Por: Gustavo
E. Andres Saralegui
Buenos Aires - Argentina, 1956. Ingeniero por la Universidad
Nacional de Buenos Aires (UBA). Actividad privada, Urbaser (Grupo ACS) y Gaseba
(Gas de France). Magister en Defensa por la Escuela de Defensa Nacional
(EDENA). Colaborador en artículos de opinión para Nuevamayoria.com de Argentina
e Infodefensa.com de España.
Buenos Aires
Sin embargo, “Cambiemos” se gestó con la idea de modificar las estructuras arcaicas que dirigen los hilos de la política argentina y el área Defensa no es ajena. Si los cambios de fondo no se producen, la nueva dirección seguramente tendrá planes y programas que podrán en el futuro calificarse de meritorios, pero la raíz del problema seguirá siendo 'la espada de Damocles' de esta gestión y de las subsiguientes y los efectos quedaran a juicio de los historiadores.
Una mirada a la actualidad permite observar en el sector, conflictos de intereses que necesariamente deben llevarse al terreno de los problemas a resolver, pero siempre observando que la madre de ellos, es el desproporcional gasto en personal (activo y pasivo) superior al 80% en relación a los necesarios gastos de operación, mantenimiento y las adquisiciones. Esta ecuación da como resultado un presupuesto que parece adecuado por monto, pero en la práctica alcanza solo para el pago de salarios, pensiones y retiros.
La imperiosa y trascendente reforma del sistema de defensa argentino no es una misión donde sea fácil obtener el desenlace esperado. Se necesita compromiso y firmeza del staff político para alcanzar la meta, y por sobre todo saber porque es importante llevarla a cabo, entendiendo que el tiempo forma parte del éxito. Por tanto, no podemos considerar el corto plazo para su rápida finalización.
En el corto plazo, si es fundamental poner en acción a las fuerzas armadas, básicamente volver a la instrucción de calidad y adiestramiento militar de marinos, pilotos y soldados. Dada la falta de recursos que el presupuesto seguramente dispondrá en el 2016 para operaciones militares, se vuelve necesario recurrir entre los conocedores y expertos del área, a la creatividad para imprimirle velocidad al ciclo de alistamiento, adiestramiento y sostenimiento de las operaciones. También debe evaluarse las posibles adquisiciones incluidas en distintos presupuestos anuales que nunca se ejecutaron.
En el sector naval, quedo pendiente entre otros, la construcción de patrulleros de alta mar. En sus orígenes fue pensado para llevarlo en forma conjunta con Chile sobre la base de un desarrollo del astillero Fassmer. Hoy este país tiene navegando tres de un total de seis programados y desde que se estudió la idea a principios de siglo, varios países de Latinoamérica han llevado adelante la producción, por caso Colombia en conjunto con el mismo astillero, Venezuela con Navantia y Brasil comprando a BAE Systems.
Sin embargo, convendría poner sobre el tablero de decisiones, la elección de las alternativas barcos de guerra o patrulleros de alta mar (Offshore Patrol Vessel), para realizar las tareas de control pesquero, cumplimiento de las leyes y búsqueda y rescate en el mar, funciones propias de una Guardia Costera. Al respecto cabe preguntarse si Argentina con cuatro fragatas y nueve corbetas en las bases de Puerto Belgrano y Mar del Plata, sin navegar por falta de alistamiento y sostenimiento no podría en los próximos cuatro años, como resultado de un plan inicial de navegación del Mar Argentino, para la vigilancia marítima que incluya adiestramiento y patrullaje, no puede realizar estas funciones incorporando personal de Prefectura Naval idóneo para llevar adelante estas tareas.
De hecho, las marinas del mundo hicieron todos estos trabajos de las OPV con barcos de guerra por centurias.
Por otro parte los gastos en tripulación y combustible para navegar son costos hundidos en el caso de los barcos de guerra, no así, de decidirse el desarrollo y producción de las OPV. Hay que estimar una inversión cercana a 50 millones de dólares por cada unidad que se decida incorporar.
El argumento más sólido para sostener esta postura es que a diferencia de otros países como los EE.UU. que también tiene una gran Zona de Exclusión Económica (EZZ), aún mayor que la de Argentina, para la Marina de guerra argentina (ARA) a diferencia de la US Navy, para la cual el área de operación primaria está lejos de las aguas territoriales, el Atlántico sur que baña las costas patagónicas, es su principal foco de atención, dado el conflicto que aún mantiene con una potencia extranjera.
EE.UU. no puede estar disponiendo o construyendo un número proporcionalmente grande de barcos puros de guerra para también patrullar su ZEE. o Argentina en cambio debe patrullar sus aguas territoriales con sus mejores barcos de guerra.
En el área naval, es esencial comenzar a realizar vigilancia marítima del Mar Argentino y entrenar a los oficiales y tripulaciones asignadas a los barcos. En este momento si se realizara un análisis comparativo sobre experiencia marinera a lo largo de épocas, es posible que los oficiales superiores de hoy tengan menor experiencia que los subalternos de hace 30 años.
Sería importante realizar una auditaría externa y comparar con los informes que posee el edificio Libertad para comprobar fehacientemente el estado actual del core team de la escuadra de buques de superficie, que son las fragatas y corbetas Meko. Las mismas fueron adquiridas a partir de un plan de compras gestado y conducido por la Armada desde mediados de la década de 1970.
Estimando que los cascos están en buenas condiciones, las plantas propulsoras de las Meko 360 sistema COGOG (turbinas Rolls Royce en ambos casos), podrían ser reemplazadas, dado su desgaste, y restricciones políticas para su mantenimiento, por el sistema CODAG (con dos motores diésel tipo Bazán Bravo o MTU de 6-7 MW cada uno y una turbina General Electric de 21 a 24 MW) que les permitiría navegar en velocidades de hasta 26-27 nudos, con menor firma térmica y acústica.
También sería importante y de gran utilidad aumentar el tamaño del hangar para permitir hangarar helicópteros medianos, tipo MH-60 Knight Hawk (Sea Hawk) en su versión S o R, ya que en una condición del mar Sea State 5 (World Meteorological Organization Sea State Code), es decir con olas entre 2,5 a cuatro metros de altura, los helicópteros ligeros embarcados (Fennec o Alouette III) que tiene la Armada Argentina no pueden volar con seguridad en misiones de guerra antisubmarina (ASW) o búsqueda y rescate de combate (CSAR).
Con este up grade y la adquisición de los Sea Hawk, más la correcta provisión de combustible y racionamiento, volveríamos a tener 4 navíos de guerra turnándose en campañas de navegación exigentes en el Mar Argentino.
Quedaría analizar el sistema de armamentos y equipamiento electrónico de sensores como los radares y sonar para otra etapa, donde la posibilidad de un 'up grade' queda en desventaja, ya que los cascos han superado con creces la vida útil media, acercándose al final de la misma. Hoy todos sabemos que una Meko 360 frente a las fragatas Tipo 23 o destructores tipo 45, que patrullan nuestras propias aguas territoriales están en inferioridad de condiciones.
Durante esta gestión debería tomarse la decisión en la elección del futuro navío que reemplazara a las Meko 360. Para sustituirlas se debe estimar una inversión de entre 350 millones para el caso de una Meko 200 clase ANZAC o 700 a 900 millones para el caso de un 'flagship'. Sería reconfortante para nuestros marinos navegar por los mares del sur, y poder pensar que los marinos ingleses, van a sentir la misma sensación que ellos al ser barridos por el radar.
Es bueno tener siempre presente a Friedrich Nietzsche: “Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”.
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