La guerra contra el terrorismo
En un punto del Mediterráneo, la tripulación y los pilotos del gigantesco portaaviones de EE.UU. se prepara para bombardear al enemigo. Un periodista de DPA cuenta la vida a bordo.
Antes de que el teniente Robert Smith iniciara su primera operación bélica contra el autoproclamado Estado Islámico, durmió bien y desayunó como es debido: un sandwich con huevo, un poco de fruta y café, sin llenar demasiado el estómago.
Después, el piloto del portaaviones estadounidense "USS Eisenhower" inició la rutina con la que prepara todos sus vuelos: recibe los detalles de la intervención, se pone su uniforme de vuelo, sube las escaleras a la cubierta de vuelo, directo a su avión de combate. Sus botas de cuero marrones están siempre tan limpias que brillan.
Su nombre real es otro, pero prefiere no verlo publicado ni tampoco fotos de su rostro, preocupado por que la milicia terrorista pueda llevar a cabo una represalia.
Es un hombre alto, de más de 1,8 metros, con la piel algo pálida y bigote fino. No, no está nervioso antes de sus vuelos, asegura el joven de 28 años, antes de su primera intervención contra el ISIS en Irak. "Estamos muy bien preparados. Sé exactamente lo que me espera", afirma a bordo del "USS Dwight D. Eisenhower".
El portaaviones, de más de 300 metros de eslora con propulsión nuclear, surca el Mediterráneo oriental desde finales de junio con casi 50 aviones de combate a bordo. Varias veces al día, los aviones despegan de su cubierta para combatir a los extremistas del ISIS en Siria o Irak, una operación que será uno de los temas en el orden del día de la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que se celebrará el viernes y el sábado en Varsovia.
Las pistas de despegue y aterrizaje en la cubierta de la nave, que están envueltas en el aire caliente que desprenden los tubos de escape y donde huele continuamente a querosene, son apenas más largas que un campo de fútbol.
Smith y el resto de los pilotos comienzan sus operativos subiendo a los aviones, que ya tienen las turbinas a toda máquina. Luego se suelta el cable de acero que sujeta a los aviones y éstos salen disparados. En dos segundos aceleran a más de 250 kilómetros por hora. "Es como conducir en la montaña rusa", cuenta Smith.
El "USS Eisenhower", apodado por sus tripulantes "Mighty Ike", en un gesto de camaradería, desempeña un papel fundamental en la estrategia militar de Estados Unidos. En realidad, debería estar en el golfo Pérsico, pero de momento seguirá en el Mediterráneo tras relevar al portaaviones "USS Truman" en junio.
Fue destinado allí para reanudar lo más rápido posible las operaciones contra el ISIS, explica el contraalmirante Jesse Wilson, comandante de la división naval de la que, además del "Eisenhower", forman parte otros buques de guerra.
Cuando partieron los primeros jets del barco, en el oeste de Irak aún arreciaban los combates por el control de Falluyah, uno de los feudos del ISIS. Las operaciones de los pilotos del "Eisenhower" debían dirigirse sobre todo allí. Entre tanto, las fuerzas del Gobierno iraquí han tomado el control de la ciudad gracias a la ayuda de los ataques aéreos de la coalición internacional.
Desde hace casi dos años, Estados Unidos y otros países bombardean posiciones del ISIS en Siria e Irak. Y desde entonces los extremistas han perdido importantes territorios: la capital provincial Ramadi y Falluyah en Irak y gran parte del territorio fronterizo entre Siria y Turquía.
La milicia se ha visto bajo una enorme presión militar. Pero pese a ello, no se espera un rápido fin de la lucha contra los extremistas sunitas. En el norte de Irak siguen controlando Mosul, la segunda ciudad más grande del país, para la que se espera una larga y dolorosa lucha. También en Siria se defienden con todos los medios. Desde hace semanas, las fuerzas kurdas aliadas con Estados Unidos tomaron la importante ciudad estratégica de Manbiy y avanzan lentamente. El precio en sangre es alto, pues el EI envía continuamente a sus atacantes suicidas.
Pero de toda esta violencia y muerte sobre el terreno poco se ve y se siente a bordo del "Eisenhower" y en la vida cotidiana de sus ocupantes. El buque está en operación de guerra, surca el Mediterráneo en algún lugar cerca de la costa siria, pero aun así la guerra sigue lejos y sólo se muestra en forma de números y letras a bordo de las pantallas de la sala de control, desde donde se dirigen los operativos. Y en los jets que despegan de la cubierta con misiles y vuelven sin ellos.
Sólo el bramido de los aviones recuerda a los 5.500 hombres y mujeres a bordo lo que ocurre realmente: cuando despegan los jets, los muebles vibran y las fotos en las paredes se tambalean.
"Tengo uno de los mejores trabajos del mundo", asegura el comandante Wilson, un hombre fuerte y con voz dura. "Tengo una maravillosa tripulación con hombres y mujeres valientes".
También los tripulantes aseguran que les gusta la vida en el coloso flotante, pese a la rutina que apenas separa un día del otro y a que la mayoría trabajan bajo cubierta y muchos ni siquiera ven la luz del día. Además, el espacio es estrecho y a veces más de 90 hombres duermen en la misma habitación, acumulados en literas de tres pisos.
¿Vida privada? Prácticamente desconocida. ¿Opciones de ocio? Pocas. ¿Alcohol? Prohibido. "La vida aquí es difícil", señala el oficial de armas Mathew Rechkemmer, de 31 años. "Hacemos pocas pausas y trabajamos casi siempre". Y es que quien quiera prestar servicio en el "Mighty Ike" debe estar dispuesto a dedicarse exclusivamente a la misión.
Los únicos a bordo que viven la guerra de cerca son los pilotos. En su primera operación, Smith pasó siete horas en el aire, pudiendo comer sólo un snack y teniendo que orinar en un recipiente.
Tanto él como el teniente Willian Revell hablan con naturalidad de sus intervenciones, como si fuera un trabajo en los que no se jugaran la vida.
La mayoría, sin embargo, no quiere hablar con los periodistas sobre la intervención e incluso Smith y Revell toman distancia cuando se les pregunta si sus bombas pueden matar a civiles inocentes. "Intentamos siempre garantizar que impactan contra la gente adecuada", se limita a decir Smith, que dice confiar en quienes eligen los objetivos.
Los pilotos han recibido una formación de más cinco años para poder lanzar los misiles. Smith asegura que no siente ninguna emoción en ese momento, sino que se limita a concentrarse en cumplir su misión: "La guerra es algo muy serio".
Fuente: dpa
En un punto del Mediterráneo, la tripulación y los pilotos del gigantesco portaaviones de EE.UU. se prepara para bombardear al enemigo. Un periodista de DPA cuenta la vida a bordo.
Portaaviones estadounidense "USS Eisenhower"./ DPA
Antes de que el teniente Robert Smith iniciara su primera operación bélica contra el autoproclamado Estado Islámico, durmió bien y desayunó como es debido: un sandwich con huevo, un poco de fruta y café, sin llenar demasiado el estómago.
Después, el piloto del portaaviones estadounidense "USS Eisenhower" inició la rutina con la que prepara todos sus vuelos: recibe los detalles de la intervención, se pone su uniforme de vuelo, sube las escaleras a la cubierta de vuelo, directo a su avión de combate. Sus botas de cuero marrones están siempre tan limpias que brillan.
Su nombre real es otro, pero prefiere no verlo publicado ni tampoco fotos de su rostro, preocupado por que la milicia terrorista pueda llevar a cabo una represalia.
Es un hombre alto, de más de 1,8 metros, con la piel algo pálida y bigote fino. No, no está nervioso antes de sus vuelos, asegura el joven de 28 años, antes de su primera intervención contra el ISIS en Irak. "Estamos muy bien preparados. Sé exactamente lo que me espera", afirma a bordo del "USS Dwight D. Eisenhower".
El portaaviones, de más de 300 metros de eslora con propulsión nuclear, surca el Mediterráneo oriental desde finales de junio con casi 50 aviones de combate a bordo. Varias veces al día, los aviones despegan de su cubierta para combatir a los extremistas del ISIS en Siria o Irak, una operación que será uno de los temas en el orden del día de la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que se celebrará el viernes y el sábado en Varsovia.
Las pistas de despegue y aterrizaje en la cubierta de la nave, que están envueltas en el aire caliente que desprenden los tubos de escape y donde huele continuamente a querosene, son apenas más largas que un campo de fútbol.
Smith y el resto de los pilotos comienzan sus operativos subiendo a los aviones, que ya tienen las turbinas a toda máquina. Luego se suelta el cable de acero que sujeta a los aviones y éstos salen disparados. En dos segundos aceleran a más de 250 kilómetros por hora. "Es como conducir en la montaña rusa", cuenta Smith.
El "USS Eisenhower", apodado por sus tripulantes "Mighty Ike", en un gesto de camaradería, desempeña un papel fundamental en la estrategia militar de Estados Unidos. En realidad, debería estar en el golfo Pérsico, pero de momento seguirá en el Mediterráneo tras relevar al portaaviones "USS Truman" en junio.
Fue destinado allí para reanudar lo más rápido posible las operaciones contra el ISIS, explica el contraalmirante Jesse Wilson, comandante de la división naval de la que, además del "Eisenhower", forman parte otros buques de guerra.
Cuando partieron los primeros jets del barco, en el oeste de Irak aún arreciaban los combates por el control de Falluyah, uno de los feudos del ISIS. Las operaciones de los pilotos del "Eisenhower" debían dirigirse sobre todo allí. Entre tanto, las fuerzas del Gobierno iraquí han tomado el control de la ciudad gracias a la ayuda de los ataques aéreos de la coalición internacional.
Desde hace casi dos años, Estados Unidos y otros países bombardean posiciones del ISIS en Siria e Irak. Y desde entonces los extremistas han perdido importantes territorios: la capital provincial Ramadi y Falluyah en Irak y gran parte del territorio fronterizo entre Siria y Turquía.
La milicia se ha visto bajo una enorme presión militar. Pero pese a ello, no se espera un rápido fin de la lucha contra los extremistas sunitas. En el norte de Irak siguen controlando Mosul, la segunda ciudad más grande del país, para la que se espera una larga y dolorosa lucha. También en Siria se defienden con todos los medios. Desde hace semanas, las fuerzas kurdas aliadas con Estados Unidos tomaron la importante ciudad estratégica de Manbiy y avanzan lentamente. El precio en sangre es alto, pues el EI envía continuamente a sus atacantes suicidas.
Pero de toda esta violencia y muerte sobre el terreno poco se ve y se siente a bordo del "Eisenhower" y en la vida cotidiana de sus ocupantes. El buque está en operación de guerra, surca el Mediterráneo en algún lugar cerca de la costa siria, pero aun así la guerra sigue lejos y sólo se muestra en forma de números y letras a bordo de las pantallas de la sala de control, desde donde se dirigen los operativos. Y en los jets que despegan de la cubierta con misiles y vuelven sin ellos.
Sólo el bramido de los aviones recuerda a los 5.500 hombres y mujeres a bordo lo que ocurre realmente: cuando despegan los jets, los muebles vibran y las fotos en las paredes se tambalean.
"Tengo uno de los mejores trabajos del mundo", asegura el comandante Wilson, un hombre fuerte y con voz dura. "Tengo una maravillosa tripulación con hombres y mujeres valientes".
También los tripulantes aseguran que les gusta la vida en el coloso flotante, pese a la rutina que apenas separa un día del otro y a que la mayoría trabajan bajo cubierta y muchos ni siquiera ven la luz del día. Además, el espacio es estrecho y a veces más de 90 hombres duermen en la misma habitación, acumulados en literas de tres pisos.
¿Vida privada? Prácticamente desconocida. ¿Opciones de ocio? Pocas. ¿Alcohol? Prohibido. "La vida aquí es difícil", señala el oficial de armas Mathew Rechkemmer, de 31 años. "Hacemos pocas pausas y trabajamos casi siempre". Y es que quien quiera prestar servicio en el "Mighty Ike" debe estar dispuesto a dedicarse exclusivamente a la misión.
Los únicos a bordo que viven la guerra de cerca son los pilotos. En su primera operación, Smith pasó siete horas en el aire, pudiendo comer sólo un snack y teniendo que orinar en un recipiente.
Tanto él como el teniente Willian Revell hablan con naturalidad de sus intervenciones, como si fuera un trabajo en los que no se jugaran la vida.
La mayoría, sin embargo, no quiere hablar con los periodistas sobre la intervención e incluso Smith y Revell toman distancia cuando se les pregunta si sus bombas pueden matar a civiles inocentes. "Intentamos siempre garantizar que impactan contra la gente adecuada", se limita a decir Smith, que dice confiar en quienes eligen los objetivos.
Los pilotos han recibido una formación de más cinco años para poder lanzar los misiles. Smith asegura que no siente ninguna emoción en ese momento, sino que se limita a concentrarse en cumplir su misión: "La guerra es algo muy serio".
Fuente: dpa
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