jueves, 4 de junio de 2015

Las cuatro tentaciones latinoamericanas en su relación con China

Carlos Malamud
Catedrático de Historia de América de la UNED e Investigador Principal para América Latina y la Comunidad Iberoamericana del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony´s College de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 ha dirigido el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset.

Madrid
El pasado 15 de mayo se celebró en Beijing la V Conferencia CAF (Banco de Desarrollo de América Latina)ILAS (Instituto de Estudios de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales). En esta oportunidad el evento se dedicó a Seguridad ciudadana y gobernanza: desafíos para China y América Latina. Y, si bien no se abordó directamente la relación entre ambas partes, ésta estuvo presente durante todas las sesiones.

La Conferencia se realizó en la víspera de la visita del primer ministro chino Li Keqiang a Brasil, Colombia, Perú y Chile, lo que sirvió para realzar el valor del encuentro. Pese a que es el primer viaje de Li a América Latina no es un hecho aislado, como muestra la continua presencia de altas autoridades chinas en los últimos años. Sólo en presidente Xi Jinping estuvo dos veces en la región. La primera en junio de 2013 (Trinidad y Tobago, Costa Rica y México) y la segunda en julio de 2014 (Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba).

A esto se agrega la Cumbre China – CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) de comienzos de 2015, que según las expectativas y valoraciones mutuas tuvo una resonancia. Si comparamos la presencia china en torno a 2001 – 2002 con nuestros días vemos un notable incremento. El comercio creció exponencialmente y China se convirtió en el principal socio comercial de algunos países. La inversión directa también aumentó, aunque a un ritmo menor, sin desplazar aún a ni a EEUU ni a la UE. Al mismo tiempo China ejerce como importante prestamista regional, con su riesgo concentrado en Venezuela, Argentina y Ecuador, motivo de cierta preocupación en los responsables chinos, especialmente por los dos primeros casos.

No se trata aquí de hacer un repaso exhaustivo de la relación de América Latina con China, ya que sobre ello se ha escrito mucho. La CEPAL, por ejemplo, con ocasión de la mencionada Cumbre produjo un detallado informe. Lo que pretendo es poner de relieve algunas de las tentaciones en las que suelen caer los latinoamericanos en su relación con China, como si ésta fuera la solución para todos los problemas nacionales y regionales.

Precisamente, la primera gran tentación es pensar que China puede ser el antídoto para liberarse definitivamente de EEUU, un hecho en el que han insistido ciertos altos responsables políticos latinoamericanos al tenor de algunas de sus declaraciones. Se trata de una aproximación cortoplacista que no tiene en cuenta la inserción internacional de América Latina ni las ventajas que se podrían obtener de una mayor concertación entre Washington y Beijing en asuntos esenciales para el futuro regional, como el cambio climático o el comercio internacional.

La segunda tentación es la de la relación birregional. Y tanto mejor si se la define como estratégica. La Cumbre China CELAC fue vista como una gran oportunidad por ambas partes. De alguna forma el desmedido exitismo al hablar de la relación birregional recuerda lo ocurrido tras las primeras cumbres eurolatinoamericanas, cuando los lazos comunes servían para soñar en una alianza estratégica birregional.

Pero tanto la UE como China enfrentan una América Latina fragmentada, incapaz de alcanzar consensos en cualquier cuestión de la agenda latinoamericana, por no hablar de la internacional. Esto convierte en papel mojado la mayoría de los acuerdos presentes en las declaraciones finales de las cumbres regionales. Más que frente a una relación birregional tenemos un conjunto de relaciones bilaterales de lo más variadas.

Ningún bloque subregional (Mercosur, Unasur, CAN, ALBA o la Alianza del Pacífico) se relaciona o negocia con China de manera coordinada. El SICA (Sistema de Integración Centroamericana) es diferente, ya que sólo Costa Rica tiene relaciones con Beijing, mientras los restantes países de la región, incluido Panamá, tiene vínculos oficiales con Taiwan, lo que no ha impedido en algunos casos incrementar los negocios con China.

La tercera tentación es la de aprovechar el maná chino y el apetito voraz, infinito e inagotable de sus mercados. Por el contrario, ya se ven las consecuencias de la ralentización de la economía china sobre los precios de las commodities y sus repercusiones negativas sobre el crecimiento económico regional. Cuando EEUU y la UE eran los principales mercados para las exportaciones latinoamericanas se hablaba de la necesidad de diversificar los riesgos. Sería necesario volver a hacer lo mismo.
La cuarta y última gran tentación latinoamericana es la de la omnipotencia de sus exportaciones primarias, especialmente de alimentos. Se dice que siempre habrá que comer y como ciertos países de América Latina son grandes productores de alimentos su demanda está garantizada. El fenómeno vívido en los últimos años, y muy asociado a los incrementos constantes de la demanda asiática en los años de bonanza, fue el de la reprimarización de las exportaciones latinoamericanas.

Un ejemplo que merece atención es el de las ventas de carne de Uruguay a China. En pocos años éstas se hicieron con una cuota importante del mercado chino, fundamentalmente a partir de la introducción de etiquetas de trazabilidad. De esta forma, el consumidor chino conoce la evolución y la trayectoria del producto desde su origen hasta su destino final, otorgando mayores garantías de fiabilidad.
No es necesario abandonar las exportaciones primarias sino incrementar su productividad, para competir con éxito en los mercados globales. Educación y formación del capital humano, inversiones crecientes en I+D, apertura económica, son algunos de los medios que pueden hacer más competitivas a las economías latinoamericanas frente a sus principales rivales internacionales.

China representa, sin duda alguna, una gran oportunidad para América Latina, pero si no se la sabe aprovechar se puede convertir en una gran ocasión perdida. Para evitar que esto ocurra los latinoamericanos se deben aproximar a la relación con pragmatismo, de la misma manera que lo hacen los chinos, sabiendo que se puede demandar de la misma y que no, sin esperar falsos milagros y evitando caer en algunas tentaciones que a la larga pueden provocar efectos contrarios al objetivo buscado. Al mismo tiempo deben comenzar a buscar posiciones comunes en la relación con China, de manera de negociar conjuntamente. El viejo dicho de la unión hace la fuerza debería aplicarse en este caso de forma clara.

Foto: Infolatam

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