lunes, 8 de febrero de 2016

Mercenarios: la inestabilidad global alimenta un gran negocio británico

Gran Bretaña factura más de 50.000 millones de dólares anuales en "ejércitos privados", que se multiplicaron ante amenazas como el terrorismo, la piratería o la inseguridad

Luisa Corradini para La Nación

PARÍS.- El terrorismo, la piratería marítima, los actos de sabotaje y la inseguridad general que vive el planeta desde hace 15 años favorecieron la vertiginosa proliferación de milicias privadas y compañías de seguridad (MPCS). Por sus dimensiones, esas actividades, legales pero al borde de la moralidad, se transformaron en una auténtica industria, esencialmente basada en Gran Bretaña, que factura más de 50.000 millones de dólares anuales.

Herederos de corsarios, ejércitos privados y mercenarios, los soldados irregulares prácticamente habían desaparecido en los siglos XIX y XX, pero volvieron de la mano de la descolonización en los años 60 y, desde entonces, nunca dejaron de aumentar.


La razón es simple. En teoría, las milicias privadas ofrecen a Estados o empresas privadas la posibilidad de lanzar guerras allí donde, por razones económicas o políticas, los gobiernos no pueden hacerlo. Pero esta práctica más vieja que los mismos ejércitos regulares no sólo se expande a pasos agigantados: también está modificando las relaciones internacionales.

"Todos saben que Vladimir Putin utilizó mercenarios en Ucrania. Pero ¿qué líder occidental sería capaz de decirle que no lo puede hacer, después de emplear soldados de fortuna durante diez años de guerra en Irak y en Afganistán?", reflexiona Sean McFate, investigador en el instituto Atlantic Council, en Washington.


Gran Bretaña parece haberse transformado en el "principal proveedor" de ese limbo de la violencia omnipresente en las "guerras contra el terror" lanzadas por Occidente después de los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, según un informe de una ONG británica publicado esta semana.

El documento de la ONG War on Want (Guerra a la Miseria), titulado "Mercenarios descontrolados: el nuevo mundo de las milicias privadas y las compañías de seguridad", examina el crecimiento exponencial de esa industria en los últimos 15 años y afirma que ha llegado el momento de prohibir esa actividad y "poner fin a la privatización de la guerra".

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La multinacional británica G4S, según el informe, es actualmente la empresa de seguridad privada más importante del mundo. Pero no menos de otras 14 sociedades del sector están basadas en Hereford, a escasos pasos del cuartel general del Special Air Service (SAS), célebre unidad de fuerzas de elite de la corona y principal vivero de unas 46 MPCS del planeta.

"El aumento vertiginoso de las milicias privadas y compañías de seguridad, con contratos valuados en decenas de miles de millones de libras, marca el regreso de la era de los perros de la guerra (mercenarios), omnipresentes en la invasión de Afganistán e Irak", afirma John Hilary, director ejecutivo de la ONG que lucha contra todas las causas de la pobreza.

En los momentos más difíciles de la ocupación de Irak, unas 80 empresas privadas británicas operaban en ese país. Hoy, según War on Want, son centenares las MPCS que actúan en áreas de conflicto en todo el mundo, movidas únicamente por un sistema de autorregulación.

En Libia, las milicias privadas británicas fueron las primeras en llegar después de la caída de Muammar Khadafy en 2011, señala el informe. El Security Contracting Network, un foro de reclutamiento consagrado a esa industria, publicó entonces un mensaje que rezaba: "En cuanto las empresas de petróleo extranjeras intenten volver a Libia, habrá un pico de actividad".

Otras dos de las principales empresas británicas del sector, Aegis Defense Services (actualmente parte de GardaWorld), Control Risks y Olive Group, también se cuentan entre los principales empleadores. Sus directorios están dominados por ex oficiales retirados.

El año pasado, G4S obtuvo un contrato de 188 millones de libras (245 millones de euros) para ocuparse de la seguridad de la petrolera nacional iraquí Basrah Gas Company y otro de 130 millones de euros por cinco años con la embajada de Gran Bretaña en Afganistán. Sus ingresos en África llegaron el año pasado a 650 millones de euros. War on Want afirma que entre los clientes de G4S se encuentran Royal Dutch Shell y AngloGold Ashanti, el gigante sudafricano de la extracción de oro. Los contratos del Foreign Office (la cancillería británica) con empresas privadas de seguridad prácticamente se cuadruplicaron en 11 años. Las cifras oficiales muestran que pasaron de 16,3 millones de euros en 2003 a 64,7 millones en 2012.

Con el objetivo de limitar los abusos, una comisión de la ONU prepara un proyecto de convención internacional que debería reglamentar la actividad. Pero la tarea no será fácil pues, en el mundo de la realpolitik, los beneficios que proporcionan esos ejércitos paralelos parecen exceder ampliamente los riesgos.

Ésa es la razón que explica la longevidad de la práctica. Aunque cueste creerlo, la Guardia Suiza Pontifical, oficialmente llamada Cohors Helvetica Pontificia, es un ejército mercenario: el último vestigio de los destacamentos de extranjeros que sirvieron en distintas cortes europeas a partir del siglo XV

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