Por Mg. Juan Battaleme - Zona Militar
El presente trabajo tiene ya un año y surgió a la luz de los desaguisados que durante dos décadas se llevaron a cabo en defensa en relación a la misión principal, la cual bien puede ponerse en duda, invitado por el grupo Inserción Argentina en el Mundo a pensar que sucede con la llamada Defensa Nacional. En este sentido la década “ganada” destruyeron las capacidades remanentes e inundaron a la defensa con un relato vació, el cual se vío cuando de Fabricaciones Militares terminaron los contratos de un grupo de personas destinadas a realizar propaganda para el régimen imperante. Los Ministros de Defensa son responsables en tanto conducción política de la perdida de capacidades de combate, dejando como último legado la clausura de la aviación de interpretación con el retiro de los ya nobles pero obsoletos Mirage, tanto en su versión III como la V.
La nueva administración tienen un desafío mayúsculo en intentar comenzar a pensar la defensa en términos de su misión principal, tanto desde lo intelectual como de lo práctico, porque implica asumir que las ideas y el contexto cambio y que ya no podemos seguir trasuntando viejos relatos. Necesitamos un sinceramiento político acerca de para que tenemos FF.AA. y cuanto vamos a destinar a ellas. Mi visión lejos de ser la única buscaba decir algo en relación a su ethos original: La función a recuperar es la de Defender al país de sus enemigos externos sean de la forma en que sean y para ello es necesario que se preparen y se equipen de manera acorde al Siglo XXI. Eso lleva dinero, voluntad política y tiempo. Por suerte y a pesar del contexto de transición internacional el tiempo se encuentra a favor de los planificadores. El problema lo tenemos con los recursos que estamos dispuestos a trasladar a dicho sector y con la voluntad política la cual no esta tan en claro que deseen modernizar las FF.AA. ya sea en función de sus intereses académicos o de viejos bias ideológicos.
Agradezco la oportunidad de publicar en ese foro mis ideas sobre defensa. Algunas de ellas han progresado en función de la necesidad de pensar el reequipamiento en círculos concéntricos, creando sinergia desde temas como la asistencia a desastres naturales, para llegar a las capacidades de combate propiamente dicho.
A la espera de que el paper dispare alguna discusión sobre las ideas y que material es necesario para que nuestras FFAA sean consideradas como una fuerza de combate acorde con las necesidades militares de la Argentina en el presente siglo es que celebro la iniciativa de la Revista Zona Militar.
LA TERRIBLE IMPOSTURA.
Durante treinta años uno de los temas de mayor discusión en la República Argentina ha sido la cuestión militar y de defensa orientando siempre dicha discusión acerca de que hacer con los militares y cual debería ser la política de defensa adecuada para una democracia. Varias crisis económicas, oportunismo político,y confusión en las ideas han hecho que la defensa sea hoy una suma de incoherencias completamente disfuncionales con algo parecido al aquello que podríamos llamar interés nacional. Pero también refleja un éxito contraproducente: Las ideas más inconsistentes dominaron el debate y formularon política pública creando contradicciones tan evidentes que para resolverlas han tenido que ir cubriendo esas inconsistencias con accion politica. Bajo la administración Kirchner – y Fernandez de Kirchner, la cual podemos denominar como la “década del relato”, esta situación de incoherencia empeoró.
En la actualidad tenemos una situación paradójica. Por un lado tenemos las ideas equivocadas consistentemente consolidados en el discurso de la defensa y sin embargo cuando vemos la traducción de esas ideas en materia de política publica encontramos que han llevado a una situación de carestía total en materia estratégica, equipamiento, horizonte profesional y misiones de las FF.AA. y esto es el resultado de la combinación un pensamiento académico confundido y que sistemáticamente negó la realidad de la política internacional y su acomodamiento con el poder político de turno.
Sencillamente, los que pueden clamar victoria en términos de las ideas y ademas se sienten victoriosos de ver sus ideas en la aplicación de políticas públicas, son responsables compartidos junto con quienes llevaron dichas ideas de manera lineal a la práctica. Difícilmente podamos decir que sus ideas hayan permitido mejorado y modernizado la misión principal que tienen las FF.AA. de un país la cual es asegurar la soberanía y proteger aquellos que sean considerados los intereses vitales ya sea en el espacio territorial o de ultramar.
La presente reflexión –tanto académica como de conocimiento práctico- toma como guía y adapta al campo de la defensa una pregunta que se hizo Henry Kissinger hace ya una década atrás ¿Necesita Argentina una Política de Defensa?.
Qué hacer con los militares, la defensa, la seguridad internacional y el rol del país en este campo han sido discutidas tanto en el mundo académico y político, reflejando alguna clase de debate el cual se fue cerrando con el paso del tiempo cada vez mas a ideas que no siguieran un discurso políticamente correcto como veremos mas adelante.
Al respecto, el único consenso logrado de largo plazo tiene dos componentes: el primero es que necesitamos de estos elementos aunque no sabemos bien por qué y si bien hemos ensayado varias respuestas al respecto, lejos de haber progresado, las FF.AA. son un ejemplo no de la ausencia de políticas públicas sino de su fracaso. El segundo es mantener un presupuesto de defensa bajo el cual ronda el 0.9% del PBI insuficiente para adaptar una fuerza militar al contexto de incertidumbre que se cierne en las próximas décadas del SXXI.
En este sentido y frente a la pregunta de si tenemos un sistema de defensa que cumple con su misión principal, la respuesta es NO.
La formación de políticas públicas en el área de defensa ha sido el resultado de un componente cruzado de especialistas con ideas “progresistas” y amateurs en posiciones que les permitió llevar a cabo acciones sin tener que lidiar con las consecuencias de las mismas. Lo cual es el resultado de un debate que desde el advenimiento de la democracia fue complicado y que por circunstancias políticas se facilitó el avance de algunas ideas por sobre otras y por lo general las ideas que parecian positivas eran el resultado de una lectura lineal de otros proceso políticos, de una extremada fe en corrientes liberales, constructivistas sociológicas, y latinoamericanismo sin el mejor juicio critico acerca de las implicancias de dichas políticas sobre la política pública y se eliminó o desprecio las lecciones ideas y conocimiento que otras escuelas podían proveer a pensar una defensa funcional.
La falta de “accountability” en este campo es similar a la falta que se da en otras áreas de políticas públicas, aunque su visibilidad es menor, salvo cuando se cae un avión,
explota una ametralladora y mata a un cadete, o se da vuelta un destructor amarrado en la principal base naval militar del país.
Hasta hace unos pocos años, la discusión en defensa reflejaba un cierto grado de diversidad en el pensamiento, sin embargo dicho debate era unidimensional en cuanto a aquello que debía ser considerado prioritario y que no era modificable.
Las prioridades eran la cuestión del control civil de las FF.AA; la división tajante entre defensa y seguridad; la educación militar; el rol de las misiones de paz y la colaboración con el orden internacional. Las cuestiones presupuestarias y de capacidades siempre quedaban relegados al final o no existían, salvo para los recortes.
Cabe destacar que el debate se realiza siguiendo un protocolo de frases que podrían definirse como “políticamente correctas”, las cuales han quedado por capas producto de las distintas discusiones sobre la defensa en democracia.
El dato factico con el que se carga durante toda la democracia es que la discusión se encuentra dominada por la herencia política que las FF.AA. nos legaron. “Atrapados” por el legado de una guerra interna y una externa, impactaron directamente, sobre la formación de política.
En el plano interno esta realidad llevó a trabajar con todos los niveles de formación de los militares y con los mandos asegurándose lealtad al sistema político y -más recientemente- a sus lideres, las herramientas fueron la intervención activa en los centros de formación de los militares y la separación todo elemento que podría haber estado involucrado en la denominada “guerra sucia”.
De esta manera se promovió la idea un nuevo inicio para las FF.AA., asegurándose el control civil e instaurando una cultura democrática en los claustros que eran vistos como guetos militares. Sin embargo lejos de profesar el “Control Objetivo” establecido por Huntington en el “Soldado y el Estado”, se siguió la formula del “Control Subjetivo”, auspiciado por Janowitz, lo cual ha llevado al concepto del ciudadano soldado.
En el plano externo, la Guerra de las Malvinas dejó un legado igual de contraproducente. A partir de una acción militar irresponsable e imprudente, se empleó el medio militar -pensado para enfrentarse con Chile- contra la segunda potencia de la OTAN, lo cual resultó en la derrota militar y trajo la consabida idea por la cual los militares “no sirven para otra cosa que no sea reprimir a la sociedad”, argumento usado hasta el hartazgo.
Ambos legados condicionan el debate acerca de cuáles son las necesidades concretas de Argentina en términos de defensa y soslayan una pregunta aún más importante a nivel político: ¿tiene Argentina necesidades a ser cubiertas por la defensa, tal como lo plantea la ley?; de tenerlas, ¿tenemos la voluntad para recurrir al uso de la fuerza de ser necesario?
Lejos de responder estas preguntas, hemos hecho política de defensa sobre los márgenes, dejando afuera a aquellas que podían brindarnos alguna solución en relación a que fuerza necesita nuestro país. Seguimos con prioridades que ya deberían haber cambiado y que han afectado a la funcionalidad del sistema de defensa.
Existen múltiples razones para diseñar e implementar una determinada política pública. Sin embargo, en el campo de la defensa, las razones suelen ser tan poco claras y difusas que cualquier intento por tener una política pública de defensa sólida no es sustentable, salvo por las políticas de restricción presupuestaria.
Como consecuencia de ello tenemos una política de defensa a la cual todos los años se le destinan casi U$S 3.5 mil millones para que funcione, pero que no cumple con la misión principal, en tanto el consenso general es que o no tenemos enemigos, o aquellos que aparecen en la discusión son tan elefantiásicos y ficcionales que se vuelven el equivalente a marcianos en guerra contra los norteamericanos que vemos en el cine.
La ironía es que si alguien realmente de peso llega a ponernos en su radar militar no hay forma efectiva de detenerlos o disuadirlos.
La discusión sobre defensa si bien da cuenta de que: 1) el entorno internacional cambio en tres oportunidades5, 2) eso implicó alteraciones en los ejes geográficos de poder, 3) las necesidades y aspiraciones de los poderes que ascendieron y declinaron se modificaron; no provocó cambios importantes en cuanto a la misión principal, mientras que la mision secundaria varió según las coyunturas de una determinada época, para acomodarse a la voluntad política en el campo de la política exterior. El corolario es el reconocimiento del cambio, pero no su aceptación ni se razona cómo afecta a la dinámica de defensa propia, ajustando la política a ella, tal vez con excepción de los años noventa.
De esta manera, la coyuntura hace a la táctica del acomodamiento de los militares. De ahí que pasamos del envío de buques al Golfo Pérsico o la designación de aliado Extra OTAN producto del alineamiento político de la Argentina con EE.UU., a plantear el reequipamiento militar vía China, América Latina, la producción propia y de considerar a las FF.AA. como parte central de un sistema de respuesta frente a catástrofes; la defensa regional contra potencias extra-regionales, además de ser acompañantes solícitos de procesos nacionales y populares.
En términos de Gran Estratégia, la política pública de defensa se encuentra imbricada con la política exterior: no fija metas en términos de conducta externa, pero si establece cómo se defienden los intereses fijados por esta última. Si la política exterior señala que no hay hipótesis de conflictos y que el nivel de riesgo para la República Argentina de una agresión estatal es extremadamente bajo porque con la integración se resuelven los problemas actuales y los futuros, la pregunta se vuelve evidente ¿Vale la pena destinar U$S 3.5 mil millones a la defensa?
Si el núcleo del debate no ha sufrido grandes variaciones manteniéndose la idea de que es competencia de la defensa evitar una agresión externa convencional contra nuestro territorio, por qué nos negamos a responder las preguntas de base que sustentan esa competencia: ¿Enfrentamos esa clase de desafío?, ¿quién o quienes puede atentar contra nuestro territorio de manera convencional?, ¿se disponen de las capacidades para enfrentarlo de manera exitosa? Estas tres cuestiones marcan la diferencia la actualidad de nuestro sistema de defensa y poseer uno viable.
Tenemos un sistema de defensa, que más allá de que sea operativo, no sabemos bien para que está y ni siquiera si es necesario, en definitiva no se desarrollan las capacidades necesarias para lograr efectivamente ni una ni la otra. Ni tenemos hipotesis, ni tenemos capacidades.
Demasiadas discusiones para cubrir un extenso marco legislativo6 (compuesto por leyes – decretos – resoluciones) sobre las actividades, objetivos, límites y organización de la defensa. Completar el marco regulatorio le tomó al Estado Nacional 18 años, a pesar del declamado interés sobre la defensa, su modernización y funciones operativas. Sin embargo, una vez completado nunca se cumplieron las metas de modernización ni de equipamiento ni de asignación de recursos necesarios. El viejo adagio que señala: “Del dicho al hecho existe un largo trecho”, resulta extremadamente visible en el campo de la defensa del país.
Tres partes componen el artículo: La primera implica analizar que ideas nutrieron a la defensa y como su posterior aplicación política dejaron un legado cuestionable y negativo tanto en términos de mejora operativa del sistema de defensa, como de las contradicciones efectivas que hay en relación al posible uso del instrumento militar. La segunda parte muestra como gracias a las ideas preeminentes, el ahogo presupuestario ha producido el decaimiento sostenido del instrumento militar. Finalmente concluiremos con una propuesta de nivel estratégico de aquello que considero necesario avanzar en la modernización y funcionalización efectiva de las FF.AA., para insertarnos de una manera funcional a nuestros intereses en el campo de la seguridad internacional.
LAS IDEAS QUE NUTREN LA AGENDA Y DISCUSIÓN PÚBLICA DE LA DEFENSA
Un lector relativamente familiarizado con estos temas encontrará un nutrido número de publicaciones, discusiones y disertaciones acerca de aquello que compone el núcleo de la defensa en Argentina. Esas publicaciones se encuentran dispersas en todo tipo de publicaciones y congresos, cubriendo la siguiente tematica: seguridad internacional con temas puntuales de tipo históricos, de DD.HH., de control civil de las FF.AA., de cooperación regional, de misiones de paz, de relaciones con EE.UU., y, recientemente, temas vinculados a los roles y a la “renovada” industria de defensa.
Marginales son los trabajos sobre, organización de fuerza, capacidades, equipamiento, tácticas y estrategias militares, quedando restringidos en el mejor de los casos a las revistas de la especialidad. Cada uno de estos tópicos forman capas de sedimentos que vuelven a emerger siguiendo una dinámica circular, con auge de atención y desatencion de los tópicos según el período que atraviese la politica nacional.
Los años ochenta, nos invitaban a discutir acerca del control civil de las FF.AA., la modernización militar, la cooperación regional. Los noventa las misiones de paz, la integración en defensa, la ausencia de hipótesis de conflicto, seguridad cooperativa y las nuevas amenazas; Estos últimos quince años, se habla de la defensa defensiva, hipótesis de confluencia, planeamiento por capacidades, industria de la defensa, guerra por los recursos, y la infaltable agresión de una potencia extraregional, herencia inmemorial del chauvinismo argentino.
Estas últimas son una mezcla “sui generí” y lineal de liberalismo, constructivismo, con componentes autóctonos provenientes del nacionalismo y latinoamericanismo7, todos presentados como una forma alternativa de construcción de poder o de pensar la cuestión militar, acusando –aquellos que son un poco más sofisticados- de todos los males al pensamiento realista. En definitiva algunos intelectuales se han puesto en el sitial de líderes en la “reinvención” de la defensa en América Latina, -la cual se dió solo en nuestro país-, pero a los efectos discursivos se la presentó como un proceso de cambio en toda la región, o la piedra fundamental de lo que hoy se constituye con el Consejo Sudamericano de Defensa. La implementación de estas ideas terminó resultando disfuncional.
Miremos sino el trabalenguas ideacional en que se han transformado las “hipótesis de conflictos”. Toda apertura de conferencia que se precie como académica y que se refiere a la defensa, debe empezar con la frase que decreta que Argentina no tiene “hipótesis de conflicto” y que los tiempos cambiaron. Frente a semejante apertura lo primero que se pregunta un asistente será acerca de cuál es la cuestión a discutir o presentar. No tener hipótesis de conflicto, implica que nosotros no tenemos interés en aquello que otros poseen, -lo cual puede ser válido-, pero al mismo tiempo supone que otros no tienen interés en aquello que nosotros poseemos. De esta manera, para un número importante de académicos que se consideran especialistas en defensa, estaríamos viviendo en el mejor de los mundos posibles: el de la armonía en la consecución de intereses.
Sin embargo, si esto es así, no se logra comprender por qué seguimos discutiendo la cuestión Malvinas o hablando de nuestros intereses en el Atlántico Sur9 en relación a Inglaterra, o tememos que venga alguien por el acuífero guaraní, ¿estos son conflictos o no?. Esta contradicción es una constante en el debate de defensa actual.
Como consecuencia de ello se decretó que se cambiaría la forma de planificación de las FFAA abandonando las hipótesis de conflicto a los efectos de no tener que planificar siguiendo la lógica tradicional del equilibrio de poder y forzando a buscar otros argumentos para pensar el equipamiento militar, desarrollando la planificación por capacidades.
Si hay que planificar por capacidades frente a un enemigo genérico al menos hay que mirar que tipo de capacidades tendría. El hecho de estar restringidos en la planificación capacidades que tememos puedan ser usadas en contra nuestra. Si no hacemos eso el rango de planificación es tan amplio que podríamos plantear enfrentarnos a una superpotencia o a un poder regional o a un Estado diminuto del sistema internacional. Al cerrar el rango de capacidades hace que el planteo por hipótesis de conflicto aparezca elípticamente, lo cual deja en evidencia lo limitado desde la práctica estas ideas que nutren a la defensa.
El fin de la hipótesis de conflicto, acentuó la idea de que somos una sociedad pacífica, que practicamos políticas de buena vecindad y que nosotros no tenemos problemas con ningún actor estatal en el sistema internacional. Los problemas que Argentina pudiera tener en un futuro no tendrían un apartado militar, ya que el Derecho Internacional y la ONU nos protege.
Asi, de una virtud se hizo una carencia. Gracias a la ausencia de hipótesis de conflicto, pasamos rápidamente en los noventa a la idea de que nadie nos va a invadir, para que después de diez años de avanzar en este sin sentido discursivo apareciera ahora la idea de que hay que defender los recursos naturales frente a una invasión. Esto sin aceptar que tal declaración implica tocar la cuestión de quiénes pueden tener interés en nuestros recursos más allá de que posean las capacidades para tomarlos por la vía armada.
En este mundo de contradicciones decimos que nos preocupan los RR.NN., que la defensa sirve para mantener la soberanía, sus recursos, y la integridad territorial, aunque cuando miramos el mapa cercano encontramos que nuestro territorio se encuentra cercenado, no sabemos que es lo que pasa en el Atlántico Sur, donde las líneas de comunicación Islas – Reino Unido se mantienen inalterables y que para el año 2017 los recursos alli existentes van a ser extraidos.
La buena noticia -para los británicos- es que ya les comunicamos que el rol de los militares en la defensa de esos recursos será nulo, porque Argentina siempre reclamará en función del DD.II. en la ONU, donde tienen poder de veto, gracias a nuestra condición pacífica o de “campeones morales” de la política internacional. Tal es nuestro grado de incoherencia que nos queremos sentar a negociar con alguien más
fuerte y en ese mismo proceso de negociación, avisamos que hemos decidido cercenar una de las cartas que pueden influir en el resultado de la misma.
En la actualidad hemos agregado a esta confusión discursiva y de praxis política, la idea de que Argentina tiene solo “hipótesis de confluencia”, buscando articular la cooperación y generar un espacio regional de la defensa. Sin embargo esto resulta operativamente complejo por la variedad de las agendas existentes en estos campos. Salvo en misiones de paz, la confluencia no es tal; en la actualidad, gracias a esta política se tiene una brigada conjunta conocida como Cruz del Sur que adolece del problema –del lado argentino- del financiamiento insuficiente.
Si retomamos la pregunta acerca de si es conveniente o no tener FF.AA., a grandes rasgos podemos clasificar dos posturas.
Quienes responden de manera afirmativa, lo hacen a partir de 1) las condiciones geográficas, 2) la posición del país y sus recursos, 3) la historia, 4) la “temida” agresión externa10, y 5) el argumento del “seguro, contra incendio o contra robo” como una forma de entender la necesidad de este intangible, argumento creado a los efectos de modernizar el viejo precepto realista asociados a la oportunidad y la seguridad en las relaciones internacionales.
Quienes ensayan la respuesta negativa son críticos del rol de todas las FF.AA. y en especial de las argentinas. Sus argumentos oscilan entre: 1) la actuación en la última dictadura, 2) la derrota en la Guerra de Malvinas, 3) el reaseguro de los ricos para evitar que otros sectores se levanten y socaven su poder, 4) la ausencia de hipótesis de conflicto, 5) la falta de estatura profesional como fuerza de combate, a lo cual suman la inutilidad de un gasto de defensa, que no genera un efecto sobre la misión principal, señalando que en el futuro seguirán siendo una “fuerza anticuada poco eficiente y poco competitiva”, y 6) rebatiendo el argumento de la seguridad utilizan falazmente la “opción Costa Rica”: hay países que sobreviven en el sistema internacional a pesar de no tener FF.AA.
Al interior de ese grupo existen unas pocas voces que asumen posiciones radicales en términos pacifistas declarando la obsolescencia del poder militar en la era de la globalización, el hecho de que solo sirven para instrumentar políticas imperialistas, además de ser incompatibles con las nociones básicas de civilidad, desplegando en algunos casos una inocencia argumentativa raya con la insensatez.
Durante la administración Menem un nutrido número de autores fueron extremadamente críticos de la política de defensa implementada y que fue una clara situación de modernización y de reinserción militar argentina en el mundo. Ruth Diamint, Jorge Battaglino, Marcela Donadio, entre otros, no se pusieron a discutir ni cuestionar el diseño de fuerza adecuado a un contexto internacional distinto, o las funciones que los militares desplegarían en el exterior sino la orientación occidental de la misma, por ejemplo el desagrado profundo que les generó que se nos designara como Aliados extra-OTAN, el cual veían como un alejamiento de América Latina, planteando estos esquemas como incompatibles y una traición histórica.
Además sostenían que no existía un real control civil de las FF.AA., ya que las atribuciones de planificación, equipamiento y relaciones internacionales de la defensa debían ser transferidas al Ministerio de Defensa.
De manera coincidente todos remarcan el único aspecto en el cual la defensa tiene un rol, compartiendo de manera lineal la lógica por la cual las FFAA son un instrumento central para fortalecer la integración regional, anteponiendo ese sector frente a otros, en vez de reconocer que la complementa pero no hace a su dinámica y usando como caballo de batalla al modelo de integración militar europeo el cual es erróneo y falaz, ya que los componentes que lo hicieron factible no aplican a nosotros.
La imagen distorsionada generó -y continua haciéndolo- discursos y prácticas políticas que a los efectos prácticos resulta inefectivo para aquello que se quiere lograr porque la base identitaria común no es por si sola una buena herramienta para fomentar la integración, sin embargo para estos pensadores el militar no guerrea, se integra.
Tal es el grado de irrelevancia de la defensa, que en el plano académico han comenzado a ensayarse respuestas elípticas a la pregunta inicialmente planteada. En un artículo periodístico esclarecedor y contundente, Carlos Escudé proclama abiertamente que somos un protectorado de Brasil y de Chile, como consecuencia de las tristes realidades que se expresan en las capacidades materiales militares junto con una clara política de desarme que el poder político decidió implementar. luego del conflicto de Malvinas.
Dicho artículo se nutre de un trabajo más amplio e igual de contundente que directamente bautiza este proceso de pauperización de las FF.AA. como un “experimento pacifista único” en la región ya que hemos podido apostar a una paz desarmada a pesar del armamentismo de nuestros vecinos por dos razones: 1) la confianza en la superioridad moral de la civilización iberoamericana y 2) una relativa seguridad de la integridad territorial a pesar de estar rodeada de vecinos armados.
Otro académico de relevancia en la formación y divulgación de las ideas de la defensa es Jorge Battaglino – un destacado profesor de la Escuela de Defensa Nacional y de la Universidad Di Tella, además de ser un fuerte defensor de la gestión Garre, y quien con mayor énfasis ha remarcado los cambios positivos que se sucedieron en el campo de la defensa gracias a la administración Kirchner, considera que recién bajo esta gestión ha “regresado” la defensa a la agenda pública.
Este autor señala que el control civil de las FF.AA. solo se logró luego de que Nilda Garre asumiera como Ministra de Defensa, logrando centralizar todas las funciones, que antes estaban a manos de los militares. Además -y gracias al desarrollo de una política neo-desarrollista- se combinaron los intereses industrialistas y militares reeditando la alianza natural entre ambos recuperando la posibilidad de poseer un
complejo industrial militar autóctono. La consecuencia positiva que esto trajo fue que permitió reconciliar a la sociedad con los militares ya que numerosos puestos de trabajo ahora dependen de dicho complejo industrial militar y los militares se alinearon al proyecto político gobernante alejando las influencias externas principalmente la norteamericana y de la OTAN. Una clara muestra de cómo la idea de vivir con lo nuestro puede ser justificada desde los mas reconditos lugares de la academia argentina, de manera completamente desconectada de lo que sucede con el mundo de la produccion militar y de los grandes conglomerados industriales militares.
Al igual que sus antecesores está convencido de la naturaleza pacífica de la región, pero su argumentación es más sistémica realizando su diferenciación mediante la idea de los tipos de paz. Asimismo sostiene que el reequipamiento militar no tiene efectos estructurales sobre la región debido a la lógica de paz imperante, la cual es difícil que se modifique, y si bien defiende algún tipo de re-equipamiento para las fuerzas sus argumentos de modernizacion se extienden solo para cooperar en la UNASUR, actuando de manera subsidiaria al posicionamiento militar de Brasil.
Junto con académicos practicantes como Sabrina Frederich considera como exitoso el proceso de re-educación del militar, la modificación de los planes de estudio, la creación de la Escuelas de Guerra Conjunta, y los mecanismos de control necesarios para evitar que ideas o pensamientos alternativos al actual revisionismo latinoamericanista de la defensa se infiltren.
Ni siquiera la instauración del servicio militar ha servido para modernizar a las FF.AA. tratando de reformar aquello que era considerado anacrónico de las instituciones militares argentinas -pero como necesidad política luego de la trágica muerte del soldado Carrasco- se dio lugar al modelo del soldado profesional como modernización de las mismas, lo cual y a diferencia de otros programas de soldados voluntarios nunca llevó a prepararlos como fuerza de combate efectiva, aunque si muchos se entrenaron en las artes de los oficios con salida laboral. Parafraseando un viejo artículo de Michael Mandelbaun, la política de defensa es hoy una “política social”, y todos parecen sentirse cómodos con dicha situación.
Existen voces alternativas a esta discusión pero o son considerados “retrógrados”, “pro imperio”, o “halcones de derecha”, o se lo acusa de querer darle a las FF.AA. un rol de policías con alto poder de fuego. Ese grupo de académicos plantea, la necesidad de poner perspectiva y sensatez al debate, reordenando prioridades.
Estos autores comparten el siguiente núcleo de ideas: 1) Ninguno es pro-guerra, 2) creen en la funcionalidad de los balances de poder o amenaza, 3) abrevan en una lectura y cultura realista en todas sus variantes inclusive el realismo periférico, 4) creen en sistemas amplios de alianzas o sociedades en el campo internacional de la defensa, 5) no siguen lógicas restrictivas, 6) portan una ideología pero no son dogmáticos, 7) creen en el control civil de las FFAA, pero entienden también que bajo dicho control los civiles pueden hacer daño institucional, 8) descreen que la solución para resolver cuestiones vinculadas al pasado sea deconstruir todo el etos militar, 9) ponen énfasis en la función militar y aceptan el uso de la violencia en determinadas circunstancias en el escenario internacional, 10) la integración es un camino pero se hace desde el interes nacional ya que es desde donde se puede articular mejor el esfuerzo.
Aceptan que existe una política de defensa, que se realiza en temas que son marginales gracias a la variación de prioridades, la prueba de ello es que no hay claros indicadores de una recuperación efectiva de las capacidades militares que hagan a la misión principal. Aviones obsoletos, bajo nivel de navegación, entrenamiento limitado, más Generales, Almirantes y Brigadieres que tanques, barcos y aviones operativos. A la pregunta si son una fuerza de combate efectiva, la respuesta es NO.
Asimismo, los escritos buscan desmitificar desde el punto de vista operativo cómo funciona la comunidad pluralista de seguridad en sudamerica. La misma avanza según sus intereses específicos, lejos de pensar en un interés comunitario, salvo por Argentina que trasforma el interés comunitario en nacional.
Un ejemplo de la diferencia entre la retórica de la seguridad latinoamericana y la práctica es mirar los esquemas de adquisiciones de armas. China en la región tiene un peso minúsculo, y altamente criticado, ya que el equipamiento de tecnología no funciona, por ejemplo los radares en Ecuador, aviones de entrenamiento avanzado de triste calidad como los K-8 para Bolivia y vehículos todo terreno. Los rusos siempre estuvieron, solo que ahora han ganado un mercado un poco mayor con Venezuela que es el país que le dio visibilidad desde lo latinoamericano y alegro los corazones de los nacionalistas con complejos de anticomunistas, ya que ahora Rusia es un país capitalista más. El grueso del equipamiento militar en la región proviene de occidente y de sus socios Francia, Gran Bretaña, EE.UU., Israel, Alemania, Suecia; esa es la geografía del reequipamiento. Argentina, coquetea con China, abre agregadurías en Europa del Este, habla con Rusia, se aleja de la OTAN y termina comprando aviones en Israel.
En relación al rol que se supone deberían tener, se analizan cuáles son los escenarios de uso, por más dispares que parezcan, que diferencias se están produciendo en función de los procesos de modernización que se suceden en la región, que capacidades se incorporan, y si responden o no a los cambios que se suceden en el entorno internacional y cual es el correlato con las necesidades estratégicas de cada país y los costos de oportunidad para Argentina encerrada en sus propias contradicciones en el plano de la defensa.
Seguir pensando a las FF.AA. a los efectos de mantenerles un rol restringido termina resultando erróneo y contradictorio como sucede en la actualidad. Las fuerzas militares modernas se entrenan en operaciones amplio espectro ya sea para ejecutar de manera autónoma o con otras fuerzas en coalición.
Fabián Calle, ha estudiado y escrito acerca de cuál sería un rol acorde a los escenarios de conflictividad previsibles en él S.XXI, las misiones, y las alianzas convenientes para una fuerza militar de una potencia media como Argentina acorde a aquello que el detecta son los intereses nacionales. Ceñido a una predica realista y pragmática, demostró que en la actualidad las FF.AA. no pueden seguirle el paso a la región, no solo en lo material sino que hasta han sufrido un retroceso si se quiere en términos de la sociología militar, los entrenamientos con países de otras regiones no salen a tiempo, se han recortado intercambios militares, las fuerza conjunta Cruz del Sur adolece de problemas de financiamiento, etc.
Alejandro Corbacho, por su parte desarrolló el concepto de “desarme psicológico” a los efectos de entender los problemas vinculados con la carrera militar, la apatía reinante entre los mandos y el desconcierto de la oficialidad joven, ademas de analizar como el poder político contribuyó a dicha situación y las responsabilidades que le corresponden a los mandos en esta situación. Prudente, busca en el reflejo de la historia otras situaciones donde este fenómeno sucedió y las consecuencias que tuvo.
Sus trabajos en relación a declinación del etos militar son demoledores. Si Calle muestra que por capacidades no son una fuerza de combate viable, Corbacho señala que se tiene una carrera militar fuera de eje, que a los mandos dicha situación no les preocupa demasiado, y que aquello que se llama voluntad de combate no es precisamente un fuerte de nuestras fuerzas actuales.
La consecuencia del desarme psicológico, es que oficiales jefes se retiran y encuentran una mejor posibilidad de carrera afuera del sistema, la vocación se pierde rápidamente, a nivel de suboficiales, las FF.AA. se disputan cabeza a cabeza ser considerado el primer ingreso y por lo tanto la lealtad laboral.
Finalmente, quien escribe estas lineas ha escrito sobre los desequilibrios militares existen en la región y como impactan, dicho material continuará incorporándose a la región hasta el 2025 es tecnología que no se poseía en Sudamérica, lo cual mejora capacidades y permite a los osados jugar sus cartas.
Ademas aun cuando no exista una amenaza actual entre vecinos, cabe destacar que las rispideces entre desarmados pueden derivar en una resolución pacífica de conflictos, mientras que si alguno esta armado dichas confrontaciones no necesariamente pueden terminar acordes al espíritu comunitario latinoamericano. Una muestra concreta del exceso de fantasía en relación a la fortaleza de la Comunidad Pluralista de Seguridad Sudamericana y aquello que puede lograr en el Consejo Sudamericano de Defensa surge de solo mirar que desde su creación se programan agendas de trabajo variopintas, pero hasta el momento no se logró fijar algo tan “sencillo” como un tratado de fuerzas convencionales similar al europeo donde se pongan techos a las cantidades y al tipo de tecnología que se puede introducir en una región. Los encargados politicos de la defensa en argentina deberian estar buscando ese tipo de acuerdo de manera activa debido a nuestras propias vulnerabilidades, y sin embargo estamos trabajando la cuestión de las catástrofes naturales. Corolario, ningún Estado de la región se quiere sujetar a crear un derecho que los restringe en su capacidad de armarse. Las ideas que gobernaron la discusión de la defensa genera más incoherencias que acciones para una estrategia viable. Esa situación tiene un correlato material directo y se ve en las pobres capacidades materiales militares, existentes.
¿CAPACIDADES? ¿QUÉ CAPACIDADES?
Estas ideas nutrieron a los decisores y sirvieron para justificar la mayor política de Estado común a todos los gobiernos en el campo de la defensa: El control mediante el ajuste del presupuesto militar, manteniéndolo estable entre 0.8% y 1%, del PBI sin importar contexto, necesidades y envejecimiento del material militar, la carrera profesional de los hombres de armas, excepto en el campo de las misiones de paz donde durante los años noventa se invirtió de manera activa tranformando a Argentina en un líder latinoamericano, para luego ir perdiendo posiciones a medida que nos adentramos en la presente década.
Durante la administración Alfonsín los grandes programas de armas fueron detenidos con excepción de la fabricación de misiles, como el Condor II, que luego serían desactivados a inicios de los años noventa. Ya en esa decada, se incorporó material de segunda mano de las FF.AA. norteamericanas. Esa “modernización”, se realizó a un costo relativamente bajo para el erario público. Ademas se logró que se levantaran las sanciones del Reino Unido de Gran Bretaña y se volvió a abrir el “bazar occidental”, a los requerimientos nacionales. El equipamiento podría haber sido más moderno, sin embargo la política no queria alterar el equilibro en la región ni enviar una señal de rearme a Gran Bretaña. La mayor compra de material militar existente hasta el momento fueron capacidades claves para la defensa territorial y para el control de los espacios comunes. Los aviones Orion P-3B y los Skyhawk A-4AR, Durante los años noventa se recibieron aviones de observación OV-10 Bronco, de los cuales quedan entre 5 y 9 activos fueron los programas de armas de la administración Menen. Otro material era modernizado o se incorporaba gracias al apoyo que provenía para las Operaciones de Paz ya sea vía ONU u OTAN. Asimismo se mejoró el equipamiento de comunicaciones, y la infraestructura de inteligencia, pero la radarización del país, terminó en un escándalo de corrupción. La flota de mar se redujo y desapareció la aviación embarcada de ala fija. Se redujeron las horas de vuelo, las flotas de aviones M-III y M5, y la capacidad de transporte aéreo “estratégico” con la desactivación de varios C-130. Se perdió la capacidad de transporte táctico pesado luego de perder los CH-47, se mantuvo una capacidad limitada de helicópteros semi pesados como los SA-330 y SA-332.
Se desactivó el complejo industrial militar y se lo privatizó, desguazando prácticamente toda la infraestructura existente, la cual había sido exitosa en preparar sistemas de armas competitivos para paises de mediano porte, pero que nunca fueron debidamente comercializados de manera razonable ya que el concepto de posventa fue inexistente y atención al cliente, no existio salvo por algunas ventas del IA-58 a Uruguay, Colombia y Sri Lanka.
Salvo por la recepción de material de rezago o sistemas de armas obsoletos, los programas grandes de reequipamiento militar brillaron por su ausencia hasta la llegada de la administración Kirchner y su “espejismo” de reactivación del complejo militar industrial argentino. Siguiendo el argumento de “vivir con lo nuestro”, los militares encontraron que podían incidir en la opción industrialista volviendo a producir material bélico, que reemplazara a aquel obsoleto y que ademas se produzca para exportar. Ahí comenzaron los proyectos de repotenciación del tanque TAM al modelo TAM-2, el cual solo se produjo el prototipo. La construcción del tanque “Patagon”, que no era otra cosa que la actualización de los SK-103 Kurassier, la repotenciación del IA-58 Pucará, el proyecto de construir aviones de entrenamiento avanzado IA-63 Pampa mejorados en su versión II y III (ataque al suelo), se terminó de ensamblar la última Meko 140, que había quedado paralizada en la década anterior, se dio lugar al armado del casco del submarino Santa Fe. También se celebró la recuperación de los talleres de misiles, y la recuperación de los misiles mar-aire Aspide o el recorrido de los MM-38/40 exocet, Toda tecnología de los años 70 y 80. Esa es considerada una mejora porque al menos ahora hay misiles operativos aunque, dicha capacidad es tan antigua que ya han sido superados tanto en alcance como capacidad de carga explosiva, ademas de que todo el proceso no se encuentra homologado por las compañías dueñas de esos productos por lo tanto no se puede ofrecer en el mercado esa capacidad recuperada. Hasta en el campo binacional hubieron grandes anuncios sobre la creación de vehículos de asalto de forma conjunta con Brasil, el famoso Gaucho (version nacional del Boggie) el cual no ha llegado todavía a la producción en serie. Es tal el fracaso de ese vehículo, que el ejército ha decidido comprar a EE.UU. un lote de 36 vehículos Hummer para reforzar la capacidad de movilidad todo terreno.
La Fabrica Militar de Aviones (FadeA) se encuentra produciendo en serie la versión II del pampa, aunque no queda claro cuántos aviones salen de la línea de ensamblaje por mes. Se está realizando el overhaull de un avión Hércules, y se espera empezar a producir las piezas necesarias cola y fuselaje para el avión de transporte de la Unasur, el KC-390, y un avión de entrenamiento que está en etapa de diseño y pruebas de maquetas bautizado IA-73 Unasur I, que tiene las mismas prestaciones operativas que los turbomentor el cual reviste como avión de entrenamiento básico en nuestros arsenales. Es tal el afán industrialista de las FF.AA. que existen tres desarrollos de vehiculos aéreos no tripulados –todos ellos en la categoría I y II- cada uno desarrollado poruna fuerza diferente. Sin embargo no existen desarrollos de robots desactivadores de minas por parte del ejército, así como tampoco existen desarrollos de SUV por parte de la armada. El cielo congestionado, el mar y la tierra vacíos.
Actualmente y en esa línea de recibir algo de afuera, la Aviación de Éjercito entregó sus viejos aviones de transporte inoperativos G-222 a cambio de un lote de helicópteros Bell UH-206 de observación liviana, para entrenamiento de pilotos y otras tareas sin especificar.
Tal vez la iniciativa más exitosa pero que mayor tiempo de implementación puede llevar es la radarizacion via el INVAP lo cual está dando resultados en el campo tecnológico independientemente de las horas de uso que se le den a dichos radares efectivamente. Ese es el único caso en el campo de la defensa que pueden considerarse satisfechos.
Ademas durante el año 2013 se anunció la compra de Mirage F-1 a España, para reemplazar a los aviones de combate que se caen por falta de mantenimiento y haber llegado al final de su vida útil. Sin embargo dicho acuerdo termino súbitamente porque los aviones no cumplían con los estándares mínimos de modernización necesario y tenían una vida útil muy limitada. Descartada esa opción por razones políticas, como por ejemplo que parte del equipamiento militar que se pensaba proveer estaba alcanzado por el veto británico, nos hemos volcado a una opción comparativamente mejor, como lo representan los aviones de combate KFIR C.10/C.12, los cuales vienen con equipamiento israelí-norteamericano, más moderno desde el punto de vista de los equipos instalados en el mismo, con una autonomía mayor, y mejores prestaciones.
China también se ha comenzado a filtrar como proveedor de las FF.AA. sin embargo esta lejos de serlo en el campo de los sistemas de armas complejos. Durante el año 2013 se anunció la adquisición de vehículos 8×8 Norinco a los efectos de que sean utilizados en las misiones de paz de la ONU, Camiones para logística, y mas recientemente se firmó un acuerdo para ensamblar unos helicópteros livianos conocidos como Z-11 copia del modelo francés ecureuil, el cual no se encuentra certificado por dicho país.
Rusia fue una variación interesante en nuestros arsenales ya que permitió la recuperación de una capacidad perdida como la de helicópteros de transporte pesados con la compra de un lote de MI-17 los cuales están destinados a la campaña antártica, y que sin embargo hasta este momento no han participado de ninguna de esas acciones, sin quedar en claro las razones por las cuales no lo hacen.
Lo antepuesto en las páginas anteriores demuestra que con una clara ausencia de ideas acerca de para que tengo las FF.AA. el equipamiento y los fondos quese destinan a ellas va a estar condicionado al igual que su. Menos del 10% de los U$S 3.5 mil millones se destinan para las cuestiones operativas de la fuerza y la compra de armamentos. Toda las lineas de la defensa en términos materiales sufren la actual situación. El éjercito en este último tiempo se ha visto beneficiado por la adquisición de material el cual se orienta a cumplir un rol dual en materia de seguridad interna y externa. Pero los programas destinados a la misión principal brillan por su ausencia. Sin hipotesis de conflicto, para que tener material de guerra.
¿Y AHORA QUE?
Existen tres maneras de terminar este ensayo, la primera es políticamente incorrecta e inaceptable ya que es implica reconocer que esto es otro fracaso más de la Argentina democrática, por lo tanto es mejor dar de baja la función principal de las FF.AA. y reconvertirlas a la secundaria, en una honrosa versión de “gracias por los servicios prestados”.
La segunda es optar por decir que hay que destinar cantidades de recursos que no se poseen, tirar a la basura todos los sistemas de armas obsoletas, incorporar sistemas más modernos como si de esa forma resolviéramos los problemas que aquejan a la defensa en la actualidad. Sin brújula pero con aviones SU-27 Flanker C.
La tercera es reconocer que estamos de esta manera porque hemos diluido la argumentación clave de porque necesitamos FF.AA. Su única razón sigue siendo la guerra, ya sea unilateral o en coaliciones, ofensiva o defensiva.
Las dos primeras explicaciones son futiles ya que no hacen mas que dar vueltas sobre aquellos que hace treinta años estamos discutiendo, y profundizan la idea de que no necesitamos una política de defensa. la tercera deja claramente expuesta la razón de su necesidad a los efectos haya alguna discusión real sobre que defensa necesitamos y cuanto estamos dispuestos a pagar por ella.
Para ello, la primer obligación es señalar que la defensa es necesaria porque la guerra no ha sido prohibida del sistema internacional, y la humanidad no a alcanzado el grado de evolución que nos permita pensar que el instrumento militar es obsoleto. Sirven desde su función de entregadores de violencia hasta su rol de amenaza latente. La fuerza militar puede ser usada para persuadir, intimidar, herir, bloquear, negociar o destruir a una voluntad competidora que no quiere encontrar soluciones razonables a los problemas existentes, como nos recuerda Thomas Schelling en su libro “Arms and Influence” (1966). Si no aceptamos esas razones y su validez en el sistema internacional actual, es mejor entonces dar por terminada la discusión y movernos hacia la versión argentina de la poshistoria o el posmodernismo. Tratando de encontrar un argumento aceptable para una sociedad que perdió una guerra, es que hemos emparejado la justificación de las FF.AA. con los seguros ya sean de vida, de incendio o contra robo, argumento que hoy hasta replican acerrimos criticos de la política de defensa como lo fue Rut Diamint o en el caso particular de este autor la explicación de la cerradura para poder desarrollar el concepto de antiacceso de manera tal de hacer accesible al gran público el hecho de que sin defensa un pais es más vulnerable a la voluntad, deseos y abusos de otro. Nos hemos equivocado en ser elipticos o tangenciales ya que hemos tratado de hablar del problema de la guerra pero lo hemos hecho sin mencionar la palabra, buscando estar a tono con los tiempos que corren, lo cual terminó por cederle terreno argumentativo a quienes propugnan que la misión secundaria es más importante que la principal.
El gasto de defensa es para prepararse para la guerra y asistir frente a contingencias eventuales donde algunas capacidades logisticas puedan ayudar, no al reves y las estructuras institucionales tienen que seguir dicha lógica. No existe la idea del soldado de la paz, a la que se ha asociado el militar destacado en misiones de paz. Es un soldado en otra función la cual debe cumplir de manera eventual. Sin embargo la función del soldado es inherentemente mantener la paz, y de la única forma que lo puede hacer es cumpliendo con la misión de disuasión que se le encomendó, demostrando que puede cumplir con su misión principal, de manera tal que esa realidad forme parte del cálculo estratégico de una voluntad oponente sea del tipo que sea.
Treinta años debería habernos ayudado a absorver una derrota militar. Ya reconocimos que perdimos esa guerra, que fue imprudente y contraproducente con el interes nacional. Mas no se puede pedir a menos que querramos autoflagelarnos a nosotros y a las generaciones futuras por la decisión politica de una generación que va camino a ceder su lugar en la historia.
La pregunta importante en este sentido es, ¿que lecciones obtuvimos de dicha confrontación? Mas allá de garantizarle a los ingleses que nunca mas vamos a amenazar el status quo existente, la segunda lección es que hemos decidido llevar a cabo una reforma institucional que hoy en la práctica es inexistente. El Estado Mayor Conjunto esta lejos de cumplir con el rol que se le encomendó, y con los últimos cambios de oficiales jefes por parte del poder ejecutivo ha firmado el certificado de defunción operativa del EMCO.
Sin embargo la lección mas importante de una guerra y más cuando la misma resultó en una derrota, no la hemos siquiera estudiado, porque no nos lo permitimos. Sencillamente no hay un artículo académico serio que señale que hubiera sido necesario hacer distinto para ganar. Lo trágico es que aún en un contexto de clara desventaja material los ingleses siguen analizando la posibilidad, en parte su propia dinámica institucional pero también siguiendo una regla clara de la política internacional que es la pregunta acerca de ¿qué pasa si…..? (se ve afectado un interés)
Una sociedad que respeta cada vez menos las leyes, con un cuerpo político que es tan imprudente como el de épocas anteriores, se proclama ferviente defensor y respetuoso del DD.II., pero que internamente deja bastante que desear, hace pensar -de base- que somos cínicos, o no tenemos cuadros capacitados para comprender el escenario internacional, y en segundo lugar que es mejor para la estabilidad internacional que continuemos con el experimento de desarme que se inicio durante los años noventa, ya que algunas administraciones con capacidades militares a su disposición bien podrían caberle el adagio de “mas peligroso que mono con navaja”.
Ahora bien, suponiendo que nos encontramos en camino hacia la inevitable integración sudamericana, esto tiene un efecto directo sobre una de las tres armas que constituyen a las FF.AA. y esto es el Éjercito. Si los “apóstoles de la paz” tienen razón, esa fuerza debería ver disminuir su tamaño tanto en personal como en unidades y empezar a pensarse como una fuerza de reacción rápida, ligera, con un gran peso en fuerzas especiales y capacidades defensivas para contener cualquier intento de penetración de una fuerza atacante, retomando el concepto de aeromovilidad.
La reducción de personal no necesariamente tendría que implicar un problema en terminos sociales ya que quienes quedaran fuera de dicha fuerza bien podrian nutrir los números de las fuerzas de seguridad principalmente en la Gendarmeria, la cual hoy tienen más misiones que personal. Otra alternativa –aunque- no para todos los miembros, es formar un sistema de reservas pagas que permitan mantener unidades relativamente entrenadas para ser usadas en caso de alguna operación de contingencia. Los helicópteros, tanto de transporte, como de observacion y artillados deberían ser la columna vertebral de la nueva caballeria reduciendo dramaticamente el número de tanques y vehiculos de transporte pesado existentes en nuestros arsenales.
Los cierres de unidades seran inevitables y los estados provinciales deberían ver la forma de absorver el impacto económico de dicha decisión, pero la razón para mantener una base abierta debería no es el impacto económico que tienen sobre la sociedad local. El S.XXI va a encontrar éjercitos mas reducidos en número,movibles, robotizados, similares a fuerzas de operaciones especiales, y con capacidad para interoperar con otras fuerzas.
Si se consideran válidas las directivas generales de la defensa y el discurso político actual, el escenario de mayor tensión para la República Argentina sigue siendo el aeronaval, que tiene tanto actores regionales como extraregionales poniendo presión sobre nuestra área geográfica de interés. Si esta situación quiere invertirse, resultara importante volver a pensar como esta compuesta nuestra fuerza naval.
Lo razonable sería reforzar el número de submarinos, con capacidades similares a los scorpenne existentes en los arsenales chilenos, y probablemente reducir el número de destructores y reforzar el de fragatas, y habría que generar un cambio institucional mayor, dando lugar a que la fuerza sea comandada por submarinistas y no por oficiales de superficie. Asimismo considerando las cualidades humanitarias y la gran participación en misiones de paz incorporar un buque de asistencia humanitaria que pueda embarcar helicópteros y transportar cascos azules a escenarios extraregionales de ser considerado por el poder político, por ejemplo para evacuación de connacionales. El uso dual de dicha embarcación no pasaría desapercibido por otros actores regionales, aunque justificado por la razon liberal que antepuse, dificilmente alguna potencia extraregional pueda sostener una discusion seria acerca de que tipo de reequipamiento militar estamos llevando a cabo, ya que somos democracias y las democracias no guerrean entre sí.
Gracias a que la geografía nos ampara y poseemos un poortaaviones natural en nuestro territorio, resulta imperativo volver a tener una fuerza de vigilancia maritima combinada entre aviones y UAV, asi como tambien una Fuerza Aerea con capacidad de reabastecimiento en vuelo y un aceptable rango de misiles, sumado a unidades de patrullaje de alta mar.
Todo lo necesario para llevar a cabo estrategias defensivas, con capacidad de denegación de espacio e intrusión, se encuentra a nuestro alcance. Sin embargo falta lo mas importante responder, ¿queremos destinar los recursos que se necesitaran para construir este tipo de modernización militar?.
La transición es la parte complicada de esta situación. Se tiene que hacer atendiendo a dos cuestiones, al primera es a evitar el malestar que implicaría una reorganización masiva de una fuerza militar, ya sea mediante los retiros o la reconversión de sus hombres y evitar que los mandos generen disrupciones organizacionales o manipulen la situación, ya que como se dijo anteriormente existen claros retrocesos en el campo del control civil de las FF.AA.
En segundo lugar mirar que equipamiento debe tener la prioridad de manera tal de evitar una excesiva presión por parte de Inglaterra y que nuestros socios regionales no se pongan ansiosos por un eventual rearme argentino. Esto implica, mejorar lacapacidad de transporte aéreo, tanto táctico como estratégico, la adquisición de aviones con sensores remotos, y una buena capacidad satélital, en primer lugar y si puede ser con un bajo perfil mejor. La creación de incentivos se encuentra en el armado de nuevas unidades, más reducidas, mejores pagas con algún tipo de estandar para poder ser integrante de las mismas, en algún punto implica comenzar de cero sin necesariamente decirlo.
¿Necesitamos entonces defensa?. La respuesta es sí, no por una razón histórica, un seguro, la extensión geográfica, u otras razones esgrimidas, las necesitamos porque el futuro luce incierto para el orden internacional, la guerra es una posibilidad y ademas pueden ser un elemento de influencia politica a ser utilizado en el momento menos pensando. Durante la predica de los noventa, nos enseñaron que las democracias no guerrean entre sí, pero no hay ningún caso donde una democracia se haya desarmado por propia voluntad. En nuestra condición de democracias ninguna otra democracia puede discutir nuestro proceso de reequipamiento sin encontrarse asimismo atacando la parte hipócrita de la prédica liberal y constructivista en las relaciones internacionales que hoy atosiga a nuestros decisores en el campo de la defensa.
Sin embargo, hasta que no revisemos las ideas que siguen nutriendo a la defensa argentina, la mejor respuesta que podemos darnos es que no necesitamos defensa y dejar que otro se encargue de nuestra seguridad, ya que el proceso de inanición resulta caro e ineficaz si efectivamente se quieren resolver otros asuntos de la agenda pública.
El presente trabajo tiene ya un año y surgió a la luz de los desaguisados que durante dos décadas se llevaron a cabo en defensa en relación a la misión principal, la cual bien puede ponerse en duda, invitado por el grupo Inserción Argentina en el Mundo a pensar que sucede con la llamada Defensa Nacional. En este sentido la década “ganada” destruyeron las capacidades remanentes e inundaron a la defensa con un relato vació, el cual se vío cuando de Fabricaciones Militares terminaron los contratos de un grupo de personas destinadas a realizar propaganda para el régimen imperante. Los Ministros de Defensa son responsables en tanto conducción política de la perdida de capacidades de combate, dejando como último legado la clausura de la aviación de interpretación con el retiro de los ya nobles pero obsoletos Mirage, tanto en su versión III como la V.
La nueva administración tienen un desafío mayúsculo en intentar comenzar a pensar la defensa en términos de su misión principal, tanto desde lo intelectual como de lo práctico, porque implica asumir que las ideas y el contexto cambio y que ya no podemos seguir trasuntando viejos relatos. Necesitamos un sinceramiento político acerca de para que tenemos FF.AA. y cuanto vamos a destinar a ellas. Mi visión lejos de ser la única buscaba decir algo en relación a su ethos original: La función a recuperar es la de Defender al país de sus enemigos externos sean de la forma en que sean y para ello es necesario que se preparen y se equipen de manera acorde al Siglo XXI. Eso lleva dinero, voluntad política y tiempo. Por suerte y a pesar del contexto de transición internacional el tiempo se encuentra a favor de los planificadores. El problema lo tenemos con los recursos que estamos dispuestos a trasladar a dicho sector y con la voluntad política la cual no esta tan en claro que deseen modernizar las FF.AA. ya sea en función de sus intereses académicos o de viejos bias ideológicos.
Agradezco la oportunidad de publicar en ese foro mis ideas sobre defensa. Algunas de ellas han progresado en función de la necesidad de pensar el reequipamiento en círculos concéntricos, creando sinergia desde temas como la asistencia a desastres naturales, para llegar a las capacidades de combate propiamente dicho.
A la espera de que el paper dispare alguna discusión sobre las ideas y que material es necesario para que nuestras FFAA sean consideradas como una fuerza de combate acorde con las necesidades militares de la Argentina en el presente siglo es que celebro la iniciativa de la Revista Zona Militar.
LA TERRIBLE IMPOSTURA.
Durante treinta años uno de los temas de mayor discusión en la República Argentina ha sido la cuestión militar y de defensa orientando siempre dicha discusión acerca de que hacer con los militares y cual debería ser la política de defensa adecuada para una democracia. Varias crisis económicas, oportunismo político,y confusión en las ideas han hecho que la defensa sea hoy una suma de incoherencias completamente disfuncionales con algo parecido al aquello que podríamos llamar interés nacional. Pero también refleja un éxito contraproducente: Las ideas más inconsistentes dominaron el debate y formularon política pública creando contradicciones tan evidentes que para resolverlas han tenido que ir cubriendo esas inconsistencias con accion politica. Bajo la administración Kirchner – y Fernandez de Kirchner, la cual podemos denominar como la “década del relato”, esta situación de incoherencia empeoró.
En la actualidad tenemos una situación paradójica. Por un lado tenemos las ideas equivocadas consistentemente consolidados en el discurso de la defensa y sin embargo cuando vemos la traducción de esas ideas en materia de política publica encontramos que han llevado a una situación de carestía total en materia estratégica, equipamiento, horizonte profesional y misiones de las FF.AA. y esto es el resultado de la combinación un pensamiento académico confundido y que sistemáticamente negó la realidad de la política internacional y su acomodamiento con el poder político de turno.
Sencillamente, los que pueden clamar victoria en términos de las ideas y ademas se sienten victoriosos de ver sus ideas en la aplicación de políticas públicas, son responsables compartidos junto con quienes llevaron dichas ideas de manera lineal a la práctica. Difícilmente podamos decir que sus ideas hayan permitido mejorado y modernizado la misión principal que tienen las FF.AA. de un país la cual es asegurar la soberanía y proteger aquellos que sean considerados los intereses vitales ya sea en el espacio territorial o de ultramar.
La presente reflexión –tanto académica como de conocimiento práctico- toma como guía y adapta al campo de la defensa una pregunta que se hizo Henry Kissinger hace ya una década atrás ¿Necesita Argentina una Política de Defensa?.
Qué hacer con los militares, la defensa, la seguridad internacional y el rol del país en este campo han sido discutidas tanto en el mundo académico y político, reflejando alguna clase de debate el cual se fue cerrando con el paso del tiempo cada vez mas a ideas que no siguieran un discurso políticamente correcto como veremos mas adelante.
Al respecto, el único consenso logrado de largo plazo tiene dos componentes: el primero es que necesitamos de estos elementos aunque no sabemos bien por qué y si bien hemos ensayado varias respuestas al respecto, lejos de haber progresado, las FF.AA. son un ejemplo no de la ausencia de políticas públicas sino de su fracaso. El segundo es mantener un presupuesto de defensa bajo el cual ronda el 0.9% del PBI insuficiente para adaptar una fuerza militar al contexto de incertidumbre que se cierne en las próximas décadas del SXXI.
En este sentido y frente a la pregunta de si tenemos un sistema de defensa que cumple con su misión principal, la respuesta es NO.
La formación de políticas públicas en el área de defensa ha sido el resultado de un componente cruzado de especialistas con ideas “progresistas” y amateurs en posiciones que les permitió llevar a cabo acciones sin tener que lidiar con las consecuencias de las mismas. Lo cual es el resultado de un debate que desde el advenimiento de la democracia fue complicado y que por circunstancias políticas se facilitó el avance de algunas ideas por sobre otras y por lo general las ideas que parecian positivas eran el resultado de una lectura lineal de otros proceso políticos, de una extremada fe en corrientes liberales, constructivistas sociológicas, y latinoamericanismo sin el mejor juicio critico acerca de las implicancias de dichas políticas sobre la política pública y se eliminó o desprecio las lecciones ideas y conocimiento que otras escuelas podían proveer a pensar una defensa funcional.
La falta de “accountability” en este campo es similar a la falta que se da en otras áreas de políticas públicas, aunque su visibilidad es menor, salvo cuando se cae un avión,
explota una ametralladora y mata a un cadete, o se da vuelta un destructor amarrado en la principal base naval militar del país.
Hasta hace unos pocos años, la discusión en defensa reflejaba un cierto grado de diversidad en el pensamiento, sin embargo dicho debate era unidimensional en cuanto a aquello que debía ser considerado prioritario y que no era modificable.
Las prioridades eran la cuestión del control civil de las FF.AA; la división tajante entre defensa y seguridad; la educación militar; el rol de las misiones de paz y la colaboración con el orden internacional. Las cuestiones presupuestarias y de capacidades siempre quedaban relegados al final o no existían, salvo para los recortes.
Cabe destacar que el debate se realiza siguiendo un protocolo de frases que podrían definirse como “políticamente correctas”, las cuales han quedado por capas producto de las distintas discusiones sobre la defensa en democracia.
El dato factico con el que se carga durante toda la democracia es que la discusión se encuentra dominada por la herencia política que las FF.AA. nos legaron. “Atrapados” por el legado de una guerra interna y una externa, impactaron directamente, sobre la formación de política.
En el plano interno esta realidad llevó a trabajar con todos los niveles de formación de los militares y con los mandos asegurándose lealtad al sistema político y -más recientemente- a sus lideres, las herramientas fueron la intervención activa en los centros de formación de los militares y la separación todo elemento que podría haber estado involucrado en la denominada “guerra sucia”.
De esta manera se promovió la idea un nuevo inicio para las FF.AA., asegurándose el control civil e instaurando una cultura democrática en los claustros que eran vistos como guetos militares. Sin embargo lejos de profesar el “Control Objetivo” establecido por Huntington en el “Soldado y el Estado”, se siguió la formula del “Control Subjetivo”, auspiciado por Janowitz, lo cual ha llevado al concepto del ciudadano soldado.
En el plano externo, la Guerra de las Malvinas dejó un legado igual de contraproducente. A partir de una acción militar irresponsable e imprudente, se empleó el medio militar -pensado para enfrentarse con Chile- contra la segunda potencia de la OTAN, lo cual resultó en la derrota militar y trajo la consabida idea por la cual los militares “no sirven para otra cosa que no sea reprimir a la sociedad”, argumento usado hasta el hartazgo.
Ambos legados condicionan el debate acerca de cuáles son las necesidades concretas de Argentina en términos de defensa y soslayan una pregunta aún más importante a nivel político: ¿tiene Argentina necesidades a ser cubiertas por la defensa, tal como lo plantea la ley?; de tenerlas, ¿tenemos la voluntad para recurrir al uso de la fuerza de ser necesario?
Lejos de responder estas preguntas, hemos hecho política de defensa sobre los márgenes, dejando afuera a aquellas que podían brindarnos alguna solución en relación a que fuerza necesita nuestro país. Seguimos con prioridades que ya deberían haber cambiado y que han afectado a la funcionalidad del sistema de defensa.
Existen múltiples razones para diseñar e implementar una determinada política pública. Sin embargo, en el campo de la defensa, las razones suelen ser tan poco claras y difusas que cualquier intento por tener una política pública de defensa sólida no es sustentable, salvo por las políticas de restricción presupuestaria.
Como consecuencia de ello tenemos una política de defensa a la cual todos los años se le destinan casi U$S 3.5 mil millones para que funcione, pero que no cumple con la misión principal, en tanto el consenso general es que o no tenemos enemigos, o aquellos que aparecen en la discusión son tan elefantiásicos y ficcionales que se vuelven el equivalente a marcianos en guerra contra los norteamericanos que vemos en el cine.
La ironía es que si alguien realmente de peso llega a ponernos en su radar militar no hay forma efectiva de detenerlos o disuadirlos.
La discusión sobre defensa si bien da cuenta de que: 1) el entorno internacional cambio en tres oportunidades5, 2) eso implicó alteraciones en los ejes geográficos de poder, 3) las necesidades y aspiraciones de los poderes que ascendieron y declinaron se modificaron; no provocó cambios importantes en cuanto a la misión principal, mientras que la mision secundaria varió según las coyunturas de una determinada época, para acomodarse a la voluntad política en el campo de la política exterior. El corolario es el reconocimiento del cambio, pero no su aceptación ni se razona cómo afecta a la dinámica de defensa propia, ajustando la política a ella, tal vez con excepción de los años noventa.
De esta manera, la coyuntura hace a la táctica del acomodamiento de los militares. De ahí que pasamos del envío de buques al Golfo Pérsico o la designación de aliado Extra OTAN producto del alineamiento político de la Argentina con EE.UU., a plantear el reequipamiento militar vía China, América Latina, la producción propia y de considerar a las FF.AA. como parte central de un sistema de respuesta frente a catástrofes; la defensa regional contra potencias extra-regionales, además de ser acompañantes solícitos de procesos nacionales y populares.
En términos de Gran Estratégia, la política pública de defensa se encuentra imbricada con la política exterior: no fija metas en términos de conducta externa, pero si establece cómo se defienden los intereses fijados por esta última. Si la política exterior señala que no hay hipótesis de conflictos y que el nivel de riesgo para la República Argentina de una agresión estatal es extremadamente bajo porque con la integración se resuelven los problemas actuales y los futuros, la pregunta se vuelve evidente ¿Vale la pena destinar U$S 3.5 mil millones a la defensa?
Si el núcleo del debate no ha sufrido grandes variaciones manteniéndose la idea de que es competencia de la defensa evitar una agresión externa convencional contra nuestro territorio, por qué nos negamos a responder las preguntas de base que sustentan esa competencia: ¿Enfrentamos esa clase de desafío?, ¿quién o quienes puede atentar contra nuestro territorio de manera convencional?, ¿se disponen de las capacidades para enfrentarlo de manera exitosa? Estas tres cuestiones marcan la diferencia la actualidad de nuestro sistema de defensa y poseer uno viable.
Tenemos un sistema de defensa, que más allá de que sea operativo, no sabemos bien para que está y ni siquiera si es necesario, en definitiva no se desarrollan las capacidades necesarias para lograr efectivamente ni una ni la otra. Ni tenemos hipotesis, ni tenemos capacidades.
Demasiadas discusiones para cubrir un extenso marco legislativo6 (compuesto por leyes – decretos – resoluciones) sobre las actividades, objetivos, límites y organización de la defensa. Completar el marco regulatorio le tomó al Estado Nacional 18 años, a pesar del declamado interés sobre la defensa, su modernización y funciones operativas. Sin embargo, una vez completado nunca se cumplieron las metas de modernización ni de equipamiento ni de asignación de recursos necesarios. El viejo adagio que señala: “Del dicho al hecho existe un largo trecho”, resulta extremadamente visible en el campo de la defensa del país.
Tres partes componen el artículo: La primera implica analizar que ideas nutrieron a la defensa y como su posterior aplicación política dejaron un legado cuestionable y negativo tanto en términos de mejora operativa del sistema de defensa, como de las contradicciones efectivas que hay en relación al posible uso del instrumento militar. La segunda parte muestra como gracias a las ideas preeminentes, el ahogo presupuestario ha producido el decaimiento sostenido del instrumento militar. Finalmente concluiremos con una propuesta de nivel estratégico de aquello que considero necesario avanzar en la modernización y funcionalización efectiva de las FF.AA., para insertarnos de una manera funcional a nuestros intereses en el campo de la seguridad internacional.
LAS IDEAS QUE NUTREN LA AGENDA Y DISCUSIÓN PÚBLICA DE LA DEFENSA
Un lector relativamente familiarizado con estos temas encontrará un nutrido número de publicaciones, discusiones y disertaciones acerca de aquello que compone el núcleo de la defensa en Argentina. Esas publicaciones se encuentran dispersas en todo tipo de publicaciones y congresos, cubriendo la siguiente tematica: seguridad internacional con temas puntuales de tipo históricos, de DD.HH., de control civil de las FF.AA., de cooperación regional, de misiones de paz, de relaciones con EE.UU., y, recientemente, temas vinculados a los roles y a la “renovada” industria de defensa.
Marginales son los trabajos sobre, organización de fuerza, capacidades, equipamiento, tácticas y estrategias militares, quedando restringidos en el mejor de los casos a las revistas de la especialidad. Cada uno de estos tópicos forman capas de sedimentos que vuelven a emerger siguiendo una dinámica circular, con auge de atención y desatencion de los tópicos según el período que atraviese la politica nacional.
Los años ochenta, nos invitaban a discutir acerca del control civil de las FF.AA., la modernización militar, la cooperación regional. Los noventa las misiones de paz, la integración en defensa, la ausencia de hipótesis de conflicto, seguridad cooperativa y las nuevas amenazas; Estos últimos quince años, se habla de la defensa defensiva, hipótesis de confluencia, planeamiento por capacidades, industria de la defensa, guerra por los recursos, y la infaltable agresión de una potencia extraregional, herencia inmemorial del chauvinismo argentino.
Estas últimas son una mezcla “sui generí” y lineal de liberalismo, constructivismo, con componentes autóctonos provenientes del nacionalismo y latinoamericanismo7, todos presentados como una forma alternativa de construcción de poder o de pensar la cuestión militar, acusando –aquellos que son un poco más sofisticados- de todos los males al pensamiento realista. En definitiva algunos intelectuales se han puesto en el sitial de líderes en la “reinvención” de la defensa en América Latina, -la cual se dió solo en nuestro país-, pero a los efectos discursivos se la presentó como un proceso de cambio en toda la región, o la piedra fundamental de lo que hoy se constituye con el Consejo Sudamericano de Defensa. La implementación de estas ideas terminó resultando disfuncional.
Miremos sino el trabalenguas ideacional en que se han transformado las “hipótesis de conflictos”. Toda apertura de conferencia que se precie como académica y que se refiere a la defensa, debe empezar con la frase que decreta que Argentina no tiene “hipótesis de conflicto” y que los tiempos cambiaron. Frente a semejante apertura lo primero que se pregunta un asistente será acerca de cuál es la cuestión a discutir o presentar. No tener hipótesis de conflicto, implica que nosotros no tenemos interés en aquello que otros poseen, -lo cual puede ser válido-, pero al mismo tiempo supone que otros no tienen interés en aquello que nosotros poseemos. De esta manera, para un número importante de académicos que se consideran especialistas en defensa, estaríamos viviendo en el mejor de los mundos posibles: el de la armonía en la consecución de intereses.
Sin embargo, si esto es así, no se logra comprender por qué seguimos discutiendo la cuestión Malvinas o hablando de nuestros intereses en el Atlántico Sur9 en relación a Inglaterra, o tememos que venga alguien por el acuífero guaraní, ¿estos son conflictos o no?. Esta contradicción es una constante en el debate de defensa actual.
Como consecuencia de ello se decretó que se cambiaría la forma de planificación de las FFAA abandonando las hipótesis de conflicto a los efectos de no tener que planificar siguiendo la lógica tradicional del equilibrio de poder y forzando a buscar otros argumentos para pensar el equipamiento militar, desarrollando la planificación por capacidades.
Si hay que planificar por capacidades frente a un enemigo genérico al menos hay que mirar que tipo de capacidades tendría. El hecho de estar restringidos en la planificación capacidades que tememos puedan ser usadas en contra nuestra. Si no hacemos eso el rango de planificación es tan amplio que podríamos plantear enfrentarnos a una superpotencia o a un poder regional o a un Estado diminuto del sistema internacional. Al cerrar el rango de capacidades hace que el planteo por hipótesis de conflicto aparezca elípticamente, lo cual deja en evidencia lo limitado desde la práctica estas ideas que nutren a la defensa.
El fin de la hipótesis de conflicto, acentuó la idea de que somos una sociedad pacífica, que practicamos políticas de buena vecindad y que nosotros no tenemos problemas con ningún actor estatal en el sistema internacional. Los problemas que Argentina pudiera tener en un futuro no tendrían un apartado militar, ya que el Derecho Internacional y la ONU nos protege.
Asi, de una virtud se hizo una carencia. Gracias a la ausencia de hipótesis de conflicto, pasamos rápidamente en los noventa a la idea de que nadie nos va a invadir, para que después de diez años de avanzar en este sin sentido discursivo apareciera ahora la idea de que hay que defender los recursos naturales frente a una invasión. Esto sin aceptar que tal declaración implica tocar la cuestión de quiénes pueden tener interés en nuestros recursos más allá de que posean las capacidades para tomarlos por la vía armada.
En este mundo de contradicciones decimos que nos preocupan los RR.NN., que la defensa sirve para mantener la soberanía, sus recursos, y la integridad territorial, aunque cuando miramos el mapa cercano encontramos que nuestro territorio se encuentra cercenado, no sabemos que es lo que pasa en el Atlántico Sur, donde las líneas de comunicación Islas – Reino Unido se mantienen inalterables y que para el año 2017 los recursos alli existentes van a ser extraidos.
La buena noticia -para los británicos- es que ya les comunicamos que el rol de los militares en la defensa de esos recursos será nulo, porque Argentina siempre reclamará en función del DD.II. en la ONU, donde tienen poder de veto, gracias a nuestra condición pacífica o de “campeones morales” de la política internacional. Tal es nuestro grado de incoherencia que nos queremos sentar a negociar con alguien más
fuerte y en ese mismo proceso de negociación, avisamos que hemos decidido cercenar una de las cartas que pueden influir en el resultado de la misma.
En la actualidad hemos agregado a esta confusión discursiva y de praxis política, la idea de que Argentina tiene solo “hipótesis de confluencia”, buscando articular la cooperación y generar un espacio regional de la defensa. Sin embargo esto resulta operativamente complejo por la variedad de las agendas existentes en estos campos. Salvo en misiones de paz, la confluencia no es tal; en la actualidad, gracias a esta política se tiene una brigada conjunta conocida como Cruz del Sur que adolece del problema –del lado argentino- del financiamiento insuficiente.
Si retomamos la pregunta acerca de si es conveniente o no tener FF.AA., a grandes rasgos podemos clasificar dos posturas.
Quienes responden de manera afirmativa, lo hacen a partir de 1) las condiciones geográficas, 2) la posición del país y sus recursos, 3) la historia, 4) la “temida” agresión externa10, y 5) el argumento del “seguro, contra incendio o contra robo” como una forma de entender la necesidad de este intangible, argumento creado a los efectos de modernizar el viejo precepto realista asociados a la oportunidad y la seguridad en las relaciones internacionales.
Quienes ensayan la respuesta negativa son críticos del rol de todas las FF.AA. y en especial de las argentinas. Sus argumentos oscilan entre: 1) la actuación en la última dictadura, 2) la derrota en la Guerra de Malvinas, 3) el reaseguro de los ricos para evitar que otros sectores se levanten y socaven su poder, 4) la ausencia de hipótesis de conflicto, 5) la falta de estatura profesional como fuerza de combate, a lo cual suman la inutilidad de un gasto de defensa, que no genera un efecto sobre la misión principal, señalando que en el futuro seguirán siendo una “fuerza anticuada poco eficiente y poco competitiva”, y 6) rebatiendo el argumento de la seguridad utilizan falazmente la “opción Costa Rica”: hay países que sobreviven en el sistema internacional a pesar de no tener FF.AA.
Al interior de ese grupo existen unas pocas voces que asumen posiciones radicales en términos pacifistas declarando la obsolescencia del poder militar en la era de la globalización, el hecho de que solo sirven para instrumentar políticas imperialistas, además de ser incompatibles con las nociones básicas de civilidad, desplegando en algunos casos una inocencia argumentativa raya con la insensatez.
Durante la administración Menem un nutrido número de autores fueron extremadamente críticos de la política de defensa implementada y que fue una clara situación de modernización y de reinserción militar argentina en el mundo. Ruth Diamint, Jorge Battaglino, Marcela Donadio, entre otros, no se pusieron a discutir ni cuestionar el diseño de fuerza adecuado a un contexto internacional distinto, o las funciones que los militares desplegarían en el exterior sino la orientación occidental de la misma, por ejemplo el desagrado profundo que les generó que se nos designara como Aliados extra-OTAN, el cual veían como un alejamiento de América Latina, planteando estos esquemas como incompatibles y una traición histórica.
Además sostenían que no existía un real control civil de las FF.AA., ya que las atribuciones de planificación, equipamiento y relaciones internacionales de la defensa debían ser transferidas al Ministerio de Defensa.
De manera coincidente todos remarcan el único aspecto en el cual la defensa tiene un rol, compartiendo de manera lineal la lógica por la cual las FFAA son un instrumento central para fortalecer la integración regional, anteponiendo ese sector frente a otros, en vez de reconocer que la complementa pero no hace a su dinámica y usando como caballo de batalla al modelo de integración militar europeo el cual es erróneo y falaz, ya que los componentes que lo hicieron factible no aplican a nosotros.
La imagen distorsionada generó -y continua haciéndolo- discursos y prácticas políticas que a los efectos prácticos resulta inefectivo para aquello que se quiere lograr porque la base identitaria común no es por si sola una buena herramienta para fomentar la integración, sin embargo para estos pensadores el militar no guerrea, se integra.
Tal es el grado de irrelevancia de la defensa, que en el plano académico han comenzado a ensayarse respuestas elípticas a la pregunta inicialmente planteada. En un artículo periodístico esclarecedor y contundente, Carlos Escudé proclama abiertamente que somos un protectorado de Brasil y de Chile, como consecuencia de las tristes realidades que se expresan en las capacidades materiales militares junto con una clara política de desarme que el poder político decidió implementar. luego del conflicto de Malvinas.
Dicho artículo se nutre de un trabajo más amplio e igual de contundente que directamente bautiza este proceso de pauperización de las FF.AA. como un “experimento pacifista único” en la región ya que hemos podido apostar a una paz desarmada a pesar del armamentismo de nuestros vecinos por dos razones: 1) la confianza en la superioridad moral de la civilización iberoamericana y 2) una relativa seguridad de la integridad territorial a pesar de estar rodeada de vecinos armados.
Otro académico de relevancia en la formación y divulgación de las ideas de la defensa es Jorge Battaglino – un destacado profesor de la Escuela de Defensa Nacional y de la Universidad Di Tella, además de ser un fuerte defensor de la gestión Garre, y quien con mayor énfasis ha remarcado los cambios positivos que se sucedieron en el campo de la defensa gracias a la administración Kirchner, considera que recién bajo esta gestión ha “regresado” la defensa a la agenda pública.
Este autor señala que el control civil de las FF.AA. solo se logró luego de que Nilda Garre asumiera como Ministra de Defensa, logrando centralizar todas las funciones, que antes estaban a manos de los militares. Además -y gracias al desarrollo de una política neo-desarrollista- se combinaron los intereses industrialistas y militares reeditando la alianza natural entre ambos recuperando la posibilidad de poseer un
complejo industrial militar autóctono. La consecuencia positiva que esto trajo fue que permitió reconciliar a la sociedad con los militares ya que numerosos puestos de trabajo ahora dependen de dicho complejo industrial militar y los militares se alinearon al proyecto político gobernante alejando las influencias externas principalmente la norteamericana y de la OTAN. Una clara muestra de cómo la idea de vivir con lo nuestro puede ser justificada desde los mas reconditos lugares de la academia argentina, de manera completamente desconectada de lo que sucede con el mundo de la produccion militar y de los grandes conglomerados industriales militares.
Al igual que sus antecesores está convencido de la naturaleza pacífica de la región, pero su argumentación es más sistémica realizando su diferenciación mediante la idea de los tipos de paz. Asimismo sostiene que el reequipamiento militar no tiene efectos estructurales sobre la región debido a la lógica de paz imperante, la cual es difícil que se modifique, y si bien defiende algún tipo de re-equipamiento para las fuerzas sus argumentos de modernizacion se extienden solo para cooperar en la UNASUR, actuando de manera subsidiaria al posicionamiento militar de Brasil.
Junto con académicos practicantes como Sabrina Frederich considera como exitoso el proceso de re-educación del militar, la modificación de los planes de estudio, la creación de la Escuelas de Guerra Conjunta, y los mecanismos de control necesarios para evitar que ideas o pensamientos alternativos al actual revisionismo latinoamericanista de la defensa se infiltren.
Ni siquiera la instauración del servicio militar ha servido para modernizar a las FF.AA. tratando de reformar aquello que era considerado anacrónico de las instituciones militares argentinas -pero como necesidad política luego de la trágica muerte del soldado Carrasco- se dio lugar al modelo del soldado profesional como modernización de las mismas, lo cual y a diferencia de otros programas de soldados voluntarios nunca llevó a prepararlos como fuerza de combate efectiva, aunque si muchos se entrenaron en las artes de los oficios con salida laboral. Parafraseando un viejo artículo de Michael Mandelbaun, la política de defensa es hoy una “política social”, y todos parecen sentirse cómodos con dicha situación.
Existen voces alternativas a esta discusión pero o son considerados “retrógrados”, “pro imperio”, o “halcones de derecha”, o se lo acusa de querer darle a las FF.AA. un rol de policías con alto poder de fuego. Ese grupo de académicos plantea, la necesidad de poner perspectiva y sensatez al debate, reordenando prioridades.
Estos autores comparten el siguiente núcleo de ideas: 1) Ninguno es pro-guerra, 2) creen en la funcionalidad de los balances de poder o amenaza, 3) abrevan en una lectura y cultura realista en todas sus variantes inclusive el realismo periférico, 4) creen en sistemas amplios de alianzas o sociedades en el campo internacional de la defensa, 5) no siguen lógicas restrictivas, 6) portan una ideología pero no son dogmáticos, 7) creen en el control civil de las FFAA, pero entienden también que bajo dicho control los civiles pueden hacer daño institucional, 8) descreen que la solución para resolver cuestiones vinculadas al pasado sea deconstruir todo el etos militar, 9) ponen énfasis en la función militar y aceptan el uso de la violencia en determinadas circunstancias en el escenario internacional, 10) la integración es un camino pero se hace desde el interes nacional ya que es desde donde se puede articular mejor el esfuerzo.
Aceptan que existe una política de defensa, que se realiza en temas que son marginales gracias a la variación de prioridades, la prueba de ello es que no hay claros indicadores de una recuperación efectiva de las capacidades militares que hagan a la misión principal. Aviones obsoletos, bajo nivel de navegación, entrenamiento limitado, más Generales, Almirantes y Brigadieres que tanques, barcos y aviones operativos. A la pregunta si son una fuerza de combate efectiva, la respuesta es NO.
Asimismo, los escritos buscan desmitificar desde el punto de vista operativo cómo funciona la comunidad pluralista de seguridad en sudamerica. La misma avanza según sus intereses específicos, lejos de pensar en un interés comunitario, salvo por Argentina que trasforma el interés comunitario en nacional.
Un ejemplo de la diferencia entre la retórica de la seguridad latinoamericana y la práctica es mirar los esquemas de adquisiciones de armas. China en la región tiene un peso minúsculo, y altamente criticado, ya que el equipamiento de tecnología no funciona, por ejemplo los radares en Ecuador, aviones de entrenamiento avanzado de triste calidad como los K-8 para Bolivia y vehículos todo terreno. Los rusos siempre estuvieron, solo que ahora han ganado un mercado un poco mayor con Venezuela que es el país que le dio visibilidad desde lo latinoamericano y alegro los corazones de los nacionalistas con complejos de anticomunistas, ya que ahora Rusia es un país capitalista más. El grueso del equipamiento militar en la región proviene de occidente y de sus socios Francia, Gran Bretaña, EE.UU., Israel, Alemania, Suecia; esa es la geografía del reequipamiento. Argentina, coquetea con China, abre agregadurías en Europa del Este, habla con Rusia, se aleja de la OTAN y termina comprando aviones en Israel.
En relación al rol que se supone deberían tener, se analizan cuáles son los escenarios de uso, por más dispares que parezcan, que diferencias se están produciendo en función de los procesos de modernización que se suceden en la región, que capacidades se incorporan, y si responden o no a los cambios que se suceden en el entorno internacional y cual es el correlato con las necesidades estratégicas de cada país y los costos de oportunidad para Argentina encerrada en sus propias contradicciones en el plano de la defensa.
Seguir pensando a las FF.AA. a los efectos de mantenerles un rol restringido termina resultando erróneo y contradictorio como sucede en la actualidad. Las fuerzas militares modernas se entrenan en operaciones amplio espectro ya sea para ejecutar de manera autónoma o con otras fuerzas en coalición.
Fabián Calle, ha estudiado y escrito acerca de cuál sería un rol acorde a los escenarios de conflictividad previsibles en él S.XXI, las misiones, y las alianzas convenientes para una fuerza militar de una potencia media como Argentina acorde a aquello que el detecta son los intereses nacionales. Ceñido a una predica realista y pragmática, demostró que en la actualidad las FF.AA. no pueden seguirle el paso a la región, no solo en lo material sino que hasta han sufrido un retroceso si se quiere en términos de la sociología militar, los entrenamientos con países de otras regiones no salen a tiempo, se han recortado intercambios militares, las fuerza conjunta Cruz del Sur adolece de problemas de financiamiento, etc.
Alejandro Corbacho, por su parte desarrolló el concepto de “desarme psicológico” a los efectos de entender los problemas vinculados con la carrera militar, la apatía reinante entre los mandos y el desconcierto de la oficialidad joven, ademas de analizar como el poder político contribuyó a dicha situación y las responsabilidades que le corresponden a los mandos en esta situación. Prudente, busca en el reflejo de la historia otras situaciones donde este fenómeno sucedió y las consecuencias que tuvo.
Sus trabajos en relación a declinación del etos militar son demoledores. Si Calle muestra que por capacidades no son una fuerza de combate viable, Corbacho señala que se tiene una carrera militar fuera de eje, que a los mandos dicha situación no les preocupa demasiado, y que aquello que se llama voluntad de combate no es precisamente un fuerte de nuestras fuerzas actuales.
La consecuencia del desarme psicológico, es que oficiales jefes se retiran y encuentran una mejor posibilidad de carrera afuera del sistema, la vocación se pierde rápidamente, a nivel de suboficiales, las FF.AA. se disputan cabeza a cabeza ser considerado el primer ingreso y por lo tanto la lealtad laboral.
Finalmente, quien escribe estas lineas ha escrito sobre los desequilibrios militares existen en la región y como impactan, dicho material continuará incorporándose a la región hasta el 2025 es tecnología que no se poseía en Sudamérica, lo cual mejora capacidades y permite a los osados jugar sus cartas.
Ademas aun cuando no exista una amenaza actual entre vecinos, cabe destacar que las rispideces entre desarmados pueden derivar en una resolución pacífica de conflictos, mientras que si alguno esta armado dichas confrontaciones no necesariamente pueden terminar acordes al espíritu comunitario latinoamericano. Una muestra concreta del exceso de fantasía en relación a la fortaleza de la Comunidad Pluralista de Seguridad Sudamericana y aquello que puede lograr en el Consejo Sudamericano de Defensa surge de solo mirar que desde su creación se programan agendas de trabajo variopintas, pero hasta el momento no se logró fijar algo tan “sencillo” como un tratado de fuerzas convencionales similar al europeo donde se pongan techos a las cantidades y al tipo de tecnología que se puede introducir en una región. Los encargados politicos de la defensa en argentina deberian estar buscando ese tipo de acuerdo de manera activa debido a nuestras propias vulnerabilidades, y sin embargo estamos trabajando la cuestión de las catástrofes naturales. Corolario, ningún Estado de la región se quiere sujetar a crear un derecho que los restringe en su capacidad de armarse. Las ideas que gobernaron la discusión de la defensa genera más incoherencias que acciones para una estrategia viable. Esa situación tiene un correlato material directo y se ve en las pobres capacidades materiales militares, existentes.
¿CAPACIDADES? ¿QUÉ CAPACIDADES?
Estas ideas nutrieron a los decisores y sirvieron para justificar la mayor política de Estado común a todos los gobiernos en el campo de la defensa: El control mediante el ajuste del presupuesto militar, manteniéndolo estable entre 0.8% y 1%, del PBI sin importar contexto, necesidades y envejecimiento del material militar, la carrera profesional de los hombres de armas, excepto en el campo de las misiones de paz donde durante los años noventa se invirtió de manera activa tranformando a Argentina en un líder latinoamericano, para luego ir perdiendo posiciones a medida que nos adentramos en la presente década.
Durante la administración Alfonsín los grandes programas de armas fueron detenidos con excepción de la fabricación de misiles, como el Condor II, que luego serían desactivados a inicios de los años noventa. Ya en esa decada, se incorporó material de segunda mano de las FF.AA. norteamericanas. Esa “modernización”, se realizó a un costo relativamente bajo para el erario público. Ademas se logró que se levantaran las sanciones del Reino Unido de Gran Bretaña y se volvió a abrir el “bazar occidental”, a los requerimientos nacionales. El equipamiento podría haber sido más moderno, sin embargo la política no queria alterar el equilibro en la región ni enviar una señal de rearme a Gran Bretaña. La mayor compra de material militar existente hasta el momento fueron capacidades claves para la defensa territorial y para el control de los espacios comunes. Los aviones Orion P-3B y los Skyhawk A-4AR, Durante los años noventa se recibieron aviones de observación OV-10 Bronco, de los cuales quedan entre 5 y 9 activos fueron los programas de armas de la administración Menen. Otro material era modernizado o se incorporaba gracias al apoyo que provenía para las Operaciones de Paz ya sea vía ONU u OTAN. Asimismo se mejoró el equipamiento de comunicaciones, y la infraestructura de inteligencia, pero la radarización del país, terminó en un escándalo de corrupción. La flota de mar se redujo y desapareció la aviación embarcada de ala fija. Se redujeron las horas de vuelo, las flotas de aviones M-III y M5, y la capacidad de transporte aéreo “estratégico” con la desactivación de varios C-130. Se perdió la capacidad de transporte táctico pesado luego de perder los CH-47, se mantuvo una capacidad limitada de helicópteros semi pesados como los SA-330 y SA-332.
Se desactivó el complejo industrial militar y se lo privatizó, desguazando prácticamente toda la infraestructura existente, la cual había sido exitosa en preparar sistemas de armas competitivos para paises de mediano porte, pero que nunca fueron debidamente comercializados de manera razonable ya que el concepto de posventa fue inexistente y atención al cliente, no existio salvo por algunas ventas del IA-58 a Uruguay, Colombia y Sri Lanka.
Salvo por la recepción de material de rezago o sistemas de armas obsoletos, los programas grandes de reequipamiento militar brillaron por su ausencia hasta la llegada de la administración Kirchner y su “espejismo” de reactivación del complejo militar industrial argentino. Siguiendo el argumento de “vivir con lo nuestro”, los militares encontraron que podían incidir en la opción industrialista volviendo a producir material bélico, que reemplazara a aquel obsoleto y que ademas se produzca para exportar. Ahí comenzaron los proyectos de repotenciación del tanque TAM al modelo TAM-2, el cual solo se produjo el prototipo. La construcción del tanque “Patagon”, que no era otra cosa que la actualización de los SK-103 Kurassier, la repotenciación del IA-58 Pucará, el proyecto de construir aviones de entrenamiento avanzado IA-63 Pampa mejorados en su versión II y III (ataque al suelo), se terminó de ensamblar la última Meko 140, que había quedado paralizada en la década anterior, se dio lugar al armado del casco del submarino Santa Fe. También se celebró la recuperación de los talleres de misiles, y la recuperación de los misiles mar-aire Aspide o el recorrido de los MM-38/40 exocet, Toda tecnología de los años 70 y 80. Esa es considerada una mejora porque al menos ahora hay misiles operativos aunque, dicha capacidad es tan antigua que ya han sido superados tanto en alcance como capacidad de carga explosiva, ademas de que todo el proceso no se encuentra homologado por las compañías dueñas de esos productos por lo tanto no se puede ofrecer en el mercado esa capacidad recuperada. Hasta en el campo binacional hubieron grandes anuncios sobre la creación de vehículos de asalto de forma conjunta con Brasil, el famoso Gaucho (version nacional del Boggie) el cual no ha llegado todavía a la producción en serie. Es tal el fracaso de ese vehículo, que el ejército ha decidido comprar a EE.UU. un lote de 36 vehículos Hummer para reforzar la capacidad de movilidad todo terreno.
La Fabrica Militar de Aviones (FadeA) se encuentra produciendo en serie la versión II del pampa, aunque no queda claro cuántos aviones salen de la línea de ensamblaje por mes. Se está realizando el overhaull de un avión Hércules, y se espera empezar a producir las piezas necesarias cola y fuselaje para el avión de transporte de la Unasur, el KC-390, y un avión de entrenamiento que está en etapa de diseño y pruebas de maquetas bautizado IA-73 Unasur I, que tiene las mismas prestaciones operativas que los turbomentor el cual reviste como avión de entrenamiento básico en nuestros arsenales. Es tal el afán industrialista de las FF.AA. que existen tres desarrollos de vehiculos aéreos no tripulados –todos ellos en la categoría I y II- cada uno desarrollado poruna fuerza diferente. Sin embargo no existen desarrollos de robots desactivadores de minas por parte del ejército, así como tampoco existen desarrollos de SUV por parte de la armada. El cielo congestionado, el mar y la tierra vacíos.
Actualmente y en esa línea de recibir algo de afuera, la Aviación de Éjercito entregó sus viejos aviones de transporte inoperativos G-222 a cambio de un lote de helicópteros Bell UH-206 de observación liviana, para entrenamiento de pilotos y otras tareas sin especificar.
Tal vez la iniciativa más exitosa pero que mayor tiempo de implementación puede llevar es la radarizacion via el INVAP lo cual está dando resultados en el campo tecnológico independientemente de las horas de uso que se le den a dichos radares efectivamente. Ese es el único caso en el campo de la defensa que pueden considerarse satisfechos.
Ademas durante el año 2013 se anunció la compra de Mirage F-1 a España, para reemplazar a los aviones de combate que se caen por falta de mantenimiento y haber llegado al final de su vida útil. Sin embargo dicho acuerdo termino súbitamente porque los aviones no cumplían con los estándares mínimos de modernización necesario y tenían una vida útil muy limitada. Descartada esa opción por razones políticas, como por ejemplo que parte del equipamiento militar que se pensaba proveer estaba alcanzado por el veto británico, nos hemos volcado a una opción comparativamente mejor, como lo representan los aviones de combate KFIR C.10/C.12, los cuales vienen con equipamiento israelí-norteamericano, más moderno desde el punto de vista de los equipos instalados en el mismo, con una autonomía mayor, y mejores prestaciones.
China también se ha comenzado a filtrar como proveedor de las FF.AA. sin embargo esta lejos de serlo en el campo de los sistemas de armas complejos. Durante el año 2013 se anunció la adquisición de vehículos 8×8 Norinco a los efectos de que sean utilizados en las misiones de paz de la ONU, Camiones para logística, y mas recientemente se firmó un acuerdo para ensamblar unos helicópteros livianos conocidos como Z-11 copia del modelo francés ecureuil, el cual no se encuentra certificado por dicho país.
Rusia fue una variación interesante en nuestros arsenales ya que permitió la recuperación de una capacidad perdida como la de helicópteros de transporte pesados con la compra de un lote de MI-17 los cuales están destinados a la campaña antártica, y que sin embargo hasta este momento no han participado de ninguna de esas acciones, sin quedar en claro las razones por las cuales no lo hacen.
Lo antepuesto en las páginas anteriores demuestra que con una clara ausencia de ideas acerca de para que tengo las FF.AA. el equipamiento y los fondos quese destinan a ellas va a estar condicionado al igual que su. Menos del 10% de los U$S 3.5 mil millones se destinan para las cuestiones operativas de la fuerza y la compra de armamentos. Toda las lineas de la defensa en términos materiales sufren la actual situación. El éjercito en este último tiempo se ha visto beneficiado por la adquisición de material el cual se orienta a cumplir un rol dual en materia de seguridad interna y externa. Pero los programas destinados a la misión principal brillan por su ausencia. Sin hipotesis de conflicto, para que tener material de guerra.
¿Y AHORA QUE?
Existen tres maneras de terminar este ensayo, la primera es políticamente incorrecta e inaceptable ya que es implica reconocer que esto es otro fracaso más de la Argentina democrática, por lo tanto es mejor dar de baja la función principal de las FF.AA. y reconvertirlas a la secundaria, en una honrosa versión de “gracias por los servicios prestados”.
La segunda es optar por decir que hay que destinar cantidades de recursos que no se poseen, tirar a la basura todos los sistemas de armas obsoletas, incorporar sistemas más modernos como si de esa forma resolviéramos los problemas que aquejan a la defensa en la actualidad. Sin brújula pero con aviones SU-27 Flanker C.
La tercera es reconocer que estamos de esta manera porque hemos diluido la argumentación clave de porque necesitamos FF.AA. Su única razón sigue siendo la guerra, ya sea unilateral o en coaliciones, ofensiva o defensiva.
Las dos primeras explicaciones son futiles ya que no hacen mas que dar vueltas sobre aquellos que hace treinta años estamos discutiendo, y profundizan la idea de que no necesitamos una política de defensa. la tercera deja claramente expuesta la razón de su necesidad a los efectos haya alguna discusión real sobre que defensa necesitamos y cuanto estamos dispuestos a pagar por ella.
Para ello, la primer obligación es señalar que la defensa es necesaria porque la guerra no ha sido prohibida del sistema internacional, y la humanidad no a alcanzado el grado de evolución que nos permita pensar que el instrumento militar es obsoleto. Sirven desde su función de entregadores de violencia hasta su rol de amenaza latente. La fuerza militar puede ser usada para persuadir, intimidar, herir, bloquear, negociar o destruir a una voluntad competidora que no quiere encontrar soluciones razonables a los problemas existentes, como nos recuerda Thomas Schelling en su libro “Arms and Influence” (1966). Si no aceptamos esas razones y su validez en el sistema internacional actual, es mejor entonces dar por terminada la discusión y movernos hacia la versión argentina de la poshistoria o el posmodernismo. Tratando de encontrar un argumento aceptable para una sociedad que perdió una guerra, es que hemos emparejado la justificación de las FF.AA. con los seguros ya sean de vida, de incendio o contra robo, argumento que hoy hasta replican acerrimos criticos de la política de defensa como lo fue Rut Diamint o en el caso particular de este autor la explicación de la cerradura para poder desarrollar el concepto de antiacceso de manera tal de hacer accesible al gran público el hecho de que sin defensa un pais es más vulnerable a la voluntad, deseos y abusos de otro. Nos hemos equivocado en ser elipticos o tangenciales ya que hemos tratado de hablar del problema de la guerra pero lo hemos hecho sin mencionar la palabra, buscando estar a tono con los tiempos que corren, lo cual terminó por cederle terreno argumentativo a quienes propugnan que la misión secundaria es más importante que la principal.
El gasto de defensa es para prepararse para la guerra y asistir frente a contingencias eventuales donde algunas capacidades logisticas puedan ayudar, no al reves y las estructuras institucionales tienen que seguir dicha lógica. No existe la idea del soldado de la paz, a la que se ha asociado el militar destacado en misiones de paz. Es un soldado en otra función la cual debe cumplir de manera eventual. Sin embargo la función del soldado es inherentemente mantener la paz, y de la única forma que lo puede hacer es cumpliendo con la misión de disuasión que se le encomendó, demostrando que puede cumplir con su misión principal, de manera tal que esa realidad forme parte del cálculo estratégico de una voluntad oponente sea del tipo que sea.
Treinta años debería habernos ayudado a absorver una derrota militar. Ya reconocimos que perdimos esa guerra, que fue imprudente y contraproducente con el interes nacional. Mas no se puede pedir a menos que querramos autoflagelarnos a nosotros y a las generaciones futuras por la decisión politica de una generación que va camino a ceder su lugar en la historia.
La pregunta importante en este sentido es, ¿que lecciones obtuvimos de dicha confrontación? Mas allá de garantizarle a los ingleses que nunca mas vamos a amenazar el status quo existente, la segunda lección es que hemos decidido llevar a cabo una reforma institucional que hoy en la práctica es inexistente. El Estado Mayor Conjunto esta lejos de cumplir con el rol que se le encomendó, y con los últimos cambios de oficiales jefes por parte del poder ejecutivo ha firmado el certificado de defunción operativa del EMCO.
Sin embargo la lección mas importante de una guerra y más cuando la misma resultó en una derrota, no la hemos siquiera estudiado, porque no nos lo permitimos. Sencillamente no hay un artículo académico serio que señale que hubiera sido necesario hacer distinto para ganar. Lo trágico es que aún en un contexto de clara desventaja material los ingleses siguen analizando la posibilidad, en parte su propia dinámica institucional pero también siguiendo una regla clara de la política internacional que es la pregunta acerca de ¿qué pasa si…..? (se ve afectado un interés)
Una sociedad que respeta cada vez menos las leyes, con un cuerpo político que es tan imprudente como el de épocas anteriores, se proclama ferviente defensor y respetuoso del DD.II., pero que internamente deja bastante que desear, hace pensar -de base- que somos cínicos, o no tenemos cuadros capacitados para comprender el escenario internacional, y en segundo lugar que es mejor para la estabilidad internacional que continuemos con el experimento de desarme que se inicio durante los años noventa, ya que algunas administraciones con capacidades militares a su disposición bien podrían caberle el adagio de “mas peligroso que mono con navaja”.
Ahora bien, suponiendo que nos encontramos en camino hacia la inevitable integración sudamericana, esto tiene un efecto directo sobre una de las tres armas que constituyen a las FF.AA. y esto es el Éjercito. Si los “apóstoles de la paz” tienen razón, esa fuerza debería ver disminuir su tamaño tanto en personal como en unidades y empezar a pensarse como una fuerza de reacción rápida, ligera, con un gran peso en fuerzas especiales y capacidades defensivas para contener cualquier intento de penetración de una fuerza atacante, retomando el concepto de aeromovilidad.
La reducción de personal no necesariamente tendría que implicar un problema en terminos sociales ya que quienes quedaran fuera de dicha fuerza bien podrian nutrir los números de las fuerzas de seguridad principalmente en la Gendarmeria, la cual hoy tienen más misiones que personal. Otra alternativa –aunque- no para todos los miembros, es formar un sistema de reservas pagas que permitan mantener unidades relativamente entrenadas para ser usadas en caso de alguna operación de contingencia. Los helicópteros, tanto de transporte, como de observacion y artillados deberían ser la columna vertebral de la nueva caballeria reduciendo dramaticamente el número de tanques y vehiculos de transporte pesado existentes en nuestros arsenales.
Los cierres de unidades seran inevitables y los estados provinciales deberían ver la forma de absorver el impacto económico de dicha decisión, pero la razón para mantener una base abierta debería no es el impacto económico que tienen sobre la sociedad local. El S.XXI va a encontrar éjercitos mas reducidos en número,movibles, robotizados, similares a fuerzas de operaciones especiales, y con capacidad para interoperar con otras fuerzas.
Si se consideran válidas las directivas generales de la defensa y el discurso político actual, el escenario de mayor tensión para la República Argentina sigue siendo el aeronaval, que tiene tanto actores regionales como extraregionales poniendo presión sobre nuestra área geográfica de interés. Si esta situación quiere invertirse, resultara importante volver a pensar como esta compuesta nuestra fuerza naval.
Lo razonable sería reforzar el número de submarinos, con capacidades similares a los scorpenne existentes en los arsenales chilenos, y probablemente reducir el número de destructores y reforzar el de fragatas, y habría que generar un cambio institucional mayor, dando lugar a que la fuerza sea comandada por submarinistas y no por oficiales de superficie. Asimismo considerando las cualidades humanitarias y la gran participación en misiones de paz incorporar un buque de asistencia humanitaria que pueda embarcar helicópteros y transportar cascos azules a escenarios extraregionales de ser considerado por el poder político, por ejemplo para evacuación de connacionales. El uso dual de dicha embarcación no pasaría desapercibido por otros actores regionales, aunque justificado por la razon liberal que antepuse, dificilmente alguna potencia extraregional pueda sostener una discusion seria acerca de que tipo de reequipamiento militar estamos llevando a cabo, ya que somos democracias y las democracias no guerrean entre sí.
Gracias a que la geografía nos ampara y poseemos un poortaaviones natural en nuestro territorio, resulta imperativo volver a tener una fuerza de vigilancia maritima combinada entre aviones y UAV, asi como tambien una Fuerza Aerea con capacidad de reabastecimiento en vuelo y un aceptable rango de misiles, sumado a unidades de patrullaje de alta mar.
Todo lo necesario para llevar a cabo estrategias defensivas, con capacidad de denegación de espacio e intrusión, se encuentra a nuestro alcance. Sin embargo falta lo mas importante responder, ¿queremos destinar los recursos que se necesitaran para construir este tipo de modernización militar?.
La transición es la parte complicada de esta situación. Se tiene que hacer atendiendo a dos cuestiones, al primera es a evitar el malestar que implicaría una reorganización masiva de una fuerza militar, ya sea mediante los retiros o la reconversión de sus hombres y evitar que los mandos generen disrupciones organizacionales o manipulen la situación, ya que como se dijo anteriormente existen claros retrocesos en el campo del control civil de las FF.AA.
En segundo lugar mirar que equipamiento debe tener la prioridad de manera tal de evitar una excesiva presión por parte de Inglaterra y que nuestros socios regionales no se pongan ansiosos por un eventual rearme argentino. Esto implica, mejorar lacapacidad de transporte aéreo, tanto táctico como estratégico, la adquisición de aviones con sensores remotos, y una buena capacidad satélital, en primer lugar y si puede ser con un bajo perfil mejor. La creación de incentivos se encuentra en el armado de nuevas unidades, más reducidas, mejores pagas con algún tipo de estandar para poder ser integrante de las mismas, en algún punto implica comenzar de cero sin necesariamente decirlo.
¿Necesitamos entonces defensa?. La respuesta es sí, no por una razón histórica, un seguro, la extensión geográfica, u otras razones esgrimidas, las necesitamos porque el futuro luce incierto para el orden internacional, la guerra es una posibilidad y ademas pueden ser un elemento de influencia politica a ser utilizado en el momento menos pensando. Durante la predica de los noventa, nos enseñaron que las democracias no guerrean entre sí, pero no hay ningún caso donde una democracia se haya desarmado por propia voluntad. En nuestra condición de democracias ninguna otra democracia puede discutir nuestro proceso de reequipamiento sin encontrarse asimismo atacando la parte hipócrita de la prédica liberal y constructivista en las relaciones internacionales que hoy atosiga a nuestros decisores en el campo de la defensa.
Sin embargo, hasta que no revisemos las ideas que siguen nutriendo a la defensa argentina, la mejor respuesta que podemos darnos es que no necesitamos defensa y dejar que otro se encargue de nuestra seguridad, ya que el proceso de inanición resulta caro e ineficaz si efectivamente se quieren resolver otros asuntos de la agenda pública.
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