Por: Martín Dinatale para LA NACION
Las visitas que Mauricio Macri realizó ayer a Chile y Brasil son el preludio de un objetivo concreto que se trazó el presidente electo como parte de una ambiciosa estrategia diplomática de largo aliento: aspirar a convertirse en el nuevo líder de la región en los próximos años, con la ayuda de eventuales vientos de cambio ideológico.
El encuentro con Dilma Rousseff fue una clara señal de que Macri quiere reformular la alicaída relación de la Argentina con Brasil. Cristina Kirchner y Rousseff nunca tuvieron una buena relación personal. Siempre sintieron que competían por el liderazgo regional y eso se tradujo en fuertes cortocircuitos en las relaciones comerciales. Macri busca romper con este maleficio.
En paralelo, quiere darle al Mercosur una fuerte impronta económica para un bloque que en los últimos años se politizó al extremo. La embestida contra Venezuela y el pedido de suspenderla del Mercosur por el eventual incumplimiento de la cláusula democrática es la punta de lanza de un plan mayor: romper con el eje bolivariano en la región que construyeron Kirchner y Chávez.
"Podemos competir en fútbol, pero unidos, la Argentina y Brasil somos imparables", dijo Macri tras el encuentro. Su gesto llega en un momento de extrema debilidad política de Rousseff, que está a las puertas de un juicio político. Macri no se involucró en la situación interna de Brasil, pero en la intimidad confía en que el capital político de Rousseff no se derrumbe ahora porque la considera una "socia crucial" para la estrategia comercial de la Argentina.
El gesto de Macri de acercarse a Michelle Bachelet forma parte de una mirada hacia la Alianza del Pacífico, que profundizará el gobierno macrista en contraposición a la diplomacia kirchnerista que desatendió los lazos con Chile. La visita a Bachelet también es un hoja de ruta que se impuso el presidente electo para avanzar hacia eventuales proyectos futuros de la Argentina, como el Acuerdo Estratégico Transpacífico (TPP), que firmaron recientemente Estados Unidos, Chile, México, Perú, Japón y otros países de Asia.Paradójicamente, la debilidad de Rousseff fortalece a Macri en su dura embestida contra Venezuela, que Brasil no comparte. De las elecciones legislativas de mañana en Venezuela depende en gran medida el triunfo o no de la afrenta que enarboló Macri contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pero resulta extraño: las dos caras de una misma moneda jugarían en favor de Macri. Un triunfo de la oposición le dará aire suficiente a Macri para avanzar contra Venezuela en la cumbre de presidentes del Mercosur que se hará el 21 de diciembre en Paraguay. Aunque también una victoria de Maduro teñida de fraude y violencia seguiría abonando al planteo de Macri y podría modificar sustancialmente la postura de Brasil.
"No se equivoquen: La apuesta más importante de la política exterior de Macri no será Europa ni Estados Unidos o China en lo inmediato. La mayor apuesta es América latina", sentenció ayer a LA NACION un allegado a Macri que viajó a Chile y Brasil.
Las visitas que Mauricio Macri realizó ayer a Chile y Brasil son el preludio de un objetivo concreto que se trazó el presidente electo como parte de una ambiciosa estrategia diplomática de largo aliento: aspirar a convertirse en el nuevo líder de la región en los próximos años, con la ayuda de eventuales vientos de cambio ideológico.
El encuentro con Dilma Rousseff fue una clara señal de que Macri quiere reformular la alicaída relación de la Argentina con Brasil. Cristina Kirchner y Rousseff nunca tuvieron una buena relación personal. Siempre sintieron que competían por el liderazgo regional y eso se tradujo en fuertes cortocircuitos en las relaciones comerciales. Macri busca romper con este maleficio.
En paralelo, quiere darle al Mercosur una fuerte impronta económica para un bloque que en los últimos años se politizó al extremo. La embestida contra Venezuela y el pedido de suspenderla del Mercosur por el eventual incumplimiento de la cláusula democrática es la punta de lanza de un plan mayor: romper con el eje bolivariano en la región que construyeron Kirchner y Chávez.
"Podemos competir en fútbol, pero unidos, la Argentina y Brasil somos imparables", dijo Macri tras el encuentro. Su gesto llega en un momento de extrema debilidad política de Rousseff, que está a las puertas de un juicio político. Macri no se involucró en la situación interna de Brasil, pero en la intimidad confía en que el capital político de Rousseff no se derrumbe ahora porque la considera una "socia crucial" para la estrategia comercial de la Argentina.
El gesto de Macri de acercarse a Michelle Bachelet forma parte de una mirada hacia la Alianza del Pacífico, que profundizará el gobierno macrista en contraposición a la diplomacia kirchnerista que desatendió los lazos con Chile. La visita a Bachelet también es un hoja de ruta que se impuso el presidente electo para avanzar hacia eventuales proyectos futuros de la Argentina, como el Acuerdo Estratégico Transpacífico (TPP), que firmaron recientemente Estados Unidos, Chile, México, Perú, Japón y otros países de Asia.Paradójicamente, la debilidad de Rousseff fortalece a Macri en su dura embestida contra Venezuela, que Brasil no comparte. De las elecciones legislativas de mañana en Venezuela depende en gran medida el triunfo o no de la afrenta que enarboló Macri contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pero resulta extraño: las dos caras de una misma moneda jugarían en favor de Macri. Un triunfo de la oposición le dará aire suficiente a Macri para avanzar contra Venezuela en la cumbre de presidentes del Mercosur que se hará el 21 de diciembre en Paraguay. Aunque también una victoria de Maduro teñida de fraude y violencia seguiría abonando al planteo de Macri y podría modificar sustancialmente la postura de Brasil.
"No se equivoquen: La apuesta más importante de la política exterior de Macri no será Europa ni Estados Unidos o China en lo inmediato. La mayor apuesta es América latina", sentenció ayer a LA NACION un allegado a Macri que viajó a Chile y Brasil.
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