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viernes, 6 de julio de 2018

Armas, Gran Bretaña y la restricción interna

¿ Qué implica la decisión de Gran Bretaña de levantar el embargo a la venta de tecnología militar? Un estudio sobre la documentación publicada por el Reino Unido permite advertir las limitaciones a la transferencia tecnológica hacia la Argentina y el rol que hoy juega una restricción auto-impuesta en el desarrollo tecnológico del país.

Por Daniel Blinder* 

Agencia TSS — A fines de junio, resonaba en medios argentinos la noticia sobre el fin de las restricciones a la venta de tecnología militar por parte del Reino Unido. Los escasos análisis sobre la noticia mencionaban que esto era una política correcta y resultado de una buena gestión de los asuntos internacionales por parte de la conducción de la política exterior argentina desde que asumió la presidencia Mauricio Macri, y cuya característica principal fue un acercamiento diplomático con Gran Bretaña.

Los análisis sugerían que la nueva política británica de levantar restricciones en la venta de repuestos y equipamiento militar implicaría, en lo inmediato, devolver a las Fuerzas Armadas la operatividad de buques de navegación y aviones de despliegue. En efecto, varios de los componentes bélicos de nuestras Fuerzas Armadas dependen de componentes de ese país y la falta de repuestos afectaba su operatividad.

Si bien durante las presidencias de Néstor Kirchner  y Cristina Fernández de Kirchner se intentó ir hacia un camino —con logros dispares— que lograse cierta autonomía tecnológica en ese sector, la falta de éxito y las restricciones en materia de exportaciones sirvieron —y sirven— como un justificativo perfecto para las políticas actuales que implican una restricción auto-impuesta en el desarrollo tecnológico de este sector.

La restricción es y fue una política de potencias

En el artículo Reino Unido y Argentina: geopolítica de la limitación tecnológica y controles de exportación estratégicos, sostengo que existe una geopolítica de la limitación tecnológica, ejercida por los países centrales a partir de los controles de exportación de tecnología militar o de uso dual por medio de instituciones específicas del Estado para su control.

Durante el siglo XX, algunos desarrollos industriales de tecnología de punta han sido los impulsores del desarrollo y del poder económico, militar e internacional de países como Estados Unidos. Las tecnologías maduras han sido un grupo de tecnologías comerciales que inicialmente estuvieron fuertemente vinculadas a la investigación y desarrollo militar, y las adquisiciones para la defensa. Vernon Ruttan, en Is War Necessary for Economic Growth? Military Procurement and Technology Development, ha estudiado las tecnologías de propósito general —aquellas que de su desarrollo se integran o desarrollan nuevas tecnologías— en el contexto industrial estadounidense: las partes intercambiables y la producción en masa, los aviones comerciales y militares, la energía nuclear y eléctrica, computadoras y semiconductores, la creación de Internet y la industria espacial.

Tras la derrota argentina en Malvinas y quebradas las relaciones diplomáticas, los británicos ejercieron presión para mantener limitado el poder de fuego de los vencidos. Una serie de prohibiciones efectuadas por un embargo constituyeron la medida adoptada por el país europeo tras la ocupación del territorio insular en disputa por parte del aparato militar de Argentina [1]. Una de las mayores preocupaciones de Gran Bretaña era mantener desarmada por el mayor tiempo posible a la Argentina, con el objeto de neutralizar sus capacidades militares presentes y futuras. El embargo internacional de los aliados del Reino Unido pronto empezó a levantarse y se realizaron ventas de equipamiento militar a la Argentina, como ocurrió con Francia e Italia [2].


Vernon Ruttan, en “Is War Necessary for Economic Growth? Military Procurement and Technology Development”, ha estudiado las tecnologías de propósito general —aquellas que de su desarrollo se integran o desarrollan nuevas tecnologías— en el contexto industrial estadounidense: las partes intercambiables y la producción en masa, los aviones comerciales y militares, la energía nuclear y eléctrica, computadoras y semiconductores, la creación de Internet y la industria espacial.

El Reino Unido levantó parte del embargo a la Argentina para facilitar el cumplimiento de los contratos con sus socios comerciales europeos, que en sus maquinarias bélicas contienen componentes de industria británica. Así, cuatro turbinas Rolls-Royce y material de propulsión y electrónica de la firma BAE fueron autorizadas para destructores argentinos de origen alemán. También, las naves portarían helicópteros Westland Linx de fabricación británica y misiles Exocet que, si bien eran fabricados en Francia, estaban manufacturados con partes británicas. Los aviones Mirage (Francia) y Dagger (Israel) funcionaban con motor Rolls Royce 540 Viper.

A pesar de esto, el Gobierno de Margaret Thatcher siempre hizo lobby en las sombras para garantizar el embargo y, por lo tanto, la restricción del acceso al mercado internacional de tecnología armamentística para la Argentina. Esa política perduró hasta que durante la presidencia de Carlos Menem se recompusieron las relaciones bilaterales, aspecto que se concretó en 1998.

Si bien el Reino Unido ha perdido su lugar como potencia mundial tras la Segunda Guerra Mundial, no ha dejado de ser un país con industrias estratégicas, cadenas globales de valor, intereses corporativos multinacionales y participación clave en asuntos estratégico-militares. Cualquier sistema tecnológico industrial está basado en una matriz de uso dual, cuyo resultado es el desarrollo de productos industrializados con propósitos bélicos y comerciales.

En el año 2014, de acuerdo con el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el Reino Unido contaba con nueve empresas entre las 100 más importantes a nivel mundial en desarrollo militar —una de ellas en el tercer lugar— y cuyos productos manufacturados van más allá de ese uso específico. Otras tres participan de un consorcio europeo, en una lista en la cual predominan las empresas estadounidenses y las británicas, que ocupan el segundo lugar en participación, detrás de Estados Unidos. Las empresas británicas que forman parte de este selecto grupo son BAE Systems, Airbus Group, Rolls-Royce, Babcock International Group, MBDA, Serco, Cobham, QinetiQ, GKN, Thales UK, Meggitt y CNH Industrial.

Embargados

Un estudio sobre la documentación publicada por el Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña permite advertir la limitación de la transferencia tecnológica a la Argentina. El embargo escaló desde diciembre de 2011, cuando los países del Mercosur (la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) decidieron no permitir el acceso a sus puertos a barcos con bandera de las Falklands británicas. De acuerdo con una declaración ministerial del Parlamento en Londres, en 2012 se realizó un cambio de política con respecto a la Argentina en cuanto a las licencias de exportación y de comercio para británicos de bienes controlados y de tecnología militar para usuarios finales.
Los aviones Pampa producidos en la empresa FADEA utilizan equipamiento británico.

El informe parlamentario muestra que una política previa fue el cambio de 1998 llevado a cabo por Menem, en el cual, si bien seguía existiendo un embargo de tipo militar, se permitiría la exportación de ciertos bienes para uso militar de capacidades de combate existentes, aunque no nuevas. Este cambio y endurecimiento fue debido a las acciones diplomáticas de los países del Mercosur tendientes a dañar la economía de las Malvinas, aseguró el informe, y solo afecta a las licencias de exportación para usuarios finales de la Argentina.

La Argentina es sujeto de controles de exportación británicos junto con otros países como Afganistán, Burundi, La Región Administrativa Especial de Macao en China, Ruanda, Tanzania y Uganda. En tanto, la República Popular China tiene controles para la exportación de tecnología militar y la Federación Rusa sufre sanciones por parte de la Unión Europea. Estas restricciones de exportación tecnológica refieren a material sensible, no solo en relación con armamentos de destrucción masiva, sino también a software y tecnologías que podrían terminar componiendo una tecnología de alto desarrollo y uso dual.

Sin embargo, la lista de materiales de la Unión Europea de control de exportaciones, a las que el Parlamento británico adhiere, también restringe diversas tecnologías: materiales nucleares y su equipamiento, químicos, microorganismos y toxinas, de procesamiento, electrónicos, computadoras, telecomunicaciones y seguridad de la información, sensores y láseres, navegación y aviónica, náutica y tecnología aeroespacial y de propulsión.

De los datos disponibles, se puede saber que el Reino Unido ha exportado entre 1997 y 2016 una determinada cantidad de insumos variables a la Argentina, que se han visto afectados por la política desenvuelta durante ese periodo de casi 20 años, posterior a la guerra del Atlántico Sur. De las exportaciones, hay Licencias Estándar de Exportación Individual (SIEL, por sus siglas en inglés) que son licencias de exportación para bienes controlados, especificados para un exportador y un importador. Los bienes incluidos aquí son aquellos consignados como de uso dual (civil o militar), de tortura (incluyendo drogas utilizadas para la inyección letal), fuentes radiactivas, bienes militares y tecnología electrónica. Conjuntamente, en el listado hay Licencias Abiertas de Exportación Individual (OIEL, por sus siglas en inglés), una licencia emitida por la Organización de Control de Exportaciones (ECO, por sus siglas en inglés), que es mayormente flexible y diseñada para las necesidades del exportador, lo que permite múltiples envíos al exterior de ciertas mercancías a determinados países. Contempla el control de las tecnologías duales y materiales que podrían ser sensibles, pero dependiendo de la naturaleza del negocio y del exportador, facilitan su ejecución comercial.

Las restricciones propias

El fin de las restricciones se publica en la Notice to exporters 2018/17: Argentina export control policy updated, del 27 de junio de 2018. Allí se explicita: “Las restricciones impuestas en 2012 sobre exportaciones militares o de uso dual a usuarios finales en la Argentina han cambiado. Bajo tales restricciones, la política del Reino Unido ha sido no garantizar licencias de exportación para ningún bien tecnológico militar o de uso dual suministrado a militares y usuarios finales a la Argentina, exceptuando excepcionales circunstancias. Desde la elección del Presidente Macri, en diciembre de 2015, la relación del Reino Unido de Gran Bretaña con la República Argentina ha mejorado, con una cooperación mucho más cercana en las relaciones bilaterales. Siguiendo este curso tan positivo de los acontecimientos, ambos gobiernos creen que es apropiado ahora levantar las restricciones adicionales impuestas en el año 2012 […]. Las solicitudes de licencias para equipos y tecnología de Defensa que cumplan los criterios anteriores se evaluarán caso por caso en comparación con los criterios consolidados de licencia de exportación de armas de la Unión Europea”.

Esto quiere decir, básicamente, que las restricciones continuarán muy probablemente, pues la política explícita es de restricción tecnológica a la Argentina, por sus intereses en el Atlántico Sur y las Islas Malvinas. Pese a que la confianza que el presidente Macri genera en Gran Bretaña es mayor que la que inspiraba Cristina Fernández, la política no es de confianza total, pese a que el viraje económico-industrial del nuevo ciclo político inaugurado en la Argentina a fines de 2015 no da señales de priorizar el desarrollo tecnológico autónomo. De esta manera, las restricciones son externas pero también auto-impuestas por un modelo de desarrollo que no descansa en la industria.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Investigador del Centro de Estudios de la Ciencia y de la Técnica “José Babini” (UNSAM). Ex director de la Maestría en Defensa Nacional.
(1) Martin, L. (1992). Institutions and Cooperation: sanctions during the Falkland Islands Conflict. International Security, 16(4), 143-178.
(2) Phythian, M. (2000). The politics of british arms sale since 1964: “to secure our rightful share “. Manchester: Manchester University Press.

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