Tuvo su auge entre 1915 y 1950 y ahora está siendo restaurado; será integrado a la red del servicio público de AySA
Por Agustina Mac Mullen | LA NACION
Quién pase frente a éste edificio no podrá dejar de observarlo. Foto: LA NACION / Mauro Alfieri
Es difícil que quien pase por Valle al 400, en Caballito, pueda imaginar que dentro de esa construcción monumental de gris cemento, que ocupa casi una manzana, se está despertando un gigante de hierro con tanques y cañerías inmensas: se trata de un antiguo depósito de agua potable que tuvo su auge entre 1915 y 1950, cuando abastecía a la ciudad, pero que luego se volvió obsoleto. Ahora está siendo restaurado y, como las obras en su interior ya están listas, funciona como un reservorio integrado a la red.
Dentro del depósito de agua se dibuja una postal industrial, con muchos más colores que los que ofrece la deslucida fachada, que recién será reparada a comienzos del año próximo, cuando Agua y Saneamientos Argentinos SA (AySA), la empresa estatal que impulsa el proyecto, licite la obra. Hasta ahora, desembolsó $ 38.302.812 para contratar a la constructora Oreste Durante, que restauró la estructura interna. Para 2016 AySA también prevé arreglar otro depósito idéntico al de Caballito e igualmente declarado monumento histórico: el de Villa Devoto, en Francisco Beiró al 4100.
Los restauradores hicieron tareas de hidrolavado en la gran estructura metálica del depósito de Caballito, con doce tanques de reserva -de cuatro metros de altura y 6000 m3 de capacidad- dispuestos en tres pisos y sostenidos por 180 columnas de hierro, que además soportan el armazón de la cubierta. Las piezas, importadas de Gran Bretaña, están remachadas porque la soldadura eléctrica no se había inventado cuando se edificó.
Para llegar a los tres niveles del edificio se puede acceder por ascensor o escaleras, que también fueron restauradas. Hasta las ventanas y mansardas lucen renovadas. Incluso, se reacondicionaron los enormes portones de cedro y los ladrillos colorados del suelo en los que aún se lee la leyenda OS, característica de Obras de Salubridad. El equipo de restauradores aún está acondicionando un patio interno que da al centro de la manzana, entre las avenidas José María Moreno y Pedro Goyena, y las calles Valle y Beauchef.
Durante la noche, las bombas eléctricas llenan esos tanques enormes con 72.700.000 litros de agua, que están conectados entre sí, para paliar una posible faltante en la red de distribución, según informaron en AySA. De modo que si llegara a ocurrir una emergencia, las canillas de los porteños se podrán abrir igual gracias a las reservas de esta construcción gigantesca.
"El patrimonio sin uso muere solo. Pero en este depósito logramos recuperar su valor arquitectónico y reforzamos su utilidad como reservorio. Por eso, primero se hicieron los arreglos del interior, para asegurar la continuidad de su funcionamiento. Y lo próximo será reparar la fachada", dijo Diego Muñiz, vocero de AySA.
ECOS DE LA HISTORIA
En los litros de agua que ahora se guardan allí, aún se escuchan los ecos de la historia que nos recuerdan un futuro soñado. A comienzos del siglo XX la ciudad recibía oleadas migratorias y, con la aparición de la electricidad, comenzaban a construirse los primeros rascacielos con ascensores. Pero también se iba acotando la capacidad del único centro de gravitación que existía: el Palacio de Aguas Corrientes, edificado en 1894 en Córdoba al 1900.
De modo que la Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación, antecesora de Obras Sanitarias, formuló un plan de abastecimiento que contemplaba la construcción de dos centros de gravitación en las zonas más altas de la ciudad, entre 38 y 40 metros por encima del nivel del Río de La Plata. Así se inauguraron el de Caballito en 1915 y el de Villa Devoto en 1917. Ambos tienen la misma ingeniería del Palacio de Aguas, con la influencia de la Revolución Industrial.
Por entonces, el agua se extraía del Río de la Plata y se purificaba en la planta San Martín, en Palermo. Desde allí era enviada hasta estos depósitos. La distribución no se hacía con bombas, como ahora, sino a través de un sistema de gravitación. Por eso, cuando empezó a usarse la electricidad en las máquinas de provisión de agua, desde 1920 en adelante, perdieron protagonismo. Si bien quedaron como complemento del sistema directo de pulsión, su deterioro se fue acentuando.
Ahora, el depósito de Caballito reivindica su utilidad como reservorio. Está integrado a la red de distribución: el agua se toma del Río de la Plata y es transportada por los ríos subterráneos hasta la planta General San Martín, de Palermo, donde se potabilizan 3.000.000 m3 por día. Luego sigue su curso hasta las seis estaciones elevadoras, que la distribuyen por los barrios o que la guardan en los depósitos. AySA calcula que el consumo de agua per cápita de la ciudad de Buenos Aires, incluyendo las fábricas, es de 580 litros diarios..
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