.aspi.org.au/publications/crowded-waters-naval-competition-in-the-asiapacific).
[8] Timothy L. Thomas “China’s Concept of Military Strategy” Strategic Studies Institute’s quarterly journal, Parameters 44. Invierno 2014-2015 (Disponible en:http://fmso.leavenworth.army.mil/documents/China/China's%20Concept%20of%20Military%20Strategy.pdf).
[9] Joe McReynolds “China’s Evolving Perspectives on Network Warfare: Lessons from Science of Military Strategy” China Brief Volume: 15 Issue: 8. Abril, 2015 (Disponible en:http://www.jamestown.org/programs/chinabrief/single/?tx_ttnews%5Btt_news%5D=43798#.ViVKN9LhBdg).
[10] Disponible en: http://eng.mod.gov.cn/Database/WhitePapers/ (Consultado el 27 de septiembre de 2015).
[11] Yao Jianning “New rules mean ships can be used by military” Window on Chinese Armed Forces. Junio, 2015. (Disponible en: http://english.chinamil.com.cn/news-channels/china-military-news/2015-06/18/content_6546905.htm).
[12] Los buques del servicio de guardacostas chino tienen un desplazamiento de entre 4.000 y 10.000 toneladas. Entre estos buques destaca el Zhongguo Haijing (CCG 2901), dado de alta durante el mes de mayo de 2015, con 10.000 toneladas de desplazamiento. Existe una segunda unidad, en avanzado estado de construcción en los astilleros de Jiangnan. Ryan Martison “East Asian Security in the Age of the Chinese Mega-Cutter” Center for International Maritime Security. Julio, 2015 (Disponible en: http://cimsec.org/east-asian-security-age-chinese-mega-cutter/16974).
[13] Murray Hiebert et al “Perspectives on the South China Sea” Center for Strategic and International Studies. Septiembre, 2014 (Disponible en:http://csis.org/files/publication/140930_Hiebert_PerspectivesSouthChinaSea_Web.pdf).
[14] Michael S. Chase “China’s Military Parade Highlights It’s New Strategic Capabilities” The RAND Blog, Septiembre, 2015 (Disponible en: http://www.rand.org/blog/2015/09/chinas-military-parade-highlights-its-new-strategic.html).
[15] Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=XrFmD3ajG8Q
[16] John Mearsheimer, Op.Cit.
[17] Disponible en: http://www.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/NDAA%20A-P_Maritime_SecuritY_Strategy-08142015-1300-FINALFORMAT.PDF (Consultado el 27 de septiembre de 2015)
Por: SAMUEL MORALES
Robert Ross, en su artículo “The Geography of the Peace. East Asia in the Twenty-first Century”[1]afirma que la relación de bipolaridad entre China y los Estados Unidos durante el siglo XXI previsiblemente será estable y pacífica, en parte porque la geografía refuerza las tendencias hacia el equilibrio en el orden regional. Además, afirma que la geopolítica también refuerza estas dinámicas, ya que las esferas de influencia de ambas potencias, una continental y la otra marítima, están delimitadas geográficamente, separadas por el mar e influidas por sus respectivos imperativos geopolíticos, que no conducirán a un conflicto mientras sus intereses vitales regionales y respectivas capacidades militares no entren en una dinámica de competición.
Por otra parte, Robert Kaplan en su libro “La venganza de la geografía”[2], cita a uno de los padres de la geopolítica, Nicholas John Spykman, para referir que una China moderna, revitalizada y militarizada se convertiría en una amenaza no sólo para Japón, sino también para la posición de las potencias occidentales en el Mediterráneo asiático. China será una potencia continental de dimensiones gigantescas y ostentará el control de gran parte del litoral intermedio. Su posición geográfica será similar a la de Estados Unidos con respecto al Mediterráneo americano. Cuando China se haga fuerte, es indudable que su penetración económica en la región adoptará connotaciones políticas; por lo que es posible imaginar el día en que esa masa de agua estará controlada no por el poder marítimo británico, estadounidense o japonés, sino por el poder aéreo chino.
En línea con la visión de Kaplan, John Mearsheimer, en su artículo “The Gathering Storm: China’s Challenge to US Power in Asia” [3], realiza un análisis prospectivo de la influencia que el auge de China y la estrategia de contención de los Estados Unidos tendrá sobre la política internacional y las relaciones de seguridad en la región de Asia-Pacífico. Sus conclusiones vaticinan un inevitable aumento de la tensión entre los dos países en esta región, siempre que China mantenga su crecimiento económico y, consecuentemente, un afán por asegurar su propia seguridad y convertirse en un hegemón regional.
La “maldición de Tucídides” sostiene que el cambio de posición hegemónica en el sistema internacional es resultado de una confrontación de ésta con la anterior. El proceso histórico que se está llevando a cabo en China, es uno de esos procesos que alteran el orden geoeconómico y geoestratégico global, y el propio curso de la historia universal. Todo se ve afectado por este proceso, pero sólo con el tiempo conoceremos el resultado de su impacto. China defiende a ultranza su esencia, la soberanía estatal y su corolario, el principio de no injerencia. En este sentido, China no es tanto una amenaza a los pilares del orden internacional como un desafío a las potencias tradicionales del sistema interestatal y al reparto de poder que opera en alguna de las instituciones secundarias del orden establecido[4]. Evitar el dominio estadounidense en Asia es una de las grandes preocupaciones exteriores chinas, especialmente desde que en 1999, Estados Unidos formulara la estrategia del reequilibrio o del giro asiático, reconociendo que la historia política y económica del siglo XXI se escribiría en Asia.
Se analizan en este documento la nueva dinámica de actuación que desarrolla China en el Sudeste Asiático, manteniendo un equilibrio entre la promoción de la seguridad y la estabilidad en la región y la defensa de sus derechos e intereses; así como su posible influencia en un entorno regional que alberga un gran número de países cuyo crecimiento económico durante los próximos años mantendrá una línea creciente.
El auge del Sudeste Asiático en un mundo globalizado
El mundo se encuentra en un proceso continuo de evolución, acelerado en los últimos años por la convergencia de diferentes ciclos que está reconfigurando las relaciones no solo entre países, sino también entre ciudadanos y gobiernos; un mundo en el que se está produciendo un paulatino desplazamiento del poder desde las jerarquías clásicas hacia los movimientos que utilizan las nuevas redes que proporciona la tecnología, lo que requerirá necesariamente una adaptación en el arte de gobernar que previsiblemente producirá una modernización de las instituciones internacionales que provienen, en su mayor parte, de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Este proceso de adaptación está caracterizado por la confluencia de tres ciclos. Un primer ciclo, iniciado durante el año 2008 con el surgimiento de la crisis financiera y con un alto impacto sistémico sobre la mayor parte de los países europeos. Un segundo ciclo, caracterizado por un fenómeno de globalización mundial que poco a poco va produciendo un proceso de homogenización y convergencia mundial, que dará lugar al reequilibrio del mundo bajo parámetros diferentes a aquellos que hemos considerado hasta el momento. Y por último, un tercer ciclo en el que parece vislumbrarse el final de la preponderancia europea a nivel internacional, en beneficio del ascenso de países considerados emergentes que merced a los beneficios de la convergencia tecnológica, están evolucionando desde potencias demográficas hacia potencias políticas, gracias a su poderío económico. No obstante, mientras se produce la adaptación y sincronización de estos ciclos, el mundo deviene en una época de globalización y gran volatilidad, dónde las crisis están más interconectadas entre sí, haciendo más difícil mantenerse al margen ante el apabullante efecto de la interdependencia sobre el concepto de seguridad en su más amplio contenido.
Asia alberga gran parte del dinamismo económico, financiero y tecnológico internacional. En concreto, el Sudeste Asiático, a diferencia del noroeste inmerso en las tensiones provocadas por Corea del Norte, se configura como un conjunto de Estados que, dejando atrás sus problemas de legitimidad interna y construcción del Estado, están preparados para defender lo que consideran sus derechos territoriales fuera de sus fronteras; convergiendo en el entorno marítimo con dos gigantes demográficos como China y la India. Durante las últimas décadas, el eje económico y demográfico del planeta se ha desplazado de forma considerable hacia el extremo opuesto de Eurasia, donde los espacios entre los grandes centros de población son esencialmente marítimos. El Mar del Sur de China, la masa de agua a la que se refería Spykman, se ha transformado en un lugar estratégico para el comercio marítimo internacional, pero también en un entorno fundamental para el proyecto de integración regional presentado por China en 2013, la Ruta de la Seda Marítima[5]. No obstante, no puede obviarse que el Mar del Sur de China se ha transformado en los últimos años en un foco de tensiones, motivadas fundamentalmente por las reclamaciones territoriales, cuyas verdaderas causas se pueden situar en la existencia de ingentes recursos energéticos y biológicos.
Por otra parte, puede considerarse que China ha sido el máximo beneficiario a nivel estratégico del colapso de la Unión Soviética. En el plano continental, superadas las divisiones internas y el estancamiento económico, el país disfruta de ventajas en el plano geopolítico con respecto a Rusia como resultado de su mayor población, recursos agrarios y centros industriales en el noroeste de Asia; además posee líneas de comunicación interna que le proporcionan una importante profundidad estratégica. Todo ello le ha permitido ejercer una gran influencia sobre el territorio continental del Sudeste Asiático tras la retirada de los Estados Unidos en 1975. Los Estados Unidos, por otra parte, han mantenido su influencia marítima en la región, a pesar de la pérdida de sus bases en Tailandia en 1975 y Filipinas en 1991, gracias a la falta de medios e instalaciones de otros países para proyectar su poder en la región, lo que les ha permitido no sólo mantener el dominio marítimo regional, sino también el control de las líneas de comunicación marítima que conectan el Sudeste Asiático con Oriente Medio.
El otro gran actor regional, los Estados Unidos, no puede ser considerado en ningún caso como una potencia en decadencia en términos relativos o absolutos. Su dominio tecnológico y económico a nivel mundial y sus capacidades militares le permiten ejercer una gran influencia sobre otros actores, aislándole de sus eventuales aliados y neutralizando, llegado el caso, sus capacidades; mientras, de forma simultánea garantiza el acceso a los recursos internacionales tanto a sus aliados como a sí mismo. Sus principales intereses en el Sudeste Asiático responden, en primer lugar, a garantizar la suficiencia presencia estratégica en los asuntos regionales de manera que pueda evitar el intento de cualquier otra potencia por dominar la región; en segundo lugar, pretende asegurar el acceso a los mercados internacionales y recursos estratégicos tanto para sí mismo como para sus aliados en caso de crisis.
Durante los próximos años, China y los Estados Unidos serán las dos grandes potencias del Sudeste Asiático. Difícilmente en el futuro construyan sus relaciones sobre la base de una alianza estratégica, antes bien, previsiblemente sus relaciones estarán caracterizadas por rivalidades estratégicas sobre la base de la competencia en ámbitos como el de la seguridad y la influencia regional. Los Estados Unidos han manifestado de forma clara su intención de continuar sus tránsitos y patrullas militares, tanto aéreas como marítimas, a través de las aguas y territorios reclamados por China en el Mar de China para contribuir a mantener, entre otros objetivos, la libertad de navegación y un entorno seguro y estable en una región que tiene una gran influencia sobre el transporte de bienes y productos energéticos; flujos comerciales de los que China es dependiente, ya que su modelo de crecimiento económico está muy influenciado por la exportación de productos manufacturados desde los puertos de Hong Kong, Shénzhen y Guangzhou, que representan el cuarenta por ciento del producto interior bruto del país[6].
La dualidad o los dos lados de una misma cosa
La acción exterior de China en el Sudeste Asiático, presenta aspectos que inducen a mantener una cierta prevención. De una parte, tanto el presidente Xi Jimping como el primer ministro Li Kequiang muestran una postura conciliadora orientada hacia el mantenimiento de unas buenas relaciones de vecindad y amistad, lo que les ha llevado a visitar los países vecinos de la región, iniciar el proyecto de la Ruta de la Seda Marítima e incluso proponer medidas de cooperación con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). De otra parte, las autoridades chinas mantienen una postura de cierta agresividad en sus reclamaciones territoriales, materializada por la construcción de islas artificiales, frecuentes incidentes con las marinas de países vecinos, actividades de prospección de recursos energéticos en aguas reclamadas por Vietnam y la declaración de una Zona de Identificación de Defensa Área en noviembre de 2013.
Por otra parte, China sostiene una reclamación histórica sobre el Mar del Sur de China, situando sus derechos sobre un gran anillo, conocido como “la lengua de vaca”, que abarca desde la isla china de Hainan en el extremo norte del Mar del Sur de China hasta mil doscientas millas de distancia de Singapur y Malasia. El resultado de esta reclamación es que los nueve Estados ribereños están más o menos enfrentados con Pekín, y por lo tanto dependen en gran medida del apoyo diplomático y militar de los Estados Unidos. China se niega a negociar las disputas territoriales en el seno de la ASEAN y exige encuentros bilaterales con las naciones afectadas, lo que limita las posibles alianzas entre diferentes actores como Japón, cuyas disputas se localizan en el Mar de China Oriental, y Filipinas, cuyas disputas se ubican en el Mar del Sur de China.
Este entorno, influenciado por el políticas de sesgo nacionalista y acciones de relativa agresividad, está en el origen de que la mayor parte de las fuerzas armadas de los países de la región estén orientándose hacia el exterior, con marinas de guerra y fuerzas áreas caracterizadas por un alto nivel tecnológico. Durante más de una década, gran parte de estos países han incrementado su gasto en defensa con objeto de modernizar sus capacidades militares, particularmente en los ámbitos aéreo y marítimo. Esta modernización se ha visto influenciada de una manera decisiva por dos factores: la crisis económica y financiera de carácter global que floreció en 2008 y la expansión marítima de China durante los últimos años. En concreto, en un claro efecto de acción-reacción ante la expansión de China, un gran número de países del Sudeste Ssiático han realizado importantes inversiones para dotarse de modernas capacidades navales y aéreas orientadas a la vigilancia y defensa del territorio. Sin embargo, la mayor parte de ellos no han desarrollado de forma simultánea las capacidades de construcción, operación y mantenimiento de éstos sofisticados medios; ni tampoco han tenido en consideración su impacto sobre la estructura de sus respectivas fuerzas armadas, lo que a medio plazo podría provocar un significativo desequilibrio en sus respectivas estructuras de fuerza[7].
El auge del dragón
La actual revolución militar China ha sido precedida por dos revoluciones previas. La primera, desarrollada entre el año 1949 y mediados de la década de los ochenta, se centró en la construcción de unas fuerzas armadas convencionales capaces de hacer frente a una invasión de gran escala sobre medios mecanizados, permaneciendo el componente nuclear como un elemento secundario. La segunda revolución, que se inicia a mediados de la década de los ochenta y dura aproximadamente diez años, se caracterizó por un esfuerzo renovador, fundamentalmente, en el ámbito tecnológico. La tercera, iniciada a mediados de la década de los noventa y en la cual nos encontramos en la actualidad, se caracteriza por la pérdida de preponderancia de las fuerzas terrestres en beneficio de los ámbitos cibernético, marítimo y aeroespacial; incrementándose el establecimiento de mando conjuntos y reduciéndose el total de efectivos.
La aproximación a la revolución china en asuntos militares no resulta completa si no se aborda de forma simultánea la evolución de su concepto de guerra en el ámbito ciberespacial, con el que pretende enfrentar a la fuerza militar de su adversario estratégico, los Estados Unidos, que consideran con una efectividad limitada sin el apoyo de la tecnología satelital (no satellites, no fight). Shen Weiguang, conocido como el más importante ideólogo de la ciberguerra en China, afirma que mientras que la ciberseguridad puede llegar a ser considerada como un aspecto meramente tecnológico, es sobre todo un entorno relacionado con la estrategia[8].
El presidente Xi Jimping ha afirmado que sin seguridad en los sistema de información y comunicaciones no puede asegurarse la seguridad nacional[9]. Esta afirmación es una clara constatación del carácter central que China proporciona al ciberespacio y la ciberguerra en la defensa de sus intereses, actuando no sólo con carácter defensivo en caso de conflicto, sino también como herramienta de disuasión estratégica. En ausencia de conflictos, los estrategas chinos parecen estar utilizando una variante de la táctica conocida como “salami slicing”, por la que se desarrollan acciones en tiempo de paz que contribuyen a situar a China con una ventaja táctica en caso de conflicto, ya que el pensamiento estratégico chino confiere una gran importancia a la creación de condiciones favorables, antes de la batalla, que proporcionen algún tipo de ventaja de tipo estratégico o táctico.
La Estrategia Militar China de 2015
Con la publicación de su Estrategia Militar[10] en mayo de este mismo año, el Ejército de la República Popular de China ha mostrado una ambición más global, que incluye su proyección a través del ámbito marítimo. Esta Estrategia Militar presenta un enfoque global frente a los anteriores documentos de similares características que poseían un carácter más sectorial, no sólo se orienta hacia la defensa territorial, sino que también apoya el papel de China como potencia global en ámbitos como el económico y el político.
En esta Estrategia Militar se establece que las fuerzas armadas chinas esperan apoyar a la consecución de los objetivos geopolíticos del Gobierno. Además, desarrolla aquellas situaciones percibidas como amenazas para su seguridad nacional, entre las que se encuentran la orientación de los Estados Unidos hacia el Pacífico, la política revisionista de Japón en materia de seguridad y defensa, la interferencia de actores externos en las disputas territoriales en curso en el Mar de China, la inestabilidad y alto nivel de incertidumbre que impera en la península de Corea y los movimientos de carácter independentistas existentes en el Tíbet y Taiwán.
Además, entre los elementos considerados como potenciadores, destaca la consideración que proporciona al neo-intervencionismo, a la lucha por la redistribución del poder y a los comportamientos hegemónicos. En lo referente a los derechos sobre los espacios disputados en el Mar de China, hace referencia a acciones consideradas como provocativas por parte de algunos países vecinos, que han llegado a la ocupación militar de algunos de estos espacios en litigio; por otra parte, y en clara alusión a los Estados Unidos, también hace referencia a las actividades de reconocimiento y vigilancia por parte de actores externos.
A lo largo de este documento, China reafirma su compromiso con el desarrollo pacífico y el mantenimiento de una política de defensa nacional de carácter eminentemente defensivo, oponiéndose a cualquier tipo de hegemonismo o expansionismo. Señala la Estrategia, que con la expansión de sus intereses, su seguridad nacional es mucho más vulnerable a la influencia de la evolución de los acontecimientos, tanto en la esfera regional como internacional, así como a la inseguridad que pudiera afectar a las líneas de comunicación marítima y los flujos de recursos energéticos. Todo ello hace que la seguridad nacional China se enfrente a una mayor amplitud de amenazas, mucho más distantes, que nunca antes en su historia.
En respuesta a estos nuevos desafíos a los que hace frente el país y a los nuevos intereses estratégicos, sus fuerzas armadas participarán de forma activa en la defensa de los intereses de China, así como en las iniciativas de carácter regional e internacional en el ámbito de la seguridad. Al establecer las directrices estratégicas del concepto de “Defensa Activa”, se establece que en aquellas áreas geográficas relacionadas con los intereses chinos fuera de territorio nacional, se tomarán las medidas necesarias para garantizar la seguridad en ellas. En concreto, como principio se establece la necesidad de mantener el equilibrio entre la protección de los derechos nacionales y el mantenimiento del equilibrio regional, todo ello con el objeto de salvaguardar la soberanía nacional y los derechos e intereses marítimos, así como para mantener la seguridad y estabilidad a lo largo de la periferia del país.
Ante los nuevos desafíos a los que se enfrenta China más allá de su territorio, la Estrategia proporciona directrices a la marina del Ejército Popular de China para que de forma progresiva dirija su esfuerzo desde un concepto de empleo orientado a la defensa de las aguas territoriales, hacia otro que combine la defensa de las aguas territoriales y la acción en las aguas internacionales, todo ello con el fin de contribuir a proteger los intereses nacionales más allá del propio territorio; a la vez que se constituye una estructura de fuerza eficiente, multi-funcional y que fomente el carácter conjunto. Con esta intención, la marina del Ejército Popular orientará sus esfuerzos a desarrollar sus capacidades de disuasión estratégica y actuación conjunta e integral.
La importancia conferida al entorno marítimo se hace patente cuando el Documento concluye que el tradicional modo de pensamiento que identificaba el entorno de las operaciones terrestres como prioritario, debe abandonarse en beneficio de la importancia que posee la protección de los intereses y derechos territoriales en la mar. La Estrategia instituye como una necesidad para el país, el desarrollo de unas capacidades marítimas en consonancia con la salvaguarda de su seguridad nacional, intereses, soberanía y derechos marítimos; proporcionando seguridad a las líneas de comunicación marítima y a los intereses nacionales fuera de territorio nacional, todo ello con el objeto de convertir a China en una potencia marítima.
Además, se establece la intención de participar de forma activa en las iniciativas internacionales de seguridad y cooperación en este ámbito y de contribuir, junto con el resto de actores de la comunidad internacional, a enfrentar tanto las amenazas tradicionales como las no tradicionales, manteniendo un pre-posicionamiento estratégico a través de la presencia militar en las zonas consideradas de interés nacional. También se enfatiza el fomento del establecimiento de mecanismos de seguridad colectiva y medidas de confianza en el ámbito militar, tales como la notificación de actividades militares o el establecimiento de normas de comportamiento que contribuyan a garantizar la seguridad en los espacios marítimo y aéreo; así como a incrementar la confianza mutua, prevenir eventuales riesgos y gestionar potenciales situaciones de crisis.
La reorientación hacia el entorno marítimo y el pre-posicionamiento estratégico
El concepto conocido como “Collar de Perlas”, acuñado en 2005 por el centro de pensamiento estadounidense Booz Hallen Hamilton, explica el incremento de la presencia estratégica de China en el área del Océano Índico como un elemento precursor del establecimiento de bases militares en la región, que en caso de un eventual conflicto proporcionasen a China ventajas tácticas y estratégicas en la protección de sus intereses vitales, particularmente en aquellos relacionados con los flujos energéticos y comerciales. Esta aproximación, apoyada mayoritariamente por los analistas de origen indio, ha sido negada de forma reiterada por las autoridades chinas, aduciendo exclusivamente un interés económico y comercial en el Océano Índico, extremo que vino a ser reafirmado con el lanzamiento, en octubre de 2013, del proyecto de la Ruta de la Seda Marítima.
El rechazo internacional que ha provocado el concepto del “Collar de Perlas”, también podría estar en el origen de la modernización de las capacidades de proyección estratégica y de apoyo a la fuerza, dónde se ha iniciado un significativo programa de reformas que incluyen el incremento del número de buques de aprovisionamiento de combate; la construcción de buques roll-on, roll-offadaptados al desarrollo de operaciones anfibias; la entrada en servicio de la primera plataforma móvil de desembarco, similar a las utilizadas por los Estados Unidos para implementar el concepto seabasing; el establecimiento de directrices en la construcción de buques civiles, aprobadas en junio de 2015, que contemplan no sólo la eventual requisa de éstos, sino también los estándares y especificaciones de construcción; y el desarrollo de la National Defense Transport Law[11] que proporciona cobertura, entre otros aspectos, a los costes adicionales en los que se pudiese incurrir con el empleo de buques civiles en apoyo a misiones militares. Todas estas medidas, no sólo contribuyen al desarrollo de unas renovadas capacidades marítimas, sino también a la optimización de futuros despliegues logísticos.
En otro orden de cosas, y dentro de la expansión en el ámbito del entorno marítimo, China no sólo utiliza medios militares, sino también medios asignados a las agencias civiles. Entre los años 2010 a 2012, las autoridades chinas impulsaron un ambicioso programa de modernización y reorganización de las agencias de seguridad marítima. La reorganización del servicio de guardacostas chino comenzó en marzo de 2013, en ese momento existían en China cinco agencias con responsabilidad en el ámbito marítimo: la policía marítima, el servicio de vigilancia marítima, la agencia de vigilancia pesquera, el departamento para la lucha contra el contrabando y la administración de seguridad marítima.
Los analistas chinos se mostraron críticos ante la multitud de agencias operando en el entorno marítimo, entre las que se producían rivalidades y duplicidades de cometidos y funciones. La reorganización se ha llevado a cabo con el objetivo de desarrollar un sistema en el que se eviten las duplicidades, se optimice el empleo de los medios existentes y se facilite la coordinación entre los diferentes actores. La modernización emprendida durante los últimos años, ha llevado al servicio de guardacostas chino a recibir un elevado número de nuevas unidades que actualmente operan, además de en las aguas territoriales chinas, en las zonas en litigio en el Mar de China[12].
Este objetivo ha llevado a la unificación de cuatro de las agencias existentes en un servicio único de guardacostas bajo la supervisión de la Administración Estatal Oceánica. Esta reorganización ha tenido como efecto, entre otros, una mayor coordinación entre el recientemente creado servicio de guardacostas y la marina del Ejército Popular de China, coordinación que pudo ser constatada durante el despliegue de medios de la China National Offshore Oil Company (CNOOC) en las aguas disputadas entre Vietnam y China en mayo de 2014, dónde una flotilla de hasta ochenta buques, entre los que se encontraban al menos siete buques militares, acompañó el despliegue de medios de la CNOOC[13].
El dilema de seguridad para china
De modo general, China se considera superada militarmente por los Estados Unidos, todo ello a pesar de los avances militares alcanzados en su arsenal que contribuyen a proporcionar un aceptable nivel de disuasión en la protección de su territorio nacional. La renovación militar de las fuerzas armadas chinas se sustenta sobre el concepto de “disuasión estratégica integrada”, centrada en los ámbitos nuclear, convencional, aeroespacial y del ciberespacio, con la modernización de capacidades tales como los sistemas nucleares, los misiles anti-satélites y las capacidades de ciberguerra; todas ellas orientadas a ejercer un elevado grado de disuasión sobre los Estados Unidos y prevenir una eventual escalada de tensión en el entorno regional o la explosión de un conflicto que afecte a China.
Este concepto de “disuasión estratégica integrada” se desarrolla dentro de la conocida como “postura de defensa activa”, por la que China sólo llevará a cabo acciones de carácter ofensivo en ejercicio del derecho de defensa propia, aunque ello no implique en ningún caso mantener una actitud pasiva ante acciones que puedan ser consideradas hostiles por parte de un potencial adversario. China ha desarrollado sus capacidades militares con el objeto de impedir el acceso de un eventual invasor, fundamentalmente los Estados Unidos, a un teatro de operaciones desde el que éste pudiese utilizar sus capacidades convencionales. Para ello China ha desarrollado una estrategia asimétrica diseñada para infligir el máximo daño a las fuerzas estadounidenses si éstas interviniesen en los que son percibidos por las autoridades chinas como sus intereses de seguridad nacional, centrando su esfuerzo en las debilidades tecnológicas, organizativas y doctrinales de las fuerzas armadas de los Estados Unidos; todo ello integrado dentro del conceptoAnti-Access, Area-Denial (A2/AD) que emplea misiles balísticos y de crucero, submarinos de ataque y ciberarmas de carácter ofensivo.
A pesar de que los estrategas chinos contemplan la aproximación integral en la gestión de crisis con la inclusión de ámbitos no militares tales como el económico, el diplomático, el científico y el tecnológico; consideran al componente militar como aquél que de forma más inmediata y directa influye sobre las decisiones de un potencial adversario. Las autoridades mantienen un especial énfasis en la integración de los ámbitos civil y militar, con objeto de integrar la defensa nacional y la modernización militar dentro del desarrollo de los sistemas económico y social del país, facilitando también de esta manera la modelación de las percepciones de la sociedad sobre la seguridad nacional y las amenazas a las que se enfrenta.
En este aspecto, la doctrina militar china contiene numerosas referencias al modo de alcanzar la disuasión en tiempo de paz, a través de la muestra de su potencial militar en desfiles militares, maniobras, informes de prensa, imágenes de satélites comerciales e internet[14]. Dos claros ejemplos de esta campaña de disuasión y modelación de la percepción de la sociedad china han podido ser observados recientemente. Por una parte, la muestra de las nuevas capacidades militares durante el desfile conmemorativo del setenta aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, con la publicación, durante el mes de agosto, del último vídeo de reclutamiento de la marina del Ejército Popular de China, que muestra un tono marcial combinado con referencias al nacionalismo y las reclamaciones territoriales[15].
No obstante, no debe obviarse que figuras de reconocido prestigio en el ámbito de las fuerzas armadas como el general Li Jijun, Segundo Comandante de la Academia de Ciencias Militares en el año 1994, mantenía en sus documentos conceptuales que la nueva situación estratégica requería un nuevo modelo de pensamiento estratégico en el que la ambigüedad y la impredecibilidad llegasen a convertirse en un elemento de disuasión para potenciales adversarios.
Dragon slayers vs panda huggers
En términos generales, y de acuerdo a la teoría del realismo ofensivo, las grandes potencias ven condicionada su actuación de acuerdo a la posición que ocupan en el sistema. Esta premisa afecta tanto a los Estados Unidos, asentados en la región de Asia-Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial como única potencia hegemónica; como a China, una potencia en auge gracias al desarrollo económico experimentado durante los últimos años. Otra característica del realismo ofensivo es el carácter revisionista de las grandes potencias que las aboca a una permanente competencia
Como ya se ha dicho en este documento, evitar el dominio estadounidense en Asia es una de las grandes preocupaciones exteriores de China tras la formulación de la estrategia del reequilibrio o del giro asiático en 1999. Mearsheimer considera que en los próximos años, una vez que China se provea de las necesarias capacidades militares para proyectar su poder a través del océano Pacífico, gracias al desarrollo de sus medios navales, podría albergar la intención de alterar el equilibrio vigente en la región aspirando a alcanzar una hegemonía capaz de remplazar la que poseen los Estados Unidos. Para China, esta expansión se centra en su propia supervivencia a través del aseguramiento de sus suministros energéticos[16].
Por otra parte, los Estados Unidos han mostrado una tradicional reticencia a que existan potencias regionales que puedan interferir en su hegemonía, lo que dio lugar en el hemisferio occidental a la conocida como “Doctrina Monroe”. Tras la Segunda Guerra Mundial y la caída del bloque soviético, los Estados Unidos se han configurado como la única potencia hegemónica, capaz de proyectar su poder a una distancia considerable a través de los océanos Atlántico y Pacífico; por lo que una eventual hegemonía China basada en su capacidad de proyectar su poder, podría ser considerada como inaceptable. La reciente publicación de la Estrategia estadounidense de seguridad marítima en la región de Asia – Pacífico[17] evidencia, a juicio subjetivo, un objetivo general más orientado a su contención que al fomento de la seguridad marítima regional.
Además, los Estados Unidos han orientado el desarrollo de las eventuales soluciones para neutralizar el emergente concepto chino de negación de área y acceso hacia una distribución estratégica de medios de carácter ofensivo de alta movilidad cuyo principal objeto es limitar la libertad de acción de China en la región y evitar una eventual toma de control sobre las principales líneas de comunicación marítima ante el estallido de una crisis regional; por lo que la libertad de acción en la región es considerada imprescindible.
Conclusiones
Asia alberga gran parte de las economías de mayor importancia y dinamismo a nivel mundial. El fomento de los sistemas democráticos, la interdependencia y la existencia de organizaciones de seguridad colectiva contribuyen a la estabilidad regional, pero no la garantizan necesariamente. La combinación de factores como el geográfico y la existencia de un sistema bipolar también contribuyen a que se desarrollen condiciones propicias para que se alcance un entorno pacífico y estable a nivel regional, pero por sí mismo tampoco es una causa suficiente, ya que se pueden ver influenciados de forma decisiva por las políticas nacionales.
La realidad geopolítica del Sudeste Asiático en la actualidad es abordada mayoritariamente en clave de bipolaridad entre China y los Estados Unidos, aunque en pleno proceso electoral en este último país también se utilizan argumentos en clave de amenaza para la seguridad nacional. La aproximación a la región bajo el prisma exclusivo de relaciones de bipolaridad es argumentada en base al auge militar y económico de China en los últimos años; no obstante, no pueden obviarse otros aspectos de importancia como el auge demográfico de la India o las relaciones trilaterales entre los Estados Unidos, la India y Australia o Estados Unidos, la India y Japón.
Todos los factores mencionados configuran un entorno donde las relaciones regionales se sustentan en una variedad de diferentes herramientas de poder, no sólo en el poder económico y militar, con participación de un elevado número de actores implicados, que mantiene profundas relaciones de interdependencia. En muchos casos, las relaciones entre estos actores se ven influenciadas, como ya se ha indicado, por intereses nacionales enfrentados que dificultan la cooperación entre ellos; este desafío a la colaboración se ve incrementado ante la carencia de instituciones regionales efectivas, capaces de hacer frente a las situaciones de inestabilidad regional.
La estabilidad del Sudeste Asiático dependerá de las aspiraciones y estrategias que desarrollen China y Estados Unidos para penetrar la esfera de influencia el uno del otro, pero fundamentalmente de la predisposición de los Estados Unidos a compartir con China el liderazgo internacional en aquellos aspectos que afecten a sus intereses nacionales. Los Estados Unidos se encuentran en situación de promover sus intereses de seguridad regional y desarrollar relaciones de cooperación con China en un amplio margen de aspectos, tanto económicos como de seguridad, que contribuyan al mantenimiento de un equilibrio relativamente pacífico en la región.
Por otra parte, China, una vez que ha establecido un nivel adecuado de seguridad en sus fronteras continentales, mantiene la gran incógnita sobre si dirigirá sus ambiciones estratégicas hacia el desarrollo de capacidades de proyección de su poder a través del mar, enfrentándose a los intereses de los Estados Unidos y amenazando de forma decisiva el sistema de bipolaridad. China está decidida a denegar el acceso a sus mares; no obstante, denegar dicho acceso sin ser capaces de defender sus líneas de comunicación marítimas resta sentido a cualquier desarrollo estratégico, ya que los Estado Unidos conservan su capacidad para cortar las vías de aprovisionamiento estratégico de China mediante la destrucción de sus barcos en los Océanos Pacífico e Índico.
Con la publicación de la Estrategia Militar de 2015, China confiere una gran importancia al desarrollo de unas capacidades marítimas que le permitan desplegar de forma regular más allá de la denominada “primera cadena de islas” que separa el Mar de China y el Mar Amarillo del Pacífico para proteger sus intereses estratégicos. Por otra parte, el marcado fomento de la colaboración en el entorno de las organizaciones de defensa y seguridad, representa una actitud de transparencia, evidenciada con la propia publicación de esta Estrategia, que contribuye en cierta medida a la creación de un entorno de confianza entre los diferentes actores presentes en la región.
Las autoridades chinas mantienen un equilibrio entre el mantenimiento de la estabilidad y la protección de sus intereses y derechos marítimos en el desarrollo de su acción exterior en el Sudeste. A través del empleo de una variedad de tácticas entre las que se encuentra el uso de medios de agencias civiles, con objeto de ejercer un control efectivo sobre los territorios y aguas en disputa, reduciendo de esta manera el riesgo de confrontación militar entre actores. Todo ello hace pensar que China orientará sus acciones a influir en el comportamiento de los Estados Unidos antes de emprender una guerra abierta contra éste.
*Samuel Morales Morales es Comandante de Infantería de Marina (DEM) y antiguo alumno del Máster on-line en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional por la Universidad de Granada.
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[1] Rober S, Ross “The Geography of the Peace. East Asia in the Twenty-first Century”. International Security, Vol. 23, Núm. 4 (Primavera 1999), 81-118.
[2] Robert D. Kaplan “La venganza de la geografía” RBA. Madrid, 2015.
[3] John Mearsheimer “The Gathering Storm: China’s Challenge to US Power in Asia”, The Chinese Journal of International Politics, Vol. 3, 2010, 381–396.
[4] Ángels Pelegrín et Helena Torroja “China hoy. Claves para entender su posición en el tablero internacional” Ediciones Jurídicas y Sociales S.A. Madrid, 2014.
[5] Para más información sobre la Ruta de la Seda Marítima se puede consultar el informe The Silk Road Economic Belt and the 21st Century Maritime Silk Road. Disponible en:https://www.fbicgroup.com/sites/default/files/The%20Silk%20Road%20Economic%20Belt%20and%2021st%20Century%20Maritime%20Silk%20Road%20MAY%2015.pdf
[6] Masahiro Matsamura “China’s Self-Destructive Maritime Strategy” Project Syndicate. Agosto, 2015 (Disponible en: http://www.project-syndicate.org/commentary/south-china-sea-security-by-masahiro-matsumura-2015-08).
[7] Al respecto el Australian Strategic Policy Institute publicó en julio de 2015 un informe especial sobre la existencia de una potencial carrera de armamento en el ámbito marítimo a nivel regional. Sheryn Lee “Crowded waters. Naval competition in the Asia-Pacific”. ASPI, 2015 (Disponible en:https://www.aspi.org.au/publications/crowded-waters-naval-competition-in-the-asiapacific).
[8] Timothy L. Thomas “China’s Concept of Military Strategy” Strategic Studies Institute’s quarterly journal, Parameters 44. Invierno 2014-2015 (Disponible en:http://fmso.leavenworth.army.mil/documents/China/China's%20Concept%20of%20Military%20Strategy.pdf).
[9] Joe McReynolds “China’s Evolving Perspectives on Network Warfare: Lessons from Science of Military Strategy” China Brief Volume: 15 Issue: 8. Abril, 2015 (Disponible en:http://www.jamestown.org/programs/chinabrief/single/?tx_ttnews%5Btt_news%5D=43798#.ViVKN9LhBdg).
[10] Disponible en: http://eng.mod.gov.cn/Database/WhitePapers/ (Consultado el 27 de septiembre de 2015).
[11] Yao Jianning “New rules mean ships can be used by military” Window on Chinese Armed Forces. Junio, 2015. (Disponible en: http://english.chinamil.com.cn/news-channels/china-military-news/2015-06/18/content_6546905.htm).
[12] Los buques del servicio de guardacostas chino tienen un desplazamiento de entre 4.000 y 10.000 toneladas. Entre estos buques destaca el Zhongguo Haijing (CCG 2901), dado de alta durante el mes de mayo de 2015, con 10.000 toneladas de desplazamiento. Existe una segunda unidad, en avanzado estado de construcción en los astilleros de Jiangnan. Ryan Martison “East Asian Security in the Age of the Chinese Mega-Cutter” Center for International Maritime Security. Julio, 2015 (Disponible en: http://cimsec.org/east-asian-security-age-chinese-mega-cutter/16974).
[13] Murray Hiebert et al “Perspectives on the South China Sea” Center for Strategic and International Studies. Septiembre, 2014 (Disponible en:http://csis.org/files/publication/140930_Hiebert_PerspectivesSouthChinaSea_Web.pdf).
[14] Michael S. Chase “China’s Military Parade Highlights It’s New Strategic Capabilities” The RAND Blog, Septiembre, 2015 (Disponible en: http://www.rand.org/blog/2015/09/chinas-military-parade-highlights-its-new-strategic.html).
[15] Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=XrFmD3ajG8Q
[16] John Mearsheimer, Op.Cit.
[17] Disponible en: http://www.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/NDAA%20A-P_Maritime_SecuritY_Strategy-08142015-1300-FINALFORMAT.PDF (Consultado el 27 de septiembre de 2015)
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