Raytheon
El “pulso electromagnético”, EMP en inglés, con microondas es un efecto secundario de las explosiones atómicas, junto con las ondas de presión, térmicas, luminosas y radioactivas.
Tras una explosión nuclear se dañan e inutilizan todos los aparatos electrónicos, como los sistemas informáticos basados en microprocesadores, dentro de un cierto radio de acción dependiente de la potencia de la bomba.
Este efecto abre posibilidades casi inimaginables en teatros de operaciones cada vez más dependientes de la electrónica. Para la vida civil los ataques con un ingenio que produjera estos efectos tendrían consecuencias devastadoras, al paralizar cualquier actividad, pese a que no dañarían a las personas.
La única manera de protección contra los efectos del pulso electromagnético es el uso de la “Jaula de Faraday”, que muchos sistemas de armas e instalaciones críticas incorporan.
En este caso, la protección en la vida civil conduce exclusivamente a la creación de espacios protegidos que, a modo de islas, no suponen más que protecciones relativas en lo que a la vida de la población se refiere.
¿Pero es necesario emplear el arma nuclear o los efectos del pulso electromagnético se pueden reproducir de otra forma?
Raytheon va a incorporar a dos misiles de crucero generadores de energía de microondas de alta potencia, que enviarían pulsos electromagnéticos para cortocircuitar los dispositivos electrónicos que se encontraran a una distancia determinada en su trayectoria de vuelo.
El reto ha sido recrear un efecto no derivado de una explosión nuclear para crear el pulso electromagnético.
Esta tecnología fue validada en 2012, cuando un misil fabricado por Boeing lanzó una bomba de este tipo desde un B-52.
Los efectos de la cabeza de guerra que se instalará a los misiles superará a la misma bomba nuclear, ya que lanza hasta 100 pulsos en lugar de uno que genera la explosión. Por otra parte, al ir instalada en un misil guiado, seguirá la ruta que se le establezca, dañando las zonas seleccionadas y pudiendo evitar daños colaterales.
El arma no tendrá efectos contra sistemas de armas o sistemas informáticos y de comunicaciones fuertemente protegidos contra emisiones electromagnéticas, pero sí contra otros elementos menos sofisticados y contra las infraestructuras civiles.
El “pulso electromagnético”, EMP en inglés, con microondas es un efecto secundario de las explosiones atómicas, junto con las ondas de presión, térmicas, luminosas y radioactivas.
Tras una explosión nuclear se dañan e inutilizan todos los aparatos electrónicos, como los sistemas informáticos basados en microprocesadores, dentro de un cierto radio de acción dependiente de la potencia de la bomba.
Este efecto abre posibilidades casi inimaginables en teatros de operaciones cada vez más dependientes de la electrónica. Para la vida civil los ataques con un ingenio que produjera estos efectos tendrían consecuencias devastadoras, al paralizar cualquier actividad, pese a que no dañarían a las personas.
La única manera de protección contra los efectos del pulso electromagnético es el uso de la “Jaula de Faraday”, que muchos sistemas de armas e instalaciones críticas incorporan.
En este caso, la protección en la vida civil conduce exclusivamente a la creación de espacios protegidos que, a modo de islas, no suponen más que protecciones relativas en lo que a la vida de la población se refiere.
¿Pero es necesario emplear el arma nuclear o los efectos del pulso electromagnético se pueden reproducir de otra forma?
Raytheon va a incorporar a dos misiles de crucero generadores de energía de microondas de alta potencia, que enviarían pulsos electromagnéticos para cortocircuitar los dispositivos electrónicos que se encontraran a una distancia determinada en su trayectoria de vuelo.
El reto ha sido recrear un efecto no derivado de una explosión nuclear para crear el pulso electromagnético.
Esta tecnología fue validada en 2012, cuando un misil fabricado por Boeing lanzó una bomba de este tipo desde un B-52.
Los efectos de la cabeza de guerra que se instalará a los misiles superará a la misma bomba nuclear, ya que lanza hasta 100 pulsos en lugar de uno que genera la explosión. Por otra parte, al ir instalada en un misil guiado, seguirá la ruta que se le establezca, dañando las zonas seleccionadas y pudiendo evitar daños colaterales.
El arma no tendrá efectos contra sistemas de armas o sistemas informáticos y de comunicaciones fuertemente protegidos contra emisiones electromagnéticas, pero sí contra otros elementos menos sofisticados y contra las infraestructuras civiles.
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