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miércoles, 5 de septiembre de 2018

La cuestión de las Fuerzas Armadas en América Latina

El papel que deben desempeñar las fuerzas armadas en América Latina y el que no deben asumir ha sido en los últimos años objeto de discusión creciente. En un escenario regional falto de amenazas bélicas entre vecinos, en ausencia de políticas y compromisos internacionales que obliguen a grandes esfuerzos en despliegues internacionales en escenarios lejanos y ajenos, y con marcos presupuestarios destinados a  la defensa relativamente limitados, pero que supone un considerable esfuerzo inversor y de gasto para las economías de la región, los ojos de los gobiernos de buen número de países latinoamericanos se han ido volviendo hacia las fuerzas armadas en búsqueda de una nueva utilidad social de las capacidades militares.

Así, durante los últimos años la incursión directa de las mexicanas en la lucha contra el terrible azote del narcotráfico ha monopolizado este debate, puntualmente también abierto en Brasil cuando, desbordados los cuerpos policiales, se ha tenido que recurrir a los militares en situaciones de crisis, con las favelas de Río de Janeiro como principal marco, llegándose a entregar el control de la seguridad de la gran urbe brasileña al propio Ejército. Quienes se oponen a que las fuerzas armadas asuman este rol principal frente al narcotráfico argumentan que se trata de una grave violación de derechos civiles y rememoran épocas pretéritas de dictaduras militares.

Por el contrario, la creciente implicación de las fuerzas armadas y sus medios en situaciones de emergencia goza de consenso político y amplio respaldo social. Frente al cuestionamiento de la presencia de los uniformados en las calles en misiones de seguridad interna, son vistos como ángeles salvadores por la ciudadanía cuando las catástrofes naturales, frecuentes en la región, exigen un refuerzo extraordinario para socorrer al pueblo. Que la compra de pertrechos militares responda a las necesidades para acometer acciones de este tipo es igualmente acogida con satisfacción por la opinión pública: satélites, aviones multipropósito, que puedan transportar ayuda humanitaria o apagar incendios, navíos para las armadas que permitan llevar operativos médicos donde se precise…

Se buscan medios polivalentes, esos que ofrecen disuasión y capacidad de defensa y, a la vez, desempeñan un cometido social, en tanto resultan claves ante escenarios de crisis. Los cambios que Mauricio Macri quiere impulsar en Defensa y que implican la habilitación para que sus Fuerzas Armadas participen en tareas de seguridad interior han sumido ahora a Argentina en esta controversia. El Gobierno busca avanzar en un  plan de modernización de los tres ejércitos, escenario en el que se quiere reforzar su participación en el combate contra el narcotráfico, un problema latente y bajo serio  riesgo de expansión en el país.

En lo que el presidente argentino ha definido como otorgar a los militares capacidad para brindar apoyo logístico en la zona de fronteras e intervenir frente a la protección de eventos de carácter estratégico, la oposición política y organizaciones sociales ven una clara intención de militarizar el país o justificar la injerencia militar en la represión social. Debatir el asunto desde la realidad actual y pasar de una vez página al pasado sería la más sensata manera de afrontar la cuestión.

Defensa

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