Un estudio sobre el desarrollo industrial en Argentina y Brasil detectó que las actividades vinculadas a la explotación de recursos naturales son las que presentan más oportunidades de innovación en América Latina.
“Es mucho más fácil generar actividades nuevas cuando están vinculadas a las que ya existen que tratar de generar una industria nueva de la nada… hay que pensar la diversificación y la política tecnológica como un proceso, utilizando la infraestructura y las capacidades productivas que tiene cada uno, y no la infraestructura científica pura”, comenta la economista Anabel Marin, que junto a su colega Sergio Petralia analiza las oportunidades tecnológicas que aparecen en los diferentes contextos industriales de Argentina y Brasil.
Para ello, no tomaron los indicadores que tradicionalmente se consideran en este tipo de estudios, como cantidad de patentes o la inversión en I+D (investigación y desarrollo), sino que se basaron en encuestas de innovación y en la rentabilidad obtenida a través de las inversiones en I+D. “Estamos criticando la teoría de innovación y usando el caso de América Latina para demostrarlo, cuestionando también las clasificaciones de industrias basadas en indicadores parciales”, advierte la investigadora del Conicet, de la Fundación Cenit y del Centro Steps América Latina.
Partiendo de la premisa de que las industrias innovadoras que ofrecen más oportunidades tecnológicas corresponden a las que la OCDE (Organización para el desarrollo y la cooperación económica, por su sigla en inglés) define como High Tech o de alta intensidad tecnológica -como las telecomunicaciones y a la informática- y considerando que para definirlas se basan en estudios de los países que integran la OCDE, la investigadora se propuso corroborar qué ocurre en los denominados países en desarrollo.
“En cada contexto, hay distintas historias industriales, diferentes niveles de desarrollo científico, de las capacidades científicas, distintas matrices productivas… un montón de cuestiones que hacen que a lo mejor una industria que en la OECD aparece como High Tech, acá no figure en esa categoría”, explica Marin, y afirma que, de acuerdo a los datos obtenidos, “los sectores que son normalmente consideradosLow Tech, como textiles y alimentación, son los que hoy están dando mayores oportunidades para innovar, por un conjunto de factores que todavía no terminamos de entender bien”.
Recursos naturales en la mira
En ambos casos, las industrias que figuran con más oportunidades tecnológicas no solo son las consideradas de baja intensidad tecnológica sino que en general se vinculan con la explotación de los recursos naturales. En Argentina, por ejemplo, además del sector de autopartes, que está fuertemente subsidiado, las principales industrias innovadoras pertenecen a los sectores de alimentos, textiles, productos químicos y petroquímicos, impresión, industria del cuero, metalúrgico y siderúrgico.
En Brasil, la matriz industrial aparece un poco más diversificada. Allí, además del sector automotriz, que también está fuertemente subsidiado, el resto de las actividades importantes están vinculadas con: alimentos, acero, textil, tabaco y química. El desarrollo aeronáutico y de otras maquinarias y equipamientos también es importante, pero a un nivel inferior.
“Esta es la realidad que tenemos, una industria en la que el 50% de las exportaciones depende de los recursos naturales, en Chile el 70%, en Brasil el 40%”, reconoce Marín y continúa: “La realidad de los países de América Latina es esa, se puede luchar contra eso desde un lugar duro o tratar de ver cómo generar políticas a partir de las cuales diversificar la matriz productiva”.
Por ejemplo, la especialista menciona las actividades vinculadas a la biotecnología, que se podrían incentivar a partir de las necesidades puntuales de los sectores con oportunidades tecnológicas en cada país. “Hay diferentes trayectorias tecnológicas posibles, no es lo mismo incentivar un laboratorio que haga transgénesis que una plataforma de biología molecular que sirva para varios”, advierte Marín y subraya que es necesario pensar en el destino de las inversiones, para potenciar qué actividades, que atiendan a qué necesidades sociales y económicas. “Esta es una discusión que se está empezando a dar pero no como se debería. Todavía predomina la idea de que hay que apoyar a la tecnología per se, pero hay que pensar para qué, para quién… en parte, apuntamos a instalar ese tipo de discusión y de debate”.
Distintas oportunidades para diferentes contextos
Las industrias que menos oportunidades tecnológicas mostraron en este análisis fueron las que usualmente se clasifican como High Tech. Por el contrario, tanto en Argentina como en Brasil, los sectores que resultaron más innovadores fueron procesamiento de alimentos, productos de cuero, minerales no metálicos y derivados del petróleo.
Dentro de esas categorías, el estudio resalta el ejemplo de la industria vitivinícola en Argentina, un sector que ha adquirido ventajas competitivas tras los cambios en la demanda y la tecnología, que se ha vuelto muy dinámico, con “altas oportunidades para la innovación y el crecimiento”. En el caso de Brasil, destaca su liderazgo a nivel mundial en la producción de eucalipto, gracias a la alta productividad y a la calidad de la pulpa y el papel derivados de esta planta, que es nativa de Australia.
“Esto debería abrir un debate acerca de cómo hacer política. La gente cree que estamos diciendo que hay que darle apoyo solamente a estos sectores. De ninguna manera, lo que estamos diciendo es que ahí hay oportunidades que se deben aprovechar para generar políticas de diversificación”, aclara Marín y considera que “es ingenuo pensar que el gobierno, desde las políticas, puede digitar qué industrias se van a desarrollar, pues no hay muchas experiencias en el mundo donde se haya podido hacer”.
Tal fue el caso de los países asiáticos, que se desarrollaron en las industrias que ahora son High Tech, entre otras cosas, porque en sus etapas iniciales, éstas necesitaban mucha mano de obra barata, algo que estaba disponible en esos países. “Pero eso ocurrió hace 20 años y no se puede pasar directamente esa experiencia a nuestras realidades: el tiempo pasó, la ventana de oportunidad no está más, la cultura es distinta, la matriz de la estructura productiva también, y ni siquiera sabés si te querés convertir en un país asiático”, reflexiona Marín y concluye: “podes pensar que las industrias van a funcionar de la misma manera en todos lados, pero hay distintas realidades y contextos, y hay que entender esas realidades para hacer política industrial, tecnológica y científica… creo que la política tecnológica, y la científica con más razón, tienen que responder a las demandas sociales”.
26 mar 2015
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