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domingo, 19 de julio de 2015

En la Bahía de Samborombón el cambio climático se siente y se ve

Medio Ambiente. Los efectos del calentamiento en uno de los lugares más vulnerables del país.Subió el nivel del mar, hay erosión en los campos, vientos más intensos e inundaciones y sequías abruptas.


Marina Aizen para Clarín.


En la Bahía de Samborombón, donde termina el estuario del Río de la Plata, se está reescribiendo el mapa de la Argentina. Y el lápiz que guía este trazado geográfico es el clima global. Debido al aumento de la temperatura, la zona se convirtió en uno de los frentes más vulnerables de la costa bonaerense y en un laboratorio de cambios. Subió el nivel del mar, hay erosión en los campos, mayor intensidad del viento y fenómenos abruptos como inundaciones seguidas por sequías. Todo esto ya está afectando tanto a los productores agrícolas como a los pescadores.
Esta es la Pampa deprimida, último reducto del pastizal y refugio de especies amenazadas como el Venado de las Pampas, nuestro ciervo autóctono. Aquí está uno de los 21 humedales de la Argentina señalados como de importancia internacional porque es un vergel a donde arriban aves que migran desde tan lejos como la tundra ártica. Pero este año, la llegada del invierno se demoró tanto que la becasa de mar, uno de estos pajaritos viajeros, aún se encuentra en la zona cuando ya tendría que estar anidando en la otra punta del mundo. “Se deberían estar reproduciendo y todavía siguen aquí”, revela Maximiliano Navarro, guardaparques del parque Nacional Campos del Tuyú.
Los glaciares que se deshacen en Groenlandia, Antártida o montañas de todo el mundo están elevando la cota del mar, lo que se come 80 centímetros de playa por año. También son más altas las olas, dice la gente del lugar. De repente, la ría de Ajó, donde está General Lavalle, que aloja al puerto de la bahía, desborda e inunda el pueblo. En marzo pasado, las siete cuadras que separan la plaza principal del muelle se convirtieron en un río salino y ningún factor meteorológico pudo anunciar lo que pasó.
“Antes teníamos una marea extraordinaria una vez por año. Ahora, tenemos una o dos por mes. Y también mareas recontra extraordinarias”, cuenta Mario Santos Beade, intendente del parque. “Hace años, las mareas bajas te dejaban 300 metros de playa. Hoy es frecuente encontrar el agua adentro del campo”, agrega.
Fernando Miñarro, coordinador del programa Pampas y Gran Chaco de la Fundación Vida Silvestre, quien nos guía por la zona, señala –sin embargo– que el problema del agua es aún más complejo que el del aumento de las mareas. A esta suba, hay que agregarle el incremento de las precipitaciones. Y también otros factores antrópicos, como la canalización del río Salado, lo que suma presión sobre la bahía. “Se junta el agua que quiere salir con la que quiere entrar y los canales desbordan”, dice. “El cambio climático exacerba todo esto”, agrega.
Lo que puede pasar, entonces, es que los canales se llenen de agua salada, lo que mata a los campos. Y también que se contaminen los acuíferos que se encuentran debajo de los cordones de conchillas que es donde crecen los montes de talares, el árbol típico de la zona. La Pampa del gaucho está entrando en una zona desconocida. Toda esta dinámica hídrica se puede convertir en una trampa no sólo para General Lavalle, sino para zonas pobladas que están más al Norte del estuario, como La Plata y Magdalena. Según dice Miñarro, sobre el cambio climático hay mucha información global, pero disminuye mucho cuando se la baja a nivel local, como este. Los científicos reconocen que aún cuando se limite la suba del termómetro en 2 grados centígrados –el techo que se quiere poner en la conferencia de cambio climático de París–, la expansión de los océanos seguirá acelerándose. Vicente Barros, uno de los mayores especialistas en cambio climático, dijo a Clarín que “para el año 2.100 el aumento proyectado es de 40 centímetros”. 
Quienes viven las transformaciones del medio ambiente son los pescadores. Ricardo Trama lo resume así: “Menos frío, más viento y sobrepesca”. Pero hay otros fenómenos también como el aumento de la temperatura del agua, lo que provocó una mortandad enorme de especies el verano pasado, particularmente el de la llamada saraca. “Este no es un pescado comercial, pero forma parte de la cadena alimenticia”, explica. También observa que en Punta Piedras, en el extremo norte de la bahía, hay muchísima basura, que la corriente arrastra desde centros urbanos, como La Plata. “Las redes vienen llenas de plástico”. Justo ahí, desova la corvina, el recurso más valioso de la zona, que está bajo una intensa presión de pesca.
En este puerto tan pintoresco, lleno de barcos de color naranja y de redes azules, Alfredo González, que fue pescador y hoy es tornero, dice que “el común denominador de las conversaciones es el viento. Va a haber que acostumbrarse a trabajar con él, lo que es muy molesto para los tripulantes”. Cuenta también que antes las tormentas venían del Sur. “Pero ahora viene de todos lados”. 

Una nueva forma de ganadería

La Pampa nos parecerá uniforme, pero cuando se la mira bien hay depresiones y elevaciones en el terreno. Cada una de ellas conforma un ambiente diferente. Para cada lomada hay una especie vegetal adaptada a vivir en esas condiciones. Respetando este principio trabaja la ganadería que se practica con el manejo sustentable de pastizal. Y es una de las mejores respuestas de adaptación al cambio climático en Samborombón.
Patricio McLaughlin, que está al frente del campo Los Ñanduses, cuenta que desde que se empezó con esta práctica tuvo doble ganancia: más kilos por animal y regreso de fauna. Hay más aves, para las cuales el pastizal alto hace las veces de bosque tupido, y también mariposas, como la llamada “bandera argentina”.
Patricio muestra la zona deprimida que se había inundado el año pasado y dice que, si hubieran sembrado pasturas exóticas, como dice el manual, en vez de dejar que las especies autóctonas volvieran a colonizar el terreno, hubiera sufrido una fuerte erosión, ya que después de que se fue el agua, no volvió a llover.

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