jueves, 16 de abril de 2015

“DEBEMOS DOMINAR LA TECNOLOGÍA PARA SER COMPRADORES INTELIGENTES”

“Debemos dominar la tecnología para ser compradores inteligentes”

El ingeniero electrónico Daniel Lupi, presidente de la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN), habló con TSS sobre las ventajas de que la Argentina apueste a la investigación en el área y sobre cómo se puede competir a nivel mundial.
Agencia TSS – Cuando empezó a trabajar en el campo de la nanotecnología, Daniel Lupi casi no se percató de ello. Siempre se dedicó a la microelectrónica, por lo que estaba acostumbrado a manipular objetos de pequeñas dimensiones como los chips. Pero esos procesadores se fueron perfeccionando y comenzaron a aumentar sus capacidades tecnológicas al tiempo que disminuía su tamaño. “Los chips con los que trabajábamos los ingenieros se fueron achicando tanto que, de repente, nos encontramos hablando de nanómetros y tuvimos que averiguar qué eran”, recuerda Lupi, presidente de la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN), dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva de la Nación (Mincyt).
Así comenzó a meterse en el prometedor mundo de la nanotecnología, esa disciplina transversal que manipula la materia al nivel de átomos y moléculas para hacer productos más resistentes, duraderos o livianos, entre otras posibilidades. Para imaginar el tamaño de su especialidad basta con tener en cuenta que la unidad de medida, el nanómetro, es mil veces más pequeño que el espesor de un cabello humano. ¿Para qué sirve algo tan pequeño? ¿Cómo puede competir la Argentina en un área estratégica de producción a nivel mundial? Esas fueron algunas de las preguntas que Lupi le respondió a TSS.
¿La nanotecnología crea productos nuevos o mejora los ya existentes?
Muchas veces, se tiene la expectativa de que si se aplica nanotecnología, aparecerán nanoproductos. En la práctica no es así. Los productos son los mismos y lo que se logra es una mejora en alguna de sus cualidades. La nanotecnología es disruptiva en cuanto a que aparece de repente y nos permite detectar cambios importantes en el comportamiento de los materiales. Pero cuando se la aplica consiste en una innovación incremental en un producto estándar. Quizás la excepción que todos estamos esperando, la piedra filosofal, esté en la medicina. La nanotecnología podría cambiar completamente la manera en que se llega a un tumor, por ejemplo, pero esto todavía está en el campo de la experimentación. Para simplificar, se habla de nanocosas, que pueden ser nanopartículas, nanofilms o nanotubos, cuyas dimensiones son del orden de los nanómetros. Cuando se está cerca de esas dimensiones, las propiedades de la materia cambian. Entonces, el oro no tiene color oro, sino que de acuerdo al tamaño produce distinta interferencia con la luz y, por lo tanto, presenta distintos colores. La conductividad eléctrica y la térmica tampoco son las mismas en esta escala.
Los chips con los que trabajábamos los ingenieros se fueron achicando tanto que, de repente, nos encontramos hablando
de nanómetros y tuvimos que averiguar qué eran”, recuerda Lupi.
¿De qué maneras se aprovechan este tipo de fenómenos?
Por ejemplo, si uno mezcla proporciones bastante bajas de nanotubos de carbono con un material aislante, lo transforma en un material conductor. Este juego de que, con muy pequeñas porciones de algún nanomaterial, todo el material adquiere propiedades distintas, es lo que permite pasar de un fenómeno sorprendente a algo tecnológico. Un ejemplo típico es el de aquellas piezas plásticas que están bajo el capó de un auto, que para poder resistir las altas temperaturas del motor tienen lo que se llama una carga. Casi un 30 por ciento de ese material plástico está compuesto por esta carga, que puede ser sílice, por ejemplo. Si se reemplaza el sílice por nanopartículas también naturales, con un 6 por ciento de carga alcanza para cumplir la misma función, lo que reduciría en un 20 por ciento el peso de todo el material plástico. Es decir, se produce un fenómeno de innovación evolutiva en el que el producto mejora con nanotecnología. Sin embargo, el usuario no ve nada distinto, simplemente puede llegar a darse cuenta que el auto consume menos porque es un poco más liviano.
Usted ha señalado que a la Argentina le conviene enfocarse en la producción de nanointermediarios (insumos que utilizan nanocomponentes), más que en la producción de nanomateriales. ¿Por qué?
Sí, porque nanomateriales como nanopartículas, nanotubos y nanosuperficies ya están siendo producidos por las grandes empresas proveedoras de materiales químicos del mundo y a precios cada vez más bajos. Se puede investigar, y de hecho hay grupos de investigación que son fuertes en eso, pero la pata industrial parece que va a esta absorbida por los productores internacionales. La segunda etapa de la cadena implica transformar nanomateriales en nanointermediarios. Un ejemplo clásico es el de las pinturas. Las pinturas pueden ser conductoras si se les agregan nanopartículas de carbono o de cobre. También podrían ser bactericidas, si las nanopartículas son de plata. Esto podría servir para pintar las paredes de hospitales o los quirófanos con esa pintura y así disminuir la posibilidad de que se produzcan contaminaciones. Siguiendo con el ejemplo anterior del auto, se puede ver la cadena de manera clara. Las nanopartículas son los nanomateriales, la pintura modificada con esas nanopartículas sería el nanointermediario y el auto pintado sería el producto final. Trabajar en las pinturas es un buen negocio para la Argentina, porque suelen requerir colores particulares. También hay ejemplos en la industria textil, plástica y metalmecánica. En casi todas las industrias está apareciendo el uso de la nanotecnología.
Si la nanotecnología está en casi todos lados, inclusive sin que seamos conscientes de eso, ¿qué mejoras experimentamos en la vida cotidiana?
Yo diría que el lugar en que más ha entrado la nanotecnología sin que nos demos cuenta es en la microelectrónica, porque la usamos para trabajar, para divertirnos y para estudiar. Todos los chips de los teléfonos y televisores inteligentes que se producen en el mundo se hacen en unas pocas fábricas. Ahí es donde más lo estamos disfrutando porque cada vez son dispositivos más pequeños, consumen menos y tienen más funcionalidades. Pero hay aplicaciones en otros campos donde todavía no queda tan clara la ventaja económica. Yo diría que incluso puede ser al revés. Si uno produce por el método clásico, sabe que funciona; si lo hace con nanotecnología, como es una tecnología nueva todavía, se puede fallar y gastar más. Entonces, salvo en la microelectrónica, no hay una ventaja económica evidente en el uso de nanotencología o se da de modo indirecto. Por ejemplo, en el caso de las cosechadoras. Los tornillos pueden desgastarse rápidamente por estar en contacto con el grano, pero si están hecho con nanopartículas que endurecen su superficie, esa pieza dura mucho más y, por lo tanto, hay un ahorro económico.
Nuevo edificio de la FAN en el campus de la Universidad de San Martín (Unsam) .
¿Las políticas públicas están enfocadas al desarrollo de la nanotecnología?
Desde el Ministerio de Ciencia se identificó con mucho tiempo de antelación cuáles son las tecnologías llamadas habilitantes, porque son transversales y se pueden aplicar a muchas cosas y pueden intercambiar información entre ellas: las TICs, la biotecnología y la nanotecnología. Con esto, el Ministerio lo que quiso indicar es que el mundo se va a mover sobre estas tres piedras filosofales. En TICs ya había una carrera importante hecha en el país y la biotecnología también tenía sus antecedentes. Pero la nanotecnología estaba en sus inicios, por lo que ahí se tomaron medidas más fuertes, apoyando la investigación básica, equipando laboratorios, formando recursos humanos y creando la FAN.
¿Qué tareas desarrolla la FAN?
Nuestra misión estaría cumplida si logramos dejar algunos casos paradigmáticos que demuestren que la nanotecnología es negocio o que es conveniente en algún aspecto que beneficie a la sociedad argentina. Una parte de este trabajo tiene que ver con la difusión, con llegar a la escuela primaria con Tecnópolis, a la secundaria con el concurso “Nanotecnólogos por un día” y a la universidad a través del programa Nano U. También tenemos el programa “Nanotecnología para la industria y la sociedad”, en el que tratamos de vincular a la investigación y a la producción industrial. Es una disciplina tan horizontal que a veces muchos trabajan en este campo y no lo saben. La otra parte del trabajo tiene que ver con lo que llamamos Proyectos Pre-semilla y Semilla. Lo que hacemos es identificar un paper que nos parezcca que podría ser un producto y tratar de interesar al investigador de que lo transforme en producto. Le damos un año y algo de fondos. Eso es un Pre-Semillla: invertimos plata para que lo hagan, no para que nos devuelvan. Le ponemos un coach, una persona que lo piense desde el punto de vista comercial y el Consejo de Administración decide si lo aprueba o no. Desde que largamos con esto, hace unos cuatro años, se aprobaron 35 iniciativas. La segunda etapa es llegar a los Proyectos Semilla, donde sí tienen que devolver parte de la inversión. Por ahora tenemos un par de casos. Justamente, el nuevo edificio de la FAN en el campus de la Universidad de San Martín (Unsam) se hizo con la idea de apoyar a empresas que se larguen en el campo de la nanotencología y residan en la zona. Por ejemplo, estamos trabajando con la Unsam para que en el edificio se instale una empresa productora de nanoproductos para detección de enfermedades. También se va a instalar una empresa que va a producir narices electrónicas, que se usan para detectar la calidad de productos como galletitas o vino, por ejemplo. Tenemos otros proyectos en vista, pero para recibirlos queremos construir una sala limpia.
¿Qué ventajas le puede dar a la Argentina el dominio de la nanotecnología?
En primer lugar, nos permite entender lo que compramos. Tenemos que dominar la tecnología para ser compradores inteligentes y que no nos vendan cacerolas con agujeros. El segundo punto es que esta tecnología está evolucionando en todo el mundo, por lo tanto no es una decisión de los investigadores o de los políticos si acá se va a usar, porque cada vez hay más patentes y publicaciones. Entonces, lo que tenemos que preguntarnos es: ¿Qué podemos hacer nosotros? Como dice (el economista) Aldo Ferrer, hay que hacer sustitución de tecnologías, pero de tecnologías futuras. Lo clásico es sustituir ciertas partes de un producto por componentes nacionales. Y, en realidad, tenemos que sustituir lo que va a venir para no estar siempre corriendo desde atrás. La nanotecnología es una herramienta ideal para eso, para saber qué vamos a tener que sustituir, y no cómo hago lo que ya nos venden desde hace 30 años. Así que con la nanotecnología estamos caminando sobre ese camino. Y con una ventaja: esto está pasando en todos lados. No es que estamos terriblemente atrasados y que ya hay millones de productos. Hay algunos cientos de productos, pero no es tan fácil aplicar la nanotecnología por la misma ecuación económica de la que hablaba antes. Así como no nos dan los números a nosotros para reemplazar todas las curitas que se venden por curitas con nanopartículas de plata, de igual modo le pasa a Johnson & Johnson en Estados Unidos, porque todavía no es negocio. Entonces, la ventaja económica aún no está clara en todos los campos y eso, si bien atrasa un poco el desarrollo de la nanotecnología, también nos da oportunidad a nosotros de correr y alcanzar el tren.
Nadia Luna (TSS) - Foto de portada: Prensa del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva  

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