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Un F-35A Lightning II de la Fuerza Aérea de EE. UU., procedente de la Base Aérea Hill, Utah, equipado con un Ensamblaje de Prueba Conjunta de la bomba nuclear B61-12, en la pista de vuelo de la Base Aérea Nellis, Nevada. (Fuente de la imagen: Departamento de Guerra de EE. UU.) |
Este cambio en la filosofía de diseño refleja una estrategia estadounidense más amplia: la disuasión mediante la precisión y la flexibilidad, en lugar de una fuerza abrumadora. El rendimiento seleccionable del B61-12, que según se informa varía entre menos de un kilotón y aproximadamente cincuenta kilotones, permite a los comandantes adaptar las opciones de respuesta a necesidades operativas o estratégicas específicas. Puede mantener en riesgo objetivos enterrados o protegidos, a la vez que limita los daños colaterales, una consideración importante en escenarios densamente poblados o políticamente sensibles.
Operativamente, el B61-12 puede ser lanzado por una gama de aeronaves con doble capacidad, incluyendo el bombardero furtivo B-2 Spirit, el F-15E Strike Eagle y, ahora, el F-35A Lightning II, el primer caza de quinta generación certificado para lanzamiento nuclear. La certificación del F-35A revoluciona el panorama nuclear en Europa. Su sigilo y la fusión de sensores permiten a la OTAN proyectar una disuasión nuclear creíble en el espacio aéreo disputado, manteniendo la capacidad de supervivencia y la precisión.
El despliegue en Lakenheath, la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) apoya directamente esta nueva capacidad. La base, que ya alberga escuadrones de F-35A de la Fuerza Aérea estadounidense, ha experimentado una amplia modernización de su infraestructura en los últimos tres años, incluyendo la construcción de bóvedas de seguridad e instalaciones de manejo de armas para cumplir con los estándares de certificación nuclear. Estos preparativos indican que Estados Unidos pretende reintroducir un papel nuclear avanzado para sus fuerzas europeas, estrechamente integrado con las operaciones aliadas.
Para el Reino Unido, el regreso de los activos nucleares estadounidenses a su territorio reaviva una relación estratégica que se remonta a la Guerra Fría. Reafirma la posición del Reino Unido como pilar fundamental del marco de intercambio nuclear de la OTAN y profundiza la interoperabilidad militar con la Fuerza Aérea estadounidense. Estratégicamente, este despliegue refuerza la credibilidad de la disuasión en toda Europa, reforzando el vínculo de seguridad transatlántico en un momento de mayor incertidumbre. Sin embargo, también reaviva el debate interno. Parlamentarios y grupos de defensa han cuestionado la falta de consulta pública y las implicaciones para la soberanía y los compromisos de no proliferación. Funcionarios de defensa británicos sostienen que el despliegue fortalece la postura de disuasión de la OTAN y que las armas permanecen bajo control exclusivo de Estados Unidos en todo momento.
Para Washington, la base avanzada del B61-12 en el Reino Unido ofrece ventajas tanto simbólicas como operativas. Demuestra el compromiso con las garantías de defensa de la OTAN, simplifica los cálculos de objetivos del adversario y proporciona una opción nuclear flexible y lista sin depender únicamente de activos de largo alcance ubicados en el territorio continental de Estados Unidos. Esta medida también respalda la estrategia de modernización más amplia del Pentágono, que prioriza la capacidad de supervivencia, la preparación rápida y la capacidad nuclear adaptativa ante amenazas cambiantes.
Sin embargo, la decisión conlleva riesgos estratégicos. Quienes defienden el control de armamentos advierten que el despliegue de una nueva bomba nuclear guiada con precisión en Europa podría reducir el umbral percibido para el uso nuclear, difuminando potencialmente la línea entre la guerra convencional y la nuclear. Otros argumentan que la precisión y la potencia variable mejoran la estabilidad al disuadir la agresión mediante opciones creíbles pero controlables. En cualquier caso, la presencia del B61-12 en el Reino Unido envía una señal clara: la OTAN está reforzando su arquitectura de disuasión nuclear en respuesta a un entorno global cada vez más volátil.
El despliegue también complica las futuras negociaciones sobre control de armamentos. Al desplegar armas nucleares tácticas modernizadas en Europa, Estados Unidos demuestra eficazmente su determinación de mantener una capacidad disuasoria desplegada en la vanguardia, en lugar de reducirla. Es probable que Moscú y Pekín interpreten esto como una prueba de la renovada competencia nuclear, lo que impulsará contradespliegues y una mayor modernización de sus propios arsenales.
A pesar de la controversia, los analistas militares coinciden en que la integración del B61-12 con el F-35A marca un hito tecnológico. La combinación de aeronaves furtivas y capacidad nuclear guiada con precisión otorga a la OTAN la capacidad de llevar a cabo misiones nucleares de baja observabilidad por primera vez, un avance que refuerza significativamente la disuasión en el teatro de operaciones euroatlántico.
A medida que la RAF Lakenheath pasa a estar operativa, el B61-12 se erige como símbolo y señal: un avance tecnológico y un recordatorio de que la disuasión nuclear sigue siendo fundamental para la estrategia de defensa transatlántica. Para Estados Unidos, supone una reafirmación de su compromiso de proteger a Europa. Para el Reino Unido, supone el regreso de una responsabilidad estratégica que vuelve a ser el núcleo de la postura de defensa de la OTAN.