lunes, 27 de junio de 2016

El equipo que agrandó el mapa de la Argentina

Un logro histórico.

Gracias a una de las pocas políticas de Estado que se mantuvo durante las últimas dos décadas, científicos y diplomáticos consiguieron extender un 35% los espacios marítimos nacionales. Cambiarán los manuales de Geografía.


Festejo. Los científicos que lograron extender el límite de la plataforma continental hasta la milla 350, en el Palacio San Martín. (Foto de Rubén Digilio)

Por: Pablo Calvo - Clarín

Trabajaron 20 años para trazar una línea en el agua.

Consiguieron ampliar un 35 por ciento los espacios marítimos del país.

Ensancharon la Argentina.

Hicieron mediciones en las profundidades marinas con precisión científica y espíritu de Julio Verne.

Soportaron olas de 18 metros y se enfrentaron a horizontes inclinados.

Zarparon en un barco el 17 de diciembre de 2001 y cuando volvieron, el país había sido gobernado por cinco presidentes.

Pasaron la Navidad de 2008 lejos de sus familias, cerca de las islas Orcadas.

Recogieron 195.700 kilómetros de datos, equivalentes a 4,89 vueltas al mundo.

Descubrieron una meseta submarina frente al golfo San Jorge y la llamaron “Francisco ‘Perito’ Moreno”, en honor a ese pionero en la demarcación del territorio nacional.

Encontraron formaciones minerales muy escasas en todo el planeta, ricas en manganeso, níquel, hierro y fósforo, nódulos polimetálicos constituidos a partir de una costilla de ballena o un diente de tiburón.

Demostraron que la plataforma continental argentina se extiende mucho más allá de la milla 200 y corrieron la frontera azul hasta la milla 350, e incluso unas brazadas más.

Lograron que las Naciones Unidas admitieran los argumentos de la nueva demarcación. Y entonces el límite que construyeron (salvo en las zonas donde existen controversias de soberanía) se convirtió en definitivo y obligatorio para la comunidad internacional.

El sujeto de todos estos predicados debería ser un plural, pero es un singular. Y no es que esté mal conjugado: “Ellos”, los expertos que agrandaron la Argentina, son un equipo. Todos para uno, uno para todos.

Y Viva los reunió por primera vez desde que conquistaron lo que parecía imposible, estirar el mapa hasta donde la prolongación natural del territorio del Estado da.

Desde este año, gracias a ellos, el país es un tercio más grande bajo el mar.

A partir de ahora, cambiarán los mapas oficiales, las cartas marítimas, los manuales escolares y los libros de geografía.

En esos documentos habrá una nueva línea, formada por 6.336 puntos de coordenadas geográficas, que brindarán certeza sobre la extensión de los derechos argentinos sobre los recursos del lecho y del subsuelo marino.

Los números ilustran la magnitud del logro. La superficie argentina es de 2.780.000 kilómetros cuadrados y la plataforma continental, que entre la línea de base y las 200 millas marinas era de 4.799.000 kilómetros cuadrados, suma ahora 1.782.000 kilómetros cuadrados, es decir el equivalente al 48 por ciento del territorio emergido.

Aclaración necesaria de la nueva demarcación: la superficie ganada que no admite discusión es de 350.000 kilómetros cuadrados, pero el resto es el vasto territorio antártico, un área internacionalizada sin disposición definitiva sobre la soberanía; y el espacio que contiene a las islas Malvinas, habitadas por kelpers y ocupadas por militares británicos.

Lo científico y lo político difieren. Críticos de la decisión de la ONU, como el intelectual Carlos Escudé, sostienen que Argentina habla de un “territorio imaginario”.

Vicente Palermo, investigador del Conicet y presidente del Club Político Argentino, entiende que la decisión de las Naciones Unidas “no consiste en otorgar soberanía” y que el equipo de la Cancillería “no puede pronunciarse en materia territorial”. En una columna que publicó en Clarín, Palermo consideró además que “tanto el mapa oficial como la retórica que lo acompaña constituye un macaneo”.

En las pruebas geológicas presentadas, la contigüidad geográfica de las Malvinas con la Argentina es indudable: Tierra del Fuego y las islas están sobre la misma plataforma continental.

En derecho internacional, eso no es definitorio. Pero en una eventual reapertura de las discusiones sobre la situación colonial de las islas, podría convertirse en elemento a favor del país.

Logro con yapa. En base al trabajo de geólogos, geofísicos, cartógrafos, oceanógrafos, hidrógrafos, geodestas, expertos en sistemas y en derecho internacional, la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) presentó en Naciones Unidas el límite completo del territorio argentino –continental, insular y antártico– el 21 de abril de 2009.

A partir de allí, se abrió un proceso de intercambio de información con los expertos de la ONU. Fue cuando los científicos argentinos vislumbraron la posibilidad de marcar el límite en algunas zonas con criterios todavía más favorables para el país que los que habían tenido en cuenta en el proceso inicial.

Y gracias a que aprovecharon las nuevas coordenadas, sumaron 906 kilómetros cuadrados más para la Argentina, que en la inmensidad del mar son un pañuelo, pero en tierra equivalen, por ejemplo, a una vez y media Madrid.

El pasado 21 de abril, cuando la Comisión de Límites de la Plataforma Continental aprobó en Nueva York la demarcación impulsada por el equipo argentino, el país obtuvo más del 100 por ciento de lo que reclamaba.

Los funcionarios de la ONU se sorprendieron por el tamaño de la presentación argentina, la segunda más grande del mundo, después de la australiana. Tenía 13 volúmenes para el cuerpo principal, 24 tomos de bibliografía y 13 carpetas más con gráficos de líneas sísmicas e infografías. Y ahora ocupan dos paredes de una oficina en la Gran Manzana, justo donde el metro cuadrado es uno de los más caros del planeta.

“Queda una base de datos para el país con datos únicos y muy actualizados, información estratégica que vamos a compartir con todos los organismos interesados”, destaca la doctora en derecho internacional Frida Armas Pfirter, coordinadora general de COPLA. Rosarina, con siete años de experiencia técnica en la Corte Suprema de Justicia, Armas dedicó su tesis doctoral al Derecho del Mar y está en la comisión del límite desde el minuto uno.

Desde ese momento, el equipo trabajó 900 mil horas-persona, el tiempo que necesitaron los egipcios para levantar la Gran Pirámide de Guiza.

Selección nacional. Cuando Lidia Maffía se integró al equipo, hace 18 años, dibujaba los mapas a mano. Abría su cartuchera de lápices Rotring y chequeaba los pocos datos que había en los archivos oficiales para afinar sus representaciones. Es cartógrafa y tienen la capacidad de volcar información técnica en un planisferio, en un corte transversal o en gráficos, como los que sirvieron para armar la presentación argentina.

Yanina Berbeglia entró como estudiante y llegó a profesional. Se recibió de geóloga mientras analizaba la morfología submarina ubicada entre los 200 y los 4.000 metros bajo el nivel del mar. “Colaboré más que nada en el estudio del contexto geológico del margen y en la búsqueda de argumentos para justificar el pie del talud”, dice la integrante más joven del team, que ocupa la oficina 717 del séptimo piso de la Cancillería.

María Cristina Díaz Rondoni armó el Sistema de Información Geográfica (GIS por su sigla en inglés) que se usó para mostrar los datos recolectados. “En una computadora, vos te ponés en un punto del mapa y preguntás qué profundidad hay ahí, cuáles datos tenemos cargados de esa zona, aparece la línea sísmica. Y este sistema no sirve sólo para el límite. Ahora, la Argentina tiene un set súper completo de datos del Atlántico Sur, perfectamente estructurado y actualizado”, destaca “Kitty”, como llaman aquí a esta ingeniera geodesta, geofísica y consultora en sistemas.

Darío Papandrea, abogado especializado en derecho administrativo y derecho internacional, se encargó de contratar el personal, administrar la oficina y hacer de enlace con diputados y senadores del Congreso de la Nación, donde se aprobaban los presupuestos para la salida de los buques oceanográficos.

La expedición que zarpó horas antes del estallido social de 2001 costó 4.000.000 de dólares. Cuando el presidente Adolfo Rodríguez Saá declaró la cesación de pagos, un oficial del barco, de bandera noruega, llamó a la Cancillería y lanzó una advertencia insólita: “Si no me pagan, tiro los científicos al agua”. Se acordó que no dejaría bajar los datos obtenidos hasta recibir el último centavo. Y la información finalmente llegó... ¡un año y medio después!

Verónica Pagola es diseñadora gráfica y trabaja en COPLA desde hace 17 años. Diseñó la página www.plataformacontinental.gov.ar que cuenta cada paso dado en favor de la ampliación del mapa nacional y participó de la construcción de la imagen de la presentación ante Naciones Unidas.

El agrimensor Edgardo Monteros fue clave en la confección del mapa azul que se utilizó como síntesis de la presentación. Es un experto en sistemas de información geográfica y su labor consiste en expresar datos en modelos 2D y 3D. “Para el mapa final hubo que hacer estudios referidos al tipo de proyección, porque lo yo buscaba era algo donde la Antártida no se llevara el protagonismo. Quería una imagen equilibrada y eso requirió diversos análisis también de las bases de datos públicas, que complementamos con nuestra información”, explica.

Aparecieron entonces los cartógrafos, marcaron curvas sobre las olas, vieron cómo lucía en la computadora, imprimieron una copia, la miraron a trasluz, cotejaron los datos y alumbraron la silueta marítima argentina más panzona de toda su historia en su “frontera con la Humanidad”, como se la llama en los documentos de trabajo.

“Cada profesional tiene una manera de trabajar. A veces, el mismo dato es interpretado por un geólogo y un oceanógrafo de manera distinta. Por eso no es sencillo acoplar tantas visiones en un resultado, y menos para un grupo de argentinos, pero nosotros, con esfuerzo y dedicación, lo hemos logrado”, resalta el ingeniero geógrafo Marcelo Ancarola, miembro del equipo de cartografía.

Corrientes submarinas, olas gigantes.

Juan Bautista Allegrino se encargó del procesamiento matemático de los datos batimétricos, sobre las profundidades del mar. Licenciado en oceanografía física de la Universidad de Buenos Aires, intervino en el control de calidad de esa información y desarrolló un método nuevo para aplicar la regla general del “máximo cambio de gradiente”, tan preciso que despertó la atención de otros países que tienen que actualizar sus límites en el mar.


Para esta misión, el buque oceanográfico Puerto Deseado fue equipado con tecnología de última generación: sonda náutica, sonar, gabinete batimétrico y dispositivo de posicionamiento.

No bien instalaron todo, el barco partió hacia el Pasaje de Drake, ese tramo de olas salvajes entre Ushuaia y la Antártida, allá donde el mundo recrea leyendas de abismos y finales.

Una tormenta inmovilizó cuatro días la nave. Pero fue en ese primer viaje, con instrumentales a full, que marinos y científicos establecieron el punto límite al sur de Tierra del Fuego, el FOS 49.

El capitán de navío Ariel Troisi, jefe del Departamento de Oceanografía del Servicio de Hidrografía Naval, coordina la subcomisión técnica de COPLA. Sabe del mar, pero mejor maneja el inglés, habilidad que resultó fundamental en las discusiones en Nueva York con los expertos de las Naciones Unidas. “Fui una suerte de intérprete de lo que estábamos queriendo decir. Estábamos discutiendo un límite de Argentina y era una responsabilidad muy grande para nosotros, pero todos los del equipo le pusimos ganas y salió todo bien”, subraya Troisi, licenciado en oceanografía.

¿Qué los motivaba?

La pregunta de Viva logra el primer silencio en medio de un tropel de argumentos volcados por estos expertos en ciencias del mar.

Contesta el hidrógrafo y agrimensor Martín de Isasi: “A mí la República Argentina me dio todo, la educación, la vida, el trabajo. Por eso ahora buscamos dar todo por ella. La formación de un equipo es eso, buscar el mejor resultado entre todos, poner los datos sobre el mapa y ejercer la soberanía. Y nosotros hicimos eso, pusimos el alambrado”.

“Soy profesor de hidrografía en la Universidad de La Plata y les enseño a mis alumnos que la Argentina no termina en el Canal Beagle, sino que es todo, las Malvinas, las Georgias, la Antártida”, cuenta De Isasi, redactor del pliego de licitación para la compra del instrumental que se usó para medir las profundidades oceánicas.

En la página web del equipo, el logro se describe bajo el título “Éxito de una política de Estado sostenida durante casi 20 años”, a propósito del carácter inusual de la iniciativa, ininterrumpida desde 1997, pese a los profundos cambios que hubo en la política exterior.

El ingeniero geofísico Carlos Caporossi llegó a la comisión por un aviso en Internet. Formado en la industria petrolera, con una década de experiencia en YFP, se desempeñó en la parte de interpretación sísmica del equipo. “A través de cálculos, demostramos que el trabajo hecho por COPLA era totalmente creíble”, resumió.

Riquezas. ¿Hay gas o petróleo en la plataforma continental? Es probable, pero esos datos estratégicos permanecen bajo cláusulas de confidencialidad.

En el lecho y el subsuelo marino hay especies sedentarias, langostas, vieiras, pepinos de mar. Y el país, ahora, tiene soberanía exclusiva hasta la milla 350 sobre esas especies. Para la pesca se mantiene el control de la zona económica exclusiva hasta la milla 200, pero las riquezas del fondo oceánico son argentinas hasta el nuevo límite, como las formaciones de coral.

Los mapas se transforman. Se encontró uno de 1786, depositado en los Archivos Estatales de España, donde a la Patagonia le faltaban lagos. Es que algunos no habían sido descubiertos. Ahora aparecieron montes submarinos rodeados de peces Orange Roughy. Los llaman también “Relojes del Atlántico” y algunos llegan a tener 149 años de edad. La virtud de esta especie es la paciencia. pcalvo@clarin.com


Fotos: Rubén Digilio​

Infografía: Alejandro Tumas​

Materiales gráficos: COPLA, Cancillería argentina.​

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