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miércoles, 18 de febrero de 2015

Matías Bianchi Villelli, presidente de ARSAT: “Tendremos mayor potencia y mejor servicio que con cualquier satélite”





La puesta en órbita del ARSAT 1 constituye un hito tanto en términos de desarrollo científico-tecnológico como de soberanía. La Universidad Nacional de Moreno recibió a Matías Bianchi Villelli, presidente de ARSAT, la empresa argentina responsable del lanzamiento del Satélite Geoestacionario de Telecomunicaciones. En este reportaje, explica los desafíos de la puesta en órbita y los servicios que brindará a lo largo y ancho del territorio nacional.

Su fabricación y lanzamiento implicó un millón 300 mil horas hombre de trabajo y la participación de 2.000 profesionales y técnicos involucrados en forma directa e indirecta. En entrevista con Argentina Investiga, Bianchi Villeli detalla cuáles son las características de esta “cajita” de tres toneladas,

-¿Qué es el ARSAT 1 y cuál es su función?

-Es un Satélite Geoestacionario de Telecomunicaciones. El nombre es importante para diferenciarlo de un satélite de observación, no sólo por las funciones, sino también por el diseño y la demanda que tiene: son satélites que viven a 35 mil kilómetros y que están diseñados para funcionar durante 15 años y con una continuidad prácticamente total, porque el servicio de telecomunicación no se puede caer. En contraposición, un satélite científico está diseñado, normalmente, para vivir cinco años, opera a 500 mil kilómetros de altura (con lo cual hay menor demanda del ambiente) y, además, tampoco tiene los requerimientos de continuidad de servicio como un satélite de telecomunicaciones. Por eso, pasar de los satélites de observaciones -que Argentina ya fabricaba- a los satélites de telecomunicaciones fue un salto grande en el dominio de la tecnología.

El satélite de telecomunicaciones es, básicamente, un espejo: se manda una señal y el satélite la devuelve. Eso forma un triángulo, en el que se puede hacer una comunicación entre dos puntos para brindar servicios de internet, telefonía sobre IP o conectar dos torres de telefonía celular. Todo esto se hace cuando no es posible, resulta muy costoso o se requiere rapidez para llegar con una conexión de tierra. El satélite permite hacerlo más rápidamente y es más económico en términos de inversión puntual.

La otra función que cumple es distribuir el mismo contenido al mismo tiempo en varios lugares. Entonces, por ejemplo, uno puede subir un canal de televisión al satélite y, al mismo tiempo, estar bajándolo en varios puntos del país. Eso puede servir tanto para consumidores finales que están levantando señales -como las que tenemos hoy de la Televisión Digital Abierta- o bien para distribuir contenidos en cableras del interior. En términos de comunicación de telefonía IP, de internet, hoy tenemos 2.500 escuelas rurales conectadas; servicios a la Prefectura para las 200 millas marinas que controlan el ingreso de pesqueros y la industria del petróleo, que se desarrolla en zonas desérticas, sin ninguna otra cobertura de telecomunicaciones.

Todo esto tiene una importancia soberana, desde el punto de vista de que, prácticamente, el 60 o 70 por ciento del mercado satelital está manejado por tres empresas multinacionales
-europeas y norteamericanas- que tienen dominado casi todo el mercado. Estas compañías diseñan sus servicios para lo que ellas van a vender. El ARSAT 1, en cambio, está diseñado para brindar servicios en Argentina. Y, como se difunde la potencia de una linterna cuando se abre, con el satélite pasa lo mismo: al estar enfocado sólo sobre Argentina, vamos a tener mayor potencia y mejor servicio que con cualquier otro satélite.

-¿Qué antecedentes había en Argentina en cuanto a la fabricación y puesta en órbita de satélites?

-Argentina, en el año 1990, crea la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), que es la Agencia Espacial que se dedica a los satélites que llegan hasta los mil kilómetros (son satélites de observación o científicos) y ARSAT, junto con INVAP, habían desarrollado ya varios satélites, experimentando desde algunos muy pequeños hasta otros más grandes. En general, se trabaja en colaboración con la NASA y también hay acuerdos con Brasil y Europa, en proyectos compartidos. Todo ese desarrollo que había hecho CONAE con INVAP sirvió para, en conjunto con el equipo de ARSAT -que tenía la experiencia de la operación y el diseño comercial de satélites de telecomunicaciones en Argentina- llevar este proyecto adelante.

-¿Cuáles fueron los principales desafíos del desarrollo y puesta en órbita del satélite?

-Un satélite de telecomunicaciones tiene que estar a 35 mil kilómetros de altura en un vacío absoluto. El satélite es, básicamente, un cubo de 2x2x3, que tiene +150° de un lado y -180° del otro y, en esa distancia de dos metros, la diferencia de temperatura, en el vacío -donde no hay aire y no se puede poner un ventilador- y que tiene 3,5 KW de potencia del satélite funcionando, tiene que disipar ese calor de manera eficiente. También es una antena de dos metros que tiene que apuntar a 35 mil kilómetros, con mucha precisión para dar ese servicio. Es todo un desarrollo tecnológico, en el que hay que incorporar partes que también vienen de otros países.

En ese sentido, hay un análisis hecho de la decisión de comprar o fabricar, algo que va a ir cambiando con el tiempo, porque se va a ir incorporando tecnología nacional a medida que vayamos dominando los procesos. Es un hecho programático complejo; una cantidad de actividades enorme, una coordinación con distintos entes de la administración y también privados. Es un proyecto muy grande; se trabajaron más de un millón 300 mil horas hombre, con 500 personas involucradas en la parte directa del proyecto. Pero, indirectamente, son cerca de 2 mil personas trabajando para hacer una “cajita” que pesa tres toneladas. Es mucho conocimiento, mucho desarrollo.

Proteger las posiciones orbitales es una decisión estratégica muy importante y el Estado, en su momento, el entonces presidente Néstor Kirchner, decidió que se haría con satélites fabricados en Argentina. A partir de ahí, se crea ARSAT, por ley aprobada por el Congreso en la órbita del ministerio de Planificación. Fue una apuesta a futuro. Por suerte, los equipos estuvieron a la altura de las circunstancias y pudieron hacerlo realidad.



-¿Cuáles son los pasos a seguir?

-El programa original contempla tres satélites; el ARSAT 2 ya fue fabricado y está en la fase de ensayos. Después de construirse, los satélites pasan 9 meses en un centro de ensayos, que es una sociedad anónima entre ARSAT e INVAP, de modo que si hay algún problema, se descubra en tierra y no en el espacio. El lanzamiento está programado para mediados de año. También estamos diseñando el ARSAT 3, un satélite que, en términos de servicios, va a permitir dar conectividad de banda ancha tipo ADSL, en precio y en calidad, ya más orientado al consumidor final y que, de alguna manera, complementa el alcance de fibra a toda la población para asegurar una conectividad mínima decente. En ARSAT, decimos que tenemos que garantizar que la sala limpia de INVAP, que es la fábrica de satélites, esté llena. No podemos perder el conocimiento de quienes estuvieron involucrados en el proyecto, y eso se logra con continuidad. No podemos tampoco hacer sólo satélites para Argentina, porque tenemos más capacidad de fabricación que de demanda, entonces, tenemos que trabajar también con la región. Estamos hablando con varios países de América latina y otras regiones.

-Se está trabajando, entonces, en la formación de ingenieros especializados
-Los chicos que están terminando hoy la primaria son los que van a construir el satélite que reemplace al ARSAT 1 dentro de 15 años, así que no se trata sólo de la formación de ingenieros, sino que hay que trabajar casi desde la escuela primaria. El hecho de mostrar que Argentina está lanzando satélites y que hay un cohete que va al espacio, es muy importante para sembrar esa semilla que nos permita formar a los ingenieros y los técnicos que puedan trabajar en este tipo de proyectos.

-Hay una relación entre el desarrollo de estos satélites, la Televisión Digital Abierta y la Red Federal de Fibra Óptica.
-Sí, es una visión complementaria, en la que el satélite nos permite llegar a puntos donde, quizá, la red de fibra no llega; en términos de televisión, también hay desplegada una infraestructura para los contenidos de la TDA con torres de transmisión que cubrirán cerca del 80 por ciento de la población, pero este es un proyecto pensado para abarcar todo el territorio nacional y esos espacios que falta cubrir son los que se llenan con el satélite.
Natacha Misiak
nmisiak@unm.edu.ar
Comunicación y Prensa
Universidad Nacional de Moreno

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