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lunes, 26 de junio de 2017

¿Por qué no puede el Reino Unido impedir ataques terroristas?

Estados Unidos no debe cometer los mismos errores.

La reciente serie de incidentes terroristas en Europa ha dado lugar al inevitable redireccionamiento de la responsabilidad, en relación a la capacidad de los servicios de seguridad de responder, en tanto ha reinaugurado el debate relativo a qué debería hacerse para impedir los ataques en primer lugar.

Idénticas argumentaciones han tenido lugar en los Estados Unidos durante algún tiempo, lo cual incluyó la consideración del Acta sobre Prevención del Terrorismo Doméstico de 2007 (Violent Radicalism and Homegrown Terrorism Prevention Act) por parte de la Cámara de Representantes. El proyecto, patrocinado por la congresista Jane Harman, fue justamente inocuo, buscando establecer una comisión nacional y un centro de estudios, aunque fue duramente criticado por muchas de sus presunciones y definiciones, observando algunos críticos el modo en que podría ser explotado para dar lugar a la persecución de 'crímenes del pensamiento'. Fue aprobado en la Cámara por una votación de 404 contra 6 pero, por fortuna, falleció luego al aterrizar en el Senado.

Más recientemente, el legislador Peter King ha llevado adelante audiencias relativas a la radicalización de musulmanes estadounidenses -las audiencias tuvieron lugar de manera intermitente durante dos años, entre 2010 y 2012. Dado que los ataques terroristas, en rigor, disminuyeron en número en aquel período, había poca predisposición de parte del congreso con miras a iniciar alguna novedosa legislación draconiana, en respuesta a la 'evidencia' en general conflictiva, compilada por el Comité de Seguridad Interior de King en la Cámara de Representantes.

No debería sorprender a nadie el hecho de que los europeos se muestran hoy bastante más avanzados en su creación de legislación antiterrorista -al compararse con Estados Unidos-, solo porque han estado más seguido del otro lado del mostrador en lo que hace a recepción de violencia ideológicamente motivada. Asumiendo que EE.UU. bien podría llegar el día de mañana al umbral que Europa ya ha cruzado en lo que hace a contraterrorismo, resulta ilustrativo tomar nota de uno de los marcos proactivos que hoy están a disposición, a criterio de analizar tanto su efectividad como su legalidad.

Gran Bretaña ha experimentado tres ataques terroristas en los últimos tres meses. La respuesta del gobierno ha sido definida por el Acta sobre Seguridad y Contraterrorismo británica de 2015 (Counter-Terrorism and Security Act), popularmente referida con el acrónimo 'Contest' (N. del T.: concurso, en español]. Contest consiste en cuatro así llamados 'flujos de trabajo': 'Perseguir', a los efectos de obstaculizar ataques terroristas; 'Proteger', a criterio de establecer barreras físicas contra las tácticas terroristas y sus armamentos; 'Preparar', con el objeto de minimizar el impacto a posteriori de un ataque terrorista; y 'Prevenir', punto que remite a un programa altamente agresivo y controvertido que busca prevenir la radicalización.

'Prevenir' es el programa que ha recibido la mayor cuota de atención. Se respalda en la denominada teoría de la 'cinta transportadora', que postula que alguien que, o bien se encuentra alienado o bien es crítico del status quo, inevitablemente se graduará para terminar en perspectivas todavía más extremas y, eventualmente, cruzará la línea que va de la no violencia a la violencia. Aquellos que son identificados como vulnerables por 'Prevenir' son, en ocasiones, ingresados en un programa financiado por el gobierno -pero administrado por manos privadas-, en un consejo consultivo conocido como 'The Channel' (Canal), que ha trabajado con algo de 8 mil jóvenes musulmanes en un esfuerzo para evitar la radicalización.

El problema con evaluar la efectividad de Prevent es que es el propio gobierno quien lleva a cabo la evaluación. Equilibra éxito con los números de personas que transitan por el programa, e ignora a los numerosos críticos que observan que ha alienado en tal medida a la comunidad musulmana que, en rigor, crea más militantes potenciales de lo que registra éxito en disuadirlos de ese plan. El asunto fundamental es que no existe un modelo actual o perfil de terrorista sobre el cual uno podría enfocarse, en un esfuerzo para impedir la radicalización, de tal suerte que la definición sobre quién podría representar una amenaza ha sido ampliada recurrentemente, hasta que prácticamente nadie puede escapar a esa red. Casi la totalidad de los recientes ataques terroristas en la Gran Bretaña fueron ejecutados por hombres jóvenes nacidos en el Reino Unido que eran, al menos nominalmente, musulmanes, pero que, más allá de eso, tenían muy poco en común en términos de educación, familia y antecedentes sociales e incluso religiosos. Su creencia en una solución violenta para lo que los ha conmovido ciertamente los aleja de la sociedad, pero es poco probable que los servicios de seguridad estén en capacidad de discernir eso mismo en cualesquier escenario; de tal suerte que, a la postre, las identidades de aquellas personas terminan, con frecuencia, en el listado de otros 23 mil en la base de datos de terroristas potenciales británica. Desde el punto de vista de política pública, a esos 23 mil se unen otros miles de nombres más, remitidos por ciudadanos británicos comunes como parte del programa Prevent; cada uno de esos nombres ha de ser investigado, para luego ser descartado o agregado definitivamente a la base de datos.

Las agencias de seguridad británicas se han visto, inevitablemente, sobrepasadas por los impresionantes números de sospechosos de terrorismo. La vigilancia de un sujeto es una labor extremadamente intensiva, aún cuando uno pueda recibir apoyo de parte del extensivo sistema de cámaras del país, que cubre la mayor parte de las ciudades de Gran Bretaña (y también pequeñas localidades), así como también a las rutas y vías que las conectan, de tal forma que es certero asumir que muy pocos individuos peligrosos están realmente siendo observados en una franja horaria específica. Esa asimetría remite, en gran medida, a un escenario en el que las probabilidades se vuelcan hacia el terrorista, dado que está en capacidad de ataque en cualquier parte, con cualquier tipo de arma -mientras la policía está obligada a llevar a cabo tareas de protección en múltiples sitios a la vez.

Dada la queja pública ante los recientes ataques, el gobierno británico hoy está llevando adelante una revisión completa de la seguridad involucrada en actividades de terrorismo. Probablemente, amplíe el alcance del programa Prevent, a pesar de la falta de certezas en todo nivel, sobre si en realidad está funcionando o no. Además de alentar a la ciudadanía a informar cualquier comportamiento sospechoso, la legislación, en rigor, obliga a instituciones conectadas en cualquier formato al gobierno a buscar e identificar activamente a aquellos que exhiben simpatía pública por el terrorismo. Esto incluye a escuelas, universidades, bibliotecas y a cualquier oficina del gobierno que debe tratar con el público. La legislación vigente para Prevent define alertas tempranas en forma de señales para explicar simpatías con terroristas, como una 'oposición verbal o activa contra los valores fundamentales británicos, incluyendo la democracia, el Estado de Derecho, las libertades individuales, el respeto recíproco, y la tolerancia ante distintos credos'.

Un artículo reciente en el London Review of Books, intitulado 'No vaya Usted al médico' explora la forma en que Prevent opera en la práctica, en ciertas ocasiones, en el ambiente educativo. Las universidades y otras instituciones educativas tienen la obligación de rastrear agresivamente a estudiantes radicalizados. Aquéllas deberán enviar informes periódicos, demostrando que están cumpliendo con las leyes, incluyendo información específica sobre casos individuales y acciones de seguimiento, para garantizar que buscan radicales con la debida diligencia. En un caso citado, una instructora de Oxford, al lidiar con una estudiante universitaria musulmán que tenía dificultades con su trabajo de curso, aprendió que la mujer había ido a ver al doctor para tratarse una depresión. Debido al programa Prevent, la instructora se vio obligada a preguntar a la estudiante si ella estaba en proceso de ser radicalizada por terceros.

En otro ejemplo, un empleado bibliotecario en una universidad de renombre recibió la consulta de parte de un colega, a los efectos de proporcionar una referencia profesional para otra persona. Una de las preguntas versaba: '¿Está Usted del todo seguro de que el interesado no está involucrado en extremismo?'. Otras universidades en Gran Bretaña han comenzado a interrumpir el uso de aulas de las facultades a estudiantes musulmanes que buscaban realizar reuniones grupales, por temor a que tales encuentros fueran utilizados para tareas de radicalización. Las listas de invitados de numerosos eventos patrocinados por universidades que están abiertos para estudiantes deben ahora programarse con una anticipación de 48 horas, para que, en ese lapso, se lleve a cabo una revisión de seguridad. Las autoridades universitarias tienen ahora permiso para revisar las habitaciones de estudiantes musulmanes, 'bajo sospecha'.

Algunos podrían opinar que Prevent es un programa relativamente inocuo, pero necesario para combatir a la radicalización. No estoy de acuerdo con esta perspectiva, conforme cualquier programa que ponga el foco en una minoría, en tanto obliga a ciudadanos ordinarios a informar a otros, abre las puertas para incontables formas de abuso. En cualquier caso, la Constitución de los Estados Unidos parecería volver inimaginable la implementación de un programa como Prevent de este lado del Atlántico, pero uno no debería relajarse todavía, dado que Estados Unidos es el país del Acta Patriota y de las Actas sobre Comisiones Militares.

El programa británico Prevent opera bajo el principio de que los individuos no asimilados apropiadamente se volverán eventualmente patológicos, en tanto no se les obligue a desistir de abandonar sus modos incorrectos de comportamiento. Pero el programa no concede que muchos de los desafectados que pone en la mira están, en realidad, furiosos por razones que podrían ser entendibles, incluyendo lo que el gobierno británico le hace a otros musulmanes en el extranjero -el conocido 'blowback', o 'tiro por la culata'. Póngase fin al bombardeo contra sirios e iraquíes, y gran parte de las motivaciones para atacar Birmingham con explosivos desaparecerán. Lo que ya es suficientemente extraño, el líder del Partido Laborista Jeremy Corbin ha planteado esa misma cuestión en la reciente campaña electoral británica, afirmando que el terrorismo, en general, era una respuesta contra las políticas que el gobierno lleva adelante en Oriente Medio. Su comentario fue ampliamente ignorado por los medios del Reino Unido, pero el Partido Laborista fue más allá, y obtuvo muchos votos más de lo que se preveía, y Corbyn casi llegó a Primer Ministro. Quizás el verdadero mensaje de sobre lo que realmente motoriza al terrorismo esté comenzando a llegar al público. Esperemos que así sea.


Sobre Philip Giraldi
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios de EE.UU., y Director Ejecutivo del Council for the National Interest. Publica periódicamente en inglés en The American Conservative.

1 comentario:

  1. Si los servicios de inteligencia de UK no son capaces de predecir estos ataques y neutralizarlos, estamos en problemas. ¿Qué podríamos esperar en nuestro país si a estos tarados de Medio Oriente se les ocurre jodernos de nuevo?

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