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martes, 20 de junio de 2017

Por qué Estados Unidos debe mantenerse en Afganistán

El deseo de 'traer a nuestros chicos de nuevo a casa' tras el final de un conflicto bélico...

El deseo de 'traer a nuestros chicos de nuevo a casa' tras el final de un conflicto bélico se halla profundamente enraizado en la psyche estadounidense. Los ciudadanos de EE.UU. tienden a ponerse impacientes con los compromisos de largo plazo en el exterior, y siempre desean ver el final rápidamente. Este impulso es tan noble como comprensible, y refleja la profunda conexión que muchos estadounidenses sienten con sus familias, amigos y vecinos que sirven en las fuerzas armadas.

Sin embargo, la Historia ha demostrado que la paz y la estabilidad suelen depender de que Estados Unidos esté dispuesto a aceptar una presencia en suelo extranjero, y a que ejerza un compromiso allí durante décadas hacia el futuro, incluso después de que las guerras son ganadas. Las bases militares en Europa son un ejemplo para ilustrarlo. Y lo propio sucede con las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur y el Japón.

Esas bases han sido parte de un compromiso de setenta años, que dio inicio tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Compromiso que ha servido para mantener la paz y que constituyó los cimientos para un período sin precedentes de prosperidad global. La próxima semana, el Pentágono presentará al presidente Donald Trump y a su plan para futuros despliegues en Afganistán. El ataque terrorista que terminó con la vida de noventa personas y que hirió a más de cuatrocientas personas en Kabul el 31 de mayo consigna un duro recordatorio de la frágil situación de seguridad de ese país.

Estados Unidos y sus aliados de OTAN tienen, hoy día, un total de 12.500 tropas estacionadas en suelo afgano, de los cuales 8.500 son estadounidenses. Ellos están allí para entrenar y para apuntalar a los militares afganos. Se espera que el Pentágono recomiende un refuerzo de la misión de OTAN, con un despliegue de 5 mil soldados adicionales para impedir cualquier resurgimiento del Talibán. No hay dudas de que está en el interés estadounidense -y del pueblo afgano- mantenerse en Afganistán de cara al futuro cercano.

Conforme lo apuntara Luke Coffey, analista del think tank estadounidense The Heritage Foundation, EE.UU. ha, de hecho, consolidado considerables progresos en su meta de desarmar al Talibán. Apunta Coffey:

Hoy día, de acuerdo al inspector general especial de la reconstrucción de Afganistán y al informe más reciente al respecto ante el congreso americano, el Talibán exhibe 'control e influencia' en solo 11 de 407 distritos a lo largo del país, lo cual equivale al 9% del total de la población. En contraste, el 66% de la población afgana vive bajo el 'control o influencia' del gobierno local. El remanente 25% de la población reside en áreas 'controvertidas'.

El escenario descripto está lejos de asemejarse al instante en que el país albergaba a al-Qaeda, grupo terrorista que lanzara el ataque más letal contra los Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001. Adicionalmente, los estadounidenses aún mantienen vivo en su memoria el ejemplo de lo que sucedió en Irak cuando el presidente Barack Obama retiró las tropas americanas en 2011, a criterio de cumplir con su promesa de campaña. Las fuerzas armadas iraquíes, por sí solas, no estaban en posición de contener la avanzada de ISIS; Obama en su momento calificó de 'JV Team' al núcleo terrorista, minimizando el problema.

Por estas horas, el mundo está lidiando aún con las consecuencias de la pésima y horriblemente conducida decisión de retirar sus tropas de Irak (medida revertida parcialmente por el propio Obama, conforme las conseuencias funestas de esa decisión se comprobaban). Estados Unidos habrá de mantenerse en Afganistán. Está en el interés americano respetar su compromiso de negar al Talibán, a al-Qaeda y a ISIS la posibilidad de que vuelvan a contar con un santuario en ese país.

Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/06/08/us-must-stay-course-afghanistan/

Sobre Helle C. Dale
Es Analista Senior en estudios de Diplomacia Pública, para la Fundación Heritage (Washington, D.C.). Desarrolla trabajos relacionados con instituciones y programas del gobierno estadounidense que hacen a la relación con terceros países y diplomacia tradicional, y elementos críticos en la guerra de ideas contra el extremismo violento. Previamente, se desempeñó como Editora en el periódico The Washington Times.

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